Gorilas en Trova

Konrad o la madre que abrió la lata

Konrad o la madre que abrió la lata

Mayo 10, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Érase una vez una mujer que no esperaba hijo alguno y tampoco lo pedía; pero una mañana de un día cualquiera recibió un paquete no solicitado que cambiaría su estilo de vida, sus pensamientos, mas no sus creencias. Por cierto, querido lector, ¿Usted ha conocido a alguien así?

La historia cuenta: Bertie Bartoloti vivía a su aire, era una artesana excepcional, sola, aunque no soltera, porque habiendo contraído nupcias con el señor Bartoloti, un buen día éste simplemente se fue “al quinto pino” y no regresó. Después de un tiempo, entabló una relación con Egon, el farmacéutico, a quien veía los martes y viernes, y ni un día más.

Bertie Bartoloti, personaje de ficción construido por Christine Nöstlinger en la novela corta Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, disfruta del celibato de una manera maravillosa.

Cuando le apetece, teje alfombras con formidables diseños que vende a precios altos, dándose el modo de vida que ella quiere.

El café, el whisky, los cigarros y el fastuoso maquillaje con el que cubre su rostro todas las mañanas son su deleite personal, más no oculto.

Como tampoco lo es su asombroso vestuario de colores saturados y en combinaciones llamativas, sin importar que hagan juego o no con su cabello teñido de amarillo.

Pinta sus uñas de las manos de azul celeste y las de los pies de verde claro, ya que los tonos pastel, en estos casos, son preferidos al tradicional nude o a los rojos o sus variantes.

Sin embargo, lo más llamativo de Bertie Bartoloti es su filosofía personal: no le importaba lo que los demás pensaran o dijeran de ella.

Para Bertie, la mayoría de las personas suelen ser aburridas, sujetas a toda clase de convencionalismos sociales: se preocupan por una determinada forma de vestir, de actuar y de hablar, ajustándose a normas que nada tienen que ver con lo que realmente ellas son; por ejemplo, son muy educados para saludar, no obstante, en cuanto les dan la espalda, murmuran cosas desagradables de los demás.

En fin, en todas las poblaciones hay un estrafalario, y esa es la señora Bartoloti. Por consiguiente, es a ella a quien lo fuera de lo común le ha de ocurrir, trastocando su vida.

Una mañana, el mensajero le entrega un paquete que pesa aproximadamente 20 kilos, y si bien ella suele pedir toda clase de cosas, especialmente las que están en oferta, no recuerda haber solicitado este paquete.

El paquete sin remitente, dirigido a ella, atiza su natural curiosidad. No se resiste. Lo abre: dentro, una lata de conservas: la abre; entonces, emerge un niño que al comienzo está arrugado y muy extraño. Ella sigue las instrucciones para preparar un líquido con el que lo baña.

En instantes, el pequeño se transforma en un niño hermoso, excepcionalmente educado e inteligente.

Desde luego, Bertie duda del paquete, del niño. Revisa los documentos. En ellos se lee que ella y su marido —sí, querido lector, tiene Usted razón: aquel marido que la abandonó yéndose al “quinto pino”— son los padres de este niño.

También el paquete advierte que, debido al tiempo transcurrido y a que la empresa había sufrido un atraso, si no estaba conforme podría regresarlo en las condiciones en que lo hubiera recibido; es decir, en perfecto estado y sin daños.

La reconocida escritora de literatura infantil y juvenil, Christine Nöstlinger, oriunda de Viena, Austria, (13 de octubre de 1936 - 28 de junio de 2018), pone en manos del lector el indisoluble lazo de la vida: una madre, un padre y un hijo.

Explica cómo los deseos de ser madre pueden quedar en el olvido, aun tratándose de mujeres exitosas como Bertie, quien incluso puede ser tachada de extravagante o estrafalaria, porque a pesar de no haber logrado conformar la familia que había soñado, se empeñó en vivir su propia vida a “su aire”.

Ni el amor ni la creatividad quedaron fuera de su entorno. El trabajo con las alfombras y la compañía de Egon hacían de su existencia un lugar apacible y delicioso.

Cuando el viejo pedimento de “quiero ser madre” se cumple, Bertie ya es una mujer que rebasa los cincuenta años. Se mira en el espejo, se ve a sí misma vieja. Examina su estilo de vida, reflexiona sobre sus capacidades intelectuales, morales, éticas, físicas para ser madre.

Ella sabe y lo expresa: ser madre es una posición para toda la vida; significa criar a un niño, llevarlo hasta la edad adulta; en el inter, implica ayudarle a crecer, apoyarlo en todos los aspectos de su vida: en la salud física, en el ámbito espiritual e intelectual; tienen que darle las herramientas para socializar.

Ella debe de cambiar sus metas y perspectivas, porque “Su Vida” ya no es solamente de ella; su vida, desde ahora, es la vida de su hijo.

Ella, como madre, no puede permitirse el lujo de ponerse en riegos porque su hijo depende de ella. Ahora tiene que ser selectiva con sus actividades, ajustarse a los horarios de clases, gustos y necesidades de su hijo.

Tiene que estar al pendiente de la actitud de sus propios amigos y de los que elija su pequeño vástago.

La casa, el vehículo, las calles, todos los caminos tendrán para ella un propósito primordial: su hijo.

Estas reflexiones de la señora Bertie Bartoloti son hechas frente al niño que salió de la lata, bajo la certeza de que el paquete no tenía más instrucciones. Todos los problemas y soluciones tendrían que emerger de su propio espíritu, de su sentido común, y de su paciencia para saber escuchar al niño.

Los ojos azules del pequeño y su tierna mirada la conmueven y decide aceptar el mayor desafío de toda su existencia: ser la madre para este pequeño. Ya imaginará, Usted, querido lector, el revuelo que la extravagancia de la protagonista causa en el pueblo.

Porque Ser madre es una decisión personal, incluso si se cuenta, como en el caso de la protagonista, con el apoyo incuestionable de Egon, quien igualmente, por cierto, quiere ser padre de este niño.

Tener un hijo no es sólo parirlo, es sobre todo educarlo, darle confianza en sí mismo, conocerlo y respetar su forma de ser.

Una madre requiere ser astuta para resolver los conflictos que pueda tener con su hijo o los que el pequeño tenga con otras personas, niños o adultos.

Bertie pasará por muchos sucesos junto con su hijo.

Quienes deseen saber de estos y de las fórmulas sabias de las que se valió Bertie para superarlos, deberán aventurarse a leer esta novela corta, que es todo un clásico de la literatura infantil.

Y, en todo caso, pensar en si se ha tenido una madre extravagante, a lo Bertie Bartoloti, o si se ha sido una de ellas.

Como siempre, querido lector, Usted tiene la última palabra.

Maritza Flores Hernández

Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.

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