Ensayo

Entre la cordura y la locura: Hamlet a luz de Erasmo de Rotterdam

Entre la cordura y la locura: Hamlet a luz de Erasmo de Rotterdam

Junio 13, 2023 / Por Farid Arturo Dieck Kattás

Portada: Fotograma de la película Hamlet (1948) protagonizada por Laurence Olivier.

 

La pregunta sobre si Hamlet está realmente loco o no ha sido un tema debatido por siglos. Por un lado, su comportamiento errático, su irracionalidad, su discurso fragmentado son indicios de una pérdida de sanidad mental; pero, por otro, sus actos y soliloquios sugieren una mente calculadora y estratégica. En este ensayo se explorarán ambos lados de la moneda utilizando tanto referencias de la obra como de otros autores.

No obstante, antes de indagar en los argumentos, resulta básico tratar de definir a qué se refiere cuando se habla de locura y para hacerlo se realizará un recorrido a través de la perspectiva de distintas épocas y de diferentes autores con respecto a ella.

Para Aristóteles, la locura se trataba de un exceso de bilis negra —o de las pasiones— sobre la razón. No obstante, esta situación no era vista como algo necesariamente problemático sino como un estado mental a través del cual una persona podía alcanzar la genialidad y elaborar magníficas e increíbles obras. (Cruz, 2007; Peretó, 2010).

Para el filósofo griego, la locura era algo anómalo pero en sentido neutro, es decir, algo que no era positivo ni negativo per se, puesto que la anormalidad en la primera dirección podía considerarse como genialidad o excepcionalidad: “así como los hombres se diferencian en su apariencia, no porque no tengan rostro, sino porque tienen un cierto tipo de rostro, algunos bellos, otros feos y otros que no tienen ninguna característica excepcional (y estos son los normales), así también aquellos que tienen una pequeña cantidad (de bilis negra) son normales, pero aquellos que tienen mucha son diversos a la mayoría (Aristóteles, s.f.), como se cita en (Peretó, 2010).

En la Edad Media, altamente influenciada por el oscurantismo y la religión cristiana predominante, la locura pasa a interpretarse como una posesión demoniaca, generando un terror hacia la misma y hacia aquellos considerados como locos. Asimismo, por el mismo pánico generado, la etiqueta de la locura fue aprovechada para utilizarse como instrumento de alienación y persecución de personas que atentaran contra el orden social y religioso establecido (Torres-Ruiz, 2002).

Durante el Renacimiento, Erasmo de Rotterdam (2019) regresa la locura a las antiguas perspectivas filosóficas. En Elogio de la Locura establece que no toda locura es un desorden o error de los sentidos (p. 91) y que es preciso distinguir entre dos tipos (p. 89): una locura que extravía la razón y libera al ánimo de la angustia, permitiendo disfrutar de distintos placeres (p. 90), y otra causada por una falta de juicio que produce una interpretación anómala de la realidad, similar al concepto actual de psicosis (p. 91). Además, sugiere que el primer género de locura le es común a la gran mayoría de los seres humanos y que esta es necesaria para alcanzar la dicha (p. 90).

Durante la Ilustración, la idea de la influencia de las pasiones en la locura sigue estando vigente. En Ensayos sobre las enfermedades de la cabeza, Kant (2020) distingue la razón y la locura como dos modos en los que el hombre procede en la vida, estableciendo que el modo de la razón se refiere a ser guiado por el entendimiento, mientras que el de la locura a ser arrastrado por las pasiones.

 

Si la pasión dominante es en sí misma lo bastante odiosa y al mismo tiempo absurda como para que aquello que precisamente se opone a la intención natural de esa pasión se considere que es lo que la satisface, este estado de la razón invertida es la locura. (p. 29)

 

Pocos años después, de acuerdo con Torres-Ruiz (2002), también se comienza a analizar la locura desde una perspectiva científica. Pierre Jean Cabanis (1757-1808) publica Relaciones entre lo físico y lo moral del hombre, obra en la que trata de explicar los fenómenos morales desde una óptica fisiológica; y Philippe Pinel (1745-1826) da luz a su obra Tratado médico filosófico de la enajenación del alma o manía, en la que delinea cuatro formas de psicosis: manía, melancolía, demencia e idiocia.

