Desde el Sur
Mayo 02, 2023 / Por Márcia Batista Ramos
Ayer los encontré en la calle, lavando los parabrisas de los autos, enojándose con quien no quería que toque su parabrisas. Tal vez no tenían una moneda: manejar un auto a las 11:00 h de la mañana no significa llevar dinero cambiado para regalar.
Antes que ellos lleguen, eran pocos los que pedían monedas. Ahora se los ve en cantidad, con sus hijos en brazos en los semáforos de la ciudad. Gente joven, fuerte, en condición de mendicidad. Pregunté a un joven qué pasó para que esté así y respondió:
—Nos convencieron de que somos pobres, los apoyamos y creímos en nuestros verdugos.
Le ofrecí un trabajo en el campo: casa, agua y luz más un sueldo mínimo nacional. Una sonrisa iluminó su rostro y la respuesta fue rápida:
—Gracias, aquí en la calle saco más.
Me alejé con nostalgia de volver a los días en que el factor dignidad contaba para la mayoría de las personas. Decidí no darles monedas, porque yo pago para quien barre mi acera. Fomentar la indigencia como un negocio no está relacionado con solidaridad. ¡Vaya problema existencial! Nunca sabemos si la moneda es para comprar comida o para comprar drogas. Veo que, en el mercado, otros jóvenes de más allá de la frontera piden ayuda a gritos, pero no los veo pedir trabajo… Ya no lloro, solo me asombro. Cada conciencia tiene su peso y su medida.
Me asustan tantos jóvenes con niños en brazos pidiendo en las calles, tan lejos de su patria fallida; porque siempre tuve prisa por el futuro y exceso de preocupación por el progreso y por la seguridad que representa. También me preocupa el negocio a que se dedican unos cuantos de hacer fallir países porque a ellos no les importa la suerte que vayan a correr los jóvenes de la patria.
Es el momento postmoderno a nivel social y el joven que pide limosna en el semáforo tiene un celular y utiliza WhatsApp el día entero. Su condición de indigente aquí y ahora no implica una ruptura con la historia, no implica dejar de lado sus orígenes sino recrearlos.
Atravesar una frontera requiere de un esfuerzo intelectual y material propios de la geopolítica y ahora no quiero hacer un análisis desde la ontología social. Tampoco sé del oráculo de los fenómenos migratorio. Apenas me preocupa ese humano joven con un hijito en brazos que hace de la indigencia su trabajo y que dice:
—Ayúdame, pues que vengo llegando más allá de la frontera.
Nació en Brasil, en el Estado de Rio Grande do Sul, en mayo de 1964. Es licenciada en Filosofía por la Universidade Federal de Santa María (UFSM)- RS, Brasil. Radica en Bolivia, en la ciudad de Oruro. Es gestora cultural, escritora y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín Internacional, España. Columnista en la Revista Inmediaciones, La Paz, Bolivia y columnista del Periódico Binacional Exilio, Puebla, México, Mandeinleon Magazine, España, Archivo.e-consulta.com, México, Revista Barbante, Brasil, El Mono Gramático, Uruguay. Además, es colaboradora ocasional en revistas culturales en catorce países (Rumania, Bolivia, México, Colombia, Honduras, Argentina, El Salvador, España, Chile, Brasil, Perú, Costa Rica, USA, China, Nepal, Uzbekistán, Paquistán, Arabia Saudita). Publicó: Mi Ángel y Yo (Cuento, 2009); La Muñeca Dolly (Novela, 2010); Consideraciones sobre la vida y los cuernos (Ensayo, 2010); Patty Barrón De Flores: La Mujer Chuquisaqueña Progresista del Siglo XX (Esbozo Biográfico, 2011); Tengo Prisa Por Vivir (Novela Juvenil, 2011 y 2020); Escala de Grises – Primer Movimiento (Crónicas, 2015); Dueto (Drama, 2020); Rostros del Maltrato en Nuestra Sociedad –Violencia Contra la Mujer. (Ensayo, 2020); Universo Instantáneo (Microficción, 2020).
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