Ensayo

Nueces en los bolsillos

Nueces en los bolsillos

Octubre 12, 2021 / Por María Teresa Andruetto

En Epitafio para la tumba de Adolfo Baez Bone, Ernesto Cardenal escribió:

 

Te mataron y no nos dijieron dónde enterraron su cuerpo,

pero desde entonces todo el territorio nacional es tu sepulcro;

o más bien; en cada palmo de territorio nacional en que no está tu cuerpo, tú resucitaste.

Creyeron que te mataban con una orden de ¡fuego!

Creyeron que te enterraban

y lo que hacían era enterrar una semilla.

 

El poema habla de una represión en Nicaragua, pero bien hubiera podido hablar de la represión en cualquier otro lugar del mundo.

Con algunas variantes, la frase “Quisieron enterrarnos y no sabían que éramos semillas”, está en boca de uno de los personajes de la película La Promesa, sobre el Genocidio Armenio, y sintetiza el sentir de ese pueblo, de las víctimas directas y de sus descendientes.

También ese fue lema de lucha, en una España con Franco recién muerto, durante la larga huelga obrera a la empresa catalana Roca Radiadores, que tenía por entonces 4,700 obreras, lucha que recuperaba, en medio del continuismo franquista, lo que cada día la dictadura les había negado: los derechos de reunión, de expresión, de manifestación, de huelga cuando todavía estaban prohibidos y prescritos.

Y esa misma frase, o una muy parecida, acompaña la lucha por los normalistas mexicanos de Ayotzinapa. Los normalistas son estudiantes de magisterio de corte socialista y asambleario, el de la escuela rural Raúl Isidro Burgos, donde recibían formación los 43 alumnos desaparecidos en Iguala, que tiene una historia especialmente combativa. El centro educativo es un internado que recibe a estudiantes de las zonas más pobres del país y se describe como una institución “formadora de hombres libres, íntegros, dignos representantes de la carrera magisterial”. Las escuelas normales, los centros educativos que imparten la licenciatura de Magisterio, nacieron con la Revolución Mexicana, cuando el país era todavía una sociedad fundamentalmente campesina. Entre 1921 y 1924, el gobierno de la revolución emprendió una cruzada por la educación basada en los maestros rurales, a quienes eligió como figuras para expandir el espíritu de la revolución. “Se pretendía dar a los mexicanos sentido de país. El maestro enseñaba lo mismo a leer y a escribir que a hacer jabón o carpintería”. A lo largo de la historia que vino después, muchas veces quisieron cerrarlas, pero no era una tarea sencilla porque también representaban la única oportunidad para la gente del campo.

El 26 de septiembre pasado se cumplieron siete años de la desaparición de los 43 estudiantes de magisterio del estado de Guerrero. Ese año, cuando apenas habían sucedido las desapariciones, escuché en la Feria del Libro de Guadalajara a Estela de Carlotto, que había viajado a apoyar la búsqueda y acompañar a los familiares, hablar de la dimensión temporal de la lucha. La larga lucha.

No tanto después, uno de los 43 estudiantes desaparecidos, Alexander Mora Venancio, fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense, que analizó los restos encontrados cerca de un basurero en Cocula, estado de Guerrero. El sitio oficial de la Escuela Isidro Burgos, donde estudiaban los normalistas, puso un mensaje como si el que hablara fuera el estudiante mismo: “Compañeros, a todos los que nos han apoyado, soy Alexander Mora Venancio. A través de esta voz les hablo. Soy uno de los 43 caídos del día 26 de septiembre en manos del narcogobierno. Hoy, 6 de diciembre, le confirmaron los peritos argentinos a mi padre que uno de los fragmentos de los huesos encontrados me corresponde”.

Mora Venancio, de 19 años, era originario de El Pericón y cursaba el primer año de magisterio. De acuerdo con su padre, Ezequiel Mora, desde hacia años el joven había decidido ser maestro. “Era un buen muchacho, nosotros somos campesinos y él nos ayudaba en el campo”. El padre confirmó que el cuerpo de su hijo fue quemado y que los peritos argentinos lo identificaron por un fragmento de hueso y una muela que localizaron en Cocula.

 

El año pasado hallaron un hueso, a orillas de un río, identificado como el de uno de los estudiantes.

Huesos que brotan para decir una verdad.

En un libro de entrevistas a la documentalista chilena Carmen Castillo, Diego Tatián cuenta que Horacio Gonzalez cuenta que el poeta René Char (quien fue partisano de la resistencia francesa) contó que cierta vez tuvieron que disponer de un campo para que aterrizaran aviones ingleses que apoyaban a los partisanos. El dueño del campo al que pertenecía el suelo apropiado, puso como condición que no se derribara un viejo nogal.

Pero la condición era imposible de cumplir y el campesino terminó aceptando que quitaran el árbol.

Pero resulta que el árbol cae. Los hombres escarban para desenterrar la raíz principal y advierten que esa raíz —profunda, por cierto— llega —los lleva— hasta el fémur de un guerrero enterrado ahí desde la Edad Media. Había sido sepultado con su armadura y una nuez en el bolsillo. Y de esa nuez había nacido el nogal. Dice Tatián, que dice González, que dice Char: supondremos que los muertos inhumados tienen nueces en los bolsillos y que algún día fortuitamente el árbol surgirá.

 

María Teresa Andruetto

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.

Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.

Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).

Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.

María Teresa Andruetto
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