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De la Física a la Historia de la Ciencia y la Astronomía

De la Física a la Historia de la Ciencia y la Astronomía

Julio 15, 2022 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: Profesor Durruty de Alba compartiendo el desayuno con el doctor Owen Gingerich, Notre Dame, 2017. Cortesía del entrevistado

 

(Segunda parte)

 

Licenciado en Física por la Universidad de Guadalajara, Durruty es miembro del Departamento de Estudios Históricos de la arquidiócesis de Guadalajara, de la Sociedad Mexicana de Física, colega y amigo de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia con algunas participaciones en los congresos de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología. Sus intereses son diversos, como por ejemplo la educación y la astronomía, la participación y conducción en programas de radio, además de haber dado ponencias tanto a nivel nacional e internacional, así como escribir capítulos de libro sobre astrónomos mexicanos.

Para acceder a la primera parte de esta entrevista véase (CTS, De la Física a la Historia de la Ciencia y la Astronomía)

 

Retomando el tema del doctor Gingerich, a él le interesó un trabajo que presenté sobre los libros raros de astronomía que se encuentran en la biblioteca pública “Juan José Arreola” de Jalisco. De entre esos libros mostré el “Copérnico”, que es el único ejemplar de primera edición que hay en un país latinoamericano. Owen hizo algunos comentarios sobre este libro, entre ellos, le llamó la atención en que no estuviera censurado. Durante esos talleres en la Universidad de Notre Dame, tuve incluso la ocasión de compartir el desayuno con el profesor Gingerich. Él ocupaba una mesa sólo y me invitó a conversar. Así que me considero afortunado de poder cultivar este pedacito que era prácticamente virgen.

Otra de las vivencias interesantes a las que tuve chance de asistir, fue a un coloquio que organizó la Unión Astronómica Internacional sobre el tránsito de Venus en 2004, que pude contemplar en la capilla y casa de Jeremiah Horrocks,[1] en Inglaterra, dispuesto por la Universidad Central de Lancashire. Ahí también hubo la oportunidad de convivir con otros personajes como el entonces historiador en jefe de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), el doctor Steve J. Dick.[2] Un poco de eso lo platico en un libro que editó un buen amigo, Juan Nepote, que se titula Más allá del Océano, sobre divulgación de la ciencia.

La enseñanza de la historia de la ciencia, de la física y de la astronomía en general y el recurrir lecturas de fuentes originales no es una práctica común en las universidades. Incluso el propio doctor Gingerich publicó El libro que nadie leyó que, siguiendo la revolución de Copérnico, propone la tesis de que la mayor parte de los físicos no había leído el libro de Copérnico. Eso me hace recordar los primeros trabajos que presenté en un congreso nacional en la Ciudad de México sobre historia y filosofía de la física y los primeros cursos que había disponibles en aquel entonces. En mi experiencia personal, a mí me tocó cursar el primer plan de estudios en la Universidad de Guadalajara, y las carreras de Física, Matemáticas y Biología se establecieron ahí en el año de 1980. Después se funda la Facultad de Ciencias y, para más mal que bien, los planes de estudio eran una calca de los que había en la UNAM.

Como físicos en la U de G, teníamos un área en común de un año junto con los biólogos y los matemáticos. A partir del tercer semestre tomábamos ya nuestras propias materias. Hacia los últimos semestres teníamos dos cursos de Historia y Filosofía de la Física. Ahí tuve una profesora extraordinaria, la licenciada en física Martha Cornejo García —que nos surtió de un puñado de lecturas imprescindibles— y también Juan Villalvazo Naranjo, el primer doctor en madera, celulosa y papel que tuvo la Universidad de Guadalajara y que nos dio una materia de esas raras llamada “Perspectiva de la ciencia en México”. Él nos proporcionó la lectura de los libros de Elías Trabulse, Historia de la Ciencia en México. Luego nos enteramos de que en la UNAM se dan, de manera separada, las materias de Historia de la Ciencia y de Historia de la Física que se toman como opcionales.

Con respecto a mi acercamiento con la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y la Tecnología (SMHCyT), hubo dos momentos distintos. El primero fue cuando, gracias al contacto con el doctor Juan José Saldaña supe que existía la SMHCyT. Trabajando yo todavía como administrativo en la U de G, llega una invitación para participar en el primer COMACyT en la Ciudad de México. Para aquel tiempo ya había iniciado colaboraciones para el periódico El occidental, en los años 1989-1990. Entonces participé como corresponsal del periódico con todos los gastos pagados por el comité del COMACyT, incluido el pasaje de avión. Se llevó a cabo en el claustro de Sor Juana y me alojaron en el hotel Majestic.

