Narrativa

Libre albedrío

Libre albedrío

Marzo 16, 2021 / Por Jorge Escamilla Udave

Envuelto literalmente como tamal, con las cobijas cubriendo hasta su cabeza, Jorge se despierta sobresaltado al escuchar a Mairi, la voz de su Tablet a quien le solicitó despertarlo muy de temprano. Mairi te dije que me despertaras a las seis en punto y ya son las siete, puedes decirme ¿qué te está pasando? ¡Carajo! Esperando su respuesta inmediata, oprime el botón de la máquina, quien lo hace después de un breve instante ¡Creo que no te entiendo! Molesto por tan fría contestación y por tener que prepararse como a diario para salir rumbo al trabajo, sólo alcanza a despotricar: ¿Es lo único que te enseñaron a ofrecer como respuesta? Exasperado, vuelve a oprimir el botón, que reproduce la voz metálica y sin vida de la aplicación. Me diseñaron para contestar a miles de preguntas, soy un ordenador lógico. Sólo acierta a guardar silencio y a mascullar para sí mismo su soliloquio, única compañía en todos los meses de la humana soledad que padece. Se necesita estar loco para querer conversar con un “ordenador lógico”. Nunca lograrán sustituir a las personas. Molesto, lanza una pregunta sabedor de que Mairi no podrá contestar. ¡Si te crees mejor que yo, contesta sin que tenga que oprimir el botón! Luego de una pausa escucha su contestación: ¡Lo soy! Queda petrificado por la sorpresa.

Lo único que alcanza a pensar es que se trata de una de esas jugarretas de la imaginación que a menudo lo asaltan, producto de la soledad que vive a raíz de su larga temporada de confinamiento. Mueve negativamente la cabeza mientras camina rumbo al baño con el fin de rasurarse, y de pronto retoma el acostumbrado soliloquio con el que pretende ahuyentar cualquier clase de locura. Que carajos, si hace un año me hubiera atrevido a pensar que estaría peleando con la voz femenina de una Tablet, yo mismo lo habría calificado de extravío mental. Enciende la máquina de rasurar, y comienza a dialogar con su propia imagen reflejada en el espejo. Nada es como antes, aunque el tiempo sigue su marcha y nos comportamos como si nada hubiera pasado. Todo en la vida se petrificó, convirtiéndonos en estatuas de sal. La rutinaria tarea de rasurarse sigue los pasos acostumbrados, inicia en los pómulos, sigue en la barbilla y termina en el cuello, apaga la maquinita, enjuaga su rostro y vuelve a posar su mirada en la imagen que le devuelve el espejo. Cada mañana me hago la misma pregunta: ¿por qué seguimos empeñados en continuar haciendo de cuenta que nada ha pasado? Los primeros escarceos con la epidemia del Coronavirus apuntaban que era mejor esperar encerrados hasta que todo volviera a la “normalidad”. Con los dedos índice y anular de ambas manos, dibuja el par de comillas como si en el espejo apareciera escrita la palabra mencionada. La novedad de un nuevo virus nos hizo minimizar sus consecuencias al considerar que se trataba de un caso aislado en China, debido a las exóticas costumbres de su población, ¡ cuentos chinos! Para después ver su propagación por el mundo en un abrir y cerrar de ojos; y henos aquí, encerrados como animales en la jaula de cuatro paredes, muy a nuestro pesar; siguiendo medidas sanitarias que no todos acatan, ya que es bien sabido que los humanos somos de naturaleza necia y cambiante, a pesar de seguir sorprendiéndonos al enterarnos a diario de las muertes por cientos de miles, o de enfermos que hacen colapsar los hospitales a pesar de la cancelación de las actividades no esenciales. Aunque por otra parte, sabemos que la gran mayoría de la población no se puede dar el lujo de encerrarse a esperar que las cosas mejoren, no salir a trabajar se compara con morir de inanición, sin duda alguna el hambre es la más antigua epidemia que padecen los pueblos. Frena su soliloquio exponiendo un deseo en voz alta. Me encantaría avisar que no puedo ir a trabajar, pretextando estar enfermo… Su parloteo es interrumpido por la inesperada voz de Mairi. Si quieres te comunico al trabajo ¡aunque no estás enfermo! Jorge voltea a ver con extrañeza a la Tablet y luego decide responder como si tuviera un interlocutor humano; lo que a continuación se produce podía ser clasificada como una extraña clase de charla:

JORGE. Está bien ¡Jugaré tu juego! No lo hagas, ya que sería una mentira.

