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Camille Claudel: la col roída por las orugas

Camille Claudel: la col roída por las orugas

Agosto 20, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

Me han formado expresamente para que les proporcione ideas, conocedores de su nula imaginación. Estoy en la situación de una col roída por las orugas: a medida que me crece una hoja se la comen.

Camille Claudel

 

Camille Rosalie Claudel, mujer apasionada, escultora brillante, amante entregada, hija abandonada en los tenebrosos brazos de la locura. Su enorme creatividad, y seguramente su belleza, deslumbraron al escultor Auguste Rodin, quien sería su amante, su cielo y su infierno. Él mismo se declaró incapaz de ser su maestro, dada la genialidad de la joven Camille quien hacía que el barro cobrara vida.

Al conocer al ya famoso escultor Auguste Rodin, su vida tomó un vuelco tormentoso. Él no quiso ser su maestro pero la hizo su ayudante para después volverse su amante. Mantuvieron una relación apasionada, desquiciada, dolorosa, intensa. Más tarde, él la rechazó, en 1912, tras un embarazo y aborto. Ella se empezó a sentir perseguida por él, lo acusó (no sin algo de razón) de robarle sus ideas y querer destruir sus obras y a ella misma.

En una carta le confiesa sus temores a su prima: “El señor Rodin ha persuadido a mis padres para que me encierren, están todos en París para eso. El muy tunante se apoderará por este procedimiento expeditivo del trabajo de toda mi vida”.

Sus temores se ven hechos realidad y en 1913, tras una reunión familiar en París, una vez que su padre (su único defensor) ha muerto, se decide internar a Camille en el Asilo de Alienados de Ville-Évrard.

Depués del rechazo de Rodin, la escultora se aísla, temerosa de la banda de Rodin. Se encierra en una muy modesta habitación-taller del Quai de Bourbon, tapa las ventanas y no sale más. Recibe por una ventana la comida que los vecinos le ofrecen. Cuando los enfermeros que la llevarían al hospital rompen la puerta, encuentran el lugar inundado, las piezas rotas, sólo tenía la compañía de sus muchos gatos.

Su valor como escultora fue reconocido en el mundo del arte, en el París de inicios del siglo XX. Sin embargo, durante muchos años fue olvidada, terminó sus días en el encierro, murió de hambre y olvido, en medio de la locura. Ahora su obra es objeto de admiración y estudio. Cómo no quedarse en pasmo con obras como Cloto (1893), La edad madura (1899), La implorante (1899), El Gran vals (1903) o El abandono (1905). Después, la caída, la destrucción de su obra, más tarde la muerte del padre, su único sostén emocional y economico, la ruptura con Rodin, la locura.

Sin duda, para bien y para mal, su nombre no se puede separar del de Rodin, con quien vivió un turbulento romance cuando él aun sostenía una vida amorosa con su mujer oficial, Rose. Las traiciones de él estuvieron siempre presentes en la vida amorosa entre ambos. Sin duda, los abusos y engaños de Rodin jugaron un papel fundamental en el desencadenamiento de la psicosis. Se trató de un amor estragante: él fue para ella un hombre-estrago.

Desde su encuentro, la vida entre ellos abarcó todas las esferas. Él era como su piel, ella no se podía pensar sin él, había entre ambos una simbiosis artística al grado de no saber quién de los dos era autor de ciertas obras, o partes de ellas, como ocurre claramente en las obras de Rodin Las puertas del infierno o Los burgueses de Calais. Se decía, por ejemplo, que las manos y los pies de las obras de Rodin eran en realidad obra de ella.

Al ingresar al hospital psiquiátrico de Ville-Évrard, fue valorada por el Dr. Truelle, quien redacta su dictamen técnico de ingreso:

“Dice que es un secuestro. Son Rodin el escultor y mi familia que lo han provocado (…) Rodin quería obligarme a trabajar por la fuerza en su taller. Trabajé con ahínco para mejorar mi imaginación. Él no tiene imaginación. Necesitaba una imaginación (…) Me envenenaba con curare, arsénico (…) Me pegaba, me daba patadas. No me di cuenta hasta 1907. Envenena a toda mi familia (…) Me he quejado a todo el mundo, pero él tiene atado al Ministerio de Justicia, tiene atado de manos a todo el mundo. Soborna a la gente para echar esos venenos en la comida y provocar enfermedades mortales. Ella estaba enclaustrada en su casa desde Semana Santa. Los chicos repartidores traían los alimentos por la ventana. Rodin penetraba en casa de ella por la ventana y venía a hurgar en sus esbozos. Él le había encargado a mi carnicero que le echara arsénico en la carne, y como el chico no quiso, él hizo que lo mandaran a Marruecos a dejarse matar (…) Hace 10 años que ella se dio cuenta de todos modos. Es un loco sádico. Viola a las niñas. Fue condenado una primera vez a 1.000 años (…) Fue él quien mató a Elisa Vandame. Corta a las niñas en trozos y las tira al Sena. Delirio sistemático de persecución basado principalmente en interpretaciones y fabulaciones, ideas de grandeza (…): es víctima de los ataques criminales de un escultor célebre que se ha apoderado de las obras que ella creó. Él ha intentado en varias ocasiones hacerla desaparecer y envenenarla, como ha hecho ya con otras personas.”

Se conoce un segundo parte médico, ahora del Dr. Ducoste, quien escribe:

“Rodin, de hecho, la persigue. Rodin, de quien fue alumna, está celoso de su genio e intenta robarle todas las ideas. En otra época, cuando ella se ausentaba de casa, entraba y le robaba sus obras. Ideas de persecución: Rodin y su banda (es el jefe de una banda de ladrones). Delirio retrospectivo: él ya la persigue desde la primera comunión (…) Pero ella sólo se dio cuenta de todo hace dieciocho meses y un año. Intentaba dominarla con un narcótico y varias veces lo consiguió.”

Sabemos con Freud y con Lacan que en la paranoia hay un desencadenamiento donde el amado se convierte en perseguidor. En Claudel, Rodin pasó de ser su amado e idealizado maestro a ser llamado “el Señor Huron”, “rata de alcantarilla”. Lo culpa de robarle su obra, de no permitirle brillar, de dejarla sin recursos; lo acusa de perseguirla con fines de venganza y de poner a la propia familia de la escultora en su contra. Ante el abandono de su amado hermano, el poeta Paul Claudel, supone que Rodin lo ha mandado a asesinar. También tiene la certeza de que sus amigos, que le intentan persuadir de lo inexacto sobre lo que piensa de Rodin, han sido coptados por la enorme influencia del monstruo que la persigue.

También empieza a desarrollar un delirio de envenenamiento, desde luego, perpetrado por Rodin. Así le escribe a su hermano y amigos: “Continuo enferma por culpa del veneno que tengo en la sangre, tengo el cuerpo en brasas; es el hugonote de Rodin que manda distribuir las dosis porque espera heredar mi taller.”

Víctima de una sociedad victoriana que negaba los caminos del arte y la sexualidad a las mujeres, se queda en el hospital psiquiátrico por 30 años, efectivamente como una col roída por las orugas. Sí, a una mujer que le daba vida al barro, inteligente, rebelde, transgresiva, sexuada, le comieron las hojas de su creatividad y de su ser cada vez que le crecían.

 

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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