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Tras los vínculos personales de Darwin con México

Tras los vínculos personales de Darwin con México

Abril 23, 2021 / Por Alejandro Hernández Daniel

Portada: “Trustees of the Marine Biological Laboratory at Woods Hole, 1934”, The Collecting Net, Revista independiente dedicada a las actividades de los biólogos publicada por el Laboratorio de Biología Marina en Woods Hole, Massachusetts, volumen 9, 1934.

 

Esta semana se cumplieron 139 años del fallecimiento de Charles Darwin, quien estableció las bases de la teoría de la evolución que, junto a la teoría celular formulada por los alemanes Theodor Schwann y Mathias Scheleiden, el concepto de medio interno (homeostasis) planteado por el fisiólogo francés Claude Bernard y la teoría de la herencia del monje agustino checo Gregor Mendel, constituyen las bases fundamentales del surgimiento de la Biología como ciencia del estudio de la vida que buscar explicar, más que describir, los fenómenos y procesos que ocurren en los seres vivos.

Mucho se ha escrito ya, y sin duda continuará escribiéndose, sobre la vida de Charles Darwin, así como el gran impacto que tuvo su obra. Por otra parte, al ser personalmente alguien formado en esta ciencia y como un interesado en su historia, me resulta fascinante cómo es que algo que Darwin materializó en sus escritos —siendo el más icónico El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, publicado en 1859— haya llegado a México, fuese traducido al castellano y discutido en círculos intelectuales nacionales.

Existen algunos textos al respecto y que vale la pena leer, como el ya clásico La polémica del Darwinismo en México, del finado historiador Roberto Moreno de los Arcos; o los varios textos escritos por Ismael Ledesma-Mateos, fundador de la Escuela de Biología de la entonces Universidad Autónoma de Puebla (véase: Ismael Ledesma-Mateos, UBÚ Primera Época, Consultario de E-Consulta, El origen de las especies a 160 años).

Al margen de lo anteriormente mencionado, llegué a preguntarme, después de unas colaboraciones en este medio, sobre un aspecto diferente: ¿Cuántos científicos se han conocido “personalmente” (aunque no necesariamente en una concatenación de relaciones directas alumno-maestro), desde Darwin hasta nuestros días hasta llegar a México? Es decir, ¿cuáles han sido los biólogos o naturalistas (antecedentes al gremio de los biólogos) que han sido parte de un largo nexo de científicos que me relacionan con Darwin, como alguien entrenado en esta ciencia?

Si bien Alfonso Luis Herrera López fue el fundador de la primera cátedra de biología en México (Véase: Ismael Ledesma-Mateos, UBÚ Primera Época, Alfonso L. Herrera creador de la biología en México), hasta donde me es posible saber, solo logró salir de México de manera limitada. Por ejemplo, se sabe que hizo un viaje a Nueva York, en los Estados Unidos, como miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos que él fundó en 1922,[1] además de que se vio frustrada su oportunidad de un viaje a Francia años antes, del que esperaba ser partícipe, quedando constancia de ello en un intercambio epistolar entre Herrera y su mentor, el naturalista francés radicado en nuestro país Alfredo Dugés,[2] que sin duda hubiera puesto en contacto a Herrera con un círculo profesional más amplio y con mayores posibilidades de entrar en contacto con alguien que hubiese conocido personalmente a Darwin (aunque desconozco los contactos que pudo tener en Francia su mentor Alfredo Dugés antes de pasar a radicar en México o a qué científicos llegó a conocer Alfonso L. Herrera durante ese viaje a Nueva York).

Sin embargo, y a pesar de muchos obstáculos y limitaciones, Alfonso L. Herrera tuvo la fortuna de formar y tener como su único alumno directo al doctor Enrique Beltrán Castillo, que entró en contacto con un círculo de científicos dedicados a la biología y de entre los cuales es relativamente sencillo rastrear y documentar el vínculo que lleva hasta Charles Darwin.

Por ejemplo —y al menos lo que he podido documentar de manera personal—, no obstante que el trabajo de Alfonso L. Herrera se centró en los estudios sobre el origen de la vida y el de Enrique Beltrán en protozoología (una disciplina de la biología que actualmente ha sido superada), cabe mencionar que el doctor Beltrán obtuvo una beca en 1932 que le permitió realizar un doctorado en la Universidad de Columbia, en Nueva York, que obtuvo al año siguiente bajo la dirección del doctor estadounidense Gary Nathan Calkins, originario de Valparaíso (en el condado de Porter perteneciente al estado de Indiana). Calkins, en su momento, fue un líder en el estudio de formas de vida unicelulares, además de ser electo en 1919 miembro de la Academia Nacional de Ciencias de su país y estar ligado a una institución clave en la investigación estadounidense, al llegar a ser investigador activo del Laboratorio de Biología Marina en Woods Hole, en el estado de Massachusetts.

Gary Calkins escribió en 1901 el libro The Protozoa, publicado por la editorial Macmillan, que se convirtió en el primer libro sobre la materia escrito en inglés y reimpreso como parte de una serie colección de títulos de biología por parte de la Universidad de Columbia, dirigida por Henry Fairfield Osborn y Edmund Beecher Wilson. Es precisamente en esta edición donde Calkins le dedica un agradecimiento a Wilson por su consejo y amistad; pero esto no es todo, sino que ambos de hecho se conocieron y trabajaron en el Laboratorio de Biología Marina en Woods Hole, como lo demuestra una foto fechada en 1934 y publicada en la revista The Collecting Net, donde ambos posan frente a la cámara junto a otros científicos relevantes como Frank Rattray Lillie, Thomas Hunt Morgan o Ross Granville Harrison (fotografía que acompaña esta colaboración).

