Káos

Sexualidad y muerte: violencia y enfermedad

Sexualidad y muerte: violencia y enfermedad

Marzo 16, 2021 / Por Antonio Bello Quiroz

Así como el esquizofrénico hace frente a sus órganos,

y, más aún, a su vida, sin el auxilio de un discurso establecido,

del mismo modo, todo hablaser hace frente sexualmente al Otro

del sexo sin el auxilio de un discurso establecido

Colette Soler

 

A partir de la modernidad, la sexualidad y la muerte hicieron del cuerpo un campo de batalla y crisol de anhelos narcisistas. En nuestras sociedades el cuerpo pasó de ser enigma y reflejo de lo divino a ser una mera ilusión de unidad. Las enfermedades o patologías producen, entre otros efectos, un profundo cuestionamiento de la unidad corporal. Ocurre aun más en las enfermedades que llevan el significante de muerte, tal como ocurre con la pandemia producida por la Covid 19. Con la enfermedad el cuerpo se pone en tensión. Una de esas tensiones del cuerpo en confinamiento, poco atendida por cierto, se expresa es la violencia contra la mujer (o entre los sexos) e incluso doméstica.

Nacemos en condiciones de prematuración, con el cuerpo fragmentado y en total desamparo; luego entonces, la unidad del cuerpo sólo es una ilusión imaginaria, constituida especularmente y que se producirá en un segundo momento, sólo gracias a la intervención del Otro. Visto así, y si nos atrevemos a llevarlo a su radicalidad, el cuerpo propio es una quimera, una mera ilusión racional que nos proporciona una unidad imaginaria del cuerpo que nos permite decir “mi cuerpo”. Sin embargo, la amenaza del retorno del cuerpo fragmentado siempre está acechando. En algunas psicosis se presentan fenómenos elementales de fragmentación del cuerpo que dan cuenta de la materialización de esa amenaza. Algo semejante ocurre en los síntomas de hipocondría.

Si el cuerpo ha sido enigma, lo es aún más en esos dos elementos que le hacen esencialmente humano: la sexualidad y la muerte.

En nuestras sociedades el mercado se ha concentrado en producir “satisfactores” (que rayan incluso en el delirio) que logren la satisfacción sexual, por un lado, y además, aquellos objetos o productos que nos permitan cumplir el anhelo de eterna juventud e incluso inmortalidad. Estar habitado de muerte coloca al cuerpo humano cerca de lo siniestro. La condición mortal es nuestro siniestro: la muerte, nuestra propia muerte, resulta ser nuestra única certeza pero al mismo tiempo lo más desconocido de nosotros mismos. Esto último es lo que Freud definió como lo siniestro, lo más familiar y lo más ajeno al mismo tiempo. El texto de Lo siniestro fue escrito en 1919, es decir, ya ronda en la cabeza de Freud el trascendente texto Más allá del principio del placer, trabajo donde Freud despliega toda la potencia conceptual de la pulsión de muerte.

La sexualidad, el otro polo de singularidad que constituye al cuerpo humano, también nos coloca frente a lo más enigmático de nuestro ser. La sexualidad nos incomoda. No es un secreto que la sexualidad ha devenido como algo incómodo para los discursos públicos desde que la modernidad desacralizó al cuerpo y la mercadotecnia lo transformó en medio de propaganda y comercialización. Muchas y delicadas son las consecuencias de esto. El cuerpo sexuado, en cumplimiento de los imperativos del capitalismo salvaje, es sometido a una cruel servidumbre y mercantilización, como se muestra dolorosamente en el fenómeno de trata o en la prostitución forzada.

El alcance que la libertad sexual ha ganado con la modernidad y sus derechos humanos, ha hecho cruelmente visible la discriminación y el rechazo violento para con las sexualidades diversas. Como señala Octavio Paz en La llama doble, parece que nuestras sociedades realizan los anhelos sadeanos de una sociedad de leyes débiles y pasiones fuertes, en donde el único derecho sería el placer con toda su crueldad y su carga mortífera.

