Ensayo

Literatura sobre feminicidios en América Latina*

Literatura sobre feminicidios en América Latina*

Octubre 05, 2021 / Por Fernando Percino

El término “Feminicidio” se incorporó, con mucha recurrencia, en la escena social en México a raíz de las mujeres asesinadas de forma sistemática a finales de los años noventa y principios de este milenio en Ciudad Juárez, Chihuahua.

La violencia de género y los asesinatos de mujeres han crecido en América Latina, por lo que conviene revisar cómo la literatura ha representado estas problemáticas en la narrativa. El libro Cometierra (2019), de la escritora argentina Dolores Reyes, es un referente por su aguda e integradora visión de dicha problemática. Las técnicas narrativas de la obra, así como la exposición del horror exhibido sin concesiones, destacan de forma notoria. El libro es una representación artística que trastoca al lector, no le permite salir indiferente o ileso de una lectura tan audaz.

Para contextualizar el tema del feminicidio, cabe comentar que fue a finales de los años noventa y principios de los dos mil que en Ciudad Juárez, Chihuahua, miles de mujeres empezaron a desaparecer, algunas sin dejar rastro y otras fueron encontradas sin vida en el desierto. Muchas de las víctimas tenían rasgos de tortura y violación. Coincidían en algunas características: la mayoría de piel morena, de clase humilde y, antes de desaparecer, algunos testigos comentan haber visto a más de una subir a carros de lujo después de salir de sus escuelas o centros de trabajo. El gobierno ha sido incapaz de resolver el problema. Incluso se habló de que estaba coludido con los responsables de esos asesinatos y desapariciones, que, a su vez, se asume, fueron cometidos por hombres con muchos recursos políticos y financieros.

Esa experiencia dejó una cicatriz muy profunda en la sociedad mexicana, tan grande que marcó un parteaguas para hablar, desde entonces, de violencia de género e integrar de forma dolorosa y penetrante, en nuestra habla cotidiana, el concepto de feminicidio, que establece y especifica una muerte violenta por razones de género. Antes de los casos de Ciudad Juárez, todos los tipos de asesinato estaban conceptualizados como homicidios culposos. El término feminicidio fue adoptado después en toda América Latina.

En los últimos treinta años, la literatura del narco está muy visible en los escaparates de las librerías. Sobra decir que es otro de los grandes problemas que azora a este país, pero ¿qué tanto ha participado la literatura mexicana y latinoamericana en incluir el tema de los feminicidios en su narrativa?

El escritor chileno Roberto Bolaño desarrolló buena parte de su carrera literaria en nuestro país. Murió antes de ver publicada su novela 2666 (Año), que además dejó inconclusa. Esta es la primera gran referencia contemporánea sobre los feminicidios en México y que explora y reflexiona, además, con furia, dolor y un excesivo énfasis el contexto de las muertas de Juárez. Es un museo del horror del que resulta casi imposible salir ileso, imperturbable.

También podemos encontrar muchas crónicas periodísticas que abordaron el problema, entre ellas destaca el libro Huesos en el desierto (2002), de Sergio González, que hace un recorrido tenebroso y conciso de muchos casos de asesinato que se perpetuaron con absoluta impunidad. También está el documental Bajo Juárez (2006) que evidencia a las corporaciones vinculadas a los feminicidios de la zona de Ciudad Juárez. Existe de igual forma el estudio antropológico de Laura Rita Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez (2006) que se realizó con un arduo trabajo en campo por parte de su autora, mismo que le permitió hacer un profundo análisis para definir, con nuevos términos, el tipo de crímenes que se estaban perpetuando en la frontera de México con Estados Unidos. El libro de Segato tiene también una entrevista donde la autora describe que el problema del feminicidio ha crecido de forma preocupante en toda América Latina, especialmente en los barrios más pobres; de esos análisis tomaré varios de sus conceptos para analizar la obra Cometierra, de Dolores Reyes.

La novela Cometierra está narrada en primera persona, presenta diégesis inmediatas al tiempo de la narración y algunas diégesis de mucho tiempo atrás del tiempo de la narración. La narradora en primera persona es la protagonista de la historia, una joven que no pasa de los 20 años al principio de la historia y que crece y madura conforme avanza el texto. El discurso de la obra trata sobre los sentimientos de pérdida de aquellas personas que buscan a seres queridos que han desaparecido y está en contexto con los escenarios suburbanos de Argentina. Hay descripciones precisas y estéticas de las atmósferas y los escenarios. La autora recurre a los sueños y visiones de su narradora para darle más amplitud a las emociones y búsqueda de identidad de su personaje principal. La obra tiene influencias directas del realismo mágico latinoamericano.

