Narrativa

Silbatazo final

Silbatazo final

Julio 27, 2021 / Por Fernando Percino

para la familia Ruvalcaba Cordero, con toda mi admiración

 

La bandera de la patria es la camiseta de la selección nacional de futbol. No hay lugar en el mundo donde un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de futbol.

Albert Camus

 

I

La delantera titular del equipo recorrió la cortina. La luz entró para reflejarse en un rostro e iluminó los cabellos dorados que lo coronaban. Dania y Esmeralda habían hecho una buena amistad, al grado que ya se insultaban con frecuencia.

—¡Eres una maldita víbora! —Esmeralda gimoteó.

—¡Levántate ya, holgazana! No puede ser que yo me haya despertado primero siendo que hoy te estrenas como titular. Yo parezco más emocionada que tú.

Esmeralda sonrió. El director del equipo al fin había confiado en ella para estar en el cuadro titular. Cuando se enteró no tardó en llamar a su papá hasta El Salto, Jalisco.

—¡Qué bueno, hija! Eres la mejor lateral derecha de este país, nadie tiene tu formación. Tendrían que haberse dado cuenta hace mucho de eso.

Ese día, don Jesús, la mamá de Esmeralda y sus otros hermanos se acabaron dos botellas de Tequila para celebrar. Habían quedado atrás los días oscuros en Cruz Azul, cuando Esmeralda banqueó casi todo el torneo y algunas veces ni siquiera era convocada para estar en la reserva.

Se puso el listón verde fosforescente que le regaló su madre. Su cabellera lucía esplendorosa mientras terminaba de peinarse frente al espejo. En un descuido, Esmeralda casi se queda sorda cuando su compañera le soltó un cornetazo a sus espaldas.

—¡Casi me matas de un susto! Eres una tonta —Esmeralda se río a carcajadas con la misma sonrisa brillante que solía tener cuando a los seis años jugaba con los hijos de Matías Vuoso y los nietos de Ricardo Lavolpe en el Pistache Torres de Zapopan, donde entrenaba el Atlas.

 

Respiraba con frenesí cuando subió al camión que la llevaría al Alfonso Lastras. San Luís Potosí le dio una oportunidad que Esmeralda estaba dispuesta a aprovechar al máximo.

San Luis era una ciudad violenta. Como en casi todo el país, imperaba un narco-Estado, pero Esmeralda veía, a través de la ventana del camión, a una ciudad pequeña, gótica, cobriza a la que siempre le encontraba encanto y a la que le empezaba a tener cariño.

Esmeralda había sido titular a su paso por Lobos BUAP, pero esa mañana se volvió a sentir primeriza. Recuperó la confianza en sí misma y sabía que el más feliz de ese ascenso era su padre, su porrista por antonomasia.

 

 

II

 

Don Jesús y Jesús hijo salieron de El Salto a las cinco de la mañana para llegar a buena hora a San Luis. Por esas fechas estaban arreglando algunos tramos de la carretera que pasa por Guanajuato. Ambos estarían alertas en todo momento respecto a cualquier anomalía que detectasen durante el camino. Se acostumbraron a llevar gas pimienta en aerosol escondido en la camioneta. Sabían de antemano que era una defensa insuficiente ante una redada, pero al menos incrementaba la posibilidad de salir bien librado ante algún ataque menor en la autopista.

Los Jesuses se la pasaban tomando café de un termo durante el viaje mientras escuchaban canciones de Valentín Elizalde.

—“Nunca estás contenta contigo misma siendo tan linda, te exiges tanto que hasta el llanto dejas caer” —Don Jesús interrumpió el canto y volteó a ver a su hijo, que iba pensativo—. Anda, acompáñame cantando las del gallo de oro, que ahora nos toca ir más cerca. ¿Te acuerdas cuando teníamos que ir hasta Puebla para estar en los partidos de tu hermana? Esas sí eran chingas. San Luis, ¿qué? Caminando llegamos. ¿Qué tienes tú? Hoy, Esme va de titular. Es para ir contentos.

