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Montaigne y la fluidez del pensamiento

Montaigne y la fluidez del pensamiento

Septiembre 07, 2021 / Por Antonio Bello Quiroz

A la memoria de Jesús Bonilla, excelso ensayista

 

Toda nuestra escritura sería eso: el afán por lo que jamás fue escrito

Maurice Blanchot

 

Pensar y escribir requiere paciencia, tiempo, y tiempo libre de las ataduras de la inmediatez. El pensamiento requiere paciencia. Es posible que la flojera para pensar, como signo de nuestro tiempo, según acuñó Heidegger, sea producto de que el tiempo se encuentra comprometido con la producción y el consumo, y no queda tiempo para más, mucho menos para el pensamiento. Franz Kafka señalaba muy puntualmente que: “hay dos pecados humanos principales, de los que se derivan todos los demás: impaciencia e indolencia”. Cómo no tener presente la sentencia de aquel escritor habitante de la hermosa Praga cuando se intenta abordar algo de la vida y obra de un escritor universal como resulta ser Michel de Montaigne. Hombre que se ha mantenido presente desde hace varios siglos. Aún en nuestros convulsos tiempos, ocupa el reinado en el linaje de los escritores que aventuran su búsqueda y escritura por los caminos del ensayo, ese género de escritura que coquetea tan abiertamente con la filosofía y la ficción literaria.

Los ensayos de Montaigne fueron escritos episódicamente. Son, en ese sentido, un reflejo fiel de la fluidez del pensamiento. Su pensamiento y escritura son testimonio claro del abigarramiento cultural que vive el hombre que, para escribir, decide “apartarse del mundo” y encerrarse en su biblioteca. Escribe en soledad pero no sin compañía, su prosa está cargada de referencias provenientes del mundo greco-latino, lo que en realidad no resulta nada extraño en un hombre culto de la Europa renacentista.

Montaigne, desde su torre, mantiene un diálogo con el mundo ausentándose de él; sin embargo, no lo hace sin brújula. Sus muchas horas de lectura, su saber generalizado y profundo, pero sobretodo su pregunta constante sobre su saber, le orientan. Cinco años después de renunciar a las solicitudes de sus cargos en la vida pública, Montaigne hizo acuñar una medalla con la pregunta “¿Qué sé yo?”. Pregunta con la que se permite incursionar en lo más profundo de sí mismo, del pensamiento más profundo de sí, pensar es pensarse en el mundo. “¿Qué se yo?” no es una pregunta sobre el ser sino sobre el saber que lo habita. Escribir es dejar salir lo que me habita y desconozco. Montaigne, como podríamos generalizar para todo ensayista, al tomar su propio yo como objeto de análisis, lo hace con la finalidad de que sus observaciones sean útiles a los demás y se ampara en la idea de que todos los hombres llevan en su interior la forma entera de la condición humana. Para lograrlo, se propone exponer sus faltas sin “omisión ni paliativo”. Sin concesiones morales o cobardías éticas. Sin coartadas. En ese sentido, el filósofo francés Jacques Derrida, en Estados de ánimo del psicoanálisis, señala que el psicoanálisis se acerca a su objeto de estudio (el inconsciente, el síntoma, el sufrimiento subjetivo, las desgarraduras del sujeto, etcétera) sin coartadas.

En los ensayos de Montaigne resulta inevitable encontrar que el autor interpreta, escribe, ejecuta su pensamiento, en dos dimensiones: por una parte, en su enorme erudición, a partir de un reconocimiento a lo mejor de la humanidad, que el ensayista encuentra en las aportaciones de la cultura literaria clásica y, por otra, y de manera más íntima, en la formulación reiterada de un escepticismo melancólico y desengañado que lo lleva al aislamiento, lo que pudiera significar, al mismo tiempo, que ha asumido las ideas socráticas de la imposibilidad de hacer que la virtud sea la norma de vida de las colectividades organizadas, como esperaría el escritor francés que escribe montado en una moralidad que pretende entronar en la conducción de lo humano. Sosteniendo esta doble y contradictoria postura, Montaigne sería el prototipo del espíritu moderno.

Montaigne publicó sus primeros ensayos en 1580, después de haber renunciado a la función de alcalde. La distancia en el tiempo hasta nuestros días resulta ser significativa, por lo que sus escritos pueden ser tomados con facilidad como precursores de lo que el conocimiento habría de generar en los siglos subsecuentes, sin embargo, todas las referencias que lo ubiquen como precursor de algo deberán de ser necesariamente ambiguas: así por ejemplo, con relativa facilidad lo podríamos señalar como precursor de la psicología en tanto que hace, así lo declara, trabajo de introspección con la finalidad de que la sociedad más inmediata se sirva de sus reflexiones; lo mismo puede ser tomado como precursor de la educación como forma escolar, al respecto señala: “No es de extrañar que aquellos que, según nuestras costumbres, intentan educar varias inteligencias de muy diversas medidas y formas, con la misma lección e igual procedimiento de conducta, encuentren apenas dos o tres en toda una población de niños que recojan algún fruto de su enseñanza.” En el mismo sentido, sobre su postura en torno a la educación señala Durkheim: “Montaigne no está lejos de alcanzar una especie de nihilismo pedagógico más o menos consistente. De hecho considera que el educador no puede influir en absoluto sobre lo que constituye el fondo de nuestra naturaleza. No se habla de cultura propiamente intelectual, de cultura que tenga por finalidad formar la inteligencia como tal.”

El ensayista, observándose y observando el mundo, al escribir conversa en tiempo presente pero haciendo uso de las potencias de la memoria y sus ambigüedades, el ensayista se pierde gustoso en la fluidez del pensamiento y en el constante medio-decir. Eso es ensayar, probar a decir lo indecible.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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