Ensayo

El silencio

El silencio

Abril 30, 2021 / Por María Teresa Andruetto

De los sonidos que nos ofrece la naturaleza, uno de los más asombrosos es el atronador silencio que produce la nieve. Hablando de silencio, Hammershoi, pintor danés, hizo a comienzos del siglo XX, con su paleta de grises y blancos, más de sesenta veces los interiores de su casa. Puertas altas de madera blanca como el mantel y la vajilla mínima del desayuno. Se dice de él, que alcanzó el milagro de retratar el silencio.

Un niño en la noche tiene miedo a la oscuridad y al silencio. De pronto, para acunarse a sí mismo, encuentra un sonido, tararea una música, y con eso aparece un principio de orden. Así sucede con los rezos, los mantras y las canciones de cuna: repetición sonora que permite una regularidad que nos tranquiliza frente a lo desconocido.

Hay quienes dicen que la naturaleza profunda del universo es sonora, el primer contacto humano es la voz de la madre oída en el vientre y el oído es el último sentido que pierde el agonizante. Según la tradición cristiana y musulmana (que ambas culturas toman del judaísmo) en el principio no había nada, o mejor dicho había la nada. Desde la nada, que es silencio, Dios pronunció el Verbo. Nombró las cosas y las cosas existieron. Dios es quien rompe el silencio con la palabra, y con esa ruptura produce la creación.

Hay distintas formas de silencio. Hay silencios desérticos, silencios que son imposibilidad de decir y silencios que construyen, porque se abstienen para que otro ingrese ahí su palabra. Hay silencios que nos incitan a encontrarnos con nosotros mismos, silencios buscados (como los de los monjes trapenses, el budismo zen, las carmelitas u otras experiencias místicas), silencios de renuncia y de la penitencia y el retirarse a hacer silencio antes de una acción importante, como sucede en los ritos de todo orden.

Y hay también silencios cómplices, ominosos, vergonzantes. En estos días vi Pacto de silencio, un documental que sigue al antiguo comandante de las SS nazis Erich Priebke en Bariloche, estrenado hace ya unos años, pero vuelto a circular a raíz de la reactivación reciente de su nombre entre nosotros. Priebke, responsable entre otros crímenes, de la ejecución de 335 personas el 24 de marzo de 1944 en las Fosas Ardeatinas, en Italia, llegó a Bariloche a fines de los años cuarenta, con la ayuda del grupo ODESSA, después de recibir el bautismo católico y documentos falsos en Roma, en una red facilitada por sacerdotes de Tirol del Sur. Una vez llegado, pasó unos días en Buenos Aires y luego se trasladó a Bariloche.

En un libro llamado La Odessa al sur: la argentina como refugio de nazis y criminales de guerra, de Jorge Camarassa, se habla de cómo logró esconderse/camuflarse en esa ciudad durante 40 años. Pero el asunto es que no se escondió. Los mozos de los hoteles Colonial y Catedral que trabajaron con él recuerdan relatos suyos, en primera persona, sobre los asesinatos. También lo sabían sus jefes, la dueña de uno de los hoteles y los administradores de otro, el hotel de Parques Nacionales, ambos considerados los más conocidos y mejores de la ciudad en su época.

Lo sabían sus invitados y camaradas que todos los años, un cierto día del mes de abril, celebraban el cumpleaños de Hitler.

Lo sabía la comunidad alemana (la pro nazi y la que no era pro nazi), y los del consulado alemán y los empleados de la embajada alemana y muchos padres de alumnos del colegio, y el sistema educativo nacional.

Llegó a la ciudad y trabajó de mozo, después de jefe de mozos. Después se puso una fiambrería de fiambres alemanes donde adquirían la cena fría sus compatriotas. Enseguida fue representante legal y luego presidente de la Asociación Cultural Germano-Argentina de Bariloche y luego director del colegio primario y secundario Primo Capraro, la Deutsche Schule Bariloche, perteneciente a esa asociación civil sin fines de lucro cuyos orígenes, no ligados al nazismo, se remontan a 1907, pero que fue refundado oficialmente en 1953. Una escuela creada para —según dicen sus estatutos— fomentar los valores culturales originarios de las regiones de habla alemana como parte integrante del acervo cultural argentino, para cumplir con lo cual se ceñirá a los principios consagrados en la Constitución Nacional, como en la Provincial y los lineamientos de Enseñanza escolar.

No es un detalle menor que Priebke fue director general del Primo Capraro en periodos de gobierno democráticos, desde los años 80 hasta su captura a mediados de los 90. Fue considerado un vecino ejemplar y un conocido personaje de la sociedad barilochense. Disfrutó de incondicional reconocimiento y respeto, y apoyado por muchos “hermanos de sangre” se construyó una nueva vida sin tener que cambiar nunca de nombre. A través de su cargo como directivo del Colegio Alemán de Bariloche se dedicó a aislar y echar a directores y profesores que no eran de su agrado y a propagar la ideología nazi, mientras el Colegio recibía subvenciones del Estado alemán y se inscribía plenamente dentro del sistema educativo nacional.

Cuando lo deportaron, esa misma sociedad sintió —dicen— un impacto enorme. Muchos se resistieron a creerlo, un periódico local realizó una campaña a su favor en la que se resaltaban las acciones de bien llevadas a cabo por él, poniendo en duda que hubiera cometido los crímenes de los que se le acusó.

Carlos Echeverria, director del documental que puede verse libremente en Internet, es hijo de padre argentino y madre alemana y fue alumno de ese colegio. “Lo hice para tratar de comprender la sociedad en la que crecí”, dijo en 2006, cuando se estrenó la película. “Los efectos del proyecto que quise desentrañar siguen vigentes. Durante los festejos y recordatorios por los 100 años de la ciudad de Bariloche, se obvió mencionar el capítulo traumático de su historia como refugio de nazis y sus lamentables celebridades.”

En un cuento que se llama “El perjurio de la nieve”, Bioy Casares relata unos acontecimientos en la Patagonia donde un antiguo militar danés ha detenido el tiempo, repitiendo con sus hijas las mismas acciones diarias, sin ningún cambio, en su finca donde no deja entrar a nadie.

El perjurio de la nieve y los sonidos del silencio.

María Teresa Andruetto

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.

Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.

Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).

Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.

María Teresa Andruetto
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