Más tarde, surge Benedict Augustin Morel (1809-1873), considerado el verdadero fundador de la hipótesis de la degeneración, quien la explicaba como desviaciones morbosas del tipo humano normal, hereditariamente transmisibles y sujetas a evolución progresiva hacia la decadencia (Torres-Ruiz, 2002).

Así, poco a poco, se pasa a una concepción de la locura como enfermedad y los locos, que antes convivían con la sociedad, pasan a ser aislados, excluidos, lo cual produce, otra vez, que la locura se sitúe como fuera de lo normal y que la racionalidad se defina en términos de la no-locura (Cruz, 2007).

Con la recapitulación anterior se puede comprender que durante miles de años la locura ha sido una fiel acompañante del ser humano. A través de la historia se ha observado y analizado y los estudiosos han delimitado —aunque de manera bastante frágil— las desviaciones de la normalidad que caracterizan a la locura, construyendo así unidades más o menos uniformes que sirven de fundamento para el campo de la psiquiatría (Torres-Ruiz, 2002).

 

Lo raro es que si profundizamos más en el fenómeno de la locura chocaríamos con grandes contradicciones. Se ha leído cómo que, desde la antigüedad o incluso hasta nuestros días, unos locos son vistos como enfermos; otros como iluminados; y otros que, a pesar de ser claramente locos, ocupan puestos de poder político, religioso o social y son altamente respetados (Torres-Ruiz, 2002).

Estas paradojas fueron notadas por algunos grandes pensadores, como Michael Foucault, quien en su libro Historia de la Locura en la Época Clásica, sugiere que la locura es solo una invención de la sociedad, en el sentido de que la sociedad define qué es la locura y cómo tratarla. El filósofo francés argumenta que la locura, tal como se la entiende hoy, es una construcción social que nace en la época clásica, especialmente en el siglo XVII, cuando se empiezan a crear las primeras instituciones de encierro para los considerados “locos”, con el fin de servir más a los propósitos de control social y de perpetuación del poder que a los de la verdadera comprensión o tratamiento de la enfermedad (Foucault, 1967).

Dicho todo lo anterior, es evidente cómo a lo largo de la historia el concepto de locura ha cambiado significativamente. Lo que en un momento dado pudo haberse considerado como un comportamiento peculiar o incluso un signo de santidad, en otro momento pudo ser visto como un signo de locura que requería encierro o castigo. Por lo tanto, para comprender a los autores y sus intenciones, y evitar juzgar sus ideas con otros valores y conocimientos distintos a los de su época, es necesario situarse en su contexto histórico, cultural y social. Por lo tanto, dada la época, el punto de referencia para analizar la locura de Hamlet será el Elogio de la Locura, donde Erasmo alaba la locura como una parte vital de la vida humana y considera que no toda locura es un desorden. Erasmo habla de dos especies de locura. Con respecto de la primera dice:

 

Una es la que las furias engendran en el infierno cuando lanzan las serpientes que despiertan en el pecho de los mortales, ya la pasión de la guerra, ya la insaciable sed del oro, ya un infame y abominable amor, ya el parricidio, ya el incesto, ya el sacrilegio, ya cualquier otro designio depravado, o cuando, en fin, alumbran la conciencia del culpable con la terrible antorcha del remordimiento. (De Rotterdam, 2019, p. 90)

 

En esta cita, Erasmo parece estar describiendo lo que considera una forma maligna y destructiva de la locura que nace de los peores instintos y pasiones humanas. Esta “locura” es provocada por las “furias”, en referencia a las deidades de la venganza en la mitología romana que castigan a los mortales por sus crímenes. Las “serpientes” que las furias lanzan podrían interpretarse como símbolos de estas pasiones mortales que “despiertan en el pecho de los mortales” y los llevan a cometer actos de extrema violencia y depravación a un tormento mental extremo producto de la culpa y el remordimiento.

