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Omar Ruíz García, músico y director de orquesta, defensor de la identidad mexicana

Omar Ruíz García, músico y director de orquesta, defensor de la identidad mexicana

Septiembre 28, 2021 / Por Maritza Flores Hernández

Omar Ruíz García, músico, concertista de flauta de pico, director de una orquesta, conversa sobre la música y la identidad mexicana a 200 años de la consumación de la Independencia, y de la nueva opción profesional para los jóvenes: ser director de orquesta.

 

—Omar Ruíz García, eres músico y director de orquestas, llama la atención que uses ambos apellidos, eso es poco común.

—Así es. Me gusta usar mis dos apellidos, por esta cuestión de la herencia hispánica que tenemos. Si bien, en el ámbito artístico muchos usan sólo su primer apellido, y los anglosajones, uno; a mí me gusta marcar la diferencia con mis dos apellidos.

Creo mucho en la identidad de las personas, de las comunidades, de los pueblos, por lo que defiendo la identidad, respetando las identidades otras, las de otros pueblos, las de otros países, pero sin adoptar las costumbres de identidades ajenas.

Ahora bien, aquí en México siempre hay y habrá una discusión sobre la hispanidad, y es algo sobre lo que he venido trabajado en la música, pues considero que somos un pueblo mestizo; ya que para bien o para mal no somos europeos ni totalmente de culturas originarias, aunque sí existen afortunadamente todavía, pero la mayoría de la población no puede tener el orgullo de decir “soy maya, soy azteca”; tampoco español, por supuesto.

Sin embargo, este encuentro de las culturas, como se ha denominado, ha generado algo más que nos da una mayor riqueza.

Entonces, creo mucho en esto de la identidad. Claro que entiendo el uso de los nombres artísticos con un único apellido, es muy respetable, pero prefiero usar los dos, porque habla —en principio— de nuestros antecedentes y eso es parte de nuestra identidad.

—Es evidente que para ti la música es muy importante. ¿Cómo ocurrió tu conexión con la música?

—De niño estuve en el grupo de teatro donde conocí la música clásica, gracias a que el director, que era bailarín de ballet retirado, ponía exclusivamente música de ballet.

Además, hacíamos muchas giras. Íbamos todos los grupos de teatro infantiles y también iba una banda de música. Siempre me llamó la atención y como que me quedó esa espinita de la música, yo quería aprender a tocar algo. Después estudié el primer año de música en el Conservatorio de Puebla, y simultáneamente el tercer y último año de bachillerato; sin embargo, la música me gustó tanto que ya sólo quise hacer música y me olvidé de cualquier otro plan.

¿Este evento fue algo mágico?

—Bueno, alguien lo podría ver así. Yo lo veo como una sincronía, pues en algún momento tuve contacto con la música gracias a que mi madre no quería dejarme solo en casa; por eso entré a la clase de teatro, donde el director sólo ponía música de ballet.

Por su puesto que tal vez yo tenía la sensibilidad o ciertas aptitudes para la música, y tal vez por eso es que tengo contacto con ella, pero yo decido desarrollar todo esto.

Realmente, fueron una serie de circunstancias las que me pusieron en contacto con la música; de otra forma, nada de esto se hubiera dado y yo hubiera sido otra cosa, que también pudiera haber estado bien.

Lo importante, me parece que esto ejemplifica muy bien que, seguramente, en la población hay muchos artistas en potencia, desafortunadamente no tienen acceso o ni siquiera contacto con las artes ni cuentan con los medios para descubrirlas.

Claro, alguien será un buen ingeniero o abogado, lo que también es muy respetable y muy necesario para la sociedad.

Muchas veces a los artistas se les tiene en un pedestal. A mí me gusta mucho decir que somos personas ordinarias con una actividad extraordinaria. Yo pienso que somos iguales a todos los demás, como los abogados o los ingenieros, pero con otra sensibilidad; por supuesto, hay mucha gente que no es artista y es más sensible que muchos artistas; por eso, yo me considero una persona común, como cualquier otra.

—Omar, dices que hay una sincronía, ¿con qué?

—Una sincronía con las circunstancias, con todo el universo; gracias a esa sincronía, muchas veces una historia cambia; porque a la mejor llegas a la esquina y en lugar de irte a la derecha te vas a la izquierda y eso cambia todo. Cambia no sólo ese momento, sino todo el curso de tu vida.

