Ensayo

El viaje de Orundellico y Juancito Botón

El viaje de Orundellico y Juancito Botón

Mayo 31, 2022 / Por María Teresa Andruetto

Foto de portada: Narrative of the surveying voyages of his Majesty's ships Adventure and Beagle between the years 1826 and 1836 describing their examination of the sourthern shores of south America and the beagles circumnavegation of the globe. London : Henry Colburn, 1839 (Tomada de http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-70671.html)

 

Robert Fitz Roy, capitán del Beagle, regresaba en una chalupa ballenera a su barco cuando se detuvo en una isla para comer y descansar. En eso llegaron algunos yamanas con quienes los ingleses cambiaron pescados por botones y chucherías. Fitz Roy invitó a un joven yamana a que pasara a su bote y le dio al hombre a cargo de la canoa un botón. Así fue como Orundellico se transformó en Jemmy Button, Juancito Botón.

Juancito se sentó en el fondo de la chalupa. Al parecer pensó que iría a cazar guanacos con los hombres blancos y entonces vio cómo las embarcaciones se separaban. Era un muchacho de la etnia yagán, habitante de las costas del gran canal, hoy llamado Canal de Beagle, cuando el explorador inglés lo secuestró junto a otros tres aborígenes y lo llevó a Londres, donde uno de ellos murió de viruela y los otros tres permanecieron más de un año. Al cabo de ese tiempo, y junto a un joven Charles Darwin, amigo del capitán, los regresaron en el mismo barco a su lugar de origen.

Orundellico era nómada, canoero y recolector marino en los canales del extremo sur. Vivía con los suyos en los alrededores de la bahía Wulaia, antes que el comandante del Beagle lo llamara con ese nombre despreciativo por aquel botón de nácar que con engaños le dieron a su padre a cambio de llevárselo. Cuando lo apresaron, era su primer contacto con hombres blancos y el apropiador estimó que andaría por los catorce años.

Ya en Inglaterra, lo hicieron estudiar en el Saint Mary School. Lo vistieron con bombín, traje, cuello palomita y zapatos de moda inglesa y lo llevaron ante los reyes Guillermo y Adelaida, quienes le regalaron chafalonías y a los que les habría causado gracia el inglés precario que el muchacho hablaba. El capitán, convertido en protector, lo acercó al cristianismo con ayuda de un misionero que, de cualquier modo, poco pudo lograr al respecto. La idea de Fitz Roy era traer a los tres sobrevivientes de regreso al archipiélago luego de que hubieran sido catequizados y aprendido el inglés y otras materias propias de la civilización europea. Así que le enseñaron idioma y los principios del cristianismo y conocimientos de agricultura, jardinería y mecánica. Regresaron un año y medio más tarde. Los trajeron como punta de lanza de la Sociedad de Iglesias Misioneras para evangelizar a los nativos de Tierra del Fuego.

Darwin, que como hemos dicho estaba en la tripulación, anotó en sus cuadernos que, al llegar, Jemmy Button se encontró con gente de su tribu y se enteró de la muerte de su padre. Poco después atracaron en la bahía de Wulaia e iniciaron la construcción de las cabañas misioneras con sus huertas y un espacio custodiado para mantener lejos a los otros nativos, los que se resistían al proceso de evangelización. Darwin anota también que uno de esos días, de repente, Button escucha una voz proveniente de una canoa que se acerca a la playa y grita “Mi hermano”, porque reconoce a su hermano mayor. Cuando la pequeña canoa vara en la playa descienden de ahí su madre, dos hermanas y cuatro hermanos. Él camina hacia ellos, la madre y los hermanos permanecen de pie y luego lo rodean sin decir palabra. Después, el hermano mayor comienza a hablar, pero el joven yamana no puede responderle: ha olvidado en parte su lengua, se le mezcla con el inglés, descubre con horror que los suyos ya no lo comprenden.

En la misión hace huerta. Les regala a su madre y hermanos ropas occidentales, les ofrece clavos y herramientas, pero a los suyos no les gustan las prácticas de armas de fuego de los europeos, por lo que se reembarcan en sus canoas y parten mar adentro. La familia se va y él se queda con los evangelizadores en lo que parece ser ya una asimilación. Fitz Roy zarpa tranquilo, sigue su viaje explorando el gran canal. Cuando regresa a Wulaia, el pequeño paraíso del yamana, “en lugar del muchacho que dejamos (dice Darwin) encontramos a un salvaje flaco, huraño, con los pelos revueltos y sin más ropa que un pedazo de tela en la cintura”. Jemmy está ahora desnudo, como lo había estado antes.

Años más tarde, la Sociedad Misionera Patagónica establece una misión en la isla Keppel (archipiélago de Malvinas) para catequizar a nativos y luego devolverlos a Wulaia. Necesitan de la ayuda de Button, que después de todo, para eso lo han llevado a Inglaterra, lo han catequizado, le han enseñado inglés, le han hecho olvidar su lengua. Button se niega a ir.

Darwin, en su infinita colección de especies, supo decir que los fueguinos vivían desnudos, desafiaban al frío glacial untando sus cuerpos con grasa de foca y algunos se pintaban con extraños diseños parte de su lengua. Dice también que el yamana tiene suficiente comida, que el frío no lo hace sufrir y que confía en los suyos como buena gente, de modo que los intentos por ganarlo como sujeto instruido en la cultura inglesa, capaz de influir en sus coterráneos, fue una tarea imposible.

El domingo 6 de noviembre de 1859 los misioneros terminan la construcción de un cobertizo en Keppel y van a celebrar la primera misa, cuando unos trescientos indígenas los atacan y matan a todos, menos a uno que logra escabullirse hasta un bosque. En total mueren ocho hombres, los matan a piedrazos. Button está entre los atacantes. Pero la cuestión de hasta qué punto estuvo involucrado nunca se resolvió, tal vez porque él ya no era Jemmy Button sino, por fin otra vez, Orundellico, como a los catorce, antes del botón de nácar, tal vez porque finalmente había comprendido, como en aquel cuento de Borges, su íntimo destino de lobo, no de perro gregario.

María Teresa Andruetto

Arroyo Cabral, Córdoba, Argentina (1954). Hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en los años setenta. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes. Formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa.

Ha hecho de la construcción de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura y el universo femenino los ejes de su obra.

Su obra literaria incluye, entre otros títulos, Stefano (1997), Veladuras (2004), Lengua Madre (2010), La lectura, otra revolución (2014), No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (2017) y Poesía reunida (2019).

Recibió el V Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil en 2009 y premio Hans Christian Andersen, el "Nobel de la Literatura Infantil", en 2012, entre otros.

María Teresa Andruetto
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