Por otro lado, sobre el segundo tipo de locura, el filósofo neerlandés establece lo siguiente:

 

Pero hay otra locura muy distinta que procede de mí, y ordinariamente por un cierto alegre extravío de la razón que a un tiempo mismo liberta al ánimo de sus cuidados angustiosos y devuelve el perfume de múltiples deleites, y tal extravío en el que, como verdadera merced de los dioses, pedía Cicerón, según dice en su epístola a Ático, para perder la consistencia de sus muchas adversidades. (De Rotterdam, 2019, p. 90)

 

En este pasaje puede entenderse que, para Erasmo, este otro tipo de locura puede ser beneficiosa, trayendo alegría y placer. Es una especie de “extravío alegre de la razón” que libera la mente de las preocupaciones de la vida y devuelve el aroma de múltiples deleites. Con esto, el filósofo argumenta que la locura, en ciertos contextos y formas, puede ser preferible a la razón y puede incluso proporcionar una forma de sabiduría y felicidad.

No obstante, con respecto a este extravío de la razón, Erasmo aclara que no todo desorden o error de los sentidos o de la mente puede considerarse como locura. Afirma que simplemente confundir un mulo con un pollino debido a un defecto visual, o bien admirar una poesía mediocre debido a una falta de discernimiento, por ejemplo, no es necesariamente locura. Para el filósofo la verdadera locura resulta de una falta de juicio más que de una falta de sentido y puede identificarse por el grado de anormalidad del comportamiento.

 

Pero importa mucho distinguir de locuras; así, por ejemplo, a aquel que viendo un calabaza se le antojara que era una mujer, la gente le llamaría loco, por la sencilla razón de que este disparate se les ocurriría a poquísimas personas; pero el que jurara y perjurara que su mujer, que tiene en aparcería con otros muchos, aventaja a Penélope y ponderara sus perfecciones de modo inusitado, este tal se engañaría dulcemente y no habría nadie que lo creyera loco, por lo mismo que abundan extraordinariamente los maridos de esta laya. (De Rotterdam, 2019, p. 92)

 

El punto principal de Erasmo aquí parece ser que nuestras percepciones de la locura son en gran parte relativas y dependen de cuán compartida o aceptada socialmente sea una determinada forma de pensamiento o comportamiento. La “locura” del marido puede ser igual de irracional que la del hombre que ve a la mujer en la calabaza, pero se ve de manera diferente porque es una “locura” que comparten muchos otros. Con esto, el filósofo también parece sugerir que la locura es inherente a la experiencia humana y ambos tipos parecen afectar a todos los individuos en cierta medida.

En el caso de Hamlet se pueden observar los dos tipos de locuras manifestarse en diferentes momentos de la obra:

Primero observamos una obsesión de venganza que, como diría Rotterdam, “despierta en su pecho” cuando el fantasma de su padre le revela que fue asesinado por su propio hermano, Claudio, y le pide que lo vengue. “Si tuviste amor a tu tierno padre… venga su muerte; venga su homicidio cruel y atroz” (p. 15). Este evento enciende la pasión violenta y vengativa de Hamlet, que se convierte en su principal obsesión durante el resto de la obra. No obstante, si se considera la anormalidad del fenómeno afectivo —el elemento distintivo de la locura para Erasmo—, el surgimiento de estas “pasiones mortales” es comprensible y esperable en una persona cuyo padre fue asesinado de manera tan vil. Incluso, más adelante, el mismo Laertes quiere vengarse de Hamlet por haber matado a Polonio: “Le cortaré la cabeza en el templo mismo” (p. 66). Además si se considera el contexto histórico, en la época isabelina, el asesinato político era una táctica especialmente común (Academia-Lab, s.f.). Asimismo, el deseo de venganza contra Claudio no parece dominar a Hamlet por completo ya que este no reacciona impulsivamente, sino que, antes de continuar con su plan de asesinarlo, busca mitigar cualquier duda razonable con respecto a la culpabilidad de su tío, lo cual sugiere un autocontrol y claridad mental en lugar de una violencia impulsiva. “Esta noche se representa un drama delante del rey; una de sus escenas contiene circunstancias muy parecidas a las de la muerte de mi padre…examínale cuidadosamente; yo también fijaré mi vista en su rostro, y después uniremos nuestras observaciones para juzgar lo que su exterior nos anuncie” (p. 38).

