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Luis Fernando Covarrubias Robles: de la Química a la Biología Molecular, del Desarrollo, y Beatrice Mintz

Luis Fernando Covarrubias Robles: de la Química a la Biología Molecular, del Desarrollo, y Beatrice Mintz

Agosto 06, 2021 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: Los doctores Luis Fernando Covarrubias y Beatrice Mintz. Tomadas, respectivamente, de Boletín de la Dirección General de Comunicación Social, UNAM, núm. 410, 6 de julio de 2013 y Temple Health Magazine, verano del 2018.

 

El doctor Luis Fernando Covarrubias Robles, es investigador del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); se desempeña en el Departamento de Genética del Desarrollo y Fisiología Molecular. Químico de formación, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III. Tiene, como líneas de investigación, la Biología Molecular y Celular de Animales así como la Genética del Desarrollo y Fisiología Molecular. Recibió en el año 2006, el Premio Investigación Médica Dr. Jorge Rosenkranz que otorga la empresa farmacéutica Roche.

—¿Cómo fue su transición desde su formación como químico a la Biología Molecular?

—Desde el momento de iniciar la carrera de química ya mi intención era dedicarme a la biología. Afortunadamente, me orientaron a estudiar química en lugar de biología si mi intención era dedicarme a explorar la biología molecular de los organismos. Mi tesis de licenciatura muestra ya ese objetivo en mi carrera académica: “La recombinación in vitro de ácidos nucleicos en la construcción de vehículos moleculares para clonación”, que fue dirigida por el doctor Francisco Gonzalo Bolívar Zapata[1], quien fue maestro de genética de mi hermana, Alejandra Covarrubias, en la Facultad de Química, de quien tuve la oportunidad de recibir orientación directa del sobre cómo iniciar una carrera en la frontera de la biología molecular.

Mis estudios de maestría fueron la continuación de mi tesis de licenciatura. Estuvieron en el campo de la biología molecular de microorganimos. El título de mi trabajo fue Construcción de nuevos vehículos moleculares para clonación y estuvo dirigido también por el Dr. Bolívar Zapata.Cuando concluí la maestría, los microorganimos, en especial las bacterias, eran el centro de la investigación en biología molecular, y la manipulación del genoma de células animales era apenas incipiente.

—He leído que usted se interesó y trabajó con la doctora Beatrice Mintz,[2] quien fue una antigua alumna y colaboradora del zoólogo suizo-estadounidense Emil Witschi especializado en embriología y endocrinología ¿Cómo fue ese acercamiento?

—Naturalmente ya traía un interés especial en la biología del ser humano, sobretodo en cuanto a su desarrollo embrionario y el funcionamiento del cerebro, lo cual sin lugar dudas fue influenciado por mi padre, quien fue un excelente médico ginecólogo y cirujano. De ahí que busqué prepararme mejor en el área biomédica, entre otros campos, también muy importantes, de la biología. Mi interés en aprender sobre la biología molecular y las técnicas para la manipulación genética de animales complejos me llevó a encontrar especial atracción por el trabajo de investigación de la doctora Mintz. Ella estaba estudiando las células germinales y las células precursoras que dan origen a todos los tejidos, que resultaron ser de mi especial interés, y que ahora representan la base de la investigación, aún en auge, de las células troncales y la reprogramación celular

Al término de mi maestría decidí que debía prepararme en el campo de la biología molecular de animales. Escribí a varios grupos de investigación en el extranjero buscando oportunidades para realizar una estancia de investigación. Con gran satisfacción, la mayoría me respondió positivamente, todas ofertas muy buenas resultado — pienso— de que mi trabajo de tesis de licenciatura y maestría habían logrado publicarse. El hecho que la doctora Mintz acabara de generar los primero ratones quiméricos (cuando dos cigotos diferentes se unen después de la fecundación formando uno solo que prosigue su desarrollo) y los primeros ratones transgénicos (cuando se transfiere material genético de una especie a otra) fue decisivo para aceptar la oferta de la doctora Mintz. La estancia se realizó en el Institute for Cancer Research, que forma parte del Fox Chase Cancer Center en Filadelfia, Estados Unidos.

