Káos

Alma Mahler: la mujer síntoma del hombre

Alma Mahler: la mujer síntoma del hombre

Enero 28, 2025 / Por Antonio Bello Quiroz

“Doy el salto -para aquel, que está sobrecargado del falo, ¿qué es una mujer? Es un síntoma”.

Jacques Lacan (Seminario RSI)

 

En cada época hay mujeres que se muestran como siendo síntoma para los hombres. En una época que se conoció como un “Alegre apocalipsis”, una mujer se hizo novia del viento. La música fue su vía. Su nombre, Alma-Marie Mahler. Mujer inteligente, hermosa, rebelde e independiente, una mujer que atraía el amor y desborde pasional de un puñado de hombres de genio, una mujer que fue su síntoma. Alma es una mujer que, como se dice, fue el “talón de Aquiles” de aquellos están sobrecargados del falo, como dice el psicoanalista francés Jacques Lacan.

Casada varias veces: la primera con el compositor Gustav Mahler, la segunda con el famoso arquitecto Walter Gropius y por tercera ocasión con Franz Werfel. Fue educada dentro de un ambiente musical: desde muy niña empezó a tocar el piano y componer sus primeras partituras, que interpretaba ante los amigos de su madre pertenencientes al movimiento de la Secesión en Viena. Como precursor de este movimiento, en ese ambiente cultural y bohemio, y de efervesencia política y social, se encontraba el pintor Gustav Klimt quien, se dice, le robó su primer beso a la encantadora jocencita Alma. Él tenía 34 años, ella 16. Ese suceso inspiró el famosísimo cuadro de Klimt llamado, justamente, El beso.

El enorme escritor alemán Thomas Mann, premio Nobel de literatura en 1929, autor de obras como La montaña mágica, Muerte en Venecia o Schopenhauer, Nietzsche, Freud, sostuvo un romance con Alma antes de que ella decidiera casarse con el compositor austriaco Gustav Mahler, en 1902. Antes de casarse con el compositor, siendo ella misma compositora, Alma le dijo: “tu música no me gusta, no tiene estructura”. Tuvieron dos hijas: Marie, quien murió a los cinco años, con el profundo dolor de Alma, y Anna, que sería escultora.

Sabemos que en 1910 Gustav Mahler tuvo un análisis completo en una sola sesión de cuatro horas con el inventor del psicoanálisis Sigmund Freud. El compositor tenía 50 años y el psicoanalista 54. El encuentro no fue fácil, como le cuenta Freud a la princesa Marie Bonaparte. El compositor canceló la cita con el psicoanalista en tres ocasiones, hasta que Freud le da un ultimátum. Mahler necesitaba hablar con el psicoanalista por los problemas de inhibición sexual que tenía con su joven esposa, Alma, debido a que el compositor había enfermado de amigdalitis y porque le aquejaba saber que ella mantenía ya relaciones con el famoso arquitecto Walter Gropius.

El músico sufría de obsesiones y ansiedad, además de dolores inexplicables. Ernest Jones, biógrafo de Freud, cuenta que los dos hombres caminaron por Leiden durante cuatro horas. En ese lapso donde Freud escucha a profundidad las desgarraduras anímicas del músico, sus problemas desaparecieron y las cosas en su matrimonio con Alma parecían mejorar. Sin embargo, Gustav Mahler muere al año siguiente.

En la versión de Alma Mahler, el encuentro entre su esposo y el psicoanalista fue debido a que él tenía miedo a perderla y, además, cuenta que Freud le confesó que Gustav Mahler buscaba a su madre en cada mujer que conocía, quien era una mujer pobre, sufriente y angustiada. Alma también narra en su autobiografía que, cuando conoció a su futuro esposo, él seguía siendo virgen, a los 40 años: “era célibe y le tenía miedo a la mujer”. En su descarga, hay que decir que ver a la mujer como una amenaza de la virilidad era un signo común de la época. Freud, por otro lado, también señaló que Alma buscaba a su padre en los hombres, dado que ella perdió a su padre cuando tenía 12 años. Sobre esa pérdida, ella escribió en su autobiografía: “Sentí que había perdido a mi mentor, la estrella que me guiaba”.

