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De viajes y astronomía. De la física a la historia de la ciencia y la astronomía

De viajes y astronomía. De la física a la historia de la ciencia y la astronomía

Julio 22, 2022 / Por Durruty Jesús de Alba Martínez

Imagen de portada: El autor junto al monumento que señala el lugar del observatorio dirigido por el Ing. Díaz Covarrubias (Foto: Mónica Martínez Borrayo)

(Tercera parte)

 

*Licenciado en Física adscrito al Instituto de Astronomía y Meteorología del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías de la Universidad de Guadalajara, miembro del Departamento de Estudios Históricos de la arquidiócesis de Guadalajara, de la Sociedad Mexicana de Física, colega y amigo de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia con algunas participaciones en los congresos de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología. Sus intereses son diversos, como por ejemplo en la educación y la astronomía, participación conducción en programas de radio, además de haber dado ponencias tanto a nivel nacional e internacional, así como escribir capítulos de libro sobre astrónomos mexicanos.

 

Buscamos en Yokohama el lugar más conveniente para los dos observatorios astronómicos. La elección recayó en una elevada colina que se extiende al noroeste de la ciudad.

Francisco Bulnes, Sobre el hemisferio norte once mil leguas. Impresiones de viaje a Cuba, los Estados-Unidos, el Japón, China, Cochinchina, Egipto y Europa, Imprenta de la Revista Universal, México (1875), p. 157

 

Podemos ubicar a partir del siglo XVIII el auge de los grandes viajes con fines de exploración, donde el conocimiento astronómico era una necesidad de primer orden, cuando no el fin de tales viajes. Expliquemos un poco: por métodos astronómicos de observación de estrellas específicas y su posición determinada en una hora precisa, es posible determinar la posición en la superficie de la Tierra. Por otro lado, las condiciones de fenómenos tan espectaculares como los eclipses de Sol sólo pueden apreciarse en zonas muy restringidas, esto es por donde se va proyectando la sombra de la Luna en la superficie terrestre; o tan raros como los tránsitos de Mercurio y Venus frente al disco solar.

Puedo decir, según mi particular apreciación, que la astronomía profesional moderna en la ciudades de México y Guadalajara nació bajo la advocación de los tránsitos de Venus del siglo XIX, pues en el caso del correspondiente a 1874 fue motivo de la primera expedición internacional de astrónomos mexicanos, quienes dirigidos por el ingeniero geógrafo Francisco Díaz Covarrubias emprendieron un viaje hasta Japón que los llevó —por razones estrictamente logísticas— a dar la vuelta al mundo y ser el primer equipo internacional que publicó sus resultados de observación y registro del mencionado fenómeno, el éxito de la misión de alguna forma permeó el ambiente y propició las mejores circunstancias para que se establecieran el Observatorio Astronómico Nacional, cuya primera sede fue el Castillo de Chapultepec, y el Observatorio Astronómico Central, sito en la azotea del Palacio Nacional.

En el caso de Guadalajara, fueron las observaciones del tránsito de Venus de 1882, que por cuestiones meteorológicas no pudo observarse en la Ciudad de México —realizadas por los equipos que dirigieron los ingenieros Gabriel Castaños y Carlos Fernando de Landero en el observatorio astronómico particular ubicado en los altos de la casa del primero situada en la céntrica calle de San Francisco, a unas cuantas cuadras de la Catedral tapatía y también cercano a los restos del antiguo convento de los frailes menores, del que se conservan la iglesia y capilla—, las que propiciaron además de la determinación de la longitud de la ciudad desde el mismo observatorio en 1884 el establecimiento del Observatorio Astronómico y Meteorológico del estado de Jalisco el 2 de abril de 1889.

De la expedición de Díaz Covarrubias podemos leer los documentos originales, cuyas ediciones se encuentran en las bibliotecas del Instituto de Astronomía de la UNAM, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca Pública del estado de Jalisco “Juan José Arreola” o excelentes ediciones modernas y facsimilares, pues además del informe técnico dirigido por el propio Díaz Covarrubias tenemos el relato literario plasmado por el ingeniero Francisco Bulnes, del cual extraje el epígrafe de esta nota, y también está el libro de divulgación escrito por el maestro en ciencias Marco Arturo Moreno Corral,[1] prolífico autor de la historia de la ciencia astronómica en México dentro de la colección “La ciencia para todos”.

