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El cuerpo: un enigma

El cuerpo: un enigma

Septiembre 14, 2021 / Por Antonio Bello Quiroz

Portada: “Claroscuro latinoamericano”, lápiz sobre papel de Claudia del Río (2020). Tomado de https://www.ambito.com/espectaculos/arte/terapia-argentino-que-dicto-el-divan-n5179094

 

Nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede un cuerpo

Baruch Spinoza

 

El cuerpo es un enigma. Es un significante habitado por un haz de significación. Casi todo pasa por la “fábrica del cuerpo”. El cuerpo es una más de las enigmáticas figuras del gran Otro. El cuerpo nos lleva al linde con lo siniestro: nos resulta al mismo tiempo lo más propio y lo más desconocido de cada cual. El cuerpo es nuestra mayor alteridad.

Es una insoportable y angustiante paradoja saber que es imposible tener una mirada de nuestro cuerpo completo. La expresión misma de “cuerpo completo” se sostiene en una unidad ilusoria. Siempre parcial, el cuerpo es fuente inevitable de sufrimiento. No importa cómo se viva, si se tiene un cuerpo se sufrirá por ello, sentencia Freud en su monumental obra El Malestar en la cultura. “Nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede un cuerpo”, decía Baruch Spinoza en el escorial de su Ética. En el umbral de la Edad Media, el papa Gregorio Magno considera al cuerpo como la “abominable vestimenta del alma”. Para el antropólogo Marcel Mauss el cuerpo es “el primero y más natural instrumento del hombre”.

Censurado, reprimido, ocultado, denigrado, silenciado, pero al mismo tiempo exaltado, alabado, divinizado, el cuerpo es territorio siempre abierto a la contradicción. La gula y la lujuria, por ejemplo, son pecados que están ligados al cuerpo. El pecado original mismo, marcado por la desobediencia, es un auténtico desafío del hombre hacia Dios, es un pecado sexual, un pecado que pasa y pesa sobre el cuerpo. Los primeros castigos recaen sobre el cuerpo, a Adán y a Eva se les impone el trabajo y el dolor, el sudor y el sufrimiento del cuerpo. Además, con la desobediencia que les lleva a salir del paraíso, la desnudez del cuerpo se vuelve oprobiosa y debe ser cubierta.

El cuerpo es y ha sido objeto de devoción, cierto, pero también ha sido sometido a humillaciones inenarrables y a penitencias inimaginables. En diversos momentos de la historia, en el antiguo y en el nuevo régimen, la culpa se ha buscado expiar mediante el sufrimiento del cuerpo. Lo mismo en oriente como en occidente. Esto es llevado al extremo de la mortificación, por ejemplo, en el asceta que fue Francisco de Asís, recompensado con los estigmas que lo identifican con el dios sufriente en su carne. El cuerpo en el cristianismo ha ocupado ese doble rasero: exaltado y rechazado, venerado y humillado. El señalamiento y persecución de las “brujas” desde la Edad Media ha tenido al cuerpo y sus usos como centro de la cacería, se ha realizado esencialmente a partir de acusaciones de crímenes contra la sexualidad, la realización de abortos y la contracepción. Jules Michelet llama a las brujas “realidad caliente y fecunda” y las ubica como auténticas practicantes sabias de la naturaleza, la medicina y el cuerpo. Entonces, ¿cuál es el crimen? El Estado-religión tenía fuerte interés en el incremento de la mano de obra, (la barata, la plebeya), por lo que las mujeres que practicaban aborto o no concebían iban contra esta disposición e interés del Estado: ese era su delito. Esto son los inicios de la nueva feminidad, la propia del capitalismo. Se ejercería así un control del cuerpo de las mujeres por mandatos del mercado, lo que perdura en su dimensión “salvaje” hasta nuestros días.

Pese a la trascendencia de la persecución con carácter y trasfondo económico y de control social, la persecución mayor de estas mujeres fue por el uso sexual de su cuerpo. La sexualidad femenina, cuando no es reproductiva, se ve como un peligro.

Michel Foucault va a interrogar la función del cuerpo y sus relaciones como parte fundamental de la “microfísica del poder”. De esta manera realiza tres aportaciones insoslayables para entender la enigmática relación del cuerpo y las prácticas de biopolítica: Historia de la locura en la época clásica; El nacimiento de la clínica y su Historia de la sexualidad, para terminar con la joya del estudio de los métodos de disciplina y control del cuerpo que es Vigilar y Castigar. En estas obras Foucault nos revela paulatinamente las formas en que las relaciones de poder operan sobre el cuerpo, “lo cercan, lo marcan, lo enderezan, lo torturan, lo obligan a trabajos, a ceremonias, exigen de él signos”. Los mecanismos de control del cuerpo, enseña el filósofo, pasan de castigar a vigilar. La función más elevada del poder ya no es la de matar sino la de investir la vida en su totalidad. Se abren las puertas a la sociedad de control que hoy vivimos y padecemos a partir de dominar el “saber del cuerpo”, sus costumbres, sus hábitos, sus gustos, etc. Ahora acudimos a una “captura” permanente de la vida privada (qué se hace con el cuerpo) a partir de las redes sociales que monitorean constantemente a los usuarios con la finalidad de ofrecerles mercancías personalizadas.

Si algo enseña el psicoanálisis es que no se nace con un cuerpo. Nadie nace con la noción de su cuerpo elaborada. Al nacer no se sabe si se es hombre o mujer, que son nuestros el pie, la mano, el cuerpo que se ve, etc. ¿Cómo entonces se llega a habitar la carne propia? Es una pregunta que no acepta respuestas fáciles. Se tendría que señalar en principio que no hay nada que garantice que un cachorro humano, dejado al nacer a su suerte, pueda desarrollar evolutivamente ningún carácter o condicionamiento humano. A diferencia de prácticamente todos los animales cuya carga genética y su instinto de sobrevivencia les darán las características de comportamiento y acciones de conservación propias de su  especie. En los animales opera un prodigioso saber que no ha pasado por el aprendizaje. El instinto le hace vivir. Lo humano, organizado desde el significante, va más allá del instinto y de la herencia genética y lo hace un laberinto de deseo.

En el cuerpo humano, entonces, nada es “natural”, es por la vía de la pulsión (la sexualidad y la muerte inducidas y reguladas por el lenguaje) que se va a organizar la forma en que los seres humanos buscarán satisfacer sus necesidades. Mismas que, al estar pasadas por el lenguaje, se transforman a partir de la demanda del Otro que deviene siempre imposible quedando un resto que constituye el deseo.

Podemos decir entonces que no se nace con un cuerpo, nos hacemos de un cuerpo. Y este hecho no puede ser sino mediante la intervención de Otro cuerpo. Pero no cualquier cuerpo, no, se trata de un cuerpo que habla. El cuerpo, la imagen del cuerpo, se organiza a partir de la pre-existencia del Otro como lugar de la palabra. Es a partir del Otro que se nos constituye un cuerpo, un cuerpo que va más allá de lo biológico, un cuerpo hecho de palabras. Si no nacemos con un cuerpo, entonces hay que apropiarse del “propio” cuerpo: la vida entera es eso. Se trata de un proceso que no se hace una vez y para siempre sino uno que tenemos que repetir cotidianamente. Si hay repetición es porque hay una falla en el cuerpo, un enigma, un costado desconocido del que, sin embargo, cada cual habrá de dar cuenta.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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