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De la Física a la Historia de la Ciencia y la Astronomía

De la Física a la Historia de la Ciencia y la Astronomía

Julio 01, 2022 / Por Alejandro Hernández Daniel

(Primera parte)

Licenciado en Física por la Universidad de Guadalajara, Durruty Jesús de Alba Martínez es miembro del Departamento de Estudios Históricos de la arquidiócesis de Guadalajara, de la Sociedad Mexicana de Física, colega y amigo de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, con algunas participaciones en los congresos de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología. Sus intereses son diversos, por ejemplo en la educación y la astronomía, participación conducción en programas de radio, además de haber dado ponencias tanto a nivel nacional como internacional, así como escribir capítulos de libro sobre astrónomos mexicanos.

 

Recuerdo que cuando tenía cinco años decía que quería ser físico nuclear. No sabía exactamente a qué se refería, pero tal vez tenga que ver con un antecedente familiar: al escuchar a mi abuelo, o a mi papá, hacer referencia ocasional de un tío abuelo que es físico, Edmundo de Alba, quien fue esposo de Alejandra Jáidar,[1] la primera física titulada en la UNAM.

Durante la mayor parte de mi infancia y adolescencia se apaciguaron esas ideas de ser físico nuclear, aunque tenía más o menos claro que quería dedicarme a algo relacionado con una ingeniería (mi padre fue ingeniero mecánico electricista) o a las ciencias naturales, hasta que asistí a la Benemérita y Centenaria Escuela Preparatoria de Jalisco, donde tuve profesores excelentes en física. Al momento de pensar en una carrera a la cual dedicarme de manera profesional, cayó un folleto de color rosa mexicano con grabados llamativos en donde se leía licenciatura en Física, lo que terminó por ayudarme a decidir y fue así como ingresé a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Guadalajara.

Tuve la fortuna de ingresar a trabajar siendo estudiante de tercer semestre, cuando un amigo mío de matemáticas que laboraba en el Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (DICSA) y con el que coincidía en el comité directivo de la sociedad de alumnos, me citó para reunirnos en la explanada del edifico principal de la universidad, donde me dijo que había una vacante de corte administrativa disponible como asistente del coordinador del área de exactas e ingenierías, la cual asumí ese mismo día.

Fue un trabajo que consistía en hacer el seguimiento de los contratos anuales de los primeros investigadores que tuvo la universidad. Entonces me tocó ver, vivir y sufrir muchas cosas del proceso de institucionalización de la investigación científica de la Universidad de Guadalajara. Así que estudiar y trabajar a la vez hizo que mis calificaciones bajaran, pues pasaba todo el día en la calle, pero eso me permitió hacer y comprender varias cosas.

Cuando llegó el momento de hacer el servicio social, el DICSA era el que articulaba la investigación en toda la universidad y me tocó ser, junto con otros dos compañeros, uno de los primeros estudiantes de física en prestar tal servicio en el Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara (IAM-UdG). Hay una leyenda negra en la que se dice que hubo un ingeniero civil que fungió a lo largo de más de veinte años como director del IAM-UdG que no permitía que los físicos se acercaran. Cuando jubilan a este personaje, en su lugar queda el secretario encargado del despacho de dirección y es donde, aprovechando el contacto con el programa social del DICSA, se posibilitó nuestro ingreso al IAM-UdG.

Como parte de ese servicio, ayudábamos a acomodar y organizar material de la biblioteca en el IAM-UdG, que tiene un fondo antiguo no muy grande, pero si muy selecto, que me dio la oportunidad, a través del estudio de sus documentos, de presentar algunos trabajos en los congresos nacionales de física. Entonces, suelo decir que “si me infecté del virus pernicioso de la historia de la ciencia” fue durante esos años como estudiante aquí en el IAM-UdG. Después hubo cambios en la dirección del instituto, nombrando primero a un ingeniero agrónomo que había hecho un posgrado en cuestiones de agrometeorología y finalmente a la meteoróloga rusa, maestra en ciencias, Valentina Davydova que vino a México como esposa de un académico que había ido a estudiar a la entonces Unión Soviética

En ese entonces, la maestra Davydova inició el proceso de transformación de la actividad de investigación científica más seria con repercusiones a nivel nacional e incluso un poco a nivel internacional. Ella se involucró y colaboró en la parte meteorológica del Gran Telescopio Milimétrico (GTM) con el Instituto Nacional de Óptica y Electrónica (INAOE) en Tonanzintla, Puebla, y en este marco se produce un convenio entre ambas instituciones, lo que me permitió estudiar un posgrado en esta última entre 1993 y 1994. Aunque no logré concluirlo por cuestiones personales, me sirvió para convertirme en el primer egresado de la licenciatura en física que se tituló con el nuevo reglamento de titulación con créditos de posgrado, que me ayudó lo suficiente para obtener mi grado universitario.

Un poco antes de mi estancia en Tonanzintla, tuvo lugar un proceso de descentralización y departamentalización en la Universidad de Guadalajara, desapareciendo escuelas y facultades para ser reemplazados por lo que se conocen como los Centros Universitarios Temáticos y después los Centros Universitarios Regionales. Entonces, en esa reforma universitaria, mi puesto por contrato administrativo como auxiliar de jefe de departamento en la Coordinación de Investigación desapareció, puesto que para ese entonces se había unido al posgrado manejado por la Escuela de Graduados, que terminó por desaparecer también, y las coordinaciones de investigación del DICSA se fusionaron en lo que se conoció después como Coordinaciones de Investigación y Posgrado.

