Gorilas en Trova
Abril 05, 2022 / Por Maritza Flores Hernández
Los ultimos dos años (de pandemia), sumados a las clases, el trabajo, las compras y las comunicaciones en línea, suponen el motivo por el cual, ahora, los lectores prefieren los cuentos cortos, los poemas breves, las noticias en cápsulas o en tiktok; sin embargo, hay algo de artificio en esto. Por cierto, ¿cuál es su minificción favorita?
Existen mificciones que levantan la ceja de cualquier lector, por ejemplo:
Doxografía de Francisco de Aldana:
No olvide Usted, señora, la noche en que nuestras almas lucharon cuerpo a cuerpo.
Minificción de Juan José Arreola—publicada en su libro Palindroma, en 1971— que devuelve al lector la posibilidad de pensar, imaginar y hasta soñar con la imagen de dos almas que luchan cuerpo a cuerpo.
O más bien, ¿se tratará de que los dos cuerpos contienden mutuamente y luego, en esa brega, las almas se juntan y pugnan una contra la otra?¿O el alma de un cuerpo se bate contra el cuerpo de la otra alma?
¿Acaso, en esta minificción, hay duplicidad de lenguajes, de significado de las palabras?
Entonces cabe especular que este autor mexicano se esté refiriendo a la posibilidad de que, al batallar los cuerpos, sean las almas las que se tocan; porque no existe contacto carnal que no implique la revelación espiritual de y entre los hombres, pués aun en el amor erótico, lo auténticamente sensible está en el interior de lo humano y no en la materia.
Así, Arreola —originario de Jalisco— reúne en una imágen poética la ficción y la realidad, ya que ante la posibilidad de que la fricción entre dos cuerpos caiga en el olvido, es la memoria quien viene al rescate, gracias a la huella indeleble que un alma deja en la otra.
Por otra parte, paralelamente, podría ocurrir que, conociendo al célebre poeta del amor cortesano, Francisco de Aldana, se cuestionase: ¿somos seres trascendentes?
En fin, Usted, querido lector, seguramente ya estará dilucidando el verdadero sentido de esta obra que involucra no sólo la concision del idioma, sino del pensamiento, hasta el punto de tratar de conjeturar el por qué de la frase inicial: “No olvide Usted, señora, la noche en que…”
La minificción es un género literario que, según los expertos, surge y crece en el siglo XX, gracias a escritores como Augusto Monterroso, Juan José Arreola y Salvador Elizondo, cuando ni siquiera había computadoras y nada acontecía on line.
Antes y ahora, el éxito de la microficción se debe a que resulta graciosa, amena. Se trata de genuinos juegos de sutilezas y destrezas entre el escritor y el lector. Que, además, no requiere de ningún tipo de preparación previa; bastando tener la disposición para leer y divertirse, usando la propia experiencia de vida.
Édgar Omar Avilés narra:
El Pueblo del puerto
Luego del tsunami, en el pueblo del puerto hay sirenas peinándose en las bañeras, otras nadan en el fondo de los vasos de tequila, los conductores las ven reflejadas en los espejos retrovisores, las amas de casa las encuentran al abrir una lata de sardinas, en la radio la cumbia se interrumpe y se escucha el enigma de sus cantos, los niños las descubren jugando escondidillas, el párroco asegura que en las noches de lluvia un ejército de ellas va a la iglesia y seduce a los ángeles.
Luego del tsunami, el pueblo del puerto quedó sumergido, y a las sirenas les aterra que los fantasmas humanos persistan bajo el mar.
Esta minficción, publicada en el libro Yo no canto, Ulises, cuento, dedicado a “La sirena en el microrrelato mexicano” (Ediciones Fósforo, México, 2008, bajo la compilación de Javier Perucho), refiere toda una historia con el antecedente de cómo era el pueblo antes de la llegada del tsunami.
Igualmente, advierte que los tsunamis, fenómenos naturales, traen desastres y cosas imprevisibles para los hombres de tierra, entre otros las sirenas, seres fantásticos y, muchas veces, monstruos temibles.
¿Recuerda Usted, querido lector, la antigua frase: “se dejó llevar por el canto de las sirenas”?
