Káos

El collar de la paloma

El collar de la paloma

Mayo 30, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Portada: Manuscrito de El collar de la paloma resguardado en la Biblioteca de la Universidad de Leiden.

 

Pues bien, si estoy en la cierto[...] tu andar titubeante y vacilante, el pálido color de tu cuerpo, tus frecuentes suspiros y sobre todo tus ojos apenados, me indican que padeces de un amor desesperado

Apuleyo, Amor y Psique

 

Nadie puede, y nadie debe, vivir, vivir, sin amor

Fito Páez

 

El amor en occidente es una invención del siglo XI que, sin embargo, tiene su origen en un viejo manuscrito de oriente del año 1022, obra cumbre de la literatura arabigoandaluza, que se conoce como El collar de la paloma (aunque su título primero fue El collar de la tórtola y la sombra de la nube), escrita por el árabe cordobés Abu Muhammad Alí Ibn Hazm. Quizá el rasgo que más destaca de su biografía sea el hecho de que creció en un harem, por lo que sus primeras lecciones de vida y amor provienen de las mujeres. Él mismo decía que estaba impregnado por el espíritu femenino. Otra curiosidad de este libro, un toque especial, es que fue escrito en la prisión donde nuestro autor fue a dar después de sus correrías políticas en el califato de Córdoba.

Una referencia recurrente que podemos encontrar en El collar de la paloma es al mundo helénico, donde el amor es el recuerdo de una unidad superior y primigenia que revive en la memoria del amante al encontrarse con el amado (erastés y eromenós, respectivamente). También, aunque no mencionado de manera directa sino por comentadores árabes, hay una constante referencia al diálogo El Banquete o sobre la erótica de Platón.

Ibn Hazm fue un erudito que realizó estudios y escritos sobre filosofía, historia, jurisprudencia e incluso teología. Aunque sin duda, es mayormente conocido por este tratado amoroso. El collar de la paloma está escrito con bella y aristocrática prosa, sin dejar de intercalar algunas poesías. Escrito no desde la erudición o en términos académicos, sino que más bien desde el sentimiento y el conocimiento que sobre el amor ha acumulado de manera personal o por referencia a vivencias de amigos. Tiene marcado carácter didáctico por lo que no deja de dar consejos a los amantes. Así, hablará sobre los fundamentos o causas del amor, dirá, por ejemplo, que el amor es un accidente, empieza en broma y termina en veras. Se trata, el amor, de una deliciosa dolencia rebelde, un mal apetecible (un claro ejemplo de ese mal apetecible se lee en Apuleyo cuando Psique, por querer saber más, sufre el abandono de Eros).

En este punto, al hablar de la naturaleza del amor, Ibn Hazm, de alguna manera nos recuerda el aristofanesco mito del Andrógino o la media naranja, dado que dice que el amor consiste en la unión entre partes de almas que andan divididas. También, como en El Banquete, y en concordancia con lo que el psicoanalista francés Jacques Lacan ha destacado, Ibn Hazm habla del amor reconociendo la función activa del amante (erastés), quien con su amor atrae, como el hierro al imán, al amado (erómenos). En el amante opera una fuerza imperio, una fuerza a la que uno no se puede rebelar. En quienes aman se produce turbación y en ocasiones fatiga, congoja y manía.

Ibn Hazm se pregunta, desde luego, por lo que causa el amor y descarta que sea solamente la belleza corporal, o la similitud entre los amantes; lo atribuye entonces a algo que radica en la esencia del alma. Nuestro autor distingue entre varios tipos de amor y, refrendando su inspiración griega, coloca al amor a Dios, el amor fusión, Ágape, como el más elevado, pero también hay el amor a la familia, aquel que era conocido por los griegos como stergo y que busca la protección de quien se ama. Además, reconoce alta dosis amor en aquello que en el antiguo mundo griego era conocido como philia, la amistad, que se mueve por la búsqueda del bien para el amigo. Y, sin duda, hablará de lo que los griegos mencionan como Eros, el amor sexual que se mueve por la búsqueda de la posesión del otro por las vías del placer y el deseo.

