Ensayo

El martirio de Santa Úrsula

El martirio de Santa Úrsula

Agosto 23, 2022 / Por María Teresa Andruetto

Imagen portada: Carvaggio, El martirio de Santa Úrsula, 1610.

 

El Barroco, que al parecer tomó su nombre de Barocco, razonamiento torcido, o de Baroque, adjetivo aplicado a las perlas deformes o imperfectas, se destaca en la pintura por la importancia del color, los juegos de luces y sombras, la teatralidad. Su propósito es provocar emoción y fascinación en el observador y, en la práctica, funcionó como propaganda de la Contrarreforma. Se trataba de sensibilizar a los fieles que concurrían a las iglesias, de involucrarlos en los dramas descritos en las pinturas, para que vieran no ya al Jesús predicador de la montaña sino al Cristo colgado de la cruz, con llagas, sangre y clavos. El Cristo y las vírgenes que a lo largo de la historia fueron objeto de lascivia, abuso y violencia de los poderosos. De ahí tantas pinturas de mártires, personas torturadas o asesinadas por defender una ideología, una doctrina, una religión.

En la galería de un palacio napolitano donde ahora funciona uno de los bancos más importantes de Italia está colgado El martirio de santa Úrsula, la última pintura que hizo el gran Caravaggio, en 1610, para un noble ferviente coleccionista de su obra. El cuadro tiene un pequeño accidente en la tela porque el artista, acuciado por la fecha de entrega, intentó acelerar el secado dejándolo al sol. Después de entregarlo, partió a Roma para recibir el perdón del Papa por su participación en la muerte de un hombre en un duelo y en ese viaje murió. En la pintura, la hermosa Úrsula mira hacia abajo con una expresión de sorpresa al ver el eje clavado en el pecho. A la derecha y atrás, algunos hombres miran conmocionados, uno de ellos, el rostro vuelto hacia arriba, sería el propio Caravaggio.

Úrsula era cristiana, de belleza legendaria. El rey de Inglaterra la pide para uno de sus hijos, amenaza con ir a la guerra si ella dice que no. Ella acepta a cambio de ir a Roma con otras diez vírgenes. Al regreso, las mujeres son atacadas y asesinadas por los hunos, salvo Úrsula, a quien el rey de los hunos le promete dejarla viva si se casa con él. Ella dice que no y el rey le atraviesa el corazón con una flecha. Durante toda la Edad Media corrió de un pueblo a otro, con muchas variantes, la historia de estas mártires, pero más allá de las variantes siempre se trata del asesinato de Úrsula y sus doncellas por defender su virginidad.

Las violaciones y abusos estaban a la orden del día, pero aunque los violadores —como los de hoy— tenían nombres y calmaban su sed en vecinos manantiales, lo que quedó en la historia y en las leyendas fue los nombres e imágenes de las víctimas. En las pinturas están las abusadas o asesinadas, y los relatos se refieren al agresor de un modo general, plural, muchas veces también impersonal.

En cuanto a las víctimas, estamos hablando de mujeres de la nobleza o sus alrededores, porque las violaciones a las mujeres del pueblo no importaban. En cuanto a aquellas, debía tratarse de vírgenes (si no lo eran, las violaciones no eran tales) y la ignominia se limpiaba con la muerte, ya sea el asesinato o el suicidio. El santoral cristiano está lleno de violaciones de niñas y jóvenes que, en compensación, fueron elevadas al honor de los altares: desde Águeda de Catania, con los senos destrozados a machetazos, a Santa Inés, metida por sus pretendientes en un prostíbulo para corromperla. Desde Juana de Arco, quien después de conducir a la victoria a los franceses fue entregada a los ingleses, acusada de brujería y quemada en la hoguera, hasta la Úrsula del comienzo.

Las nombradas con nombre propio a menudo son solo ellas, no sus agresores, y los relatos también a menudo usan esa forma verbal que en nuestra lengua (y en otras) se llama voz pasiva. La voz pasiva es una forma de construir la oración que permite enfatizar la acción o a quien la padece, en lugar de destacar al sujeto que la lleva adelante. Es una forma que vuelve un poco plano (mermado de emotividad) el relato, porque evade la responsabilidad del autor de los hechos. Opaca o invisibiliza a los agentes y expone a los que soportan los padecimientos. Una construcción verbal por la cual hay alguien pasivo y paciente que soporta los embates de otro u otros cuya identidad no se precisa demasiado. Hay dos formas de voz pasiva en nuestra lengua, en cualquiera de las dos se esquiva la responsabilidad del sujeto.

La que más se usa se llama pasiva refleja o pasiva con “se”. Solo se usa en tercera persona.

Se produjo/

se cree/

se considera.

No sabemos quién lo dice ni por qué, solo sabemos lo que se dice y no tenemos muchos modos de saber si eso es verdad, porque el sujeto responsable de ese decir está oculto. De modo que ese sujeto puede decir cualquier cosa porque está escondido y lo que se expone es lo dicho o más aun, muchas veces la víctima o las víctimas de esos dichos. Se trata de un cambio en el orden de la oración con el objetivo de poner el foco en un lugar y quitarlo de otro. Los manuales dicen que se utiliza cuando el sujeto es poco relevante para lo que se quiere transmitir, o bien cuando el receptor del mensaje sabe de sobra quién llevó adelante la acción y por eso no es necesario nombrarlo. O cuando no sabemos quién hizo las cosas, pero la comunicación tiene sus tretas, así es como

Se producen violaciones en manada

se incrementa la deuda con el fondo monetario

se producen aumentos en los precios

o, como tan a menudo escuchamos,

se dispara el dólar blue.

María Teresa Andruetto

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.

Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.

Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).

Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.

María Teresa Andruetto
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