Poco antes de casarse con Alma, Gustav le escribe una carta de “amor” con una condición que ella, enigmáticamente, aceptó: Alma debía renunciar a sus ambiciones musicales. En casa de los compositores sólo se podría hablar de la música de él. La única tarea que él le encomienda en la carta es hacerlo feliz. Ella acepta y se vuelve en lo que Jacques Lacan menciona con respecto a Nora, esposa de James Joyce: “una mujer para él”. Ella lo alivia del temor que tiene para con las mujeres. Alma Mahler escribió que estar con Gustav era como estar con una abstracción y no con un ser humano.

Más tarde, Alma vive una fuerte depresión y acude a descansar a un balneario. Ahí conoce al arquitecto Walter Gropius, fundador de la importante escuela llamada Bauhaus. Iniciaron un romance. Sin embargo, Alma regresó con Gustav y el arquitecto quedaría como amante, pero Gropius no aguantó que su amor fuera secreto y, en un gesto de audacia o locura, le escribe una carta a Alma, y también se la manda a Gustav. Después de leerla, el compositor le implora a ella no ser abandonado, incluso está dispuesto a hacerse tratar por el ya famoso psicoanalista Sigmund Freud. Pero hace todavía más: se retracta de la condición que le impuso a Alma sobre su música. Ella escribe en su diario: “Qué duro es ser tan despiadadamente privada de lo más cercano al corazón”.

Gustav Mahler murió en 1911 mientras componía la dolorosísima sinfonía número 10, donde hace referencia al dolor del desamor.

Ante la muerte de su esposo, libre ya de cumplir la promesa hecha, la vida artística y la pasión por la música de Alma Mahler despiertan y se renuevan; también los amores apasionados continuaron.

El también músico vienés Paul Kammer vivió con ella “un amor loco” y, ante la negativa de matrimonio de Alma, amenazó con dispararse justo en la tumba de Gustav. Más tarde, ella conoció al pintor y escritor Oskar Kokoschka, manierista, expresionista, considerado enfant terrible de esa Viena. Si sus anteriores amores eran mayores que ella, aquí eso se invirtió: Alma era siete años mayor que el pintor. Kokoschka llegó pobre a Viena, pasó muchas penurias para hacerse un lugar en el mundo artístico y elitista de la Viena Imperial. Era llamado “el gran salvaje”. Ella lo buscó en su modesto estudio para que le hiciera un retrato, quedaron prendados al conocerse, se realizó lo que el verso de Silvio Rodríguez dice: “cuando dos balas se encuentran en un campo de guerra algo debe ocurrir”. Dos pasiones se desbordan en dos mundos radicalmente distintos: ella en el mundo de los palacios, la elegancia y el glamour; él, un joven artista pobre y marginal. Al día siguiente de conocerse se citan a cenar: ella lo deleita al piano interpretando “La muerte del amor”, el aria final de la tragedia amorosa Tristán e Isolda. Él se embriaga de amor a cada nota. Al día siguiente él le escribe en una carta: “te escribo como un pagano que le reza a su estrella”. Le escribe más de 400 cartas en los dos años que dura la relación. Su cuadro más famoso, La novia del viento, es una alegoría al amor que vivió con ella. En la obra, ella duerme plácidamente sobre su pecho; él, insomne, con las manos tensas. Ambos están entre sábanas de cielo y mar. Él la amó intensamente, la toma como musa. Ella, que ya lo había sido de Mahler, se niega a ocupar de nueva cuenta ese lugar. Alma está fascinada por el amor de él y le escribe: “nunca había probado tanto infierno, tanto paraíso”. Él la pinta, le escribe y la ama apasionadamente.

Estando embarazada del pintor, no soporta más y decide abortar y separarse de él. Él no lo soporta y, en un rapto de locura, construye una muñeca de tamaño real a semejanza de Alma, la lleva por todos lados, cena con ella, la lleva al teatro, hasta que una noche le arranca la cabeza y la tira por la ventana.

Alma regresa con el arquitecto Walter Gropius, con quien se casaría. Tuvieron una hija, Manon, quien falleció por la poliomielitis. Se divorcia de él en 1920. Alma todavía se casará con el novelista Franz Werfer, autor de La canción de Bernardette y amigo de Franz Kafka.

Alma es un síntoma para estos hombres de genio, una mujer que refleja aquello que el psicoanalista francés Jacques Lacan señalaba: “Doy el salto para aquel que está sobrecargado del falo, ¿qué es una mujer? Es un síntoma”.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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