Quien esto escribe tuvo oportunidad de conocer los lugares donde se establecieron los observatorios astronómicos de la Comisión Mexicana en 1874, con motivo de mi participación en la Communicating Astronomy to the Public Conference, auspiciada por la Unión Astronómica Internacional celebrada en el Museo de Ciencia de la ciudad de Fukuoka. Y no es que fueran parte de las actividades de la conferencia, ya que además tuvimos participación en otro encuentro sobre educación en astronomía realizado en la universidad de la cercana —en términos del traslado en los muy eficientes trenes japoneses— ciudad de Kagoshima, y al aprovechar justamente el excelente servicio ferroviario del país, que incluye el tren de alta velocidad “Shinkansen”, viajar de una ciudad a otra era como pasar de una estación a otra en un metro citadino.

Así, con el apoyo de mi esposa, licenciada en Sociología Mónica Martínez Borrayo, quien me acompañó en el viaje, emprendimos la travesía hacia la ciudad de Yokohama-shi —que desde la época decimonónica descolló como uno de los principales puertos japoneses— y en el teléfono inteligente de ella, sin servicio pero que podía conectarse a redes WiFi, pudimos utilizar mapas que nos facilitaron llegar a los lugares donde en 1874 los astrónomos mexicanos hicieron sus observaciones. El primero que visitamos fue donde se estableció el observatorio dirigido por el ingeniero Francisco Díaz Covarrubias, en Noge-No-Yama. Al caminar por las calles llenas de construcciones y edificios, nuestro instinto nos llevó a seguir hacia la parte más alta de una empinada calle. Luego, corroborando con un marcador en un mapa que registra los sitios históricos de los tránsitos de Venus alrededor del mundo, nos encontramos en la colina donde aún funciona un templo shintoista que ya existía cuando se realizaron las observaciones.

Para describirlo en términos de nuestra cultura occidental y católica, en lo que sería el equivalente al atrio del templo está un sobrio monumento que recuerda la gesta de los científicos mexicanos, con una placa en japonés de la que no obtuvimos mayor información en voz de los encargados de la tienda de recuerdos y artículos religiosos ubicada a un lado, no supe si fue mi mal inglés o el japonés antiguo de la placa.

Al día siguiente emprendimos la travesía en la dirección contraria. Nuestro hotel, ubicado en la cercanía del antiguo puerto, estaba en medio de donde se ubicaron ambos observatorios. Así llegamos al Cerro del Bluff, donde en el siglo XIX ya se ubicaba la incipiente colonia extranjera del puerto. Recordemos que a raíz de la Restauración Meiji, el Imperio Japonés empezaba a abrirse a los extranjeros y occidentales, por lo que las actividades realizadas por los astrónomos mexicanos adicionales a sus fines científicos de alguna forma sirvieron para fortalecer los lazos diplomáticos entre nuestras naciones.

Testigo del sitio donde se ubicó el observatorio dirigido por el Ing. Fernández (Foto del autor).

Y llegamos a donde en la actualidad funciona una escuela preparatoria femenina católica. En el jardincillo del frente hay un pequeño poste y una placa en japonés y español señalando el lugar donde funcionó el observatorio astronómico dirigido por los ingenieros Manuel Fernández Leal y Francisco Jiménez. Como era domingo, tuvimos que conformarnos con registrar nuestra visita desde la barda limítrofe de la escuela. A cuatro años de dicho viaje aun me invade la emoción al recordarlo y rememorar la hazaña de esos cinco mexicanos: Francisco Díaz Covarrubias, Francisco Bulnes, Francisco Jiménez, Agustín Barroso y Miguel Fernández Leal, quienes al ser los primeros a nivel mundial en publicar sus resultados pusieron el nombre de la astronomía mexicana en el mapa mundial, y a la vez me lleva a cuestionar si como nación tenemos conciencia de las realizaciones que en el ámbito de la ciencia y a lo largo de la historia han logrado nuestros connacionales.

 

[1] Odisea 1874 o el primer viaje internacional de científicos mexicanos, La Ciencia para Todos, 1986.

Durruty Jesús de Alba Martínez

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