Desde el Sur

Al mal tiempo buena cara

Al mal tiempo buena cara

Agosto 11, 2023 / Por Márcia Batista Ramos

Portada: “El caminante sobre el mar de nubes”, Caspar David Friedrich

 

La realidad exige

Que también se diga:

La vida sigue.

Wislawa Szymborska

 

Hace mucho tiempo que aprendí que la historia es siempre la voz de quien la narra. Por eso, acumulé narrativas en la memoria. Bonitas unas, trágicas casi todas las demás…

No comprendí todas las cosas que me contaron. Tampoco acepté como cierto el viaje de la tierra a la luna (tenía cinco años, creo que eso influyó mucho). Total, siempre utilicé mis derechos a especular y a dudar. Aunque la mayoría de las veces, yo especulaba en silencio, así como si se tratara de alucinaciones personales. Sin jamás importarme con las críticas de la oposición.

¡Pero nada de eso importa! Lo que sé es que la vida está hecha de instantes que cobran sentido, por motivo desconocido, en nuestra mente y vienen de repente, como recuerdos fragmentados. Lo que importa es que me gusta conmemorar el ocaso de cualquier día del mes de julio, aquí en el sur, donde el frío hiela los huesos y cuando el sol se oculta en el horizonte. Desde el oeste viene una especie de anestesia que se apropia de la punta de mi nariz. No sentir la punta de mi nariz me hace recordar que el resto de mi cuerpo está vivo, entonces, respiro el aire frío mirando al cielo que se trasmuta. En un raro monólogo interior, simplemente doy gracias a la vida. Celebrar el instante, para mí, es una especie de epifanía, revelando lo divino que se introduce, a su manera, en el cotidiano.

Yo sé muy bien que, en cualquier momento, un pequeño evento de origen insospechado puede romper el rumbo de una vida. Por eso seguramente la tía Laura, ahogada en su sobrepeso, repetía como quien rumia que: “Nadie tiene la vida comprada”.

No tengo la menor idea de qué hay que sentir, cuando la vida acaba de cambiar para siempre y eso me asusta en las mañanas de domingo.

A sabiendas de la finitud de la vida en el cuerpo, siempre estoy a la espera de que ocurra un pequeño evento en la ciudad más occidental de cualquier país del mundo que anuncie la paz en el planeta. Entonces, todas las inquietudes que cargo conmigo serían pulverizadas en un instante y la certeza de la paz, además de desmitificar la historia, garantizaría un final feliz en este mundo de sombras.

Me duelen los párpados cuando veo las sucesiones de imágenes que hacen una radiografía del mundo que se suicida, o reflexiones filosóficas en torno a la irracional guerra. Prefiero no prender el televisor. Empero, a pesar de las noticias, de las armas letales, de las mafias, del cambio climático, de los dictadores y de una serie de realidades clandestinas, yo tengo esperanza de que el mundo se componga y sea mucho mejor.

La palabra “esperanza” también me trae la remembranza de la tía Laura, con su cara sonriente y regordeta exclamando “¡La esperanza es la última que muere!”

En aquel entonces, yo tenía que hacer auténticos malabares para comprender la filosofía sencilla, colmada de refranes populares, que camuflaban una enseñanza, que salían de los labios sonrientes de aquella mujer de estatura pequeña y de cuerpo grueso, que era la tía Laura.

Después vi tantas cosas malas y feas del mundo, las zonas de conflicto en la esfera de la geopolítica internacional, las tiranías y muchas otras manifestaciones cotidianas ásperas, que modifican una realidad mayor, que me acostumbré a los días y noches de vientos y tormentas. Entonces, pensé que eso era envejecer, acostumbrarse a las cosas que no nos gustan, como las pérdidas, por ejemplo. Pensé que envejecer era residir en el olvido, como sobreviviente del incendio de la vida. Y luego, de pronto, sin estar inmersa entre cenizas, me percaté de que no vivo un abandono a pesar de todos los dolores del mundo y sigo cargada de esperanzas. Quisiera dinamitar todos los males que acechan al planeta.

Hace mucho le escuché decir a la tía Laura: “No hay mal que por bien no venga”. Hasta el momento no logro descifrar qué quiso decir con eso, si ella sabía a la perfección dónde vivimos.

(Medio año de bloqueos. Dos semanas de bloqueos… ¡No importa! Son conflictos locales y domésticos.)

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

Márcia Batista Ramos
En pocas palabras

Mayo 17, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Adiós a un poeta que cuenta historias

Mayo 14, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Diarrea emocional

Mayo 14, 2024 / Por Damián Cruz González

En pocas palabras

Mayo 10, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Konrad o la madre que abrió la lata

Mayo 10, 2024 / Por Maritza Flores Hernández

Con las valijas a cuestas

Mayo 07, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

En pocas palabras

Mayo 03, 2024 / Por Márcia Batista Ramos