Káos

MOEBIUS: el dolor como vía de satisfacción

MOEBIUS: el dolor como vía de satisfacción

Enero 25, 2022 / Por Antonio Bello Quiroz

Solo el amor permite al goce condescender al deseo.

(Jacques Lacan Seminario X, La angustia)

 

Sabemos que el cine es contemporáneo del psicoanálisis. Son dos discursos hijos de la modernidad. El cine es constante experimentación, no deja de nutrirse con los avances tecnológicos, siempre para ir más allá. El psicoanálisis, por su parte, no deja de mostrar las fallas y señuelos de la ciencia.

En tanto que discursos contemporáneos, no son pocas las coincidencias: ambos, cine y psicoanálisis, son discursos que se nutren y desarrollan en el campo de la ficción, la imagen y el tiempo que les resultan consustanciales. También, lógicamente, hay diferencias. El cine es una composición, hace un montaje, mientras que el psicoanálisis hace un desmontaje. Ambos procedimientos son de la representación, es decir, operan a partir de una historia que resulta siempre inaprensible.

Desde su emergencia, ambos discursos han abordado fenómenos y conceptos que inquietan a cada época.

Tal es el caso del incesto, tema icónico del psicoanálisis y que es tratado en la última película del hace poco fallecido director surcoreano Kim Ki-duk, Moebius, realizada en el 2013. Película polémica que fue restringida en Corea del Sur, obligando a su director a editar la versión final, quitando algunas escenas para que pudiera ser distribuida de manera comercial en ese país.

Esta cinta está precedida por Pieta (Piedad, 2012), ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia. Esta referencia es necesaria aquí porque, de alguna manera, en Pieta el realizador también aborda el tema del incesto. No es de extrañar que la censura haya caído sobre el film de Kim Ki-duk sabiendo que el incesto ha sido desde siempre un tema Tabú. El incesto y su prohibición, tal y como encontramos documentado en el trabajo de Lévi-Strauss, son temas a los cuales la antropología prestó una atención especial desde sus inicios, haciéndole incluso piedra fundante de la cultura.

Un punto esencial del film Moebius es que se trata de una película donde las palabras no son nunca pronunciadas, eso no significa que no haya palabras, sólo que son, por decirlo de alguna manera, palabras silentes.

Moebius, de Kim Ki-duk, nos lleva de entrada a la tragedia del triángulo edípico: en la primera escena vemos una pelea de celos entre marido y mujer, ante la mirada atónita de un hijo adolescente. Tras la pelea, él sale de la casa para encontrarse con su amante, una tendera del barrio. Cuando regresa, la esposa lo descubre en un coche con su amante. Su hijo también lo ha visto. La esposa regresa en la noche a la casa visiblemente alterada; armada con un cuchillo, entra a la habitación donde duerme su marido con la intención de vengarse amputándole el pene. Él consigue reaccionar y detenerla, empujándola fuera de la habitación.

La mujer, al ver frustradas sus intenciones, entra a la habitación de su hijo, a quien ha visto antes masturbándose, y es con él con quien puede efectuar la castración y meterse el trozo de pene sangrante a la boca.

Este es el núcleo de la película. Van nueve minutos, ninguna palabra y sólo este acto loco.

La película, en este punto, se vuelve efectivamente una banda de moebius:[i] todo pertenece al mismo orden, se hacen presentes los temas que son caros a la filmografía de Kim Ki-duk, la piedad —como ya decíamos—, la crueldad, los sentimientos de culpa, el odio, la vida y la muerte, afectos de alguna manera ligados. Por ejemplo, el cuchillo con el que se cometió la emasculación se encuentra guardado bajo la pacífica cabeza de un Buda.

El padre, presa de la culpa, piensa en darse un balazo en el pene (¿otra forma de suicidio?). No lo hace, a cambio decide practicarse un implante para donarle a su hijo su propio pene, haciendo así, en lo real, la transmisión que tendría que tener lugar en lo simbólico.

La operación se realiza, pero no puede tener una erección (el psicoanálisis diría que se trasplanta el pene pero no el falo). La ausencia de un órgano peneano funcional hace al chico, y al propio padre, objeto de las más profundas humillaciones. El deseo y la imposibilidad se encuentran en el mismo circuito.

Se trata, hasta aquí, de una película con diversos centros argumentativos, sin embargo, todos en el mismo orden, en la misma banda de Moebius: la sexualidad como eje de la regulación subjetiva y social.

El hijo encara a la tendera, autora inmaterial de su desgracia, sólo para encontrarse ante la incertidumbre de sus afectos: el odio y el deseo por ella se le presentan mezclados, inseparables. Sus compañeros de escuela se hacen presentes pero no como compañeros sino como sus más crueles jueces. Por el contrario, pero en la misma banda, un grupo de vándalos se hacen sus amigos después de haber violado a la tendera, por lo que irán a la cárcel.