El collar de la paloma es un antecedente, en muchos puntos lamentablemente, de la forma de amar en occidente, mucho más porque nos refleja un machismo aún vigente. Por ejemplo, sostiene que el hombre es superior a las mujeres. La razón es de lo más insulso, aún en su época: dice que la diferencia entre los sexos está en que la mujer sólo ocupa su pensamiento en lo sexual; los hombres, en cambio, se tendrían que preocupar por lo público, ganar dinero, por la guerra, en cazar etc. Por tanto, las mujeres aparecen a sus ojos como más débiles que los hombres, están sólo preocupadas por lo que es referente a lo sexual (la seducción, la coquetería, el sexo y la reproducción) y se requiere sólo entretenerlas porque si no, como plantas, se marchitan. En cambio, para Ibn Hazm, el hombre, con su postura viril, soporta el sol de medio día, los vientos, los cambios de clima y demás adversidades. En realidad, es un pensamiento sumamente machista, por más poético que sea escrito, aderezado por el canon religioso e, insisto, lamentablemente no podemos decir que, como se trata de un texto del Siglo XI, ya está superado, sabemos bien que eso no es así.

Como un reflejo de lo que encontraremos poco más tarde en el llamado Amor cortés en occidente, en El collar de la paloma hay dos tipos de mujeres: las que aman, o las que aprenden a amar, son las esclavas; las otras, las aristocráticas, se encuentran prácticamente recluidas en los alcázares y “aman” según las reglas palaciegas.

En algunos de sus 30 capítulos, El collar de la paloma se asemeja a ese otro gran libro del amor en occidente que es El arte de amar o Ars amatoria, de Publio Ovidio Nasón, escrito en el Siglo I a.C. Por ejemplo, ambos resultan prodigiosos al mostrar las señales del amor. Si, como el mismo Ibn Hazm piensa, los ojos son la ventana del alma, entonces la principal señal está en la insistencia de la mirada. Otra señal del amor es el silencio embelesado que se apodera del que ama cuando escucha hablar al amado. Lo mismo es señal de amor la prisa que se apodera del amante para acudir a la cita, cierta o probable, con el amado. El que ama, presa de la ansiedad, dejará de hacer lo que sea, recorrer distancias, enfrentar obstáculos y limitaciones, en fin, realizar hazañas con tal de sentarse cerca del amado. Y una última y no menos relevante señal, el amante entra en un estado de desamparo, casi un suplicio, cuando el amado se aleja. El amor deja huella y el amante busca complacido escuchar en cualquier boca hablar del amado, así sea que se pronuncie únicamente su nombre.

Para Ibn Hazm el amor también tiene la virtud de cambiar el carácter de quien lo padece. Los hombres sacan lo mejor de sí o muestran lo peor de sus instintos cuando son presas del amor: los tacaños se vuelven generosos, los huraños se dulcifican, los maleducados se moderan, los sucios se asean, los santos se tornan disolutos, pero también, cuando su amor se ve desalentado, los cuerdos enloquecen, los pacíficos se violentan, los que aman odian.

Cuando hay entendimiento amoroso, como ocurre con las aves y otros animales, los amantes se aíslan, buscan los espacios alejados de las miradas y, animados, se entregan a los mimos, sucumben a la tendencia de estarse acurrucando uno en el otro, se toman de las manos, se empalagan con la mirada, comparten la bebida o la comida como si con ello algo del amado quedara. Aunque la búsqueda de cercanía también incrementa las tensiones y fácil que los amantes caigan en enfados y reproches, llantos y dolores, aunque también en prontas y apasionadas reconciliaciones.

El que ama, el que padece ese dulce dolor, ese “mal apetecible”, ante la ausencia del amado, o la no correspondencia, al ser tratado con desconsideración, se sume en la soledad, se vuelve insomne, se muestra extenuado y de un andar cansino, tambaleante, abatido, quizá a semejanza del melancólico, entra en un estado de sopor y languidez.

El collar de la paloma destaca dos formas en que surge el amor: la primera, y de la que desconfía mucho, ocurre ante la primera mirada, el flechazo, atracción (el amor que parte como un rayo), generalmente, dice, no dura dado que la flama que pronto arde pronto se extingue. Por otro lado, la segunda forma es el amor que ocurre con el trato y el tiempo, es un amor que dura dado que lo que se consigue con dificultad no se olvida fácilmente. En este punto parece que las cosas del amor, ahora comandadas por la inmediatez, han cambiado mucho. Y seguiremos hablando del amor ya que nadie puede, y nadie debe, vivir sin amor.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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