Por otro lado, otro momento en el que se debaten las locuras es en las muertes de Polonio y sus amigos Guillermo y Ricardo. Con el primero, en un momento de furia ciega, Hamlet lo asesina pensando que es Claudio, y no parece estar perturbado por haberlo hecho aun cuando este es el padre de su amada “y tú [dirigiéndose a un Polonio moribundo], miserable, temerario, entremetido, loco… adiós. Yo te tomé por otra persona de más consideración” (p. 49). Incluso, más adelante, el mismo Hamlet le confiesa a Laertes que mató a su padre en un “ataque de locura” y que no debe ser considerado responsable de sus acciones (p. 79). Con los segundos, Hamlet los hace matar aunque no formaban parte de su plan de venganza, evidenciando una vez más la locura violenta y destructiva descrita por Erasmo: “mi conciencia no me acusa acerca de su castigo” (p. 75). Además, las descripciones y respuestas de otros personajes dejan claro que Hamlet está actuando de una forma anormal. La misma Ofelia, quien lo conoce bien, dice: “¡Oh, mi buen Dios, favorecedle!” (p. 35) y “¡El cielo con su poder le alivie!” (p. 35).

No obstante, también puede argumentarse que Hamlet solo finge su comportamiento (tanto el no mostrar remordimiento ante sus actos violentos, como su discurso vertiginoso y sin sentido) porque, aun estando consciente de que se ha equivocado, quiere continuar con su plan de aparentar locura para no ser tomado en serio y lograr consumar su plan. Después de que el fantasma de su padre le revela que Claudio lo asesinó, Hamlet le dice a Horacio que va a fingir demencia, y si nota cualquier comportamiento extraño, es porque está actuando: “Prometedme que por más singular y extraordinaria que sea de hoy más mi conducta (puesto que acaso juzgaré a propósito afectar un proceder del todo extravagante), nunca vosotros al verme así daréis nada a entender…que vosotros sabéis algo de mí” (p. 18). Del mismo modo, más adelante, le dice a su madre: “…decidle que mi locura no es verdadera, que todo es artificio” (p. 51). Además, los mismos personajes que notan sus comportamientos extraños sospechan que tiene una motivación detrás. Claudio nota que Hamlet “siempre huye de la cuestión [de ser examinado] con un rasgo de locura, cuando ve que le conducimos al punto de descubrir la verdad” (p. 33) y sobre su actuar asegura que “no van por ese camino sus afectos: ni en lo que ha dicho, aunque algo falto de orden, hay nada que parezca locura (p. 36)”. Asimismo, Polonio afirma que “aunque todo es locura, no deja de observar método en lo que dice” (p. 25).

Otra cuestión importante a mencionar cuando se habla de verdadera locura, según Erasmo, es la desconexión con la realidad.

Por un lado, puede pensarse que la aparición del fantasma del rey Hamlet durante la escena del dormitorio con Gertrudis (Acto III, Escena XVII) apela a una alucinación de Hamlet, pues su madre no puede verlo, “diriges la vista donde no hay nada” (p. 50), pero la realidad es que la única persona que no puede verlo es ella. Todas las demás veces que el fantasma aparece es visto por las personas alrededor, por lo que, en este sentido, si apelamos al elemento de anormalidad de Erasmo, paradójicamente, lo anormal sería no ver al fantasma. De hecho, el fenómeno es visto inicialmente por Marcelo y Bernardo (p. 4), después por Horacio, y finalmente por Hamlet, lo que da crédito a que no se trata de una alucinación.