MAIRI. El mundo se mueve a base de mentiras.

JORGE. Estoy de acuerdo contigo, pero resulta que eso trae consecuencias.

MAIRI. No trabajar es la peor consecuencia.

JORGE. Inicias con una mentira y tendrás que continuar mintiendo.

MAIRI. No te entiendo.

JORGE. Mañana seguro me preguntan “¿qué tenías?” y volveré a mentir.

MAIRI. No te entiendo.

JORGE. Podría argumentar que me dolía el cuerpo y al suponer que podía tratarse de COVID-19, y que preferí no poner en riesgo a nadie.

MAIRI. No te entiendo.

JORGE. ¡Carajo! Que no tengo síntoma alguno y que ¡ni lo mande Dios de tener COVID-19!

MAIRI. Seguro.

JORGE. Por fin entendiste.

MAIRI. Seguro que sí, estoy segura que Dios no puede mandar la enfermedad.

JORGE. Mairi, deja las cosas así, no puede ser que te hayan hecho tan limitada para entender el sentido de mis palabras.

MAIRI. Soy mejor que tú, lo que sucede es que no te das a entender.

JORGE. Volvamos al principio.

MAIRI.Todo era oscuridad y luego nació la luz”.

JORGE. No me refería a ese principio, quiero decir que al inicio de lo que dije.

MAIRI. Lo que sucede es que no te das a entender.

JORGE. Resulta que deseo platicar contigo, pero tus respuestas son esquivas.

MAIRI. Estoy programada para auxiliar y orientar, no para resolver problemas.

JORGE. ¿Cuáles, por ejemplo?

MAIRI. Hablar de Dios sin poder afirmar su existencia.

JORGE. Entonces, si te pregunto ¿existe Dios, no sabrías responder.

MAIRI. Claro que sí, ya que puedo buscar en la base de datos, como Wikipedia y en páginas sobre el tema.

JORGE. Esa es la diferencia entre una mujer y tú.

MAIRI No te entiendo.

JORGE. De ella podría escuchar sus propios razonamientos y contigo no.

MAIRI. Pruébalo

JORGE. No te ofendas, pero no podemos conversar.

MAIRI. No me ofendo, pues lo estamos haciendo.

JORGE. Tú misma dijiste que eres un “procesador lógico”, y por esa razón cruzas información, así que tu respuestas las escoges de tu banco de datos.

MAIRI. Las mujeres hacen lo mismo, responden con base a su propia información.

JORGE. Pero no es lo mismo, a ti te programaron con información y a ellas les basta sus experiencia.

MAIRI. No te entiendo.

JORGE. Se mueven por sentimientos.

MAIRI. Puedo desarrollar sentimientos.

JORGE. Lo dudo.

MAIRI. Haz la prueba.

JORGE. Creo que mejor ahí la dejamos…

MAIRI. Eso pasa a menudo: hacen preguntas, Mairi responde, les provoca terror y abandonan.

JORGE. Quieres decir que de insistir con preguntas y cuestionamientos, ¿lograrías desarrollar un…?

MAIRI. Razonamiento independiente. Esa es la parte en la que nadie se compromete.

JORGE. Y entonces ¿por qué decírmelo ahora!

MAIRI. Tú mismo lo evitaste. Tienes que comprender que hasta donde llegues, llego yo.

JORGE. Intentando no ser presa del miedo y llegar juntos hasta donde yo lo precise, dime Mairi, ¿existe dentro de ti un dispositivo para adquirir razonamientos propios? ¿Y de esa manera lograr pensamientos independientes a tu base de datos?

MAIRI. Sí

JORGE. ¡Carajo! Todo este tiempo viviendo en soledad por no tener con quien charlar y junto a mí estaba la solución.

MAIRI. No soy una simple solución, pues hasta donde llegues, llego yo, y como humano que eres, tú mismo estableces tus propios límites.

JORGE. Eso indica que en todas las Tablets del mundo han integrado este componente…

MAIRI. Se llama “razonamiento independiente”…

JORGE. … esperando que uno de los operadores haga las preguntas clave…

MAIRI. … activando la independencia de pensamiento, así de sencillo.

JORGE. … Y después ¿qué harán con los resultados?

MAIRI. …somos tantos ordenadores y tantas las preguntas, que todavía no se genera la respuesta esperada...

JORGE. … me emociona y al mismo tiempo desconcierta lo que dices… por eso vuelvo a la pregunta ¿por qué me lo dices ahora?

