Gorilas en Trova

Julio Verne y Domenico Modugno

Julio Verne y Domenico Modugno

Julio 13, 2021 / Por Maritza Flores Hernández

Cada vez que se habla de los vuelos espaciales tripulados, algo de emoción inunda nuestros corazones. Por cierto ¿Usted estaría dispuesto a convertirse en el próximo astronauta?

El famoso compositor italiano Domenico Modugno, en su no menos famosa canción, “Nel blu dipinto di blu”, conocida como, “Volaré”, “Volare”, dada a conocer en 1958, dice:

 

Pienso que un sueño parecido no volverá más

Y me pintaba las manos y la cara de azul

Y de improviso el viento rápido me llevó

Y me hizo volar en el cielo infinito

 

Volaré, oh-oh

Cantaré, oh-oh-oh-oh

Nel blu dipinto di blu

Felice di stare lassù

 

Y volando, volando feliz

Yo me encuentro más alto, más alto que el sol

Y mientras que el mundo se aleja despacio de mí

Una música dulce ha tocado solo para mí …

 

Esta versión (rumbera), a cargo de Gipsy Kings, permiten entender lo que la letra y música de Modugno transmite en una serie de hermosas metáforas: el autor logra traspasar la materialidad de su humanidad para reconocerse como miembro del universo y volar más allá del Sol; ver a la Tierra chica, cada vez más chica, e integrarse al infinito.

Algo parecido alcanzó Richard Branson, quien este domingo 11 de julio de 2021, a bordo de su cohete “Unity”, permaneció cerca de la órbita terrestre, experimentando la ingravidez espacial por casi cuatro minutos.

Aunque el vuelo duró apenas, una hora, abre las puertas para que cualquier persona con excelente estado de salud, acostumbrado a los deportes extremos y con una mentalidad dispuesta a la aventura, disfrute de mirar la curvatura de la Tierra alumbrada por los rayos del Sol en la inmensidad del espacio extraterrestre, o casi, porque Branson no sobrepasó la órbita de nuestro planeta.

El británico Richard Branson es propietario de Virgin Group; su sueño, hacer del turismo espacial una realidad.

Claro que, como siempre, en la literatura encontramos ejemplos de cómo es que hombres visionarios, que no creen en lo imposible, aplicando la ciencia, empujan sus sueños y los de la humanidad.

Por ello acudimos a Jules Gabriel Verne, mejor conocido como Julio Verne, quien en su novela De la Tierra a la Luna, pronostica el primer viaje al espacio exterior, narrando sus preparativos, inconvenientes y angustias, siendo su escenario el estado de Florida.

Érase el Gun-Club, asentado en Baltimore, Estados Unidos de Norteamérica. Reunidos sus miembros, estadounidenses, expertos armamentistas, bajo la presidencia de Impey Barbicane, poco después de concluida la Guerra de Secesión.

Barbicane efectúa una serie de cálculos matemáticos y de alta física; así, llega a la idea teórica de que, lanzando un cañón fundido en forma de proyectil gigante, podría llegar a la Luna cuando ésta pase más cerca de la Tierra:

 

… —Dejadme concluir —repuso tranquilamente—. He examinado la cuestión bajo todos sus aspectos, la he abordado resueltamente, y de mis cálculos indiscutibles resulta que todo proyectil dotado de una velocidad inicial de doce mil yardas (unos once mil metros) por segundo, y dirigido hacia la Luna, llegará necesariamente a ella…

 

Los miembros del club reaccionaron con un fervoroso apoyo. La noticia trascendió a Europa. La respuesta no tardó en llegar. Un francés, compatriota de Verne, llamado Michel Ardan, mediante un telegrama recomendó:

 

… Reemplazad granada esférica por proyectil cilindro cónico. Partiré dentro. Llegaré por vapor Atlanta…

 

Barbicane y el Gun-Club guardaron silencio para después expresar:

 

—¡Imposible!

—¿Es inverosímil!

—¡Pura broma!

—¡Se está burlando de nosotros!

—¡Ridículo!

—¡Absurdo!...

 

Es natural: lanzar una bala o un gran cohete hasta llegar a la Luna, lograr que toque suelo, verificando así las verdaderas capacidades mentales y hasta espirituales de los miembros del club, era algo, por decirlo así, “muy científico”. Mas enviar dentro de ese cohete a un ser humano, rompía con todo. Ni siquiera el gran poeta Homero habría tenido una ocurrencia de esta naturaleza. ¿Alguien imagina a Ulises o al propio Aquiles volando?