Cometierra presenta en su cuerpo narrativo la exposición de dos feminicidios y hay otro en ciernes que no logra consumarse.

La novela abre con un funeral, el de la madre de Cometierra, la protagonista. Esta es una muerte catalogada como feminicidio, un tipo de feminicidio provocado por una “violencia expresiva”, un concepto que aparece referenciado en el libro sobre las mujeres muertas en Ciudad Juárez de Rita Segato. Vemos la violencia expresiva de forma cotidiana y muchas veces hemos sido partícipes de ella, ya sea como agresores o victimarios. Es la que expresamos cuando estamos enojados y gritamos o soltamos un golpe a la pared, en un ejemplo menor. Esta violencia también puede incitar a un homicidio, como pasa con la madre de Cometierra, que es asesinada por su esposo en su propia casa. Después él huye y deja solos a sus dos hijos a su suerte. La novela presenta esta muerte que se da en algún barrio marginado de Argentina y que es muy similar a otras periferias en toda América Latina.

Dentro de los primeros párrafos de la novela, Dolores Reyes enfoca el momento en que la madre desciende a la tierra, es una apertura de texto contundente por su poética de duelo tan exacta y de una belleza lúgubre:

 

Verla en silencio caer en un agujero abierto en el cementerio, al fondo, donde están las tumbas de los pobres. Ni lápidas, ni bronce. Antes del cañaveral, una boca seca que se la traga. La tierra, abierta como un corte. Y yo tratando de frenarla, haciendo fuerza con mis brazos, con este cuerpo que no alcanza siquiera a cubrir el ancho del pozo. Mamá cae igual. (9)

 

Están presentes elementos que de forma inmediata nos presentan el contexto de los personajes. Enfatiza cuando habla de las tumbas de los pobres, cementerios donde no hay lápidas ni cruces de bronce, como sí abundan donde se entierra a gente con más alto poder adquisitivo. Es una escena brutal, a eso se anexa morir en la pobreza, sin poder brindarle al ser querido un lugar más propio para su eterno reposo. “La tierra la envuelve como los golpes del viejo y yo pegada al suelo, cerca como siempre de ese cuerpo que se me llevan como en un robo” (Reyes 9). En una descripción breve pero contundente, Dolores Reyes expresa el contexto del feminicidio y su efecto en un familiar directo de la víctima, una mujer que murió a golpes y una hija a la que le arrebatan a su madre como un robo, pues no fue una muerte por vejez o una enfermedad crónica, fue una muerte que tiene un trágico cariz de improvisación. La protagonista se aferra a la tierra por la desesperación de un arrebato inesperado que nadie desea experimentar en carne propia y, más allá del discurso literario de la obra, desde la primera página el texto muestra un efecto de sororidad con las víctimas que han experimentado ese tipo de tragedias en la vida real al encontrar lúcidos efectos poéticos que expresan con arte ese duelo. La obra de Reyes continua con estas imágenes en párrafos más adelante:

 

Hasta el sol me confunde, me sangra en la piel caliente. Y los ojos, ardidos como si me hubiesen echado ácido, luchando por no llorar.

Un amarillo basura, fiebre, o un gris, gris chapa, gris enfermo el dolor. Solo el dolor parece no morir nunca. (10)

 

El dolor de la protagonista por un ser querido que muere por un feminicidio es un dolor que parece no morir nunca, ese efecto de eternidad es de un impacto estético feroz. La dignidad intelectual de Dolores Reyes abraza la realidad que inspira al texto con un lenguaje certero y al consumarse en una representación literaria el efecto trágico es tratado con respeto y la solemnidad puntual de esas angustiosas realidades.

El primer capítulo es el parteaguas emocional en la vida de la protagonista, quien adquiere un don: cuando come tierra puede hablar con algunos muertos y ver personas desparecidas, de ahí que sus conocidos la llamen “Cometierra”. Ese don la llevará de la mano a la madurez de la protagonista con diversas pruebas en las que se le exige ayudar a su prójimo para resolver crímenes al más puro estilo de una novela negra.