El padre, como respuesta ante las ideas suicidas del hijo en la cárcel, se enfrasca en una frenética búsqueda de información sobre trasplantes y su efectividad en el funcionamiento sexual.

A partir de esta búsqueda la cinta da un giro, siempre en la misma banda de Moebius, cuando el padre se entera que ante la imposibilidad de obtener satisfacción sexual mediante el órgano peneano era posible alcanzar un orgasmo por otra vía: el dolor.

Mediante la frotación de la piel con una piedra hasta sangrarse el padre busca alcanzar esa otra vía para el goce sexual. Paulatinamente, el cuerpo erótico se muestra. El cuerpo se expande, sale de sus goznes “naturales” para revelarse erótico en las más inverosímiles zonas, los pies, las manos, las piernas. El placer y dolor se muestran sin divisiones, ahí se revelan los litorales del goce. Se muestra Más allá del placer no hay más placer, hay dolor.

El chico recibe la información de su padre y en prisión explora esta vía, a través del dolor, para el goce sexual. Esto le marca el camino. El padre transmite así una vía para el goce, la vulgar piedra alcanza estatuto fálico, sostén de la identificación al padre. En este momento, propongo, se justifica plenamente la ausencia de palabras en la película, en tanto que lo que se transmite es del orden de lo indecible.

Ya fuera de prisión, el chico busca a la tendera quien lo espera con un cuchillo, él se postra ante ella hincado y ella le encaja la daga en la espalda y, contrario al dolor que se espera, él experimenta un placer desbordado ante la mirada de los senos que ella le muestra al tiempo que mueve el chuchillo clavado en la espalda: la piedra es sustituida por la daga, en ese instante, entre ambos se susurran un pacto ¿de amor?

La película es construida como una historia consistente, sin embargo, hay que notar que en medio de la tragedia, el director introduce una vena cómica, en muy sutiles dosis, quizá para atenuar en algo lo espeso de la narrativa, incluso dando licencia a lo inverosímil. Como ocurre cuando el chico y la tendera deciden cobrar venganza y castrar al violador principal al salir de la cárcel. Después de cercenarle el pene, el chico lo toma y sale corriendo de la tienda con el maleante persiguiéndole hasta rodar por el suelo en una cómica disputa por el preciado órgano.

La silente narración está marcada por los impulsos pasionales y las búsquedas sexuales de sus personajes, en ninguna secuencia está ausente algún aspecto referente a lo sexual que se vuelve así el punto de torsión de la banda de Moebius.

Aunque encontró otra vía de satisfacción, el chico no consigue una erección sino hasta que una noche aparece su madre, se recuesta junto a él y lo toca. No deja de sorprender, ante esta secuencia, que Kim Ki-duk utiliza a la misma actriz en los papeles de la madre y de la tendera; en cierto sentido, y como enseña Freud, en la película la mujer, la tendera, es subrogada de la madre.

Las secuencias siguientes son intensas. Los personajes muestran toda su pasión: una madre que busca “hacer sentir” al hijo con su nuevo pene, un padre que se siente ahora despreciado por su esposa y busca en un arrebato recuperar lo que ha donado; la tendera que se ve llevada a dar placer con la daga al maleante que antes la ha violado y con el que ahora constituyen una especie de cofradía del goce. El sadismo y masoquismo se hacen presentes basculando con intensidad en todo momento.

Kim Ki-duk, en Moebius, se despoja por completo de la palabra para dar cabida plena al goce, que por definición es mudo; sin embargo, al faltar los diálogos (incluso en donde parecen imprescindibles), se resalta el uso del sonido. Así, se trata de una película sin palabras pero que no deja de hacerse escuchar.

Es notable la fuerza interpretativa de los actores, aunque sin duda el peso de la actuación recae en un actor novel, el joven Seo Young-ju quien hace hablar a la mirada. También vemos a Jo Jae-hyeon con una interpretación convincente al encarnar el sentimiento de culpa por la tragedia de su hijo, y desde luego, la actriz Lee Eun-Woo quien interpreta a la madre y a la voluptuosa tendera de una manera tan sorprendente que es difícil percatarse que se trata de la misma actriz.

En esta película, como ya ocurría en su anterior Pietas (Piedad), Kim Ki-duk utiliza un lenguaje cinematográfico peculiar, sin concesiones para el espectador, cuestionando los convencionalismos y optando por una vía transgresora clara y contundente, como no podría ser de otra manera si se aborda un tema tabú como el incesto.

El final de Moebius no puede ser más nebuloso y trágico en esta historia edipica donde la circulación del falo se muestra tan caótica y errática.

 

 

[i] La banda, cinta o anillo de Moebius es una superficie con una sola cara y un solo borde. Tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Fue descubierta por el matemático alemán August Ferdinand Moebius en 1858

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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