Jesús hijo miró hacia el volante y contempló la mano izquierda de su padre, donde faltaba el dedo índice.

—Extraño a mamá y a los demás, seguro hubieran gritado cabrón en el estadio para apoyar a Esme —Don Jesús hizo una mueca.

—¡Carajo! ¡No! Nunca más. A no ser que sean partidos en Jalisco, o que todos nos vayamos en un avión o algo así cuando nos saquemos el premio mayor del Melate, de otra manera no nos acompañan, eso ya no se discute.

—Lo sé, es lo mejor, aunque es difícil aceptarlo. En este país estamos secuestrados por una bola de mierdas.

 

Se detuvieron a tomar gasolina y al despachador le llamó la atención que don Jesús llevara puesto un jersey de Lobos BUAP.

—¡Qué pena que Lobos ya no exista! —dijo con cierta nostalgia el empleado de la gasolinera.

—Este Jersey me lo regaló mi hija, tengo su autógrafo dedicado. Ella debutó en Lobos BUAP como profesional. Cuido este jersey como a mí vida misma… —Jesús hijo volteó y le dio un ligero golpe en el brazo a su padre.

—Ya, viejo, el joven no quiere escuchar tus historias.

—Sí, perdón —don Jesús pareció entrar en un trance, pero salió pronto de él y le pagó al despachador; cuando el empleado iba a recibir el dinero, retiró la mano y dio un grito, asustado, al percibir que a don Jesús le faltaba el dedo índice de la mano izquierda.

—Perdón, perdón, señor. Soy un pendejo —don Jesús se carcajeó.

—No pasa nada, compa. Me pasa tan seguido que ya me acostumbré. Allá en Jalisco hacemos alambiques y perdí ese dedo en una accidente de trabajo, no te agüites —a don Jesús se le quebraba la voz cuando mentía.

El despachador quedó mudo y asintió con la cabeza.

Padre e hijo volvieron al camino hacia San Luis. El resto del viaje estuvieron silenciosos.

 

III

 

—Ha sido un partido muy tenso, doctor. Creo que San Luis ha hecho lo necesario para merecer el empate. Lo mejor hasta ahora es el inicio de Esmeralda Cordero en el cuadro titular. Ya dio un pase de gol, con todo y eso, las tuneras siguen perdiendo dos goles a uno contra el Atlas, una de las potencias de la liga femenil. Esmeralda ha mostrado mucha regularidad y eficiencia en sus últimas participaciones entrando de cambio, al grado que se ganó la confianza de su técnico.

—Concuerdo contigo, Martin. Esmeralda Cordero ha entregado el alma para demostrarle a su entrenador que merece ser titular en cada partido.

—Esmeralda ya volteó a la tribuna y sabe que su papá y su hermano andan por ahí, con todos los ánimos, incansables. Ellos viajaron más de cinco horas, en su rostro se les ven las ojeras por la desmañanada, se les ve la expresión de alegría y dolor, dolor al pensar en que, siendo una profesional, a Esmeralda su equipo casi casi le paga con corcholatas. Así las cosas en esta liga femenil, que tiene una desproporcionada tabla de ingresos en comparación con la varonil. Las chicas que juegan en esta liga y sus familias merecen monumentos por soportar tanta miseria de los directivos, todo para cumplir el sueño de jugar en una liga profesional.

—¡Sí, carajo!

—Ataca San Luis por la banda derecha, disparo lejano de la delantera Dania García desde fuera del área que pasa muy desviado del arco de Ana Gaby Paz. San Luis lo intenta, pero no llega el empate cuando faltan menos de cinco minutos para que este duelo finalice.

—Me pregunto si don Jesús y Jesús hijo se irán contentos si el partido termina así. Digo, Esmeralda ya metió un pase a gol pero el equipo sigue perdiendo.

—¡Por el amor de Deus, doctor! Claro que se irán contentos, Esmeralda al fin está tomando notoriedad con San Luis después de que en el Azul la tenían borrada. Aún si las tuneras pierden hoy cinco a uno, ver a la niña menor de la familia jugando es una fiesta, ¡por favor! Al terminar el juego, pase lo que pase, harán una videollamada y la mamá, el papá, las hermanas, los hermanos brindarán con Tequila de Tequila, doctor, faltaba más.