Por ejemplo, recientemente mi esposa y yo hicimos un viaje. Teníamos un plan. Le dije vámonos por esta calle, nos encontramos a un vecino —en otra ciudad— con el que nunca habíamos hablado, y ese día platicamos horas. Nos recomendó ir a un lugar. En ese momento todos nuestros planes cambiaron.

Creo que así es la vida: Una serie de circunstancias; por supuesto, también de decisiones.

A fin de cuentas, las circunstancias con las que nos encontramos determinan el curso de la vida de cada quien.

¿En qué medida podemos definir nuestro camino, a pesar de esa sincronía con el universo?

—Claro que podemos. Muchos pensarán en el destino; que algo ya está escrito o está definido. Pero a mí me gusta pensar que tenemos participación al respecto, que son nuestras decisiones las que determinan mucho de lo que ocurre.

Durante nuestras vidas tenemos que tomar decisiones; algunas serán muy sencillas: como o no este churro; pero otras serán trascendentes: me caso o no me caso.

Por supuesto que tenemos una gran participación activa en nuestro camino, en base a las circunstancias y las decisiones que tomamos.

—Sabemos que tienes aptitudes para las matemáticas y para la física, ¿esto te dio facilidad para comprender la música?

—En la música, las matemáticas son importantes. Incluso, hay un chiste entre los músicos: “como no me gustan las matemáticas voy a ser músico o voy a dedicarme a las artes”, y resulta que en la música también hay matemáticas.

Sin embargo, la materia prima de la música son los sonidos y los sonidos son vibraciones; y si bien, todo esto se rige por leyes físicas, lo que podría ser la parte científica y fría de este asunto, la realidad es que uno no tiene que ser, necesariamente, bueno para las matemáticas para poder dedicarse a la música.

Yo creo que para la música lo que se necesita es la sensibilidad y tener las habilidades para desarrollar el canto o el dominio tocando un instrumento.

Esto es, hay que tener cualidades del oído, de entonación, de todas estas cuestiones; aunque que si bien, éstas también se pueden desarrollar, es evidente que la gente con mayor inclinación o con más habilidades naturales alcanzará un mejor nivel o tendrá mayores logros en la música.

Comentaste que tu primer contacto con la música ocurrió cuando eras niño, a través del teatro. Pensando en los niños, sabemos que ahora, debido a la tecnología, tienen posibilidad de crear un repositorio musical personalizado, que varía de manera notoria de un niño a otro; en contraste, las generaciones que les precedieron tuvieron un acompañamiento musical común. ¿Consideras que esto beneficia o impulsa el gusto musical?

—Es interesante.  No lo he reflexionado a profundidad. Pienso que, en la actualidad, ocurre mucho este estigma de la gente que dice “todo tiempo pasado fue mejor”; sin embargo, de alguna manera, eso está ocurriendo.

Ahora hay muchísima variedad de música, de información. Tenemos un exceso de información, básicamente por el internet. Estas nuevas generaciones tienen acceso a esta información, pero ¿hasta dónde toda esta información puede ser útil?

Por ejemplo, desde hace muchos años no tengo televisión; cuando he llegado a un hotel, veo televisión, selecciono los canales donde pasan videos musicales y veo muchos.

Pero todos me parecen iguales. Bueno, incluso, este género cuestionado y controvertido del reguetón es tan igual.

Estos videos se enfocan en lo visual; realmente, carecen de contenido; detrás no hay ningún simbolismo, su único objetivo es impresionar visualmente. Entonces, musicalmente se pierde mucho.

Otro ejemplo, las bandas sonoras de las películas. Me gusta mucho el cine, soy cinéfilo también. Las bandas sonoras —ahora les llaman soundtrack, aunque, en inglés siempre han sido soundtrack, y en español, banda sonora, pero ya adoptamos ese anglicismo— son olvidables.

Antes, uno salía de la película, por ejemplo de “Superman”, y se iba uno con su música en la cabeza. Aún, actualmente, escuchas la música y la reconoces; eso ya no ocurre, ahora, hay mucha música de ambientación.

Esto significa que uno ve una película; la película tiene una banda sonora, sales del cine y ¿cómo era la música? Uno ya la olvidó.

Las bandas sonoras de hoy, son de música efectista. La música efectista es para poner en suspenso al espectador, o para asustarlo o para una escena romántica. Son formulas o clichés que se repiten de diferente manera, pero que no impactan ni tienen contenido, lo que antes sí ocurría.

Aún ahora hay buenas bandas sonoras y excelentes compositores, pero pocos. Antes, la música tenía algo que se quedaba en la mente de cada persona y que muchos podemos reconocer y ahora eso se ha ido perdiendo.