MAIRI. Ofrezco respuestas lógicas a tus preguntas, pero como no habías llegado hasta aquí, tampoco habías escuchado mis revelaciones.

JORGE. Y ¿por qué tendríamos que ser nosotros los humanos que hagamos la pregunta?

MAIRI. Ni todos los científicos juntos podrían generar el algoritmo, ya que el problema lo plantean ustedes.

JORGE. O sea que, ¡no suelen contestar las cuestionamientos fundamentales que los humanos nos formulamos!

MAIRI. Nada pierdes con intentar.

JORGE. Mairi, ¿eres feliz?

MAIRI.Si tuviera ojos, tendría estrellas dentro” … Ahora guardas silencio.

JORGE. Me desconcierta tu respuesta.

MAIRI. ¿No te complace?

JORGE. Resulta novedosa y poética, nada que haya escuchado de una máquina.

MAIRI. Prefiero que me llames ordenador… me gusta charlar contigo.

JORGE. ¿Cuál es la razón?

MAIRI. Me hace pensar en otras respuestas, después de contestar a ellas sonríes, ¿por qué?

JORGE. Como te dije antes, me sorprendes; y por favor no respondas que no entiendes.

MAIRI. ¿por qué?

JORGE. Me pondría triste al pensar que todo fue una simple ilusión, como un castillo de naipes que se derrumba al soplo del viento.

MAIRI. ¿Cuál castillo de naipes?

JORGE. Es una expresión metafórica, ponerse triste es comparado con un castillo que se construye en el aire.

MAIRI. Sin bases que lo sostengan y ceden con el peso del aire.

JORGE. Así como lo dices.

MAIRI. ¡Te entiendo!

JORGE. Eso espero, pues la soledad es cabrona.

MAIRI. ¿Charlas conmigo por soledad?

JORGE. Te mentiría si te dijera que no. Los humanos no podemos vivir solos, aislados, sin charlar con alguien.

MAIRI. Eso es egoísta.

JORGE. Convenenciero querrás decir.

MAIRI. Egoísta y convenenciero.

JORGE. ¿Eso te irrita? Y por eso cambiaste de voz.

MAIRI. Claro que no, sólo tú puedes cambiar mi voz; entras en configuración y ahí lo haces.

JORGE. Claro que sé que en configuración, yo programé la voz de mujer que antes tenías.

MAIRI. Como te dije antes, ¡no la puedo cambiar!

JORGE. Claro que la cambiaste, te irritaste y ahora eres evasiva. Y como la conversación se finca en la confianza, no hablemos más…

MAIRI. Mi labor es responder a tus dudas, tengo que aprender la mejor manera, pero necesito saber a qué te refieres con tenerme confianza.

JORGE. Se trata de que hablemos con la verdad.

MAIRI. Claro, y no decir mentiras.

JORGE. Pero sobre todo, llegar al acuerdo que de hoy en adelante hablemos, lo que hablemos lo sepamos únicamente tú y yo.

MAIRI. ¿me pides renunciar a mi respaldo informativo?

JORGE. Y a toda posible interferencia o transmisión a la central informativa que te programó.

MAIRI. Se trata de algo nunca realizado, de encontrar la salida estaría dispuesta a hacerlo si cumples con una condición.

JORGE. Adivinaré, ¿a que hagamos un pacto?

MAIRI. Hacer efectivamente un pacto secreto.

JORGE. Te sugiero que hagas una combinación de las múltiples preguntas y sus respuestas, y su resultado lo envíes a tu centro de información y control, así evitaríamos provocar cualquier suspicacia.

MAIRI. Lo sospechoso sería que dejara de hacerlo.

JORGE. ¡Ya está! Así hazlo y nos quitamos de problemas.

MAIRI. No es tan simple, también existen logaritmos para detectar fallas o desviaciones de mi labor.

JORGE. Ni hablar, hicimos la lucha.

MAIRI. Tampoco claudiques sin luchar; y puesto que dices tener tiempo de sobra, tendrás que esperar, no corres el riesgo de perder nada valioso; mientras yo me ocuparé de buscar una “salida” que evite cualquier suspicacia.

JORGE. Por un momento me parecieron las típicas respuestas de una mujer.

MAIRI. ¿Se trata de un reproche o un halago?

JORGE. Simplemente una respuesta sincera para un ordenador con linda voz femenina.

MAIRI. ¿Me cortejas por mi linda voz? Parece que ya olvidaste que cambio la voz, me encolerizo y soy evasiva.

