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Chamonix y Mont Blanc: ascenso y caída de una promesa de la Embriología

Chamonix y Mont Blanc: ascenso y caída de una promesa de la Embriología

Marzo 19, 2021 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: Mme. Karina Esposito-Lantier

 

El ensayo “Historia de dos lugares de trabajo”, que es parte del libro Las piedras falaces de Marrakech. Penúltimas reflexiones sobre historia natural, escrito por el paleontólogo y evolucionista neoyorquino Stephen Jay Gould, comienza por realizar una reflexión que involucra la llegada del autor como investigador visitante a la Universidad de Oxford, Inglaterra, en 1971 y la asignación de un espacio para su despacho durante su estancia en el Museo de Historia Natural de dicha universidad.

Al instalar sus libros, microscopio y colección de caracoles fósiles, Gould advirtió una placa metálica donde pudo leer que en ese sitio tuvo lugar uno de los episodios más icónicos, aunque lamentablemente también más hagiográficos y distorsionados, posteriores a la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin: el debate entre Thomas Henry Huxley, uno de los zoólogos ingleses más destacados y amistad cercana de Darwin, y el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, conocido popularmente como “El jabonoso”, que acudió con la intención de vilipendiar la teoría expuesta en El Origen en el verano de 1860 durante una reunión de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (recomiendo al respecto la lectura del ensayo de Gould “¿El caballo se come al alfil?” publicado en su libro Brontosaurus y la nalga del ministro).

Poco después de esta introducción, Gould menciona cuánto apreció haber podido encontrarse en el mismo punto de aquel histórico encuentro antes de adentrarse en el desarrollo de su texto. Fue esta coincidencia del cruce de un lugar en común entre dos figuras relevantes de la historia de la biología lo que llamó mi atención en esta semana, al relacionar el nombre de la comuna francesa de Chamonix con el último lugar donde un destacado científico encontró un trágico final.

Hace exactamente dos años, mi madre realizó por primera vez un viaje a Francia que casi llega a cancelar por cuestiones de salud, hasta que animada y acompañada por una de sus amistades se perfiló a un reencuentro luego de más de cuatro décadas sin verse con un matrimonio de ciudadanos franceses para los que había trabajado en su juventud, cuidando de las hijas pequeñas de esta pareja mientras ellos residían en Puebla por motivos laborales. Después de la llegada y recibimiento de mi madre en suelo galo, la llevaron de visita al sitio turístico de Chamonix, en donde pudieron admirar el paisaje que ofrece la cresta del Mont Blanc, la montaña más alta del centro de Europa en la frontera franco-italiana, así como tomar varias fotografías que compartieron a su regreso a México.

Tanto las anécdotas del viaje, aunadas a las impresionantes imágenes fotográficas alpinas, quedaron grabadas en mi memoria de manera significativa. Es aquí donde comienza el cruce de lugares, pues fue en la montaña de Mont Blanc donde encontró la muerte uno de los más destacados zoólogos del siglo XIX que se dedicaron al estudio de la embriología: el escocés Francis Maitland Balfour.

Como alguien formado en Biología, uno de mis intereses es investigar acerca de la historia de una las disciplinas que anteriormente la conformaban, la Embriología, así como de su paso a lo que hoy se conoce como Biología del Desarrollo. Durante la universidad y un par de años después el apellido de Balfour no me resultó familiar[1] sino hasta que adquirí un interesante libro titulado From Embryology to Evo-Devo. A History of Developmental Evolution, cuyos autores son los académicos de la Universidad Estatal de Arizona, Manfred Dietrich Laubichler y Jane Maeienschein, que a su vez lideraron la iniciativa The Embryo Project Encyclopedia, que es una publicación digital de acceso abierto fundada en 2007 que reúne una colección de estudios e investigaciones socio-históricas respecto a temas como la embriología, biología del desarrollo y medicina reproductiva.

En el primer capítulo de From Embryology to Evo-Devo, dedicado a algunas reflexiones epistemológicas y orígenes de la Biología Evolutiva del Desarrollo o Evo-Devo (abreviado de su nombre en inglés Evolution and Development), Manfred Laubichler escribe que en años recientes la Biología Evolutiva del Desarrollo o Biología del Desarrollo, “se ha establecido como una de las disciplinas más dinámicas de las ciencias de la vida” (aunque en realidad debería decirse correctamente de la biología como una única ciencia) y “que representa una síntesis entre evolución y los estudios del desarrollo que estaban asociados con los nombres de Ernst Haeckel, Carl Gegenbaur, Francis Balfour y Alexander Kowalevsky”.

Fue ahí donde supe por primera vez del nombre de Francis Balfour, que sin embargo había quedado al margen de mi curiosidad hasta que, de manera reciente, encontré de nueva cuenta su nombre al revisar el índice bibliográfico de la tesis doctoral “Recherches sur le développement des nerves craniens chez les lézards” o “Investigaciones sobre el desarrollo de los nervios craneales de las lagartijas”, del suizo Edmond Béraneck, maestro del afamado biólogo y epistemólogo Jean Piaget,[2] publicada en la revista Recueil Zoologique Suisse en 1884.

Esperaba encontrar citadas fuentes de autores mayoritariamente de origen alemán, pues la disciplina de la embriología era característica en la enseñanza de zoólogos en las universidades alemanas de aquellos años donde Béraneck se había entrenado; sin embargo, para mi sorpresa, de las catorce fuentes citadas en su tesis, cinco correspondían a obras de dos autores de habla inglesa: Francis Balfour y Arthur Milnes Marshall.