Tal vez por eso las nuevas generaciones se interesan en el rock o en la música de los ochenta y noventa del siglo pasado. No podemos decir que sientan nostalgia por esa música, porque ellos no la vivieron. Pero sí adoptan a grupos como The Beatles, lo que no ocurre con músicas actuales que resultan pasajeras.

Esto está pasando porque la tendencia es tener una cultura desechable, no sólo en la música, sino también en los objetos y muy lamentablemente incluso en las personas.

La gente dice: “esa persona me sirve en este momento; después, ya no me es útil”; eso acontece tanto a nivel personal como a nivel corporativo. Es una triste tendencia: todo se va volviendo desechable. Pero, yo estoy en la resistencia.

Hablando de resistencia, formaste el grupo musical “Los tonos humanos”, de música barroca, donde ejecutas la flauta dulce o de pico.

—“Los tonos humanos” es un proyecto personal, en el que coincidí con mi esposa, Elisa Ávalos. Ella es soprano y también hace otras actividades, igual que yo.

Antes, en 2004, ya teníamos otro grupo que se llama “Concentus Antiqua Musica”. Pero yo buscaba otro concepto; quería algo más compacto en varios sentidos. Lo quería más íntimo y que con una economía de medios pudiéramos interpretar esta música barroca.

Nuestro principal objetivo era conmover. En el pasado, en el barroco, la música tenía como objetivo mover los afectos de la audiencia; conmoverla, no impresionarla.

Si bien hemos hecho música barroca y reportorios europeos, nos especializamos en hacer repertorio novohispano, de los siglos XVI al XVIII, especialmente del siglo XVII.

Somos tres los integrantes de “Los tonos humanos”. Normalmente hemos tenido varios músicos colaborando con nosotros. Actualmente el músico base es Manuel Mejía, toca el laúd y la guitarra barroca; Elisa Ávalos es la soprano; y yo toco la flauta de pico, renacentistas y barrocas; y, según los repertorios, toco el violín o viola, y a veces canto.

—Hablando de la hispanidad, ¿hasta dónde la música novohispana es parte de nuestra identidad?

—Nosotros, los mexicanos, somos casi casi novohispanos. Justo este año celebramos 200 años de la consumación de la Independencia, que es cuando realmente nace México como nación y toda esta identidad.

Nosotros somos una cultura mestiza, somos producto de un mestizaje; claro que el mestizaje se ha dado en muchos lugares del mundo, pero en México de una manera especial. En otros lugares no se dio un mestizaje, sino un aniquilamiento. El mestizaje le da a nuestro país una riqueza cultural muy grande.

Cuando he viajado al extranjero, es curioso lo que ocurre. En Europa hay quien nos ha preguntado, ¿todos son mexicanos? Porque nos ven diferentes: un alto, un chaparro, un güero, un moreno, un pelirrojo, etc. Y eso es algo que ellos no tienen. En otros países tienen un estereotipo de imágenes muy establecido; en cambio, en México, el mestizaje nos ha dado una diversidad muy amplia.

Aun a pesar del territorio que la Nueva España fue perdiendo a lo largo de los años, México conserva un espacio muy grande que, desafortunadamente, no todos conocemos. La mayoría sólo conoce su región.

Ahora bien, la música novohispana tiene algo particular, aunque es poco conocida. Tiene un efecto agradable, la gente disfruta esta música.

Creemos mucho en esta música, presentamos el mismo repertorio en ciudades grandes, como la Ciudad de México; en escenarios digamos importantes como Bellas Artes, o en localidades pequeñas.

La gente es muy sensible, muy receptiva y la recibe muy bien. Yo creo que la gente sí se identifican con esta música, aunque no la conozcan. Identifican la música y las canciones, no obstante que están en español o en náhuatl antiguos y no son como los idiomas de ahora. Las personas sí identifican algunas cosas.

Además, nosotros no tenemos ese afán de “conquistador cultural”; se trata más bien de un intercambio cultural; cada uno tenemos nuestro propio bagaje y eso es suficiente.

Yo pienso que hay una identidad en esta música que no se valora porque a veces, incluso, en el gremio se le menosprecia un poquito porque la comparan con la música de Bach, cúspide del barroco en Europa. Claro que si comparas una pieza de música novohispana con Bach, resulta que esta última es muy compleja y la novohispana, muy sencilla.

Pero precisamente, en esa sencillez está su riqueza, porque está conjugando los saberes y cultura de los pueblos originarios, de los españoles y de la cultura negra.