Las estaciones y laboratorios marinos como el de Woods Hole (que por así decirlo copió el modelo de la prestigiosa Estación Marina de Nápoles, en Italia), jugaron un papel relevante en la historia de la biología, pues como explica Ismael Ledesma-Mateos en uno de sus librosm Biología, institución y profesión: centros y periferias, teniendo como caso las tensiones y conflictos entre los gremios de médicos por un lado, los naturalistas atados a la tradición zoológica descriptivista por otro y los emergentes científicos que deseaban dedicarse a hacer biología, es así que menciona que “los biólogos se fueron al mar”, explicando a continuación que los estudios dedicados a la evolución o del transformismo quedaron marginados por las preocupaciones médicas y de la apropiación de la biología por la medicina (véanse: Ismael Ledesma-Mateos, UBÚ Primera Época, Consultario de E-Consulta, La biología experimental en México; Alejandro Hernández Daniel, CTS, La apropiación del conocimiento biológico por la medicina), convirtiéndose estas instituciones de investigación marítima en importantes bastiones del pensamiento evolutivo (aunque no darwiniano), donde se trabajaron importantes líneas de investigación y disciplinas como la embriología.

A su vez, Edmund Beecher Wilson, a quien Gary Calkins agradece, fue un zoólogo estadounidense dedicado a la embriología graduado por la Universidad de Yale y doctorado en la Universidad Johns Hopkins, donde tuvo como profesor a William Keith Brooks, quien también era un zoólogo estadounidense destacado en el estudio de la embriología de invertebrados y que influyó de gran manera en la posterior trayectoria profesional de Wilson, así como al fisiólogo inglés Henry Newell Martin, quien obtuvo su formación en la Universidad de Londres y por el Christ´s College de Cambridge. Martin fue colega en Inglaterra del ya de sobra conocido Thomas Henry Huxley, que fue parte del círculo cercano de colaboradores y amigos de Charles Darwin.

Así mismo, durante sus estudios de doctorado en Johns Hopkins, Wilson escuchó por primera vez acerca de la Estación Marina de Nápoles, la cual llegó a visitar, convirtiéndose después en un buen amigo de su fundador, el alemán Anton Dohrn, quien fue un antiguo discípulo de Ernst Haeckel en la Universidad de Jena en Alemania (véase: CTS Primera Época, ¿Por qué Béraneck no?). Además de que también Wilson permaneció un tiempo en Cambridge, Inglaterra, donde hizo contacto con personajes cercanos a Darwin y Thomas Henry Huxley, como el fisiólogo Michael Foster, mentor y maestro de la joven promesa Francis Maitland Balfour, quien desafortunadamente vio truncado su ascenso profesional al morir de manera trágica al intentar escalar la montaña Mont Blanc, ubicada en la frontera entre Francia e Italia. Balfour, a su vez, estaba estrechamente vinculado a la Estación Marina de Nápoles y funcionaba de mensajero entre Anton Dohrn y Charles Darwin, que mostró un notable interés por los trabajos que se llevaban a cabo en este lugar (véase: CTS, Chamonix y Mont Blanc: ascenso y caída de una joven promesa de la Embriología).

Para finalizar, es curioso notar que a pesar de las limitaciones en su movilidad internacional que enfrentó Alfonso L. Herrera, tuvo la visión de crear una sección de Biología Marina que se situaría en el estado de Veracruz; y por otro lado que Enrique Beltrán fundara la Estación Marina y el Museo Oceanográfico, también ubicados en Veracruz, pero con una existencia breve de 1926 a 1927. ¿Cómo fue que Alfonso L. Herrera llegó a concebir algo así?, ¿qué hubiera pasado si una institución dedicada a la investigación en biología marina se hubiera consolidado en nuestro país de manera temprana? Lo primero es para mí todavía una incógnita, aunque sé que llegó a citar en su libro Nociones de Biología (primer libro mexicano de esta ciencia editado en México) a personajes como el francés Yves Delage, quien trabajó y estuvo vinculado a la Estación Biológica de Roscoff, en Francia, además del alemán Wilhelm Roux pionero de la llamada embriología experimental y antiguo alumno de Ernst Haeckel, que llevó a cabo varios experimentos relevantes en la Estación Zoológica de Nápoles. La respuesta a la segunda pregunta, nunca la sabremos.

Esta colaboración está dedicada de nueva cuenta a mi pequeña hija Tonalli, además de a mis amigos Ernesto González Cuellar, Mario Alberto Mondragón Aguilera, Abner Ortiz Cortés y Adán Joseph Mendoza Alta

 

 

[1] En: “Alfonso Luis Herrera: Controversias y debates durante el inicio de la biología en México” por Consuelo Cuevas Cardona e Ismael Ledesma-Mateos, 2005.

[2] Puede encontrarse este testimonio entre Alfonso L. Herrera y Alfredo Dugés como parte del libro De Balderas a la Casa del Lago de Ismael Ledesma-Mateos, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2007.

 

Alejandro Hernández Daniel

Alejandro Hernández Daniel
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