Káos

La mujer no-toda

La mujer no-toda

Marzo 07, 2023 / Por Antonio Bello Quiroz

Portada: Remedios Varo, Tailleur pour dames, 1957.

 

El goce de la mujer se apoya en un suplir ese no-toda

Jacques Lacan

 

Si algo caracteriza a Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis, es su honestidad intelectual. Es en ese marco ético que podemos leer la confesión que, como nos cuenta uno de sus biográfos, Ernest Jones, Freud le hace a la princesa Marie Bonaparte: “La gran pregunta que nunca ha obtenido respuesta y que hasta ahora no he sido capaz de contestar, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es ésta: ‘¿Qué es lo que desea la mujer?’.” Sobre ello, sobre el deseo de una mujer, a lo largo de la historia, no se ha tenido una respuesta definitiva, hay una especie de resignación a nunca estar seguro de ello. Quizás ahí se ancla la oscilación entre el culto y el odio a la mujer. El psicoanálisis, desde Freud hasta nuestros días, se mantiene como condición sin la posibilidad de dar una respuesta a lo real que introduce la mujer en la cultura. Reconoce, en lo famenino a un discurso que no hace sentido, un caballo de Troya en nuestra sociedad. Lo femenino, aunque anterior al sistema patriarcal, en nuestras sociedades se revela como un real inefable.

Se podría pensar que, con el avance de la ciencia y la tecnología, la pregunta de Freud sobre qué quiere una mujer hubiese tenido respuesta, sin embargo, el enigma resiste, la respuesta es inasimilable. No interroga el saber, interroga la posibilidad de un saber sin cuestión. Se trata de una duda que no deja de taladrar el intelecto del maestro vienés, quien ya avanzada su obra, en 1932, escribe la 33ª. Conferencia, titulada La feminidad. Se suma así a su propia afirmación “El enigma de la femineidad ha puesto cavilosos a los hombres de todos los tiempos”. No se trata de una pregunta sobre el saber sino sobre el deseo.

Desde diversos saberes se ha puesto en cuestión la posible mirada patriarcal y burguesa en el tratamiento que Freud concede a la cuestión de lo femenino. Se destaca, por ejemplo, que el Dr. vienés reproduce los discursos imperantes sobre la familia burguesa y sus ideales patriarcales y, desde ahí, el papel de la mujer.

Más allá de eso, Freud no deja ver que hay algo en las mujeres, en lo femenino, que le dota de un aura enigmática que la hace inabarcable, indecible. Sin embargo, desde el psicoanálisis, con Freud y con Lacan, se ha perfilado una noción con respecto a lo femenino y la figura del no-todo para dar cuenta de esa condición inasible que está atravesada por el ambiguo y profundo concepto de la castración. La castración es, justamente, la construcción conceptual por el cual se busca decir la falta y, por ello mismo, por quererla hacer pasar por la palabra, por el significante, se muestra que la falta no puede decirse como tal.

El abordaje de la feminidad que hace Freud, fundamentalmente después de los años treinta, a partir de la castración y la controvertida propuesta de la envidia del pene, podemos ubicarla a través de una vía que bien puede llamarse Lo innombrable en dos dimensiones vinculadas a lo real y el mutismo, por un lado lo sexual, donde no se le concede valor a lo real del cuerpo femenino y, en una dimensión también real, lo innombrable ligado a la muerte al mutismo que se impone a las mujeres. Sergé André, en un ilustrador libro titulado justamente ¿Qué quiere una mujer? nos recuerda que el psicoanalista francés Jacques Lacan, en el seminario XX planteará que, dice André: “la feminidad no puede ser correctamente aprehendida sino a partir de la emergencia de lo real que hace que una mujer, sin dejar de estar atrapada en el complejo de castración, está no-toda fijada, y que de alguna manera tiene un pie dentro y un pie fuera, puesto que una parte de ella no responde a la función del falo”.

El universo femenino, en Freud y en todo sujeto, se traduce en tres escenarios: la madre, la mujer y la muerte. Mucho se ha criticado que para Freud la feminidad esté ligada con la maternidad, hace de la madre el ideal de la mujer. Lacan será quien haga valer, por la vía de las satisfacciones y el deseo, la distinción entre la madre y la mujer respectivamente.

La mujer es quien constituye una verdad hermética para todo discurso. Ante el real que representa la mujer para la cultura no ha existido otra respuesta que la marginación, el mutismo, acallar su palabra, la singularidad de su palabra. Quizá una de las formas más radicales de esta acción de silenciamiento es no escuchar su singularidad, la singularidad de su deseo. Así se alimenta la misoginia y el feminicidio.

El odio a las mujeres es ancestral. La historia de la humanidad bien puede trazarse a partir del lugar (o no-lugar) que las mujeres han tenido en las diversas épocas. En la historia de la sexualidad una constante se revela: nunca se ha sabido qué hacer con el horror que la condición femenina genera y que hoy, como en otros tiempos, se expresa en los feminicidios.

Hesíodo, en su Teogonía, narra el mítico y ejemplar castigo que Zeus impone a los hombres a partir de que Prometeo les entregó el brillo del fuego: “y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres”, manda a hacer a una mujer modelada de la tierra, con apariencia de doncella, de ojos glaucos y vestida con un adornado velo: “[…] y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de las féminas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad”.

Muchos son los referentes del temor y odio que las mujeres han generado a los hombres (y a las mismas mujeres) de todos los tiempos. Encontramos en el libro Una breve historia de la misoginia, de Anna Caballé, que un filósofo francés llamado André Glucksmann decía que el odio más largo de la historia, más planetario incluso que el odio a los judíos, es el odio a las mujeres. Contrario a lo que se piensa, la misoginia no es un asunto de falta de educación o escasa cultura. Por ejemplo, Alfonso X, llamado el sabio, escribía de las mujeres: “confundimiento del hombre, bestia que nunca se harta, peligro que no guarda medida”. Tampoco es cuestión de género, lo mismo se da en hombres que en mujeres, como un ejemplo podemos leer que la escritora española Almudena Grandes escribe: “entre las escritoras de mi edad hay muchas que son unas petardas, que van llorando por ahí, convertidas en unas pobres chicas tiernas a las que los críticos quieren tocar el culo y se sienten acosadas sexualmente, y reclaman apoyo por ser chicas”.

Dicho lo anterior, señalemos con contundencia que muy pocas cosas han cambiado en la historia de la humanidad con respecto a las mujeres. Sin embargo, lo que sí ha variado, hasta casi pasar desapercibido, son las formas de la desmetida que el varón hace de la diferencia sexual. Hoy procede identificándose con ellas para ocultar su desprecio a lo femenino. Se identifica con ellas para no escucharlas una a una.

Lejos estaría de decir que el psicoanálisis tiene la respuesta para la misoginia, sin embargo, sí es posible decir que se constituye como un discurso y un espacio clínico, quizá el único en las sociedades occidentales, donde se escucha lo excluido, donde se escucha a las mujeres en su singularidad, es decir, en lo propio de su deseo inconsciente. La apuesta del psicoanálisis es, justamente, no ceder ante el horror a la castración que se encuentra en el origen del desprecio a las mujeres. El psicoanálisis al escuchar la singularidad del sufrimiento del sujeto le abre una perspectiva diversa a la pulsión de muerte, una que posibilita, sin negarla, ir más allá de la tendencia destructiva.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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