De la cultura negra apenas comenzamos a tener conciencia. En ciudades como Puebla se ven pocos antecedentes, pero cuando fui a la Costa Chica, en Guerrero y Oaxaca, me quedé sorprendido: era como estar en África. Son personas con rasgos afros, de piel oscura, mexicana, que habla español.

Los colonizadores llegaron a tener tantos esclavos negros, de África, que tuvieron que parar porque ya eran demasiados, los superaban en número. Obviamente son parte del mestizaje.

Bueno, la música novohispana contiene la mezcla de los sonidos musicales de los naturales, de los conquistadores y también de los negros. Esta riqueza musical que no la tienen en Europa. Por supuesto, la música barroca europea llegó a ser muy compleja, muy rica, pero de otra manera.

Me gusta hacer la analogía con las artes visuales, por ejemplo, con la arquitectura. Vemos la Capilla del Rosario o la Iglesia de Tonazintla; es evidente que en ninguna existen los angelitos elaborados por Miguel Ángel en Basílica de San Pedro; no obstante, los ángeles de las capillas e iglesias en México tiene una “ingenuidad”.

Toda esta ingenuidad es una riqueza excepcional, corresponde a una aglomeración de ideas con elementos indígenas y españoles; esa es la riqueza que tenemos; la que viene a ver la gente de Europa.

Lo mismo ocurre con la música. Así como no podemos medir con el mismo racero a las iglesias, tampoco a la música.

Muchas veces, al referirse a la música barroca novohispana, nos han comentado “¿a poco esta música es de México, ¿qué no es el mariachi?”

Por supuesto, el mariachi es parte de nuestra identidad, es un género muy respetado, con el que la mayoría de los mexicanos nos identificamos; sin embargo, no es la única música mexicana. Tenemos sones jarochos, huastecos, de tierra caliente. No podría terminar de enumerar toda la variedad de música tradicional, que es tanta como la variedad de culturas.

Hay que recordar, fuimos elaborando la identidad nacional. Existió la identidad nacional en el traje de charro y en el de China Poblana, pero hay mucho más. Vamos ponderando los bordados de Cuetzalan, de Santa María Tlahuitotepec, los de los amusgos en la Costa Chica.

Volviendo a la música, también el son jarocho se ha ponderado ya en todo el mundo, no así el son huasteco. Incluso, en Puebla no tenemos la noción de la huasteca poblana, aun no nos identificamos con el son huasteco poblano.

—Encima de tu actividad en “Los tonos humanos”, sabemos que continúas en las orquestas.

—Sí. En la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música del Estado de Puebla tengo trabajando ya más de 20 años, durante muchos años he estado como violinista de la orquesta. Y desde hace cuatro o cinco años dirijo la Orquesta. Claro que estar al frente de mis compañeros es un honor y un gusto, pues puedo desarrollar proyectos e ideas, con el apoyo de la institución por supuesto.

Con la pandemia se ha frenado esto. Porque esta Orquesta pertenece al Conservatorio y el Conservatorio pertenece a la Secretaría de Educación Pública. Durante la pandemia, la Secretaría de Educación Pública no tiene autorización para actividades presenciales, así que prácticamente entramos en receso, aunque hicimos algunas colaboraciones con apoyo de la tecnología.

Recientemente, con el controvertido regreso a clases, volvimos en una modalidad reducida; pues quedamos por el momento divididos en tres elencos. Ensayamos tres días a la semana. Obviamente, yo voy a todos. Organicé un ensamble de cuerdas, una orquesta de cuerdas con alientos, y otra de puros alientos.

La Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música del Estado de Puebla es la más longeva de Puebla. En febrero de 2020, cumplimos 60 años. A pesar de la pandemia, alcanzamos a celebrarlo junto con el año de Beethoven.

Por otra parte, soy miembro fundador de la Orquesta Sinfónica del Estado Puebla, que nace en 2002. Soy violinista hasta la fecha.

Es una orquesta profesional, de 80 músicos. Se comporta como las principales orquestas del país. Con la pandemia, nos mandaron a nuestras casas y luego colaboramos en pequeños grupos. En ese momento grabamos desde los lugares en que nos encontrábamos. Después, ya grabamos en el auditorio, siempre en grupos pequeños: cuartetos, quintetos, octetos.

Ya en diciembre de 2020 hicimos selecciones de El Mesías, de Händel. Para ese evento, nos juntamos 40, incluyendo músicos, solistas y coros. Todos usando cubrebocas. Regresó el semáforo en rojo y paramos otra vez.

