Ensayo
Diciembre 30, 2020 / Por Antonio Bello Quiroz
El 25 de diciembre se celebra en buena parte del mundo la Navidad, el nacimiento de Jesús, y es el mismo día en que murió el filósofo Emmanuel Lèvinas. Si bien es cierto que sólo la enigmática casualidad o la inconsciente contingencia juegan su papel en esta coincidencia de fechas, no deja de ser significativo que el día de la muerte de uno de los más trascendentes pensadores judeo-cristianos sea justamente en la celebración de la Navidad.
Emmanuel Lèvinas es un filósofo judío lituano-francés que hace de la ética la filosofía primera. Fue un lector profundo de la Biblia, frente a la cual toma dos posiciones: por un lado la del fiel judío que, en su lectura, se apega a la tradición hebrea, la Torá y su dimensión talmúdica, y por otro lado, la del filósofo que desde la fenomenología lee el Libro buscando una razón sobre la existencia del hombre quien es definido, esencialmente, como el ser que ama a su prójimo, lo ama y es responsable de él.
Lèvinas nace el 30 de diciembre de 1905 en Lituania, que entonces pertenecía a Rusia. Fue descendiente de una familia judía con tradición rabínica. Su formación está inevitablemente marcada por las lecturas talmúdicas, además de leer a muy temprana edad a los clásicos rusos: Dostoievski, Gogol, Tolstoi y Pushkin. Es en 1923 cuando se traslada a Francia para iniciar sus estudios sistemáticos de filosofía en Estrasburgo. Dos fueron las principales influencias para su pensamiento y su vida: los encuentros con Maurice Blanchot y con Husserl y su fenomenología. Más tarde se va a trasladar a Friburgo para encontrarse personalmente con Husserl, pero éste se está jubilando y con quien se encontrará es con Martín Heidegger, lo que será determinante en su propia filosofía. Lèvinas, buscando a Husserl, se encuentra con Heidegger para ir así de la ontología hacia la ética, un pasaje del ser al Otro como fundamento de su filosofía primera.
De 1963 a 1966 pronuncia una serie de conferencias sobre sus lecturas talmúdicas en los Coloquios de Intelectuales Judíos. Los temas son por demás sugerentes y relevantes: el perdón del crimen irremisible: la violencia de la creación política; la relación entre justicia y moralidad privada. Entre 1969 y 1975 pronuncia otras cinco conferencias talmúdicas. Ver: Lévinas Emmanuel. Cuatro lecciones talmúdicas. Riopiedras ediciones, Barcelona, 1996. Y Lévinas Emmanuel. De lo sagrado a lo santo. Cinco nuevas lecturas talmúdicas. Riopiedras ediciones, 1997, Barcelona.
El filósofo fue testigo de las dos grandes guerras, la primera siendo muy niño. Más tarde su vida estuvo fuertemente marcada por la Segunda Guerra y muy en especial, dada su condición de judío, por la Shoah nazi.
Ante la muerte de Emmanuel Lèvinas, el filósofo francés Jacques Derrida le dice adiós en una alocución pronunciada en el cementerio de Pantin. Es el adiós a un maestro pero también a quien considera un amigo y al más influyente continuador de la filosofía, después y en la línea de Hegel, pasando por Husserl y el propio Heidegger. “¿A quién nos dirigimos en semejante momento?”, se pregunta Derrida. Quienes hablan en el cementerio, nos comenta, con frecuencia terminan por dirigirse directamente a aquel a quien ya no está, ya no está vivo, que ya no responderá más. De él, de Lèvinas, Derrida destaca el valor que le da a la rectitud, base de esa axiológica que enseña el filósofo lituano en sus Cuatro Lecciones Talmúdicas, hablando de Jacob, a quien considera el más integro de los hombres. La rectitud, dice, “es más fuerte que la muerte”, no implica ingenuidad en tanto que el hombre recto está al corriente del mal. La rectitud ofrece un sí incondicionado a la vida, incondicionado pero nunca se trata de un sí ingenuo que, en todo caso, “estaría indefenso ante el no y ante las tentaciones de las tentaciones” que serían la vía tortuosa que lleva a la ruina.
