Ensayo
Marzo 12, 2021 / Por María Teresa Andruetto
En un tiempo los papas no se movían de su trono porque el mundo iba hacia ellos, pero en el siglo que pasó, tal vez por eso de que "Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña", comenzaron a viajar. En estos días, el papa Francisco fue a Irak para hacer la primera visita en la historia de un sumo pontífice a esa tierra donde, dice la leyenda, nació el patriarca Abraham, padre del monoteísmo.
Una gira de cuatro días que incluyó cinco provincias y seis ciudades. 1,445 km, la mayor parte en avión o helicóptero. Visitó Bagdad y otras ciudades. En la ciudad santa de Nayaf se entrevistó con el gran ayatolá, máxima referencia religiosa para la mayoría de los musulmanes chiitas del mundo, y en Ur participó en una oración ecuménica con las diferentes religiones presentes en la región desde hace milenios.
La visita al territorio donde nació la civilización occidental incluyó un paseo por Uruk-el-Obeid. En esa zona, un cartel en mitad de la nada señala el lugar exacto del hallazgo de las primeras palabras escritas. Eso dice el cartel en árabe y en inglés: las primeras palabras se escribieron aquí. El lugar es conocido como el zigurat de Uruk, fue restaurado en los años 70 por Saddam Hussein, pero hoy es una montaña de tierra quemada en la que apenas se diferencian los bloques de adobe unidos con brea y paja.
Algo similar pasa con aquellas primeras escrituras: apenas si se ven los ladrillos legendarios. Supuestamente ahí ocurrió la Babel donde dios castigó el orgullo, la soberbia y la idolatría de los hombres con un entrevero de lenguas que multiplicó esta confusión que todavía nos asiste.
El dios del diluvio y el de Babel castigando la avaricia humana en un lugar que es cuna de las tres religiones monoteístas. La ciudad de Nimrod, hijo de Cus, hijo de Cam, hijo de Noé. Nimrod, el cazador y conquistador, más tarde rey de Babilonia, de quien dice La Biblia que “llegó a ser el primer poderoso en la tierra”. Nimrod el conquistador de territorios, el acumulador de cabras, olivo, ovejas, vid, cereales…
Las tierras en las que había diluviado, al retirarse las aguas fueron tierras muy fértiles y permitieron mayores asentamientos humanos. Esta mayor densidad habría obligado a los pobladores a dotarse de reglas y sistemas sociales que permitiesen la convivencia.
Todo esto unos 3,800 años a. C. en la zona sur de la Mesopotamia donde nacieron el sello cilíndrico, la rueda, el torno de alfarero y, como decía, la escritura que durante unos cuantos siglos se utilizó exclusivamente para asuntos administrativos y contables.
Ahora el Papa fue a Irak. Visitó a los asirios y a los caldeos que estudiábamos en el colegio, caminó sobre la tierra donde nació la palabra escrita, donde comenzó no como palabra de rezos o poemas, como tanto nos gustaría imaginar, sino como registro contable de las extensiones, los dominios, las posesiones, en fin… la avaricia de los hombres.
En la baja Mesopotamia,
mucho antes del verso y del rezo.
Iban a pasar todavía mil años para que apareciera la epopeya de Gilgamesh, también llamada Aquel que vio las profundidades, el poema épico más antiguo que se conoce, el poema que trata sobre un rey despótico cuyos súbditos se quejan a los dioses, cansados de su lujuria desenfrenada y de su abuso a las mujeres de la ciudad.
Los dioses atienden este reclamo creando a un hombre destinado a enfrentarlo. Pero cuando ambos entraban en combate, en vez de darse muerte se hacen amigos para siempre y emprenden peligrosas aventuras.
El poema (estudiado como poema del duelo por la muerte del amigo y búsqueda de la inmortalidad) escrito hace más de 4.500 años se detiene ya en la avaricia, las ambiciones, el despotismo y la alianza de varones mitológicos contra las mujeres.
Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.
Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.
Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).
Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.
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