El segundo contacto con la SMHCyT fue con motivo del aniversario de la Estructura de las Revoluciones Científicas, que organizó el doctor Ismael Ledesma Mateos, y desde entonces hemos procurado la cercanía y participar en las actividades de la SMHCyT. Por azares del destino, la U de G recibió en donación la biblioteca del doctor Enrique Beltrán, el primer biólogo mexicano y fundador de la SMHCyT. La tenemos en la biblioteca pública del Estado de Jalisco y es una maravilla impresionante y nos da cuenta de la amplísima cultura en términos de historia de la ciencia de Don Enrique. He tenido la oportunidad de consultarla en algunas ocasiones e incluso las bibliotecarias que la resguardan han expresado que es una verdadera joya.

Todavía falta mucho que recorrer. Por ejemplo, en el billete de quinientos pesos tenemos a los pintores Diego Rivera, de un lado, y, del otro, Frida Kahlo. Es una propuesta un poco atrevida de mi parte que en el billete de doscientos pesos o en el nuevo de cien pesos, donde solo aparece sor Juana Inés de la Cruz, también se incluya a su amigo Carlos Sigüenza y Góngora. Considero que es una lástima que no se le haga justicia o se fomente su memoria.

Como divulgador, tuve también la oportunidad de conocer muy brevemente a Luis González de Alba,[3] primero en un taller de periodismo científico en colaboración con el Goethe-Institut y, por segunda ocasión, en la presentación de un libro. Resulta que el ayuntamiento panista de Guadalajara hizo una coedición de El Sol de la Tarde, de Luis, entonces se realizó la presentación una de las casas históricas pertenecientes a la U de G que en ese momento funcionaba como extensión universitaria sobre Avenida Vallarta. Así que adquirí aquel libro y me acerqué al terminar la presentación para pedirle su autógrafo. Al decirle mi nombre, él reaccionó diciendo: “¡Ah! Eres tú, Durruty”. Me identificó porque conocía sobre mi trabajo. Luego me invitó a su casa a degustar algunos vinitos junto con sus amigos y mi entonces novia (hoy mi actual esposa). Él preparó personalmente algunos platillos que nos ofreció. Después pude contribuir con un capítulo llamado “El divulgador y cocinero” en un pequeño volumen titulado Luis González de Alba. Un hombre libre, que le hicieron varios de sus amigos.

Al ser parte yo de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia —al igual que tú—, soy de la idea de que la Historia de la Ciencia podría ofrecernos, como profesionales, la posibilidad de entender el contexto, porque podemos ubicar problemas muy similares que hubo en otros tiempos y cómo se resuelven en la actualidad. Considero que hay que saber cuál ha sido el devenir histórico de cualquier profesión y como ciudadano.

Actualmente estoy impartiendo el curso de Introducción a la Física con alumnos del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías. A los chicos de esta materia les dejo lecturas que procuren acercarlos a fuentes originales, entremezclándolas en idiomas español e inglés. Entre otras actividades de enseñanza, también pude dar el curso de Historia y Filosofía de la Física en el Instituto de Astronomía y Meteorología. Incluso eso me permitió aprovechar abrir el curso a filósofos e historiadores que estuvieran interesados, aunque al final cayeron solo filósofos y, entre ellos, una chica que estaba realizando su licenciatura en filosofía y —cabe decir que no sé si fue mi culpa— después se animó a hacer una segunda licenciatura, pero ahora en física.

Entonces puedo decir que me autodefino como un académico “chilaquil”, es decir: tenemos un “totopo”, que es la licenciatura en física, la “salsa”, que fue el posgrado inconcluso en astrofísica, la “crema”, que es la tesis de maestría en educación superior que aún debo sobre la Educación de la Astronomía en Jalisco de 1847 a 1947 donde abordo textos históricos, y finalmente el “queso encima”, que es la actividad de divulgación en periódicos y programas de radio.

 

 

[1] Fue un astrónomo inglés que estaba familiarizado con los trabajos de Johannes Kepler y Tycho Brahe, y fue el primero en observar el tránsito de Venus.

[2] Astrónomo estadounidense e historiador de la ciencia conocido por su trabajo en astrobiología. Trabajó durante 24 años para la NASA y en 2003 fue nombrado historiador en jefe de esta institución. Ha presidido la División Histórica de Astronomía de American Astronomical Society (1993-1994), presidente de la Historia de la Astronomía de la Unión Astronómica Internacional (1997-200) y la Sociedad Filosófica de Washington. En 2006, recibió el premio ReRoy E. Doggett, de la Sociedad Astronómica Americana, por una carrera de gran influencia en el campo de la historia de la astronomía.

[3] Escritor, periodista y divulgador de la ciencia que publicó durante más de una década la columna “La ciencia en la calle”, en el diario mexicano La Jornada, hasta su expulsión en 1997. Después publicó, hasta el día de su muerte, la columna “Se descubrió que...”, en Milenio Diario, donde escribía sobre ciencia, política y acontecimientos del país.

Alejandro Hernández Daniel

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