Káos

La depresión: el saco de todos los males

La depresión: el saco de todos los males

Mayo 17, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

Foto portada: Autorretrato de Federico García Lorca en Nueva York

 

Todo estado neurótico de depresión, así como estado de ansiedad, con el que está estrechamente relacionado, contiene una tendencia a negar la vida.

Karl Abraham

 

La pandemia de Covid 19 ha dejado una enorme secuela de padecimientos asociados, tanto físicos como mentales o neuropsicológicos. Si ya el Siglo XXI había sido declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el siglo de las llamadas enfermedades mentales, la pandemia que vivimos vino a acelerar el proceso.

En la clínica que se realiza desde las disciplinas “Psic” (Psiquiatría, Psicología, Psicoanálisis) no es infrecuente encontrar los signos y síntomas de ansiedad, estrés, temores generalizados, angustia y depresión. Los médicos se quitan de encima a los pacientes que no entran en sus tablas clasificatorias diciendo que lo que padecen es depresión o estrés, o bien “algo psicológico”, un mal del alma.

Si tomamos a la depresión como paradigma de estos padecimientos inespecíficos, vemos que se ha convertido en el moderno saco de todos los males, por tanto, como objeto de consumo, se hacen coloquios, jornadas académicas, seminarios que abordan sus síntomas, sus pronósticos y sus tratamientos. Se hacen “investigaciones” que llevarían a incrementar la farmacología que busca aminorar o desaparecer la depresión. Se multiplican los libros y grupos de autoayuda al respecto a la depresión, hasta conformar una época conocida, por lo menos en Europa, como la de “información sobre la depresión”. Es la enfermedad del siglo, junto al estrés, según la OMS.

El psicoanálisis se ha hecho a un lado de esta tendencia globalizada a la estigmatización, se propone ajeno a las prácticas del catálogo, de test, con fines de etiquetación, reconoce en principio que se trabaja con un sujeto y no con una etiqueta. El discurso y disciplina inventada por Freud le apuesta más a la singularidad del sujeto que al diagnóstico y pronóstico de un padecimiento. Lo cual no implica, en absoluto, que desde el psicoanálisis no se piense y no se escuche la incidencia del fenómeno depresivo. Así lo hace, por ejemplo, el psicoanalista francés Jacques Lacan, que señala que, en el núcleo de la depresión, como ocurre con otros tantos síntomas, se encuentra la actualización de una pregunta: ¿Qué quiere el Otro de mí? La depresión es una respuesta a esta cuestión incesante.

Muchos son los signos que se destacan en los estudios sobre la depresión, sin embargo, hay uno que nos parece relevante: el silencio. Parece que ante la imposibilidad de formular una respuesta a la pregunta ¿Qué quiere el otro de mí? el sujeto se sume en el silencio. El silencio es la respuesta.

La civilización actual, que suele aplastar al sujeto con su mandato insensato de goce a costa de lo que sea, le hace depender de objetos que le reducen al silencio. Le ofrece al sujeto objetos satisfactorios en abundancia, lo que impide que pueda hacerse cargo de su deseo y reconocerse en una posición subjetiva. Una sociedad de consumo que ofrece todo propicia que la falta falte, lo que lleva a la angustia y al silencio propio de la depresión.

Federico García Lorca, poeta y dramaturgo andaluz nacido el 5 de junio de 1898, y quien fue parte fundamental de la llamada generación del 27, realiza en 1929 un viaje a Nueva York. Califica ese viaje como “una de las experiencias más útiles de mi vida”. De ese viaje escribe el libro Poeta en Nueva York que, sin embargo, se publica cuatro años después de su muerte, en 1936, cuando es fusilado. En ese libro encontramos el poema La aurora.

 

La aurora de Nueva York tiene

Cuatro columnas de cieno

Y un huracán de negras palomas

Que chapotean en las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime

Por las inmensas escaleras

Buscando entre las aristas

Nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca

Porque allí no hay mañana ni esperanza posible.

A veces las monedas en enjambres furiosos

Taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos

Que no habrá paraísos ni amores deshojados;

Saben que van al cieno de números y leyes,

A los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos

En impúdico reto de ciencia sin raíces.

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

Como recién salidas de un naufragio de sangre.

 

Durante el desarrollo del poema (hay que señalar que fue escrito en los años de “la gran depresión”, 1929, y un año antes del extraordinario análisis de Freud El malestar en la civilización), el poeta andaluz anticipa los rumores de la civilización. Muestra el contraste entre la aurora, figura del nuevo día, de la esperanza, con lo oscuro de la modernidad cristalizada en la gran urbe, con la soledad de los que van al cieno de números y leyes. Una sociedad que empuja cada vez más a no pensar y nos deja como “gentes que vacilan insomnes”. Lorca anticipa lo que ya vivimos: somos personas “recién salidas de un naufragio de sangre”.

Podemos ver sociedades contaminadas de depresión donde el lenguaje, la palabra, que es lo que hace humanos a los humanos, es acallado, silenciado por los efectos de los fármacos o porque todo se nos ofrece ya establecido, digerido en esa “captura por la técnica”, como señala Heidegger. Se le arrebata la palabra al sujeto, silenciándolo en una etiqueta, negándole la posibilidad de hablar de lo que le pasa y así construir una respuesta a la incesante pregunta: ¿Qué me quiere el Otro?, impidiéndole asumir la causa de su deseo y así hacer valer la falta que le constituye.

El psicoanálisis es una propuesta inédita que va en contracorriente de las tendencias de la modernidad al posibilitar dar la palabra al sujeto (a las mujeres primero) y así abrir las posibilidades creadoras a partir de escuchar, sin coartadas, el sufrimiento del hablante ser.

Aunque los psicoanalistas no nos podemos quedar con el falso narcisismo de ser los únicos que planteamos esa posibilidad de hacer de la palabra el instrumento de creación, también están, y Freud los reconoce en primer lugar, los poetas. El arte, en esencia transgresivo, también se mueve, o tendría que moverse, en contrasentido a las tendencias aniquilantes de la subjetividad que se promueven desde la modernidad.

Se trata, a final de cuentas, de que ante la depresión el sujeto pueda asomarse a la aurora, al inicio de lo nuevo, a la llegada de lo inédito.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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