En el Institute for Cancer Research había renombrados biólogos moleculares, como Robert Perry y Shirley Tilghman. Como parte del grupo de la doctora Mintz, tuve la oportunidad de colaborar con Erwin F. Wagner y con Blanche Cappel, entre otros, actualmente destacados investigadores. Además, debido a que en el periodo de mi estancia había muy pocos laboratorios produciendo ratones transgénicos, la interacción con investigadores como Richard Palmiter, también fue frecuente.

No recuerdo que la doctora Mintz mencionara en algún momento a su maestro Emil Witschi (Fotografías del viaje por México de un embriólogo poco conocido, CTS Primera época), lo que en gran medida puede deberse a que se alejó de los estudios en anfibios de los que Witschi se ocupaba, debido a que gran parte del trabajo de investigación de la doctora Mintz se orientó a la investigación en mamíferos, en particular con ratones.

La doctora Mintz acostumbraba regalar, a los miembros de su laboratorio, una taza con bandas en recuerdo de su contribución a la generación de ratones quiméricos, que en algunos casos presentan bandas de color en su pelaje. Desafortunadamente, mi taza se rompió hace ya muchos años, muy bonita por cierto. Para muchos que conocieron a la doctora Mintz, saben lo difícil que fue trabajar con ella, especialmente porque era muy celosa de su trabajo. Yo siempre llevé una muy buena relación con ella, la que resultó ser muy productiva y que ahora agradezco porque de ahí surgió la semilla de mi trabajo de investigación actual. Sin embargo, también aprendí que aislarse del mundo con el afán de ganar la primicia en logros científicos no es el camino a seguir; la colaboración entre grupos de investigación es especialmente importante en el presente y seguramente en el futuro. Desafortunadamente, a nivel internacional, todavía no se comparten los resultados libremente y siguen manteniéndose reservados, algunas veces por muchos años. A nivel nacional, colaborar todavía no es la regla, y debe promoverse ahora más que nunca ante los pocos recursos que contamos. Las publicaciones que resultaron de mi trabajo en su laboratorio son el mejor recuerdo de aquellos años.

Al regresar de mi estancia de poco más de tres años en el laboratorio de la Dra. Mintz, realicé mi tesis de doctorado Importancia del estudio a nivel molecular para la comprensión del funcionamiento celular en eucariotes superiores: Regulación de la actividad celular TRH-érgica, que dirigió la Dra. Patricia Joseph Bravo. Esto representó mi oportunidad para aprender sobre la biología molecular del sistema nervioso.

—El doctor Horacio Merchant es uno de los pioneros en Biología del Desarrollo en México. ¿Cuándo y cómo lo conoció?

—Yo conocí al Dr. Merchant antes de realizar mi estancia con la Dra. Mintz y sabía algo de su trabajo, que en aquella época no incluía la exploración molecular. Sin embargo, el acercamiento fue en aumento al regreso de mi estancia y desde entonces ha representado un referente para mí, un amigo y un colaborador. Hubiera deseado más interacción, pero creo que la distancia entre nuestros institutos no ayudó a fortalecer una colaboración más estrecha. Debo destacar que compartimos estudiantes, es decir, algunos estudiantes que inciaron con el Dr. Merchant, luego continuaron en mi laboratorio. Todos ellos siguen haciendo investigación en el campo de la biología del desarrollo.

—¿Mantiene actualmente contacto con algún investigador extranjero destacado en la disciplina de Biología del Desarrollo?

—Mantenemos contacto directo y constante con varios grupos dentro el campo de la biología del desarrollo, por ejemplo con Andras Nagy (Canadá/Australia), quien es investigador en el Instituto de Investigación Lunenfeld-Tanenbaum del Hospital Mount Sinai en Toronto, Ontario; y con Benedikt Berninger (RU/Alemania), quien es profesor de Neurobiología del Desarrollo y lidera el Centre for Developmental Neurobiology en el King’s College de Londres.

—La agenda actual del periodismo de ciencia generalmente se rige sobre ciertos temas y tendencias como Salud (un ejemplo sobre el Sars-COV-2) y/o Medio Ambiente. En su opinión, ¿por qué debería de ser relevante la investigación en Biología del Desarrollo en la actualidad?