Desde la mención de dos de las obras de Balfour en la tesis de Béraneck, lo poco que hallé sobre él en el libro de Laubichler y Maienschein y el hecho de haber muerto en un ascenso al Mont Blanc, en Chamonix, donde estuvo mi madre, hicieron que me formulara una pregunta: ¿quién fue Francis Balfour? A esto pude encontrar respuesta en un artículo de la revista Journal of Experimental Zoology escrito por el australiano Brian Keith Hall, que a pesar de ya haberse retirado de sus actividades académicas, se le reconoce como uno de los científicos más relevantes en el campo de la Biología Evolutiva del Desarrollo, además de su patente interés por la historia de esta disciplina.

Francis Maitland Balfour nació en 1851 en el seno del privilegio económico. A los 21 años publicó, junto con uno de sus hermanos, un artículo sobre geología que lo puso en contacto con Thomas Henry Huxley, quien posteriormente sería uno de sus evaluadores para que hacerlo acreedor a una beca escolar en el Trinity College de Cambridge, en 1871. A su ingreso en esa institución, el fisiólogo Michael Foster —quien llegaría a ser secretario de la prestigiosa institución científica la Royal Society—, fungió como su mentor, orientando a Balfour hacia el estudio de embriones de pollo, lo que puntualizó de manera definitiva su línea de trabajo. Tres años después, en 1874, Foster y Balfour coescribirían el libro The Elemente of Embryology (siendo Balfour un estudiante sin graduarse en ese momento), marcando un hito al identificarse su nombre con la escuela funcionalista inglesa de embriología.

Durante varias décadas después de la publicación de El origen de las especies, de Darwin, el estudio de la embriología dominó la enseñanza de la zoología, pues junto con los estudios embrionarios de Karl Ernst von Baer y la popularización de esta disciplina por parte de Ernst Haeckel, influyeron en las inmediatas generaciones de naturalistas de las que Balfour fue parte, incluso William Bateson (uno de las figuras que divulgó los trabajos de Gregor Mendel), llegó a afirmar, en 1922, que cualquiera que aspiraba a ser zoólogo a finales del siglo XIX y principios del XX tenía necesariamente una formación en embriología y uno de los temas usuales de conversación profesional era sobre evolución.

Parte importante de los trabajos en embriología de Balfour tuvieron lugar en la reputada Estación Zoológica de Nápoles, en Italia, obra del alemán Anton Dohrn. Balfour visitó la estación por primera vez en 1874. Fue uno de los dos primeros científicos de origen británico en ganar una “mesa”[3], además de granjearse la amistad de Dohrn, actuar como mensajero entre él y Charles Darwin y donde se familiarizó con los instrumentos, técnicas y métodos de las universidades teutonas. La Estación Zoológica sirvió de base para otras publicaciones de Balfour, la primera A Monograph on the Development of Elasmobranch Fishes, de 1878, y una compilación de información disponible acerca de lo que se conocía sobre embriología, que se consolidaron en su obra de dos volúmenes A Treatrise on Comparative Embryology, de 1880 y 1881 (estos dos títulos son los citados en la tesis doctoral de Edmond Béraneck).

De manera similar al anatomista alemán Carl Gegenbaur, Balfour insistió en que el estudio de las características más tempranas del desarrollo podía aportar información de utilidad en la elucidación de la filogenia o historia evolutiva de los seres vivientes, además de que la carrera de Balfour se caracterizó por utilizar la embriología comparada para revelar los parentescos y variaciones de las estructuras orgánicas independientemente de sus funciones, lo que se conoce con el nombre de homología.

El ascenso y reconocimiento de Balfour entre los científicos británicos fue tal que, en un trabajo en memoria de su obra bajo la dirección de su mentor Michael Foster y Adam Sedwick, escrito en 1885, se deja constancia de que Charles Darwin, al recibir el tratado de embriología comparada de Balfour, exclamó: “Estoy orgulloso de recibir un libro de ti, quien sé que serás algún día el jefe de los biólogos ingleses”, además de que Brian Hall escribió que “Thomas Henry Huxley consideró retirarse dejando a Balfour en su lugar”. Por desgracia, todos esos planes se vieron truncados un día del mes de julio de 1882 y a pocos meses después de la muerte de Charles Darwin, con el intento de escalar la Aiguille Blanche de Peuterey[4] (iv).

Esta colaboración está dedicada a Mme. Marie-Claude Lantier, a M. Raymond Esposito y a mis “hermanas mayores de Francia” Sylvie y Karina.

 

 

 

[1] Incluso el propio Stephen Jay Gould admitió en una de sus obras más populares, Ontogeny and Philogeny, que el nombre de Balfour no fue muy conocido en la historia de la biología, aludiendo a su muerte prematura como una de las causas.

[2] Ya he escrito acerca de la relación entre Edmond Béraneck y Jean Piaget anteriormente en este mismo espacio: ¿Por qué Béraneck no?, 26 de octubre de 2020; Edmond Béraneck: fotografía de una maestro olvidado de Jean Piaget, 5 de marzo de 2021.

[3] De acuerdo con Bernardino Fantini, de la Universidad de Ginebra en Suiza, el sistema de “mesas” implementado por Anton Dorhn en la Estación Zoológica de Nápoles era una medida de financiamiento de la institución que garantizaba su independencia política y económica. Consistía en un contrato con algún socio (universidad, gobierno, institución científica, fundación privada o incluso individuo) y una cuota anual que aseguraba el uso material y espacio de trabajo dentro de la Estación.

[4] Nombre de la cima que forma parte de la subsección alpina del Mont Blanc.

Alejandro Hernández Daniel

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