Ensayo

Cuarteto para el final de los tiempos

Cuarteto para el final de los tiempos

Enero 13, 2023 / Por María Teresa Andruetto

Siete horas de tren separan a Kiev, actual escenario de guerra, de Görlitz, la más oriental de las ciudades alemanas. En el sur de Görlitz, a orillas del río Neisse (Niais), las Juventudes Hitlerianas establecieron un campamento para actividades de verano. Una vez comenzada la II Guerra, los barracones se convirtieron en un campo de concentración. Era un campo de los llamados blandos, es decir prisión sin exterminio directo. En 1941 fueron encerrados allí 15,000 soldados polacos. Luego 40,000 franceses y 8,000 belgas, de modo que los 56 barracones estaban superpoblados.

La noche del 15 de enero de 1941, en uno de esos barracones, a varios grados bajo cero, mientras afuera nevaba y ante unas 500 personas —casi todos prisioneros, pero también algunos guardias hitlerianos—, cuatro músicos estrenaron una de las obras más conmovedoras de la historia de la música: una pieza de cámara basada en la luz, la liturgia, el canto de los pájaros y el apocalipsis.

La obra, que se titula Cuarteto para el Final de los Tiempos y cuyo conocimiento reciente debo a Max Bertea, músico cordobés que vive en Berlín y prepara actualmente un concierto para uno de nuestros espacios de memoria, fue escrita por un prisionero, el compositor Olivier Messiaen, músico francés profundamente religioso que tenía entonces apenas más de 30 años y quien anotó de puño y letra en la primera página de su partitura: En homenaje al Ángel del Apocalipsis, que levanta su mano hacia el cielo diciendo: “Ya no habrá más tiempo”.

La pieza, que fue interpretada con una inusual combinación de clarinete, violín, violonchelo y piano por cuatro soldados-músicos prisioneros, es calificada hoy como el inicio de la vanguardia musical, una suerte de surrealismo cristiano. Pese al estado de los intérpretes y de los instrumentos —el violín desafinaba tres cuerdas, el violonchelo estaba destensado y le faltaban claves, al piano vertical se le hundían las teclas…—, los recuerdos de los asistentes, que permanecieron en silencio durante los 50 minutos que dura la obra, hablan de “éxtasis” para describir la experiencia.

Algunos militares de las SS, especialmente el guardia Carl-Albert Brüll, que había estudiado música en Leipzig, habían dejado a Messiaen papel, lápiz y goma para preparar la obra y consiguieron los desvencijados instrumentos. Brull dibujó el cartel informal (se podrá ver en el muro de “Nada del otro mundo”) para anunciar el estreno. El compositor, que tenía desde siempre graves problemas de visión, fue liberado —al igual que los otros músicos— dos meses después con la connivencia de Brüll, que les consiguió documentación falsa. Messiaen dijo, años más tarde, acerca de esa noche de enero de 1941: Nunca nadie escuchó mi música con tan absorta atención y con una comprensión tan plena.

Estaba convencido de que la inspiración debe partir de la imitación del canto de los pájaros. Siempre creyó que el Paraíso estaba en la tierra y entendía la idea de Dios como infinitamente sencilla. Su búsqueda fue fructífera pese a la noche profunda que adivinaba en el mundo. Todas sus obras, incluso aquellas en las que sólo pretendía imitar a las aves —fue también ornitólogo y hasta sus últimos días, organista de la Iglesia de la Santa Trinidad de París— fueron religiosas y estaban destinadas, a ser interpretadas en las “catedrales de la mente”.

 

 

En el prefacio de la partitura del Cuarteto para el fin de los tiempos, Messiaen describe así su obra:

Entre las tres y las cuatro de la mañana, el despertar de los pájaros: un mirlo o un ruiseñor improvisa un solo, rodeado de un sonido brillante, de un halo de trinos perdidos muy en lo alto de los árboles. Transporté esto a un plano religioso y tendrá el silencio armonioso del Cielo. El movimiento de apertura empieza con el solo de clarinete imitando la canción de un mirlo y el violín imitando la canción del ruiseñor. El ritmo subyacente lo llevan el chelo y el piano: el chelo hace círculos de una misma melodía de cinco notas y un patrón repetitivo de 15 tiempos. La parte del piano consiste en un patrón rítmico de 17 notas permutado estrictamente a través de 29 acordes, como para dar al oyente un destello de algo eterno.

Olivier Messiaen nació en Aviñón en 1908 y murió en Île-de-France en 1992. Fue compositor, organista, pedagogo y ornitólogo, y es uno de los músicos más destacados de toda la centuria. Su fascinación por el hinduismo, la música japonesa, el paisaje del Cañón de Bryce, en Utah, la vida de san Francisco de Asís, su admiración por la naturaleza y los pájaros, su profunda fe cristiana, que se concentra en una forma teologal de la alegría, y su amor por el color instrumental, fueron primordiales para su formación como persona y como artista. Entre sus distinguidos alumnos estuvo Yvonne Loriod (quien después sería su mujer y la intérprete por excelencia de sus obras para piano), puedo permitirme cualquier capricho, porque ella es capaz de tocarlo, dijo.

Consideraba a los pájaros como los mejores músicos. Transcribía sus cantos e incorporó las transcripciones a gran parte de su música. Una de sus piezas, para flauta y piano, está basada enteramente en el canto del mirlo, y compone El despertar de los pájaros casi enteramente con sus cantos, tomando como material los que podía oír entre la medianoche y el mediodía en las montañas de la región francesa donde tuvo una casa y compuso la mayor parte de sus obras. Se trata de sofisticados poemas tonales, incluso anota en la partitura la especie de pájaro que da ese sonido. El trino y el gorjeo. El murmullo y el piar. El susurro, la réplica y la contrarréplica. La música del universo. El silencio inabarcable de Dios. El abismo del Tiempo. Creía firmemente que estaba asistiendo al fin de los tiempos, pero aun así quiso regalarle al mundo un último mensaje de paz y serenidad. Quería que el mundo viese su fin como él lo veía, con el color y la textura que escuchaba, y con los sonidos que sus ojos abarcaban en sueños.

En el “Segundo poema de los dones” Borges define la música como esa misteriosa forma del tiempo. Es necesario el tiempo para que exista la música y

 

Yo, ahora, tengo poco tiempo … (…) …por culpa de este nuestro mundo humano que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

 

dice un poema de Pier Paolo Pasolini, cuyo centenario de nacimiento se cumplió hace casi un año.

María Teresa Andruetto

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.

Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.

Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).

Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.

María Teresa Andruetto
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