Ensayo

Feminismo en tiempos de pandemia

Feminismo en tiempos de pandemia

Marzo 09, 2021 / Por Miguel Ángel H. Rascón

Este es un mundo de cambios y revoluciones constantes, ya que la vida misma no es estática, es de renovación. Y si algo nos enseñó el 2020 fue que todos los paradigmas y las verdades pueden ser abolidas en un segundo para construir una nueva realidad, en un tejido social casi experimental, cuyas interacciones nos obligan, a muchos, a establecer por internet los vínculos humanos que apenas hace poco más de un año se daban en la realidad tangible. Y es precisamente en este mundo de cambios vertiginosos donde el feminismo (en todas sus vertientes y epistemias particulares) ha encontrado un lugar esencial en los escenarios políticos del mundo, no como una forma de pensamiento paralela y periférica, sino como una verdadera filosofía y un accionar en la vida política de muchas naciones (no es que no lo haya sido antes, sino que ahora, a niveles institucionales, se le reconoce ese estatus). El feminismo es una realidad en la forma en la que se está construyendo el mundo y es un enorme alivio que las universidades sean los espacios abiertos para tener estas nuevas lecturas sobre la vida humana. Y debe celebrarse que a estos nuevos paradigmas se sumen las instituciones estatales y privadas, ya que es posible visibilizar problemas que de otro modo seguirían obnubilados. No obstante, aún hay muchos obstáculos que, lamentablemente, durante el encierro de la pandemia se han recrudecido.

            El feminismo no es para nada nuevo y tiene profundas raíces en el siglo XVIII, y al menos durante el siglo XX se cultivó y dio frutos en los trabajos de un sinnúmero de mujeres (lo que se llamara Primera, Segunda y Tercera Ola del Feminismo, según el momento histórico-político), como es el caso, ampliamente extendido, de Simon de Beauvoir y su libro El segundo sexo, donde pone en práctica las posturas filosóficas del existencialismo con las perspectivas feministas, haciendo una obra muy original que hasta el día de hoy es parte del sustento teórico del feminismo clásico. A esta autora francesa la siguen otras más como Hannah Arendt (cuyas tesis filosóficas parten de su experiencia personal durante el Holocausto), Betty Friedan y Clara Campoamor, quienes ayudaron a construir toda la filosofía feminista durante el siglo XX. A su trabajo se sumaron también el trabajo poético y literario de muchas otras mujeres, como lo fue el caso de Rosario Castellanos en México, cuya obra poética parte de la enunciación femenina y ayudó en gran medida a construir una brecha en la que el feminismo, por medio de las letras, tuviera protagonismo y difusión. Otro caso excepcional es la autora afroamericana Toni Morrison quien, a partir de sus novelas, durante la década de los sesenta, pudo visibilizar el papel de la mujer negra en un país no solo racista sino de enormes estructuras machistas. Los ejemplo son muchos y muy variopintos hasta al punto de incluir como figuras del feminismo a Frida Kahlo, Marie Curie y Sor Juana Inés de la Cruz, sin que pueda sostenerse su participación en las luchas de emancipación y por los derechos de la mujer. Pero ya hablaremos de esto más adelante.