Según el conocimiento popular, esta frase conlleva que quien resulta hechizado por el canto de las sirenas es llevado al fondo del mar y devorado por estas; otros, no quieren ni pensar en el horrible destino de sus víctimas.
Mas, ¿qué pasa con los habitantes de ese pueblo que las hallan por doquier?
El narrador, Avilés, nacido en Morelia, Michoacán, deja ver que todos escucharon el canto de las sirenas porque se hacían oír a través de la radio en lugar de las cumbias o del reguetón o de lo que Usted prefiera imaginar.
No obstante, los niños jugaban a las escondidillas con ellas y las mujeres las encontraban hasta en las latas de sardinas o se les veía en las bañeras.
A la anterior extrañeza, se debe observar, no hay sirena con cola de pescado paseando por las calles ni cruzando la sala de la casa para darse un baño en la bañera. Eso no existe, no es posible. Salvo que se tenga presente a “La sirenita”, película estrenada en México en noviembre de 1989, de los realizadores John Musker y Ron Clemens, y guion de Roger Allers. Producción de Disney basada en el cuento del mismo nombre, del autor danés, Hans Christian Andersen, publicado en 1837, dentro del libro Cuentos de hadas contados para niños, tercer volumen.
En términos generales, cuentan que la sirenita, enamorada de un príncipe humano, renuncia a su cola de pescado para tener piernas y caminar sobre el suelo; aspirar el oxígeno del aire con sus pulmones y no del océano con sus branquias.
Hans Christian Andersen, en su cuento, precisa que la sirenita conversa con su abuela:
suponiendo que los hombres no se ahoguen —preguntó la pequeña sirena— ¿viven eternamente? ¿No mueren como nosotras, los seres submarinos?
La abuela le informó, los humanos viven menos que las sirenas, pero su alma es eterna. Tanto en el cine como en el libro, el final de la protagonista puede resultar trágico y aleccionador al mismo tiempo.
Ahora bien, continuando con el cuento, el párroco se queja de que los ángeles se han dejado seducir por las sirenas.
Corresponde preguntarse, (Sí, Usted también, querido lector): ¿normalmente los ángeles se dejan ver?
Para este punto, ya se está inmerso en el escenario natural de las sirenas; es decir, en el fondo del mar. Por si a alguno se le escapó, el autor precisa: “luego el pueblo quedó sumergido”, empero las sirenas están aterradas, los fantasmas de los humanos persisten.
Dicho de otro modo, ¿cuál es el estado del párroco, de los niños, de las personas en ese pueblo? Si se sabe que a las sirenas les gusta cazar a los humanos, atrayéndolos con sus cantos, ¿qué es lo que hacen con ellos, una vez, en el fondo del mar? ¿Cuáles fueron las consecuencias del tsunami? ¿Alguna vez, en el cuento, el pueblo recuperó su forma original y anterior al tsunami? ¿Cómo arribaron las sirenas al pueblo? ¿Cuál es el tamaño de una sirena en relación a un humano? ¿Quiénes son realmente los seres sobrenaturales?
Claro, la minificción apuesta en favor de un texto breve, lúdico, basado en una doble escritura y lectura, soportados en la memoria, palabras, oraciones, párrafos, leyendas, cuentos, refranes propuestos tanto un autor perspicaz como por un lector astuto. Son historias para disfrutarse a pequeños sorbos, para releerse y reflexionarse hasta dar con nuevos detalles.
¿Y qué pasa si no se conocen las historias de las sirenas ni se sabe nada del poeta Francisco de Aldana? La respuesta es fácil: se disfruta del juego de las extrañezas producto de la convivencia entre ángeles y sirenas; y de la lucha entre dos almas y dos cuerpos; o aprovechando la existencia del internet, se apropia de nuevos conocimientos para acrecentar la microficción y sus posibilidades.
Como siempre, la última palabra la tiene Usted, querido lector.
Cuentista, ensayista y también abogada. Egresada de Casa Lamm, donde hizo la Maestría en Literatura y Creación Literaria. Considera el arte, la ciencia y la cultura como un todo. Publica dos columnas literarias cada semana, en distintos diarios. Su obra ha formado parte de la antología de cuentos “Cuarentena 2020”.
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