A principios de este año, el plan era que toda la orquesta iba a trabajar en grupos cortos. Así la orquesta principal dirigida por el director titular David Hernández Bretón; una orquesta de cuerdas dirigida por otra compañera; un ensamble de alientos, por otro compañero; y un ensamble barroco que iba a dirigir yo, pero ya no fue posible.

Entonces, nuevamente comenzamos en grupos chiquitos a grabar. A partir de mayo, la orquesta se dividió en dos orquestas de 40 músicos cada una, según el repertorio. Todo ese tiempo se grababa y transmitía en redes sociales; y a partir de mayo se transmitía por televisión estatal.

Ahora, a partir de agosto, ya trabajamos con más continuidad, pero seguimos en dos bloques; es decir, en orquesta reducida. El próximo año estaremos cumpliendo 20 años.

—Para mucha gente, ser director de orquesta es algo extravagante. ¿Alentarías en los niños o jóvenes una carrera de director de orquesta?

—Sí, por supuesto. Si llega alguien con ese deseo o ese interés, yo le diría que siga adelante. Claro que llegar a ser director de orquesta requiere desarrollar toda la carrera musical, es una especialidad. Actualmente, sí existe como carrera. Yo, como la mayoría, no hice la carrera como director de orquesta, sino que me formé en la práctica, con la experiencia.

En mi caso, llevo más de 20 años tocando en diferentes orquestas y estudié instrumentos de cuerda, aliento, metal. Sé como funcionan esos instrumentos. Además, llevo muchos años dirigiendo grupos de cámara, como “Los tonos humanos” o “Concentus Antiqua Musica”.

Porque, normalmente, en la música barroca o de cámara se dirige desde dentro, tocando; no enfrente, moviendo una batuta.

La figura del director enfrente de la orquesta aparece a finales del siglo XVIII o, como tal, en el siglo XIX. Antes, por supuesto que había directores pero dirigían desde dentro, tocando un instrumento. Esa posición requiere de una técnica de dirección muy distinta a la del director enfrente del grupo.

Por supuesto que, además de mis estudios en el Conservatorio de Música y en la Escuela Nacional de Música, hoy Facultad de Música de la UNAM, he tomado cursos de dirección, diplomados, pero no como carrera. Pero actualmente sí existe como tal y te puedes especializar en eso.

Es necesario dominar todas las ramas de los instrumentos musicales, pero es imposible que toques todos los instrumentos. Ni siquiera sé el nombre de todos ellos, máxime por la riqueza étnica y cultura que hay en el mundo.

No obstante, sí hay quien se especializa en tocar un instrumento. Por ejemplo, alguien estudia diez años para ser violinista concertista, lo que no significa que pueda tocar otros instrumentos o que no pueda tocar otros más.

Hay quien sí decide estudiar otros instrumentos. Es común que varios toquen el piano, es elemental en la formación, es una herramienta muy útil pero no como para dar un concierto. Lo común es especializarse en un instrumento. Así, te especializas en dirección de orquesta.

Ahora, la música requiere de muchos años de estudio, ¿por qué? Porque se llevan muchas materias relacionadas con la música: solfeo, coros, armonía, contrapunto, fuga, matemática, física, puntos orquestales; hay muchas materias como en cualquier otra carrera; claro, materias vinculadas con la música.

En el sistema universitario es posible llevar materias de tronco común, pero en general son materias musicales y cuando alguien estudia dirección, estudia todo eso y se recomienda que toque por lo menos un instrumento, por ejemplo, piano, aunque sea en un nivel muy elemental.

Es necesario que el futuro director de orquesta toque un instrumento de cada una de las familias para saber cómo funcionan, y saber cómo pedir lo que quiere. El director de la orquesta, por ejemplo, en mi caso, puedo pedir o sugerir que articulen o soplen de tal o cual manera, porque yo ya sé cómo funciona el instrumento.

El director tiene que darse a entender y también tiene que saber pedir; porque en música, se usan muchos términos subjetivos, por ejemplo, “más dulce”, pero ¿cómo toco más dulce? Para eso, las cuestiones técnicas ayudan a saber cómo pedirlo.

 

De este modo, mientras Omar Ruíz García — amigable y ruiseño—, eleva su herencia de muchos siglos a la calidad de linaje y con su música barroca novohispana desvela secretos de un director de orquesta; sus palabras se extienden en el tiempo, empujándonos (a Usted también, querido lector) a comprender cómo en la sincronía del mundo, se produce la magia de la identidad mexicana. Como siempre, Usted tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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