            Ya para finales del siglo XX e inicios del nuevo milenio, las publicaciones académicas en torno al feminismo eran una realidad en las principales universidades del mundo, con trabajos como el de Adrianne Rich, cuya tesis sobre la “heterosexualidad obligatoria” puso a temblar muchas de las estructuras de pensamiento, poniendo sobre la mesa de discusión el feminismo lésbico como coyuntura política y académica. A ella se sumaron excelentes autoras como Judith Butler, de quien destacan obras como Cuerpos que importan y Deshacer el género, que marcaron un antes y un después en la forma en la que se debe percibir el cuerpo, como entidad performativa, sumando a la discusión el tema de género y abriendo la brecha para la inclusión de la comunidad LGBT+, que permanecía en una periferia distante del feminismo, hasta ese momento. Otros trabajos, como el de Carol Gilligan y su libro Ética del cuidado —en el que expone el tema de la interdependencia como forma sensible de comprender el mundo, partiendo de algunas prácticas de cuidado, desde la voz femenina, visibilizando la vulnerabilidad como parte de la condición inherente al todo ser humano—, han servido para acercar el tema feminista a otras esferas. Por otro lado, autoras como Adriana Cavarero, de origen italiano, trasladaron la teoría a otros escenarios de precariedad, donde la mujer está en relaciones asimétricas muy desventajosas en comparación con los países primermundistas, a donde pertenece el grueso de las autoras duras de la teoría. Esto de ninguna manera significa que el feminismo vio la luz en América Latina hace apenas un par de décadas. Ya se había puesto en discusión un posicionamiento indígena y afrodescendiente desde la década de los setenta, donde la mujer es otro sujeto y tiene otro papel, en otra realidad, por lo que el feminismo académico difícilmente llegaba a tener sinergia, ya que la principal lucha por la emancipación indígena es precisamente contra las estructuras coloniales. Nuevas lecturas y diálogos permitieron que el movimiento, altamente plástico y adaptable, sin embargo, haya podido establecerse con éxito en diferentes realidades. Ya en alguna ocasión Judith Butler, durante una entrevista para la Universidad de Costa Rica, en 2015, se pregunta “¿Cuáles es la relación entre la indigeneidad de las poblaciones de América que están en la periferia, de la vida urbana y metropolitana, o los centros de poder político?” Y resulta interesante que en dicha entrevista ve cierta imposibilidad de aplicar los textos académicos que se producen en la Universidad de Berkeley, donde trabaja actualmente, en relación con la realidad periférica que se vive en Tijuana, por ejemplo. Empero, hay mucho optimismo en la autora, que considera que la difusión de los trabajos teóricos académicos hacen posible la generación de nuevas perspectivas.

            También surgieron otros posicionamientos feministas como el de Camile Paglia, con su libro controversial Mujeres libres, hombres libres, publicado en el 2017, donde, partiendo de una crítica al post estructuralismo, ataca severamente a los grupos feministas radicales “que culpan a los hombres de los males del mundo”, abriendo el debate y haciendo evidente las pugnas políticas en los escenarios internacionales y en los intereses económicos en juego. Camile Paglia entra en confrontación directa contra posiciones como la de Butler, aunque no niega la importancia de establecer diálogos y debates en torno al tema. Del mismo modo, han surgido en los últimos años grupos reaccionarios y conservadores, como el movimiento libertario de Agustín Laje en América Latina, que han pugnado por “feminismos conservadores” en contra del aborto, apelando a cifras duras de financiamiento por izquierdas estadounidenses. Con la administración de Donald Trump surgieron otros “feminismos de derecha conservadora” que también han sumado sus voces, sean criticables o no. Lo que no cabe duda es que estos marcos teóricos están en constante diálogo y debate, en las cúpulas académicas donde resultan inocuos e inaccesibles. Y la lista de autoras, autores y obras podría ser infinita, pero no tiene sentido cuantificarla sino preguntarse ¿qué relevancia han tenido en las formas en las que establecemos nuestras relaciones humanas respecto del feminismo? ¿Cuál es la sinergia entre un feminismo académico/teórico y el feminismo con el que nos relacionamos en el día a día? Resulta increíble, pero la relación es casi nula. Por curioso que parezca, el acercamiento que se tiene de las teorías se vuelve panfletario y superficial, sacado de post de influencers en facebook o twiter, explicado por videos cortos de youtube, en el mejor de los casos, o por imágenes de pictoline en el peor. Un feminismo extendido que usa a Frida Kahlo y a Marie Curie como emblemas iconográficos, cuando estos personajes no sólo no estuvieron relacionadas con el feminismo, sino que sus actitudes son todo lo contrario. Al feminismo en redes sociales le sucedió, lamentablemente, lo mismo que a las teorías marxistas: terminaron tropicalizándose y entremezclándose unas con otras hasta el punto de caer en contradicciones y reforzarse sólo de imaginarios (Ernesto “Che” Guevara en el caso de la izquierda y Sor Juana Inés de la Cruz en el caso del feminismo) o consignas que buscan únicamente el desencuentro e imponer una hegemonía política. El feminismo incendiario de Malena Pichot, que declara que “las feministas no tienen tiempo para leer”, o el de Amarna Miller, actriz de cine para adultos, que incluye el lema “mi cuerpo mi decisión” a esta narrativa, sin pensar que dicho lema tiene que ver con una situación muy delicada y diferente, sobre todo en situaciones de violencia que no precisamente tienen que ver con la libertad de hacer o no pornografía.