 

El siguiente feminicidio que aparece en la historia es cometido contra la exmaestra de escuela de la protagonista, con quien puede hablar en sus sueños. Es curioso que sea la misma Cometierra quien no busque a su madre en el reino de los muertos pero sí acepte hablar con su exprofesora. El asesinato de la maestra de nombre Ana fue perpetuado por un grupo de hombres y se sitúa como una “violencia instrumental”, mencionada en el libro de Rita Segato: La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Este tipo de violencia se define de la siguiente manera: “la que tiene por objetivo apropiarse de lo ajeno, incluye una dimensión expresiva, y en este sentido se puede decir lo que cualquier detective sabe: que todo acto de violencia, como un gesto discursivo, lleva una firma”. (122) Esta firma de la que habla Segato se expresa de manera concisa en el siguiente párrafo de Cometierra:

 

Era la seño Ana, la cara así, como me la acordaba yo, pero no como cuando estaba en la escuela. Yo la había dibujado como la tierra me la mostró: desnuda, con las piernas abiertas y un poco dobladas para los costados, que hacían parecer su cuerpo más chico, como si fuera una ranita. Y las manos atrás, atadas contra uno de los postes del galpón donde unas letras pintadas decían “Corralón Panda”. (16)

 

Las letras pintadas que decían “Corralón Panda” son la firma de una banda que de esa manera consuma la apropiación de una voluntad ajena: la de una mujer asesinada, que además es encontrada por la policía local desnuda, un caso muy similar al de muchas mujeres que fueron halladas en el desierto de Ciudad Juárez. Dolores Reyes expresa su narrativa con un amplio conocimiento del contexto de los barrios marginados de la Argentina que está siendo representada de forma literaria en su obra. Sabe que hay grupos que actúan con impunidad y ejecutan esos crímenes, que al consumar los asesinatos con una firma le están dejando un mensaje a los demás integrantes de esa comunidad: así actuamos nosotros, así somos nosotros, este es nuestro nombre, tengan miedo.

La maestra Ana aparece de forma recurrente en la novela como un fantasma que se le presenta en sueños a Cometierra, se vuelve una voz de conciencia para ella, la insta a que use su don de encontrar gente perdida para ayudar a sus vecinos. Gracias a esa presión que viene desde el inframundo, Cometierra logra salvar la vida de una mujer secuestrada por un hombre mayor. Su capacidad vidente le permite encontrar el domicilio donde la mujer está atada y es torturada, a la que le faltarían horas para ser asesinada. Un policía que acompaña a Cometierra consuma la salvación.

Avanzado el texto, la maestra Ana le pide a Cometierra que busque a sus asesinos para que ella pueda estar en paz, pero Cometierra no se hace de esa tarea, al menos en esta novela; al parecer Cometierra tendrá una secuela. Al ser un texto emparentado con la literatura policíaca, este libro puede ser el inicio de una saga que va sobre una heroína peculiar que refresca de manera lúcida a la literatura de detectives en América Latina.

 

Es trascedente que existan textos como Cometierra, que dialoguen de manera frontal con una problemática creciente como son los feminicidios, que además estén sustentados de mucha teoría de violencia de género pero, sobre todo, que sean construidos con una potente calidad literaria. Abren un oportuno diálogo con sus lectores para la reflexión de lo que nos está tocando vivir y, más que dar respuestas, nos invite a hacer preguntas sobre nuestra posición y situación en dicha problemática, sobre qué estamos haciendo o dejando de hacer para enfrentar ese tipo de violencia. Ahora mismo ya hay una gran expectativa por la posible secuela de Cometierra, la que en sí misma ya representa un gran reto para Dolores Reyes debido a la gran aceptación que tuvo su ópera prima. Ojalá la secuela o secuelas mantengan esa capacidad narrativa y poética para que sigan refrescando la mirada crítica de la literatura Latinoamericana.

 

 

Bibliografía

  • Rita Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres muertas en Ciudad Juárez, Tinta Limón, Buenos Aires, 2013. Impreso
  • Dolores Reyes, Cometierra, Ciudad: Samarkanda, ePub r1.0., 2020. Digital

 

* Este texto fue presentado como ponencia en el CONLES el 26 de agosto de 2021.

Fernando Percino

Es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó cuentos en el suplemento cultural *Catedral* del diario *Síntesis*, la novela *Velvet Cabaret* (2015), el libro de cuentos *Lucina* (2016), el libro de crónicas *Diarios de Teca* (2016) y la novela breve *Volk* (2018). Fue miembro del consejo editorial de las revistas: *Chido BUAP* y *Vanguardia: Todas las expresiones*. Fue funcionario público. Actualmente es chofer de UBER y estandupero ocasional.

Fernando Percino
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