Poesía
Febrero 05, 2021 / Por Thomas Bernhard
I
Salvaje crece la flor de mi cólera
y todos ven cómo la espina
atraviesa el cielo
y gotea la sangre de mi sol
crece la flor de mi amargura
de esta hierba
que lava mis pies
mi pan
oh Señor
la flor necia
que se ahoga en la rueda de la noche
la flor Señor de mi trigo
la flor de mi alma
despréciame Dios
estoy enfermo de esa flor
que se abre roja en mi cerebro
sobre mi pena.
Mis ojos me atormentan Señor
y el tormento convierte mi corazón
en un mirlo
que no canta
y mi escritura en el cielo
en extraña a la hierba
oh Señor me atormenta la estrella
que atraviesa a nado mi sueño
con muerte y mañana de alma pura
Señor mis ojos ven lo que te inquieta
y a mis hijos lleva lágrimas a la sangre
oh Señor mis ojos ven la casa del albañil
y el dolor del mundo exactamente
y no saben qué hacer
como el árbol en invierno
que me derriba en silencio
mi palabra mi dicha mi llanto.
No conozco ya calles que lleven afuera
no conozco ya calles
ven a ayudarme
no sé no sé ya que es la mañana
ni la tarde
estoy tan solo
oh Señor
y nadie bebe mi pena
nadie está junto a mi lecho
y se lleva mi tormento
y me envía a las nubes
y ríos verdes
que ruedan al mar
Señor
Dios mío
estoy expuesto a las aves
al sonido de la hora que estallando
hiere mi alma
y quema mi carne
oh Señor en mis palabra hay tinieblas
la noche que golpea mis peces
bajo el viento
y montañas de tormento negro
oh Señor préstame oído
no quiero aguantar ya solo las náuseas
y este mundo
ayúdame
estoy muerto
y como una manzana
ruedo al valle
y tengo que asfixiarrne
bajo la leña del invierno
oh Dios mío no sé ya
adónde me lleva el camino
no sé ya qué es bueno o es malo
en los campos
Señor Dios mío soy débil y pobre
en los miembros
mi palabra arde en tristeza
por ti.
Hay inquietud en las hierbas
las cabañas están llenas de inquietud
me golpea la campana Señor
Dios mío
salvajes son las palomas
inquieta también la luna
y su hoz penetra en mi carne
Señor también hay inquietud en el establo
y al borde de los arroyos
que no evitan la nieve
Dios mío también
el árbol y el pez
están llenos de inquietud.
——
En 1958, antes de dedicar sus esfuerzos de creativos a la prosa, Thomas Bernhard escribe poesía. Algunos críticos de la época señalan que sus poemas tienen marcadas influencias de George Trackl, Charles Baudelaire y Paul Valéry, si es posible declarar algo sobre las llamadas influencias de un escritor, sobre todo si se trata de las figuras mencionadas. Lo que sí es evidente es que el interlocutor de Thomas Bernhard en ese entonces es Dios, lo cual enriquecería la interpretación de sus trabajos novelísticos y de algunos relatos del autor de Helada, La Calera, Corrección, Extinción, etcétera. Aquí reproducimos un fragmento de In hora mortis, libro traducido por Miguel Sáenz, junto con Bajo el hierro de la luna para la Ediciones DVD, Barcelona, 1998. (Nota de Jesús Bonilla Fernández)
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