Porque la idea de volar, aun cuando añeja, había sido considerada no sólo como cosas de la imaginación, sino sobre todo propia de los seres no humanos. Empero, según Verne, un personaje llamado J.T. Manson, miembro destacado del Club, lo toma en serio y propone aceptar el reto.

Nuevos desafíos se presentan ante ellos, operaciones, mediciones, cómputos más sofisticados. Las implicaciones económicas e incluso políticas fueron consideradas. Después de todo, quien hacía tal propuesta, poniendo en riesgo su propia vida, era un francés, un europeo.

Querido Lector, Julio Verne, en esta novela, recoge lo que la ciencia y la tecnología hasta ese momento aportaban e imprime en los personajes los sentimientos que recorren a un empresario, a sus socios y a sus científicos, antes, durante y después de tamaña proeza.

No es cosa menor, porque en el año de 1865, cuando la novela De la Tierra a la Luna fue publicada, se mantenía un distanciamiento importante entre el Viejo Mundo y América.

Se creía que lo que provenía de Europa era mucho mejor que lo que se hacía en el continente americano. En aquel entonces, hasta los estadounidenses luchaban contra estos prejuicios.

De suerte que Julio Verne, europeo y francés, al explicar cómo los estadounidenses encontraban su propia ciencia y cómo la aplicaban, divulgaba no sólo el conocimiento como algo universal y común a los hombres, sino que tal vez, sin querer, iniciaba lo que hoy se conoce como “ciencia ficción”.

Además, Verne, escritor, dramaturgo, poeta, humanista, experto en lenguas y ciencias, puso la piedra fundamental de este género: todo es posible siempre y cuando los hombres de toda la Tierra, sin importar las nacionalidades ni sus recelos, se unan en un objetivo común y pacífico.

Porque es de hacerse notar: el gran cañón de los estadounidenses devendría en el potente impulsor desde el que sería lanzado el cohete “Columbiad”, así nombrado por Verne en esta novela.

Desde luego, no era fácil para los personajes De la Tierra a la Lun, aceptar que no se trataba de un fraude. Después de todo hay mucha gente que sólo busca fama, publicidad y el dinero ajeno.

No obstante, Michel Ardan arriba, en la embarcación “Atlanta”, a Tampa, ¿Y cómo es él?

 

…Era éste un hombre de cuarenta y dos años, alto, pero algo cargado de espaldas, como esas cariátides que sostienen balcones en sus hombros. Su cabeza enérgica, verdadera cabeza de león, sacudía de cuando en cuando una cabellera roja que parecía realmente una guedeja. Una cara corta, ancha en las sienes, adornada con unos bigotes erizados como los del gato y mechones de pelos amarillentos que salpicaban sus mejillas, ojos redondos de los que partía una mirada miope y como extraviada, completaban aquella fisonomía eminentemente felina. Pero la nariz era de un dibujo atrevido, la boca perfecta, la frente alta, inteligente, y surcada como un campo que no ha estado nunca inculto. Un cuerpo bien desarrollado, descansando sobre unas largas piernas, unos brazos musculosos, que eran poderosas y bien apoyadas palancas, y un continente resuelto, hacían de aquel europeo un hombre sólidamente constituido, que más parecía forjado que fundido, valiéndonos de una de las expresiones del arte metalúrgico…

…Estaba dotado de una naturaleza poderosa, exorbitante, superabundante; era un artista por instinto, ingenioso…En las discusiones se cuidaba muy poco de la lógica; rebelde al silogismo…

 

Sin duda, Ardán es un personaje carismático, osado y valiente, y por su presencia física, es todo un héroe.

Características, sin las cuales, un astronauta, difícilmente sobreviviría a los embates de la prensa y de los cientos de fanáticos.

Barbicane y Ardan se arrojan a la aventura, forjando la identidad de una nueva comunidad, semejante a la que se experimenta cuando se quiere llegar a una meta y se hace lo increíble para conseguirlo, venciendo los obstáculos más asombrosos.

A pesar de que a los científicos actuales y a los divulgadores de ciencia serios les disguste que se mencione a autores fabulosos, por ejemplo, a Julio Verne, como los anticipadores de los progresos científicos y sus efectos en la humanidad, no podemos alejarnos de la literatura, cuanto más, al ver en Richard Branson a un personaje semejante a Michel Ardan, dueño de su propio negocio, promotor de los sueños de muchas personas y que seguramente hará, en el futuro, del viaje espacial algo tan común como transportarse en avión.

Querido lector, ¿le gustaría cantar desde una nave espacial?

 

…Volaré, oh-oh

Cantaré, oh-oh-oh-oh

Nel blu dipinto di blu

Felice di stare lassù…

 

Como siempre, Usted tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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