Desde el Sur

La primera poeta nacida en el continente americano

La primera poeta nacida en el continente americano

Junio 15, 2021 / Por Márcia Batista Ramos

Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantos/poemas escribió sin firmarlos, era a menudo una mujer.

Virginia Wolf

 

El continente americano es el segundo más grande de la Tierra, después de Asia. Ocupa gran parte del hemisferio occidental del planeta y fue “descubierto” hace 529 años, cuando Colón recorre los mares y encuentra un nuevo mundo. Es la misma época en que Copérnico desbrava los cielos para descubrirles nuevas constelaciones. Al nuevo mundo solamente a partir de 1507 se le comenzó a llamar América.

En los siglos posteriores al “descubrimiento” del Nuevo Mundo, España, seguida por Portugal y en menor medida otras potencias europeas, compitieron por la exploración, conquista y colonización del continente americano. Se introdujeron como esclavos a una gran cantidad de personas del África colonial, lo cual llevó a procesos de disolución y anomia de culturas milenarias, así como al surgimiento de nuevas conformaciones étnicas, culturales y políticas.

Es menester recordar que se considera como Literatura Americana aquella que se ha escrito en América a partir de la llegada de los españoles, ya que algunos elementos básicos del código artístico de la literatura latinoamericana que fueron engendrados en la época de la conquista, están presentes en los textos de los conquistadores.

Dentro del nuevo espectro cultural conformado en América, en sus primeros tiempos, queda registro, en los libros de historia, de las obras producidas por los hombres, dado a la conformación socio cultural de una época en que la producción intelectual femenina era invisibilizada prácticamente en su totalidad.

Cuando hablamos de las primeras poetas y escritoras nacidas en América, debemos recordar que muchas de ellas han sido engullidas por el olvido, certificando la triste historia de relegamiento a la cual las mujeres fueron sometidas desde el principio de la sociedad patriarcal americana.

Porque las artes en general, y la literatura en particular, estaban vetadas a las mujeres, la producción literaria femenil, hasta mediados del siglo XIX, fue muy exigua. Empero, sería un craso error considerarla inexistente durante todo el periodo de la conquista y la colonia. Además, hoy por hoy, borrar de un plumazo doscientos años de historia de la literatura femenina es una perfecta aberración. La historia de la literatura se tiene que enfrentar a una periodización que sea científicamente sustentable.

Si bien las mujeres americanas, desde los tiempos de la colonia, no tuvieron mayor participación en los espacios públicos, tradicionalmente ocupado por los hombres, no hay que olvidarse que su accionar como mujeres instruidas vinculadas con la literatura se desarrolló en los espacios privados: la casa y el convento.

Los conventos fueron los únicos refugios que encontraron muchas de aquellas mentes inquietas nacidas en un ambiente opresor y, coincidentemente, fueron también los lugares que a la postre preservarían el material de sus escritoras.

Tal es el caso de Isabel Flores de Oliva, santa Rosa de Lima, que nació en Lima, el 20 de abril de 1586 y falleció el 24 de agosto de 1617.

Santa Rosa de Lima fue una mística cristiana terciaria dominica canonizada por el papa Clemente X en 1671. Entre los santos nacidos en América, santa Rosa de Lima, fue la primera en recibir el reconocimiento canónico de la Iglesia católica, siendo la Patrona de las Américas y las Islas Filipinas.

Santa Rosa de Lima también tuvo el mérito de ser la primera poeta nacida en el continente americano.

Resulta un texto imprescindible, para todos los que quieran zambullirse en la historia de la literatura femenina del continente Americano, el libro de la filóloga peruana Rosa Carrasco Ligarda, quién analiza, desde los manuscritos, el léxico de la santa Patrona de las Américas en el libro Santa Rosa de Lima. Escritos de la santa limeña[i].

Según la investigadora Rosa Carrasco Ligarda, Rosa de Santa María y Lima, (nombre monástico de Isabel Flores de Oliva), era una revolucionaria para sus tiempos porque tomaba sus decisiones de manera autónoma. No solo fue una mujer dedicada a rendir culto, sino que también tenía otras habilidades como la pericia en la costura y el talento para la redacción, especialmente la creación de poemas, como lo revelan sus manuscritos que se pueden leer en sus Mercedes o Escala Mística:

“Oh, dulce martirio, que con harpón de fuego me ha herido. Corazón herido, con dardo de amor divino, da voces por quién lo hirió. Purifica mi corazón. Recibe centella de amor, para amar a su Creador (...) y temor santo, amor puro, la vida es cruz. ¡Oh dichosa unión! ¡Abrazo estrecho con Dios!”

“Llagado corazón el fuego del amor de Dios, en cuya fragua se labró. Solo sana quien lo labró con amor. Enferma estoy de amor, ¡oh fiebre que muero de ella! Confortadme con flores, cercadme con manzanas que desfallezco de amor.”

“Aquí padese el alma una impasiencia santa. Corazón lleno del divino amor, escribe fuera de si. Corazón traspasado con rayo de amor de Dios, corazón erido con flecha de amor divino. alle al que ama ni anima, tendrele y no lo degare (sic).”

Históricamente, a las mujeres no les fue fácil abrirse camino en el difícil mundo de la literatura, un territorio reservado a los varones. Las mujeres han sido tradicionalmente relegadas a un lugar secundario, quedando su papel limitado a la vida familiar, el cuidado de los hijos y las labores domésticas. Se llegó incluso a afirmar que la mujer era incapaz de valerse por sí misma, por su naturaleza peligrosa y su inteligencia inferior.

Aun así, el continente americano fue cuna de grandes escritoras y poetas desde sus primeras centurias. Los registros apuntan, como segunda poeta nacida en suelo americano, a Juana Inés de Asbaje y Ramírez, sor Juana Inés de la Cruz, nacida en San Miguel de Nepantla (actual estado de México, 1651), que falleció en 1695. Escritora mexicana, la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII, máxima representante del Barroco.

Seguramente, entre el nacimiento de Isabel Flores de Oliva (santa Rosa de Lima) y Juana Inés de Asbaje y Ramírez (sor Juana Inés de la Cruz), también nacieron otras poetas en suelo americano y, de hecho, posteriormente a ellas también hubo voces rebeldes, nacidas en el continente americano, ya que las letras femeninas en América no se hicieron esperar hasta el siglo XIX.

 

 

[i] Rosa Carrasco Ligarda, Santa Rosa de Lima. Escritos de la santa limeña, Lima, Facultad de Teología Pontificia Civil de Lima, Perú, 2016.

Márcia Batista Ramos

Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).

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