            Esto ha sido muy bien utilizado por los detractores del feminismo, que usan irresponsable y miserablemente esta situación de contradicción y confusión para desacreditarlo, tergiversándolo con burlas, memes, y exposiciones por demás desagradables. En una serie de entrevistas que hace en 2019 Roma Gallardo, un youtuber español que trata de “desenmascarar el feminismo” poniendo en aprietos a militantes feministas en marchas y protestas, se “luce” con preguntas capciosas y mañosas que tratan de exhibir, a como de lugar, la falta de preparación de alguna militante desprevenida. Fenómeno similar sucede en Argentina con Emmanuel Dannan, quien también trata de poner en apuros a algunas militantes radicales para sacarlas de sus casillas y exponerlas públicamente como histéricas. Mismo fenómeno sucedió con Radhika Sanghani, quien hizo un comentario desafortunado: “el aire acondicionado es sexista”. Esto le valió la burla internacional, a pesar de que su propuesta era hablar sobre las condiciones laborales asimétricas en diferentes condiciones de trabajo en oficinas en Estados Unidos, donde las mujeres son obligadas, en muchos casos, a usar faldas cortas y ropa “cómoda”, por lo que sufren frío cuando se enciende el aire acondicionado. Entonces su propuesta se suprimió y sólo se puso atención a un lema desafortunado y mal articulado, pero nadie cuestionó el porqué las mujeres deben ir vestidas así a una oficina. Y así hay otros muchos ejemplos donde se trata de desacreditar el feminismo desde una trinchera ridícula y partiendo de la estulticia más ramplona y miserable. Entonces, por un lado, tenemos un feminismo de alta difusión que poco o casi nada bebe de sus fuentes teóricas y se queda en lo panfletario, lo incendiario y lo radical; y por otro lado tenemos los detractores del feminismo, que tratan a como de lugar de desacreditar un movimiento importante para la construcción de una sociedad más equitativa. Roxana Kreimer, filósofa y escritora argentina, recalca que un feminismo que no recurra a sus bases teóricas para poner en práctica y que sólo sigue ciegamente la línea radical y violenta, será presa de fácil de quienes intentan desarticularlo. Entonces hay dos problemas sistemáticos que deben atenderse.

           

  1. a) La escritura, difusión y diálogo de la teoría feminista en un alto espectro social.
  2. b) Establecer marcos teóricos adecuados y suficientes para cada una de las realidades sociales, entendiendo que las voces y los sujetos sociales involucrados son muchos y muy variados.

 

Como señala Butler, hay una periferia donde la teoría que se hace desde la metrópolis y los centros de poder no es aplicable a las realidades de otras personas y, para ella, es la primera dificultad que debe superarse. Es decir, y regresando al tema de la académica Radhika Sanghani, su propuesta claro que puede ser ridícula en comparación con otras realidades en África o Latinoamérica, pero eso no la invalida, ya que la realidad de la mujer oficinista en Estados Unidos es otra, aunque conviva con otras realidades como la de la mujer afroamericana o la mujer inmigrante. De la misma forma hay un feminismo indígena que las personas de ciudad no son capaces de comprender, que está en pugna contra el mismo colonialismo citadino y cuyas lógicas se escapan de su percepción, donde ciertos tópicos, como el aborto, resultan incompatibles; no por ello es menos feminista o es retrógrada o machista. Camile Paglia hace enormes recorridos socioculturales en sus obras para hacer evidente que las necesidades de la mujer son muchas y muy distintas, por lo que un feminismo hegemónico y unívoco, como el que se hace evidente en redes sociales, resulta no sólo difícil de aplicar, sino que lleva a conflictos innecesarios y entorpece los avances que la misma lucha feminista ha logrado. Hay posicionamientos feministas en las culturas del Islam y en África que distan mucho de las discusiones que se entablan en las academias europeas y estadounidenses. El feminismo, como lucha en favor de la mujer, se ha adecuado a muchas realidades para mostrar cada voz y a cada uno de los sujetos sociales que conforman esos tejidos específicos. El problema es que esta pandemia ha recrudecido las relaciones humanas sumiéndolas en una maniqueísmo de redes sociales que se limita a dos cosas que no dejan cabida al diálogo: like o dislike.