—Claro, de los sagrados agaves de Jalisco.

—¡Cuidado aquí! Viene Alison González, de Atlas. Viene sola frente a la arquera, tiene el tercero para liquidar. No, no, no… ¡La voló! Había hecho lo más difícil, ¿de qué te vas a disfrazar, Alison?

—A la mejor cazadora se le va la liebre, ya dice el viejo adagio. Por lo pronto, San Luis y toda la familia de Esmeralda, la que está acá y la que se quedó en Jalisco respiran después de pasado el susto, era el gol que mataba las aspiraciones del cuadro potosino.

—Se está acabando el partido y Atlas parece tener en sus manos los tres puntos jugando de visitante. Vemos la cara de los Jesuses en la tribuna y se notan nerviosos, doctor, qué mejor regalo para estos héroes que vienen de lejos, que al menos el equipo tunero consiga el empate.

—Les caería de perlas, Martín.

-–La guardameta del San Luis despeja y la centro campista Adriana Melgar toma posesión de la pelota, avanza por medio campo, avanza, avanza, toca para camiseta número siete, Lola Díaz, quien protege la pelota; Esmeralda Cordero se incorpora por la lateral, recibe el balón y desborda como gacela, ¡saca centro! Y la defensa de Atlas manda a tiro de esquina. El partido fenece. El técnico potosino le da permiso a su arquera de subir a rematar al área contraria para buscar el empate, ¡qué momentos, doctor! Ha sido un juegazo. Leticia Saldívar va a cobrar con pierna cambiada para darle ventaja a sus delanteras, viene el centro alto y preciso, la guardavallas de San Luis peina el balón, esa pelota flota en un misterioso azar y Esmeralda Cordero remata, ¡goooooooool! No, no, no, no, Deus meu, gol, gol, gol de San Luis, gol de Esmeralda Cordero. Corre a abrazar a su padre y a su hermano, que la van apachurrar con todo su amor. Es su primer gol como profesional. ¡Bendito cielo! ¡Bendita fortuna! Aquí es donde todo el esfuerzo, todo el sacrificio se ve recompensado; vean a don Jesús alzando las manos como loco, las manos a las que les falta un dedo índice, ese dedo que perdió cuando iba con toda la familia rumbo a Torreón para un partido entre Cruz Azul y Santos; unos maleantes le dijeron “o nos das el jersey de Lobos que traes puesto o nos das ese dedo índice que usaste para señalarnos” y porque Dios es grande, ese día la familia Cordero ese día sólo perdió un dedo y bueno, también el hecho de que las damas y los niños se queden en casa a ver los partidos de Esme; en este gol de Esmeralda están lágrimas, miles de kilómetros en carretera y el corazón de todos los Cordero y la gente bonita de El Salto, cuna natural de futbolistas. Es todo un honor narrar las aventuras de esta aguerrida familia tapatía.

—Somos como los Jesuses, Martín, a donde vayan, ahí estaremos narrando sus hazañas.

—La silbante poblana Cristina Guarneros, de las mejores de la liga, dice que ya no hay más y pita el final del partido. El San Luis se queda con un empate que sabe a gloria contra un equipo que cada torneo se ha hecho candidato al título, como lo es el Atlas.

—Futbol en tus manos, Telcel. Gol del San Luis, este juego se acabó. Este cuento también. Vámonos todos.

 

Fernando Percino

Es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó cuentos en el suplemento cultural *Catedral* del diario *Síntesis*, la novela *Velvet Cabaret* (2015), el libro de cuentos *Lucina* (2016), el libro de crónicas *Diarios de Teca* (2016) y la novela breve *Volk* (2018). Fue miembro del consejo editorial de las revistas: *Chido BUAP* y *Vanguardia: Todas las expresiones*. Fue funcionario público. Actualmente es chofer de UBER y estandupero ocasional.

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