Al quedarme sin mi trabajo anterior, y tras el vínculo que hice en el IAM-UdG, decidí acercarme a la directora para preguntarle si había una chance de trabajo y afortunadamente ella estableció el contacto con quien sería el primer rector del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías, donde sería después adscrito el IAM-UdG. Como yo no estaba titulado y no podía ser investigador o auxiliar de investigación, entonces la figura que cayó fue la de técnico académico asistente “C”, al tener ya varias participaciones en ponencias de congresos, en periódicos, entre otras cosas más. Pero era un nombramiento por tiempo indefinido, lo cual para mí fue caer en “colchón de oro”, pues al no ser un contrato por años sino académico y definitivo, fue un apoyo impresionante que le debo a jefes de aquel tiempo.

Una anécdota interesante durante mi visita al INAOE fue el privilegio de colaborar con la hija mayor de Guillermo Haro,[2] Electa Haro Learn. Sucedió que la secretaria de la coordinación de astrofísica llegó al salón donde tomábamos clase (en lo que alguna vez fue el comedor del edificio principal de astrofísica, justo enfrente de la antigua biblioteca de aquel lugar) y nos dijo a los estudiantes de astrofísica que “si alguien podía ayudar a la hija del doctor Haro a buscar los trabajos de su padre”, siendo yo uno de aquellos voluntarios. Fue así como varias tardes conviví con la licenciada Electa Haro en su labor, pues se comenzaba en ese momento a preparar las obras completas de su padre para El Colegio Nacional, del cual fue miembro, así como ella me compartió varias anécdotas del inicio del INAOE en Tonanzintla.

El trabajo sobre Guillermo Haro me permitió fortalecer la investigación de corte biográfico, que continué cultivando. Tiempo después me invitaron a colaborar en la obra Biographical Encyclopedia of Astronomers, que publicó la editorial Springer, donde participé en la primera edición de 200, precisamente escribiendo la entrada de Guillermo Haro y de un astrónomo estadounidense que desarrolló su actividad en Argentina: John Macon Thome. Para la segunda edición, de 2014, colaboré con un par de entradas sobre San Roberto Belarmino[3] y Carlos Sigüenza y Góngora,[4] además de comentarios a quien hizo la entrada a Manuel Sandoval Vallarta.

Al regresar del INAOE, vi en un boletín de la American Astronomical Society (del cual tenía la membresía), información sobre un taller bienal de Historia de la Astronomía organizado por el programa de posgrado en Historia de la Ciencia de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, y el Planetario Adler de la ciudad de Chicago. Me pareció interesante, así que asistí y desde entonces he procurado no perdérmelo. Es un taller pequeño pero que congrega a cualquier persona que tenga que ver con la historia de la astronomía de cualquier parte del mundo, con los que puedes platicar de tú a tú. Como no hay sesiones simultáneas, todos escuchamos y vemos los trabajos de todos y eso catapultó mi interés en historia de la astronomía.

Un día de actividades se traslada a los participantes en camión desde la Universidad de Notre Dame al planetario Adler, de ida y vuelta. Este último tiene la colección más impresionante de la historia de la astronomía. Ahí los curadores, investigadores y directivos nos atienden muy bien. Por ejemplo, en una ocasión nos permitieron bajar al sótano, donde la gente común y corriente no puede acceder, y nos presentaron actividades y exposiciones. Una de ellas fue que montaron en una pequeña mesa óptica con un lente de un telescopio italiano de 1620, en otra, nos dejaron hojear un libro con la firma de Johannes Kepler,[5] compré el libro The Planets, de Dava Sobel,[6] a quien conocí y de la que conseguí su firma. Y finalmente, pude conocer al doctor Owen Gingerich, de la Universidad de Harvard, el principal estudioso de Nicolás Copérnico en el mundo. Todas ellas, experiencias maravillosas y afortunadas.

 

 

 

[1] Considerada como la primera mujer graduada en Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, coordinadora de laboratorios de física, jefa de departamento en física experimental, fundadora y coordinadora de la colección de libros “La ciencia dese México” del Fondo de Cultura Económica, además de que el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia entregado por la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICyT) y el auditorio del Instituto de Física llevan su nombre.

[2] Astrónomo que ingresó en 1941, como ayudante, al Observatorio Astrofísico de Tonanzintla. Realizó estudios, trabajos e investigación en el Observatorio Astronómico de la Universidad de Harvard para después regresar a México y fungir como director de los observatorios astrofísico y astronómico de Tonanzintla y Tacubaya. Consejero del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México, presidente de la Academia de la Investigación de la Ciencia y miembro de El Colegio Nacional a partir de 1953.

[3] Nacido en Montepulciano (actual territorio italiano), fue un sacerdote, cardenal, arzobispo e inquisidor en la época de la contrarreforma que envió a Galileo Galilei una nota admonitoria en 1616.

[4] Escritor y profesor novohispano amigo de Sor Juana Inés de la Cruz, con intereses diversos en las ciencias, artes y humanidades, que ocupó numerosos puestos y cargos en la academia y gobierno.

[5] Figura clave de la astronomía, conocido por plantear las leyes sobre el movimiento de los planetas en su órbita alrededor del sol. Colaborador del también astrónomo Tycho Brahe, a quien sustituyó como matemático imperial en la corte de emperador Rodolfo II de Habsburgo.

[6] Periodista y divulgadora de la ciencia estadounidense que trabajó por un tiempo para The New York Times.

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