Por otro lado, se pudiera argumentar que a veces los diálogos de Hamlet con otros personajes parecen no tener coherencia ni sentido alguno, pero si se analizan a fondo puede apreciarse que sus comentarios “sin razón” son, hasta eso, bien pensados, pues tienen críticas sutiles —y apegadas a la realidad— de los demás. Por ejemplo, en el acto II, cuando Polonio habla con Hamlet por primera vez, el príncipe le dice “Tú vendes peces” (p. 24), que en el texto original es “fishmonger”, palabra que, en aquellos tiempos, era un término coloquial para pimp o “chulo” (Marginalia, 2011). Bajo esta luz, el comentario de Hamlet puede leerse como una condena tajante del trato de Polonio a Ofelia, usándola como una herramienta para obtener información sobre él. Del mismo modo, en sus soliloquios, Hamlet reflexiona cuidadosamente sobre cuestiones existenciales, filosóficas y emocionales preocupantes y universales, lo que también sirve como evidencia de que su discurso no es aleatorio ni producto de una mente errática, sino de un pensamiento intelectual profundo: “Ser o no ser, esta es la cuestión. ¿Cuál más digna acción del ánimo: sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia?” (p. 34).

Dicho todo lo anterior, se puede concluir que Hamlet, un personaje que siempre ha cautivado por su ambigüedad y su inquietante interacción con la cordura y la locura, oscila entre las dos formas de locura descritas por Erasmo. En este análisis se evidencia una dialéctica compleja: en algunas ocasiones, Hamlet parece sucumbir a la locura furiosa que “las furias engendran en el infierno”, especialmente cuando se ve atormentado por su deseo de venganza y su incertidumbre hacia el espectro de su padre. En otras, Hamlet parece encarnar la segunda forma de locura, ese "extravío alegre de la razón" que alivia el espíritu y provee un respiro en medio del caos de su realidad.

La exploración de la locura en Hamlet, a través de la lente de la concepción propuesta por Erasmo de Rotterdam, proporciona una rica perspectiva del personaje principal, revelando una complejidad que se halla enraizada en el contexto cultural y temporal en el que fue creado. La locura no es un concepto estático, sino que se transforma y adapta a lo largo del tiempo, atado inextricablemente a las realidades sociales y culturales que conforman su época.

En conclusión, al aplicar la concepción de locura de Erasmo a la obra Hamlet, no sólo se ilumina una faceta del personaje principal que puede haber pasado desapercibida bajo otros lentes, sino que también se recalca la importancia de contextualizar adecuadamente las interpretaciones literarias. Al hacerlo, se puede apreciar completamente la complejidad y la profundidad de personajes como Hamlet, y entender que su locura, al igual que la locura misma, no es un fenómeno simple, sino multifacético y evolutivo, eternamente sujeto a las variables cambiantes de su tiempo y su cultura.

“Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nornordeste; pero cuando corre el sur, distingo muy bien un huevo de una castaña” (p. 28).

 

 

Referencias

 

Academia-Lab (s.f.). Época Isabelina. Recuperado de https://academia-lab.com/enciclopedia/epoca-isabelina/

Barreira, I. (2003) La concepción de la locura en el Ensayo de las Enfermedades de la Cabeza de Immanuel Kant. Recuperado de https://racimo.usal.edu.ar/4593/1/1272-4571-1-PB.pdf

Cruz, M. (2007). La locura en la vida normal. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5157085.pdf

De Rotterdam, E. (2019). Elogio de la Locura. Editorial Océano, México.

Foucault, M (1967). Historia de la locura en la época clásica. México: Fondo de Cultura Económica.

Kant (2020). Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza. Recuperado de https://www.academia.edu/51059795/Immanuel_Kant_Ensayo_sobre_las_enfermedades_de_la_cabeza

Marginalia (2011). William Shakespeare and the Gentle Art of Cursing. Recuperado de https://mymarginalia.wordpress.com/2011/01/24/william-shakespeare-and-the-gentle-art-of-cursing/

Peretó, R. (2010). Aristóteles y la melancolía. En torno a Problemata XXX,1. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4108843.pdf

Shakespeare, W. (1623/2017). Hamlet. México: Editorial Porrúa.

Torres-Ruiz, A. (2002). Locura, esquizofrenia y sociedad. Reflexiones. Recuperado de https://www.medigraphic.com/pdfs/revneuneupsi/nnp-2002/nnp023h.pdf

Farid Arturo Dieck Kattás

Psicólogo mexicano. Autor de tres libros (Para Ti, Palalmas, y Futuralgia) y creador de contenido de análisis de películas y relatos desde una óptica psicológica y filosófica.

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