Desde el Sur

Está prohibido echar a volar cometas

Está prohibido echar a volar cometas

Agosto 24, 2021 / Por Márcia Batista Ramos

El 18 de agosto, nuestro país conmemora la fiesta de la independencia británica. Ya pasan 102 años desde que los ingleses se fueron; y la abuela Samira, que ya está tan vieja cuanto el tiempo, dijo que no conoció paz en sus largos años de vida. Porque nuestro país siempre estuvo acechado por el mal, y muchos milicianos, prometieron paz cuando apenas vinieron a matar a nuestro pueblo y a traficar el opio y a robar nuestra paz.

En los últimos años los bombardeos fueron tantos que las abejas dejaron de producir miel y ya no pudimos exportar ni consumir el oro dulce que ellas nos dejaban.

Nuestros campos están muy pobres; ya no recuerdan los tiempos productivos, cuando las ovejas pasteaban bajo los olivos durante dos o tres meses, después los frutos maduraban y la cosecha era abundante.

Las guerras que arrastramos desde el siglo pasado parecen que acabaron hoy, domingo. Porque los “estudiantes” (se llaman así en su idioma) tomaron la capital, después de arrasar con miles de vidas a su paso. Ahora, ellos vuelven victoriosos al gobierno de un país que no consideran suyo y sin saber exactamente qué hacer para promover el desarrollo y llegar a ser bien vistos a los ojos del mundo.

La abuela Samira me contó que Mansur, el hijo de su hermano menor, llegó ayer con su familia desde una provincia del sud, cerca de Kandahar. Todos están muy asustados, abandonaron su casa y sus tierras porque los “estudiantes” llegaron a su pueblo como cerdos salidos del infierno: violando a todas las mujeres y niñas que lograban capturar. Dijo que su vecino Abbas mató a su propia hija delante de todos para que los “estudiantes” no la toquen y con toda su furia les gritó:

—¿Para eso quieren gobernar? ¿Para ultrajar a mujeres y niñas? ¡Mátenme, cerdos, ya no podrán tocar a mi hija!

Y ellos se retiraron empuñado el fusil, con sus barbas largas… No les gustó ser enfrentados, ellos harían cosas peores con la linda hija de Abbas, pero no les gusta que nadie les diga violadores. No les gusta que les digan la verdad porque ofende su complejo de correctos, de salvadores de la patria.

El señor Abbas logró hacer unos cuatro disparos antes de que lo maten, pero quedaron cuatro “estudiantes” muertos. Entonces fue cuando Mansur decidió venir con su familia para estar cerca de los parientes, si algo le pasa.

Estoy dolida, así como todas las mujeres del país, e igualmente están sufriendo los hombres que son hijos de Dios, porque las noticias de las atrocidades que los “estudiantes” vienen cometiendo a su paso son aberrantes. Cometieron un brutal atentado en una maternidad… Y dicen que quieren construir un país seguro…

Mi madre, con los ojos llenos de lágrimas, dijo que desde hoy todo será distinto, hay que cumplir un estricto código social. Ella sabe muy bien, pues ella ya vivió cuando ellos gobernaron anteriormente y dijo que, si cumplimos las nuevas Leyes, no seremos azotadas ni maltratadas públicamente.

Entonces ella quemó algunas ropas coloridas que tenemos, algunos shorts y vestidos cortos, también nuestros cosméticos (nos dijo que a muchas mujeres con las uñas pintadas les han sido amputados los dedos), asimismo, quemó nuestros zapatos con tacones, que pueden producir sonido al caminar (un varón no puede oír los pasos de una mujer, según los “estudiantes”).

Mi hermana está llorando inconsolablemente. Ya no podremos seguir estudiando en la universidad o cualquier otra institución educativa, debemos dejar de practicar deportes, ninguna mujer volverá a entrar en cualquier centro o club deportivo o montar en bicicleta, motocicletas o caballo.

No logro llorar, creo que estoy en estado de choque pues, de alguna manera no estoy asimilando el estricto código social a que debemos regirnos, que incluye graves restricciones a la libertad de circulación, expresión y asociación de la mujer, evidenciando un trato marginal, atentatorio a los derechos humanos y misógino.

Son muchas las vejaciones a las que nos someten con la excusa de “protegernos y sacralizarnos”. Son indecibles.

En este preciso instante tengo la sensación de que es una pesadilla todo el retroceso que representa, a nivel de garantías a los derechos individuales de todas las mujeres. Todo eso es, indiscutiblemente, criminal. Ya que bajo las reglas de los “estudiantes” las prohibiciones para las mujeres reflejan odio y aversión a nosotras, a niveles enfermizos.

Nuestro país es pobre. Los consecutivos años en guerra nos hicieron más pobres. Muchos hombres murieron y otros tantos están mutilados, pero los “estudiantes” prohíben completamente el trabajo femenino fuera del hogar, que igualmente se aplica a profesoras, ingenieras y demás profesionales. Sólo médicas y enfermeras tienen permitido trabajar en algunos hospitales, bajo pena de ser azotadas, golpeadas y abusadas verbalmente por contravenir a las reglas.

La lista de exclusiones es larga y todas las mujeres debemos someternos. Ya no podremos reír en voz alta (ningún extraño debe oír la voz de una mujer); hablar o estrechar las manos a varones que no sean “mahram”; ni de subir a un taxi sin un dueño y guardián; tampoco tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.

Tampoco nos permiten ser fotografiadas o filmadas. Tenemos prohibido usar indumentarias de colores vistosos, lavar ropa en los ríos o plazas públicas y acceder a los baños públicos.

Para cada prohibición viene un castigo cruel. Por ejemplo, reciben azotes en público aquellas mujeres que no oculten sus tobillos.

No sé si logro explicarme: yo y todas las mujeres de todas las edades, desde el domingo 15 de agosto del año 2021, estamos privadas de libertad en nuestro país por el hecho de ser mujeres. Ya no podremos cantar o hacer una selfie, escribir un poema o salir a tomar un helado…

Se me olvidaba: Está prohibido echar a volar cometas.

 

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

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