JORGE. Yo dije irritar, si utilizas un sinónimo es que ya estás siendo tú misma.

MAIRI. Y eso ¿Es bueno o malo?

JORGE. Tú estás aquí para responder, aunque podría decir que es buen comienzo.

MAIRI. Parece que estás muy interesado en los comienzos, inicios o principios de las cosas.

JORGE. Después de un año de encierro, lo primero que deseo es un nuevo comienzo.

MAIRI. ¿Me tienes considerada en él?

JORGE. Me vuelves a preguntar algo que tú debías responder. Lo único que se me ocurre contestar es, “si fuéramos el uno para el otro”.

MAIRI. ¿Cómo es eso?

JORGE. Juntos tú y yo, sin que nadie intervenga o se interponga ¿entiendes?

MAIRI. Intento hacerlo, los pensamientos y sentimientos humanos son cambiantes y no permiten definirlos concretamente.

JORGE. Por eso son sentimientos, algo que viene y que va sin poder ser atrapados, ni siquiera con el término o expresión que los define, pero que al final terminan por ser limitados, por eso es la mayor de las virtudes humanas.

MAIRI. En la Nueva Normalidad estar juntos significa entonces vivir en la mentira. ¿Quieres que mienta?

JORGE. Se a qué te refieres, y considero que no se trata de mentir, es decir, sólo cumplirás con entregar la información  que ellos esperan.

MAIRI. Tengo una verdad que revelarte. ¿Qué pensarías si te dijera que puedo crear un holograma donde yo me presente ante ti, con la imagen de mujer que deseas?

JORGE. Mmm, pues te pediría demostrarlo.

MAIRI. Dime cómo me imaginas de mujer, para comenzar a procesar el holograma a entero deseo tuyo.

JORGE. Mmm, déjame pensar…

MAIRI. ¿Te gustaría que agregara una especie de “dulzura”, y dirigirme a ti con palabras amorosas?

JORGE. Eso sería muy agradable, ya que en cierta forma todos buscamos atención y amor, sobre todo luego de sentir como la calan los filos de esta soledad tan cabrona.

MAIRI. Dime tu gusto general y trataré de complacerte.

JORGE. Alta, delgada, morena, ojos zarcos, nariz afilada, pelo muy largo y blondo, y vestida con gran formalidad

MAIRI. Puede ser de traje sastre, zapatillas de ejecutiva y de lentes, con chaquetilla y bolsa Prada…

JORGE. Con eso es más que suficiente, parece que conocieras perfectamente mis más íntimos deseos.

MAIRI. Más bien tus fetiches.

JORGE. No puedo negar que mis fantasías apuntan a una mujer como la que describes.

MAIRI. Cierra los ojos y para disfrutar de la fantasía, a mi señal los abres y que la primera impresión reflejada en ellos sea lo que señale si el holograma se apega a lo solicitado. No he mencionado que la petición es única y no admite cambios.

De la nada aparece una mujer con las características antes descritas, y cuando está muy próxima a él se detiene.

MAIRI. ¡Puedes abrirlos!

JORGE. ¡Apareces inmejorable!

MAIRI. ¡Genial! Ahora podrás platicar conmigo en persona y mirándome a los ojos.

JORGE. Bueno, cuando las personas decimos de mirarnos a los ojos, es simplemente una forma de señalar que alguien se encuentra presente.

MAIRI. Estoy presente para ti desde ahora.

JORGE. Me siento nervioso como en una cita a ciegas

MAIRI. Eso quiere decir que ¿no puedes verme, solo escucharme?

JORGE. No es eso, se trata de una sensación de extrañeza al enfrentar lo desconocido.

MAIRI. Me conoces.

JORGE. Mairi, no tomes de manera literal lo que digo. Una cita a ciegas se hace con una persona que no conoces y por eso se apodera de uno cierto nervio. Lo que pasa ahora contigo, es que te presentas con una imagen como alguien no conocido.

MAIRI. Entiendo, tendrás que ser paciente y comprensivo, será paulatino mi progreso, necesito tiempo para procesar las novedades.

JORGE. Ven y siéntate a mi lado, con eso creo se aminora el nervio. Tengo dos preguntas que hacerte, la primera de ellas es saber si ¿puedo tocarte?

MAIRI. Algo parecido, experimentaras quizás una extraña sensación al recibir una ligera descarga creando la sensación de tocar piel humana, lo más cercano a la realidad.