En un texto de Lévinas llamado De Dios que viene a la idea, el filósofo dirá que la rectitud extrema del rostro del prójimo es una rectitud de exposición a la muerte, sin defensa. Quizá en esta vía de pensamientos sea posible articular el sentido de una radical expresión levinasiana que indica que la rectitud en el amar sería hacerse rehén del otro, así lo dice en un bello aforismo: “amar es hacerse rehén voluntario del otro”.
Derrida señala en su alocución que uno de los temas a los que nos despierta el pensamiento de Emmanuel Lèvinas es el de la responsabilidad. Se trata de una responsabilidad “ilimitada” que desbordaría y precedería a la propia libertad, una libertad más allá de mí. Sin embargo, la responsabilidad también se muestra
limitándose, así lo escribe el propio Lèvinas al final de la segunda de sus lecciones talmúdicas: “Es verdad que mi responsabilidad por todos también puede manifestarse limitándose: el yo, en nombre de esa responsabilidad ilimitada, puede ser también llamado a preocuparse de sí”.
Lèvinas orienta sus reflexiones filosóficas a temas torales de la convivencia humana tales como la justicia, el Estado, la responsabilidad, la libertad y, de manera relevante, la ética y la muerte (a la que define como lo absolutamente radical o bien habla de la muerte como “paciencia del tiempo”, o de manera magistral le llama “la sin-respuesta”). Sin embargo, su pensamiento toma relevancia en tanto que permite pensar desde una arista muy particular el humanismo, el “humanismo del otro hombre”, como él le llama.
Su propuesta de humanismo se revela como importante en estos tiempos de violencia y guerra, reivindica una ética de la diferencia, que se sostiene en la alteridad como alma del pacto social, su garante y posibilidad. Se trata, en su pensar, de ir más allá de lo Mismo y el Uno que hunde sus raíces en la Grecia clásica (Robert Musil dice, en El hombre sin atributos, que en la modernidad estamos “enfermos de Lo Mismo”) para dar cabida a una filosofía que le da cabida a la otredad, la alteridad o la diferencia. Desde luego, para Lèvinas, esta ética de la otredad estaría asentada en el judaísmo, en la tradición hebrea, dado que sólo ahí se puede sostener una relación fundante ante el Otro.
El psicoanalista Helí Morales, en su libro Psicoanálisis con arte, Lenguaje, goce y topología, señala que para el filósofo lituano lo Mismo es impensable sin el Otro. Para Lèvinas el Otro sería el Todo-Otro (el Absoluto-Otro), una anterioridad fundante sin la cual, en una derivación lógica, nada sería posible. Sin duda, el Absoluto-Otro es Dios, quien podría nombrar lo innombrable, sería el fundamento de este humanismo del otro hombre, uno que se encuentre ligado, desde ese vínculo fundante, con el rostro del semejante que sería la otredad inmediata y la compasión como vehículo. En Derrida, el rostro del otro, el semejante, se extiende a los animales.
Derrida habla en las exequias de Lèvinas, en el momento de su muerte, cuando ya no puede responder, pero el propio Lévinas se preguntó muchas veces sobre la muerte. ¿Qué sabemos de la muerte?, pregunta en varias ocasiones a sus alumnos. Para él la muerte es irremediable separación, la no respuesta como fin, que tiene como proximidad o antelación el sufrimiento y el dolor. La muerte es el enfrentamiento con lo absolutamente Otro, el “misterio”, así nos lo hace saber en su texto Dios, la muerte y el tiempo. En Lèvinas, la cuestión de la muerte no se puede desligar del tiempo, pero no se trata del tiempo lineal, cronológico, sino de la relación con un tiempo originario que llama con la expresión duración, que es un devenir en el que cada instante está cargado del pasado y constituido por todo el futuro. El tiempo, visto así, viene del futuro, pero el futuro no es muerte sino que la relación con el futuro se realiza en el “cara a cara” con el otro, con el prójimo, lo que implica la realización misma del tiempo.
El humanismo de Lèvinas tiene el valor de sustentarse en la muerte, la muerte del otro; la muerte es tal porque se trata de la muerte de alguien, lo que no está presente en el que muere sino en el superviviente quien está frente a la muerte como responsable.
Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.
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