—Voy referirme en especial al tema de salud porque es sobre el que impacta mi trabajo de investigación. Es recuerrente escuchar que un país sin educación es un país que nunca saldrá del subdesarrollo. Esta expresión generalmente se visualiza a nivel de la educación básica y cada vez más también se refiere a la eduación superior, incluyendo nivel licenciatura. Contar con una población crítica es fundamental para mejorar las condiciones de vida de un país y evitar las malas decisiones de los gobernantes. Sin embargo, esto poco trasciende en la dependencia de otros países como el nuestro, donde siempre acabamos adquiriendo directa o indirectamente los productos o tecnología que se generó en otros. En este sentido, la investigación básica es esencial para salir del subdesarrollo y la dependencia. Esto implica el apoyo gubernamental incondicional a la investigación y la formación de recursos humanos a través de programas de maestría y doctorado de primer nivel. Solo así nuestro país adquirirá la capacidad de generar productos y tecnología propia. La ciencia que no trasciende, que solo representa implementación o reproducción de tecnología, no nos llevará a una sociedad competitiva a nivel mundial. Cierto que es necesario la implementación de tecnología para contender con los problemas urgentes del presente, pero la inversión científica en este sentido no resolverá los problemas del futuro de forma tal que promueva el desarrollo autónomo. Desde el punto de vista de la investigación científica, debemos alejarnos de reproducir e implementar y orientarnos más a descubrir e innovar.

Los proyectos de investigación de mi grupo están orientados a responder preguntas básicas, pero con satisfacción puedo decir que, sin lugar a dudas, los resultados obtenidos trascienden al sector salud, mucho para entender padecimientos en el humano, incluyendo enfermedades como la diabetes y la obesidad, que afectan en especial a la población mexicana, pero también en proveer las bases para el desarrollo de procedimiento terapéuticos. No lo planeamos así, pero ¿quién puede decir que un modelo novedoso en ratones sobre obesidad, diabetes o cáncer no es importante? ¿O que la derivación y mantenimiento de células troncales con tecnología propia no ayudará a desarrollar a la medicna regenerativa en nuestro país? Es decir, uno no sabe qué problemas exactamente vendrán en el futuro

A finales del año pasado organicé un curso sobre SARS-Cov2 orientado a entender la biología del virus y del desarrollo de la enfermedad. En este contexto, es importante señalar que estudios de particular trascendencia han utilizado modelos de ratón y células troncales para entender la enfermedad y acelerar el desarrollo y la valoración de drogas que permitan el tratamiento del COVID. Otras estrategias serían eticamente imposibles o tomaría décadas llegar a conclusiones bien sustentadas. Sin despreciar algunos logros de particular relevancia en nuestro país, no hay duda que la presente pandemia nos agarró en curva, sin la suficiente infraestructura y recursos humanos para responder de manera rápida y autónoma con la enfermedad.

—Si alguien estuviera interesado en dedicarse al estudio de la Biología del Desarrollo, ¿qué consejos podría darle como alguien dedicado profesionalmente a esta disciplina científica?

—La biología del desarrollo se ha vuelto un campo multidisciplinario, al cual uno puede acercarse por diferentes vertientes, desde la estructura molecular, pasando por la bioinformática, hasta la médica. Actualmente es muy importante prepararse en área de biología molecular y celular, especialmente en el ámbito de regulación génica, de redes de interacción molecular, tomando en cuenta las interacciones celulares que ocurren en los tejidos y entre los tejidos.

 

 

[1] Francisco Gonzalo Bolívar Zapata es un destacado químico, profesor e investigador especializado en Bioquímica, egresado de la UNAM. Fue miembro de un grupo de investigadores que, en San Francisco, California, EUA, logró por primera vez a nivel mundial, en 1977, la producción en bacterias, por técnicas de ingeniería genética de proteínas transgénicas idénticas a las humanas, como la insulina que se utiliza clínicamente para contender con la diabetes. Su trabajo es pionero a nivel mundial en el área de la biología molecular y la biotecnología. Ha recibido múltiples reconocimientos y distinciones entre los que se destacan el haber sido Coordinador de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Oficina de la Presidencia de la República además de ser un miembro actual de El Colegio Nacional.

[2] Beatrice Mintz es una científica estadounidense pionera en técnicas de ingeniería genética y fue de las primeras en obtener mamíferos quiméricos, así como transgénicos. Sus investigaciones han ayudado en el entendimiento de la diferenciación celular, el cáncer y la ingeniería genética. En la década de los años cuarenta del siglo pasado, Mintz realizó una maestría y doctorado bajo la dirección del zoólogo suizo-estadounidense Emil Witschi en la Universidad de Iowa.

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