La sexualidad, el ser sexuado, más aún, el cuerpo sexuado, es una cuestión exclusiva de los sujetos humanos; aunque la actividad sexual es común entre humanos y animales, la sexualidad como enigma es propio de lo humano. En la sexualidad lo humano se desliza, se patina, desbarra. Sólo los hombres hemos hecho de la actividad sexual una erótica. Más aún, por la vía del erotismo, la sexualidad se extiende más allá de los confines de la reproducción animal. Para Bataille, el erotismo es la aprobación de la vida hasta la muerte. La sexualidad humana roza la muerte, está habitada de muerte. No busca sólo reproducir la vida, no, la aspiración de la sexualidad humana apunta a la muerte.

Si resulta claro que en la vía de la reproducción la actividad sexual involucra al cuerpo, no es menos claro que en la relación entre la sexualidad y la muerte también está involucrado el cuerpo, sí, pero se trata del cuerpo erótico. Aunque en el fondo más radical, enseña Bataille, en la reproducción también hay una convocatoria a la muerte. Al dar la vida también se da la muerte como dice Jacques Derrida en su texto Dar la muerte.

En un muy rico libro que lleva como título La maldición del sexo, la autora Colette Soler, retomando una expresión de Jacques Lacan, coloca en primer plano la evidencia de que en nuestra sociedad contemporánea algo en lo sexual no marcha. Efectivamente, como ya lo adelantaba Freud, la sexualidad en nuestros días revela su condición de moverse en aguas pantanosas en tanto que, ahora desde el discurso de la ciencia, se ponen en cuestión los principios de su organización.

La sexualidad y la reproducción estaban, en el antiguo régimen, organizados por el discurso de la religión. Aún se encuentra vigente algo de eso. Se trata de una visión creacionista que la ciencia vendrá a cuestionar. Con el empoderamiento del discurso de la ciencia como organizador del orden social, los designios metafísicos se cuestionan y se construye el supuesto de que la sexualidad humana se organiza en torno a la biología o la anatomía. Se debate por ejemplo si se nace o se hace homosexual o transexual, etcétera. Si hay o no cerebro hembra o macho. Así, el debate se ubica entre quienes defienden la supuesta naturalidad de lo sexual y quienes apelan a los fundamentos científicos para reinvindicar una supuesta libertad de elección sexual.

Hay un tercer discurso que desde tiempos de Freud, su inventor, ha sido sometido a un “sospechoso silencio”, incluso desde los ámbitos ilustrados de la academia. Se trata obviamente del psicoanálisis. Discurso que viene a descentrar la organización sexual de los principios biológicos (fisiológicos, genéticos, etc) y del naturalismo religioso para leer el proceso de sexuación organizado por el significante: la sexualidad, como todo en la condición humana, está organizada a partir de la estructura del lenguaje. La sexualidad es un hecho del lenguaje.

Resulta innegable, si se lee, que Freud se ha adelantado y señalado descubrimientos que la ciencia moderna, en materia de la sexualidad, nos presenta como novedades. El psicoanálisis ha señalado, como enseña Freud en El malestar en la cultura, el trastorno de la relación entre los sexos, en el nivel del amor, que hoy vivimos. La perturbación sexual (amorosa) es casi inevitable, sentenciaba el maestro vienés desde 1930. La perturbación amorosa no es una cuestión de los enfermos, está presente en todos los casos: en lo sexual hay algo desfasado, desencajado, entre el amor del hombre y el de la mujer.

En tiempos de Covid, la relación entre sexualidad y muerte se ha tensado: las ausencias, las presencias invasivas en los vínculos amorosos desencadenan con mayor frecuencia en violencias. Es sabido que desde que se iniciaron las condiciones de excepción con los confinamientos, los índices de violencia doméstica, en particular contra las mujeres niños, niñas y adolescentes, se han incrementado. Entre muchas de las revelaciones que la enfermedad nos trajo, puso aún más en evidencia que algo en lo sexual no anda entre los sexos. Hay que recordar que antes del inicio de la pandemia por Covid 19 las luchas desde el feminismo comandaban la agenda de las sociedades, en México y en el mundo. Con la pandemia, una auténtica amenaza mortal, en el confinamiento, la batalla entre sexualidad y muerte se intensificó, la violencia contra la mujer o violencia en el ámbito de lo familiar se incrementó y demanda con urgencia ser escuchada y atendida.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

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