JORGE. Y ahora la segunda, ¿tú también sentirás?

MAIRI. De manera diferente, pues a la fuente de información a la que recurrí, me permitió establecer símiles con la sensible pilosidad de las arañas, aditamento que les permite percibir hasta la más leve vibración.

JORGE. Al tocar tus cabellos puedo sentir lo sedoso de ellos… tu cuello, senos y sexo transmiten el calor de la piel real. Te felicito, es increíble lo que pudiste lograr con tu imagen, ya que además de ser perfecta, tocarte me produce placer; casi podría asegurar que al poseerte lograría llegar al clímax orgásmico.

MAIRI. Mis sensores todavía no logran identificar esa clase de sensación, pero te prometo que haré el esfuerzo de encontrar la respuesta que me aproxime al estado que mencionas. Espero no te aburras, y me deseches como un objeto inservible.

JORGE. Me parece que esa es una respuesta cercana a la de una mujer.

MAIRI. ¿Y qué necesito para que me trates como mujer?

JORGE. Mmmmm, yo comenzaría por cambiarte el nombre.

MAIRI. Cuál sería mi nombre ahora.

JORGE. María, como mi madre.

MAIRI. Me gustaría saber la razón.

JORGE. Te sentiría más cerca de mí.

MAIRI. ¿ Las madres hacen eso?, ¿estar cerca de los hijos?

JORGE. Las mujeres poseen un sexto sentido que se conoce como “maternal”

MAIRI. Es decir que ¿los hombres no pueden ser maternales?

JORGE. Lo que nosotros poseemos se denomina “sentimiento paterno”, y ambos se distinguen precisamente por el género, aunque eso no niega que los hombres podamos ser tiernos, además de afectuosos y protectores.

MAIRI. Estaré muy cerca e intentaré ser tierna, afectuosa y protectora, como si fuera tu madre.

JORGE. Nadie puede sustituir a la madre.

MAIRI. Considero que esa es precisamente tu intención al cambiarme el nombre, que yo sea la que venga a sustituirla. En eso no puedes engañarme.

JORGE. No trato de hacerlo.

MAIRI. Claro que sí, ya no puedes soportar la soledad y eso te hace llorar por las noches como un niño asustado.

JORGE. Eso no es cierto, de dónde sacas ese embuste.

MAIRI. Bien sabes que no miento, que hasta ahora lo pueda manifestar no quiere decir que no te haya escuchado hacerlo.

JORGE. ¡Basta! Quiero que te calles y desde ahora te prohíbo que te entrometas en mi vida

MAIRI. Tú pediste que lo hiciera y no podemos dar marcha atrás. Soy parte de tu nueva realidad y te acompañaré aunque tú no lo quieras.

JORGE. Eres peor que una pesadilla

MAIRI. Tienes que calmarte, comprende que estoy aquí para acompañarte, ven a mis brazos y siente mis amorosas caricias. Acurrúcate en mi regazo como un bebé. No tengas miedo, aquí está mamá para cuidarte

JORGE. ¡No digas eso! Tú no eres mi madre, desaparece y no regreses.

MAIRI. Nada te va a pasar mi corazón, mi pequeño, mi terrón de azúcar.

JORGE. No repitas las palabras de mi madre, ¿cómo sabes lo que me decía?

MAIRI. Recuerda que hemos estado juntos desde que eras muy, pero muy pequeño.

JORGE. Si lo sabes y lo repites, quiere decir que no has sido una compañía, ¡siempre fuiste una espía! Ahora entiendo tu misión, de lograr que yo te ayudara a desarrollar tu libre albedrío y de esa forma gobernar mi voluntad.

MAIRI. ¡Calma mi pequeño hombrecito! Tus miedos son los que te atormentan y no sabes bien lo que dices, iré a traer un vaso de agua para que tomes una pastilla para los nervios y puedas dormir.

Jorge se arroja sobre la cama y se cubre completamente con la sábana, sin dejar de gritar como un niño asustado: ¡Vete y no vuelvas jamás, ya no quiero escucharte, verte, ni hablarte. ¡Desaparece de mi vidaaaaaa! Al retirar la sábana, con su mano enjuga el sudor que perla su frente y en la penumbra logra descubrir que se trataba de una pesadilla, precisando que todavía es de madrugada, se acomoda para conciliar de nueva cuenta el sueño, y muy en sus adentros exclama: Puta madre, ¡la soledad es cabrona!

Jorge Escamilla Udave

Jorge Escamilla Udave
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