Gorilas en Trova
Marzo 07, 2023 / Por Maritza Flores Hernández
Portada: Leonora Carrington, La casa de enfrente (detalle), 1947
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Inmediatamente se piensa en la abuela, la madre, las hijas, las amigas, las compañeras de trabajo, las vecinas y en los escritores y poetas. Por cierto, querido lector, ¿conoce Usted a alguna mujer que no sea un enigma?
Es de tal importancia la mujer y su misterio que la Biblia le dedica dos de sus pasajes fundamentales; en uno, por ella el mundo se condena; en el otro, ella es instrumento divino para la salvación de la humanidad.
Además, científicos serios como Sigmund Freud o expertos en teología como san Juan de la Cruz, han destinado extensas investigaciones teóricas y empíricas y estudios introspectivos, filosóficos y poemas, sin que alcancen a dilucidar con exactitud el origen o el porqué de esa escencia conocida únicamente por los dioses.
Nadie ha podido alcanzar jamás la vida íntima de una mujer, considerada como aquello de fondo espiritual y místico que le hacen ser precisamente ella.
Para la mayoría, se trata de un ser contradictorio o caprichoso, en cuyas manos las cosas cotidianas, pequeñas, adquieren la fuerza del portento.
San Juan de la Cruz, en su poema “Noche oscura del alma”, escrito en 1538, afirma:
En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
En este fragmento y a lo largo del todo el poema (que deberá leer por su cuenta, querido lector) hace una clara referencia al alma como un ente femenino. Aparentemente no puede evidenciar de otro modo la sutileza con la que el alma va en busca del amado, Dios. Así, exclusivamente en lo femenino, el poeta es capaz de hablar del acto sobrenatural del gozo, entendido como la iluminación.
¿Será posible pensar en la mujer como ese ser preparado para hacer de su cuerpo, casa, cuna y nutrimento de la especie humana, como el mismo, suficiente para hacer florecer el jardín y el huerto?
¿Será el mismo ser que lee en el rostro del ser amado —padres, hermanos, hijos— sus penas y alegrías, y sus deseos y necesidades?
¿Será por eso que, a pesar de sus contradicciones, una mujer saca adelante a una familia, no obstante la guerra, la hambruna, el desempleo y la violencia?
Quizá por ello la contradicción no es un defecto, sino más bien un acierto del que no se arrepiente nadie.
La poeta mexicana Mikeas Sánchez, en su poema escrito en zoque y traducido al español por ella misma, dice:
Tumä
Yomo’chä
Tese ngotzäjkpatzi äj’nwyt
tumdumäbä’ tzäki tujkubä’jin
ngotzäjkpatzi äj’ natzikutyam äj’ngipsokiu’tyam
Mumurambä kipsokiu’y
wurambäre’ äjne’ankä’ram
Yomo’chä tese’ ngotzäjkpatzi tumdumäbä äj’näbin’dzajy
Juwä’ ijtyaju wäñajubä äj’anuKuis myusokiutyam
tese’ mumurämbä tzam ore’ pänis’nyeram ijtyaju äj’ aknakomo
tese’ mumurämbä kokypsku’y ore’yomo ‘isñyeram ijtyaju äj’ tzujomo’»
Uno
Soy mujer
y celebro cada pliegue de mi cuerpo
cada minúsculo átomo que me forma
y donde navegan mis dudas y mis esperanzas.
Todas las contradicciones son maravillosas
porque me pertenecen.
Soy mujer y celebro cada arteria
donde aprisiono los secretos de mi estirpe
y todas las palabras de los ore’pät* están mi boca
y toda la sabiduría de las ore’yomo** están en mi saliva
* Ore’pät: “hombre”, zoque
** Ore’yomo: “mujer”, zoque
En este poema, publicado en 2013, la poeta oriunda de Chapultenango, Chiapas, admite estar constituida de una serie de contradicciones tanto hacia afuera como hacia adentro de sí misma: en sus átomos y en su carne; en la piel y en el entendimiento; y en la esperanza que, siendo parte de ella, la trasciende.
No niega que en ella convergen porciones de figuras de hombres: la boca, aunque sostiene, la vida es su saliva. Confirma su contradicción natural al juntar palabra y sabiduría; y lo que representa, con lo que corresponde al arcano. Cuántos secretos.
Con todo, es en lo íntimo donde vive el prodigio de su contradicción y es eso lo que la hace mujer.
Las mujeres —por lo menos en este poema— no tienen disposición de abandonar sus contradicciones, sin interesar si ahí radica o no su misterio; en cualquier caso, no lo compartirán con nadie, ni siquiera con los poetas.
Jaime Torres Bodet, nacido y fallecido en la Ciudad de México (1902-1974) en su poema, “En abril se vuelve”, refiere:
Regreso, otra vez y pienso…
—se piensa siempre, al volver—.
Un árbol… un cielo inmenso
y un corazón de mujer.
¿Un corazón o una cara?
—¿Quién pudiera responder? —
¿Un corazón o una cara?
Tal vez, sólo, una mujer…
Como se ve, el poeta entra en su propio pensamiento y lo comunica: desea regresar al hogar.
¿Dónde está el hogar?
Está en el terruño, o sea en “un árbol”, en el “cielo inmenso”, pues se hace amplio, fluido y libre, está lleno de gozo para el autor; está, sobre todo, en el corazón de una mujer.
Ahí es donde anida el afecto inconmensurable, puro, callado, donde es posible el contacto espiritul, emocional y mental, ya que el poeta ha tocado la tierra con el árbol, la libertad con el cielo, lo intangible y recóndito al punto más extremo con el corazón, todo envuelto en su pensamiento.
Mas se hace una pregunta: “¿Un corazón o una cara?”
Es decir, ¿está en su aspecto o en lo oculto?
Eso es un enigma, porque la mujer es misterio, y únicamente ella lo puede desentrañar.
Como siempre, querido lector, Usted tiene la última palabra.
Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.
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