Desde el Sur

El nombre de la magia

El nombre de la magia

Noviembre 26, 2024 / Por Márcia Batista Ramos

Sábado por la mañana, visité a mis amigos en la zona sur de La Paz. Luis tenía buen aspecto, pese a que no come hace algunos días y perdió bastante peso. No está enfermo, pero ya se cansó de esta vida tonta y quiere partir para conocer otros jardines, dejando atrás el envoltorio del cuerpo y todas las tribulaciones de la materia que, dígase de paso, no son las mismas tribulaciones para los pobres que para los ricos. Empero, él se siente agobiado y no quiere más estar entre nosotros. Me recibió con un bosquejo de sonrisa, nos saludamos con un beso en la mejilla y su esposa nos dejó a solas para que conversáramos. Su dormitorio en la segunda planta da a un exuberante jardín sobre una terraza, algo bello ya que dos paredes de la habitación son de vidrio. Verlo en cama, con ganas de partir, en su huelga de hambre solitaria, era algo bastante triste.

Hablamos sobre la muerte, que está asegurada para todos y llegará cuando nos corresponda, además de que no es bueno adelantarla, ya que de muchas maneras nos enseñaron que, cuando la provocamos, se nos recortan las alas y en lugar de subir, bajamos a aguas profundas (que las imagino medio verdosas, espesas y mal olientes). Además, abajo podemos encontrarnos con todos aquellos que no queremos, que se mostraron totalmente feos cuando los vimos en su desnudez y nos parecen repugnantes. Esa posibilidad arrancó una carcajada a Luis…

El sentimiento de que existe vida postrera a la muerte es algo que está más o menos intrínseco a nuestra cultura occidental, mismo después de que, Carl Sagan dijo que: “solo somos polvo de estrellas”. Entonces, si existe vida después de la muerte y, de igual manera, existe el jardín celestial del que hablaba Mahoma, mi amigo Luis podrá reencontrarse con los seres más queridos que se adelantaron a él. En ese caso, si tuviera la oportunidad de mirar a nuestro mundo y ver que las cosas que dejó pendientes, serían un problema para quienes le sobrevivieron. Posiblemente se arrepentiría de haber adelantado su partida. Y en el caso de que Epicuro, el filósofo estoico, tuviera razón —ya que sostenía que la muerte no debería temerse, pues al morir el ser humano deja de existir y por lo tanto no siente nada, no experimenta ningún tipo de dolor o sufrimiento—, si no hubiera vida o conciencia después de la muerte, pues entonces mi amigo, como un cumulo de células, que en el fondo son átomos materiales que vuelven a la materia, se reciclaría incesantemente. Si la muerte es el fin, la oscuridad y la nada, tampoco habría sentido en ir a su encuentro porque no habría conciencia de la misma. Luis, simplemente, no sabría que está muerto.

Pero tal vez la vida sigue después de la muerte, pues muchas veces escuchamos pasos en un espacio vacío o cuando los recuerdos vienen a inundar el instante y en una milésima de segundo, cambian el día de quien los percibió y quedó la certeza de que la vida continúa después de la muerte. Esa certeza de la continuidad, ya apareció en Platón, quien sostenía que el alma humana existía antes de nuestro nacimiento y continuará existiendo después de la muerte.

La expresión “conocer otros jardines” me hizo pensar en el paraíso prometido por Mahoma o por la Biblia Sagrada. Pero pregunté a Luis si, en el fondo, muy en el fondo, aún tenía la esperanza de vivir un día más. “No sé”, fue su contundente respuesta. “¡Piénsalo!”, fue la única palabra que dije saliendo de su habitación.

Observé su bella casa, repleta de libros, cuadros, recuerdos de viajes y de alfombras persas de seda que dan pena caminar con zapatos sobre ellas, porque esos tejidos son verdaderas obras de arte y expresan la cultura profunda de los pueblos del oriente.

El caso es que Luis está sufriendo. Todos sufrimos en muchos momentos de nuestra existencia y cada uno sufre a su manera. Ningún sufrimiento es despreciable, pienso que todos merecen nuestro respeto.

Después de dos días, cuando ya me encontraba en Oruro, su esposa me escribió que, de alguna manera hice una magia, ya que Luis era otro. Yo sé que la magia la hace Dios y que se llama milagro.

 

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

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