            La realidad en México es diferente y ante las cifras de feminicidios y desapariciones resulta lógico que las manifestaciones sean volitivas y transgresoras. Sin embargo, lo importante alrededor de estas expresiones políticas, tan válidas como necesarias,  no es simplemente la catarsis pública sino la reflexión en torno a los espacios y los cuerpos. ¿Qué sigue después de la catarsis pública? ¿Esperar otro momento para desatarla y volver a romper todo? Los colectivos feministas han tenido la atención de las personas y han sumado militantes a sus filas, lo cual es loable y admirable en muchos sentidos, pero sin que se refuercen los marcos teóricos, se explique y difunda las razones del movimiento, mucho de ese avance se ve disminuido. Este es el momento en el que se deben formar seminarios donde se “baje” la teoría de las academias y los posgrados y se ponga al alcance del ciudadano de pie. ¿De qué otra forma el ciudadano común va a comprender la performatividad, el lenguaje inclusivo, la necesidad de leyes responsables a favor del aborto y una larga lista de etcéteras que están en discusión casi todos los días? Sin eso, sin diálogo y partiendo solo del contrapunto, todo es un enfrentamiento sin sentido, en la comodidad de nuestro hogar, con celular en mano, listos para poner like o dislike, sin reflexionar los más mínimo en nada, únicamente deseando tener la razón. El 8 de marzo, las mujeres volvieron a marchar y hacerse visibles en conmemoración del Día de la Mujer/8M y los ánimos están encendidos nuevamente sobre si deberían o no felicitar a las mujeres, o sobre si los hombres deben asistir a las marchas. Otra controversia en México giró en torno a la valla de seguridad en el Palacio Nacional y sobre el supuesto papel de dictador/opresor del presidente Obrador, mientras el PRI y el PAN se suman a la lucha feminista con pañuelos verdes y morados. La más absurda de las discusiones van en torno a Pepe Le Pew, el famoso zorrillo casanova de dibujos animados, y su conducta de acosador y violador en potencia. Todo esto mientras miles de mujeres, muchas menores de edad, son exhibidas en plataformas digitales como Tik Tok, Instagram, Only Fans, etcétera. Eso sin contar la controversia salida de páginas para adultos como PornHub, que sacó de su catálogo un enorme porcentaje de videos de contenido sexual que no tenía el consentimiento de las mujeres que participaban en ellos; salió en este tenor, el caso de una mujer asesinada cuyos videos estaban en la plataforma y hacían evidente una red de tráfico y explotación sexual solapada por la misma empresa donde Amarna Miller tiene un perfil. Y ahí se queda todo, hasta el próximo año.

            Mientras todas las aportaciones que se gestan en la universidades en torno al feminismo sigan ahí, inamovibles e inalcanzables, salvo por privilegiadas y expertos, la comprensión del movimiento se quedará en influencers irresponsables, en infografías de pictoline, en post breves de Twitter y en likes y dislikes de Facebook. El feminismo no es ni para joder al hombre ni para tener la razón. Es una lucha de interdependencia a la que debemos sumar temas laborales, educativos, sociales, sexuales, étnicos, de inclusión e integración para formar sociedades más justas en beneficio de hombres, mujeres y todes. Pero todo eso está ahí, en la teoría, en las obras magnificas de cientos de autoras (y autores) comprometidas con el humanismo. Si no lo leemos y lo divulgamos, pero sobre todo lo entendemos, todo es en vano.

 

REFERENCIAS

Butler, Judith. Deshacer el Género. México: Grupo Planeta (2006)

_________ Cuerpos que importan. Barcelona: Paidós (2002)

Paglia, Camile. Free women, free man. New York: Pantheon Books (2018)

Guilligan, Carol. Ética del cuidado. Fundación Víctor Grifolds i Lucas (2013)

Pichot, Malena: Enojate hermana. Buenos Aires: Ediciones futurock (2019)

 

PÁGINAS WEB

Violencia, pensamiento y crítica con Judith Butler - YouTube

Entrevista a Amarna Miller: “En el porno hay un esfuerzo para que haya una mirada feminista" - YouTube

PREGUNTANDO SOBRE MACHISMO PRIMERA PARTE | Feminismo 4.0 - YouTube

VideoSerie 2: LA ESTAFA DEL FEMINISMO en 5 minutos - Agustín Laje - YouTube

Meets. Encuentros con el feminismo de las otras | Opinión | EL PAÍS México (elpais.com)

Zona Divas en Pornhub - Pie de Página (piedepagina.mx)

Miguel Ángel H. Rascón

Músico y escritor. Doctorante de Literatura Hispánica en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Autor de dos libros de narrativa y uno sobre ciencias de la administración. Coordinador Editorial en la UVP.

Miguel Ángel H. Rascón
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