Káos
Noviembre 05, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz
Nunca se colmará el foso entre la certeza que de mi experiencia tengo y el contenido que intento dar a esa seguridad.
Seré, por siempre, extraño para mí mismo
Albert Camus.
El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es.
Albert Camus
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
Albert Camus
Una de las muchas gratificaciones que el psicoanálisis nos proporciona es un despertar de la curiosidad, una disposición a la interrogación. Esta disposición a la interrogación llevó a Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis, a mantener un diálogo constante y fecundo con la literatura y la filosofía. Mismo dialogo que aquí nos proponemos con quien representa magníficamente estos dos discursos, el escritor francés nacido en Argelia, Albert Camus.
Albert Camus es considerado como uno de los mejores escritores del siglo XX. Su obra literaria y de ensayo filosófico se caracteriza por la forma vigorosa en que plantea el desencanto de la condición humana, fundamentalmente expresada en sus concepciones sobre la Filosofía del absurdo.
Nacido en Argelia el 7 de noviembre de 1913, el futuro escritor emigró con su familia a Francia. Se trata de un exilio que operó en Camus como una desgarradura, una ruptura que deja un rasgo, un trazo que explica el hecho de que, en casi toda su obra literaria, su nativa Argelia quedará siempre como un nostálgico telón de fondo. Muy joven aún, debió interrumpir sus estudios de filosofía, hecho que no le impidió erigirse más tarde como el filósofo de lo absurdo (por más que Jean Paul Sartre le llamó “filósofo amateur”, y el mismo rechazó siempre que se le ubicara como existencialista).
De su muy extensa obra, es en su primera novela El extranjero donde Camus nos muestra el absurdo encarnado en un personaje, Monsieur Meursault, un extraño de sí mismo, que en algo se trata de Camus mismo. La novela nos narra la historia de un gris trabajador de oficina que un día recibe la noticia de que su madre ha muerto, abandonada en un mísero asilo de Argelia. El inicio de la novela es magistral: “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.
Meursault toma la trágica noticia con una sombría indiferencia, y con esa misma actitud participa del entierro. En todo momento se comporta como un extraño de su sentir, un extranjero de sí mismo, envuelto en una nada tan cálida y desolada como la escena desértica donde se encuentra, como si aquello no le estuviera ocurriendo a sí mismo.
De los muchos rasgos con que Camus nos dibuja a su personaje, rasgos todos ligados de alguna manera con el absurdo, se destaca la torpeza: se muestra con gestos mecánicos, sensibilidad elemental, con deshacimiento de sí, pasajes de despersonalización, etc. Sin embargo, en el personaje se mantiene algo de lo seductor que resulta la estulticia. La torpeza sin malicia conmueve. Hay sin embargo un rasgo más que me gustaría destacar y ya se ha mencionado: se trata de la indiferencia, misma que en Meursault cuenta como un rasgo de su particular locura y, por extensión, de la locura del hombre moderno.
Albert Camus nos presenta el drama de su personaje (¿acaso es él mismo?) y con ello, al mismo tiempo, nos dibujará el drama propio de lo humano en la modernidad, ahí donde las esperanzas parece que terminaron por morir. En suma, con Meursault, Camus nos muestra el desarraigo de sí del hombre contemporáneo, alienado en una relación simbiótica imposible de romper. Meursault es la viva imagen de El hombre sin atributos, como diría Robert Musil, un hombre enfermo de lo Mismo. Nos muestra aquí a un sujeto despojado de sus ideales, alejado del ideal del yo, para quedar alienado en el yo-ideal freudiano. Es decir, en la indiferencia.
La novela nos deja ver a alguien que se pasea como un muerto por los temas esenciales de su vida: la madre muerta, el matrimonio con Marie, el encuentro con la religión, un asesinato… y la imposibilidad de justicia. Ante estos hechos no se pronuncia, se auto-exculpa asumiendo que lo hace “como todo el mundo”. Frente a estos acontecimientos encuentra el escudo de “lo honesto” para no tomar posición; con el matrimonio, por ejemplo, dice simplemente que no ama a su compañera, pero si a ella le hace feliz, aceptaría casarse.
Su signo es la gris ambivalencia, insisto, la de él y la del hombre moderno: lo mueven un amor más bien opaco y un odio más bien profundo, oscuro e insidioso. En su trabajo da muestras claras de no querer (o no poder) poner en juego su deseo: está frío ante la vida. Una actitud melancólica acompaña a Meursault: sabe que no hay razón para creer en Dios, para sostener los edificios morales y civiles, como lo muestra con un Juez de Instrucción. También es indiferente ante lo religioso, como lo hace ver ante el capellán en la cárcel. Agazapado en la soberbia, hace de la indiferencia el caparazón de su particular locura.
Sin embargo, hay en la novela un acto que lo saca de este no-lugar en donde Meursault se había refugiado. Se trata del pasaje donde Meursault le dispara cinco balazos a un árabe y con ese acto, vaya paradoja, reacciona. Mata, y con ello rompe el adormecimiento de la indiferencia.
Camus hace del absurdo la tragedia de la vida. En su obra toda nos expone, desde la filosofía y la literatura, las expresiones del absurdo como una constante de lo que el psicoanálisis conoce como el dolor de existir, al que David Nasio llama también dolor de amar. La existencia condenada a una persistente extrañeza de sí mismo, una vida condenada al absurdo. Malestar en la cultura le diría Freud.
En El mito de Sísifo, Camus plantea: “Ese malestar ante la inhumanidad del hombre, esa incalculable caída ante la imagen de lo que somos, esa «náusea», como le llama un autor de nuestros días. E igualmente el extraño que, en ciertos segundos, nos sale al encuentro en un espejo, el hermano familiar y sin embargo inquietante que encontramos en nuestras fotografías, es también el absurdo”. Este pasaje, además, hace eco con lo que Freud plantea como lo ominoso o lo siniestro, aquello que ocurre cuando algo de lo familiar, que debiendo quedar oculto, se hace presente.
Si algo podemos tomar como rasgo del hombre moderno y su absurda locura cotidiana, es su huida, su insidiosa negación y fuga de la realidad, ya sea mediante la creación de realidades alternas (mediante las drogas, o la virtualidad, la inteligencia artificial), o bien, como ocurre con Meursault, mediante la indiferencia.
Esta actitud ante la muerte, de aplanamiento afectivo o indiferencia nos hace pensar en un quiebre psicótico, aunque también podemos encontrarla como una reacción neurótica conocida: la negación de la realidad ante la muerte. La indiferencia se muestra en coordenadas diferentes en las psicosis y en las neurosis: en la primera, como enseña Freud, no sólo se niega la realidad, como ocurre en la neurosis, sino que además se construye una realidad alterna que nos libra de lo no admitido en la realidad, aunque sea mediante un estado delirante.
Sabemos, por Camus mismo, tal como lo recrea en El primer hombre, que con su propia madre vivió una suerte de distanciamiento emocional debido a que ella era sorda, melancólica, como una figura casi inanimada, con ciertos rasgos de retraso mental. Nuestro autor escribe en El primer hombre: “escribir es crear un mundo o limitar el propio, que es lo mismo”.
Después del suceso inicial de la novela El extranjero, la noticia de la muerte de la madre, Meursault va a relacionarse con los demás personajes de manera alienada, con lo que también, de alguna manera, busca recrear lo que el propio autor vivió: una relación con una madre que se muestra casi ausente, cargada con una fría presencia debido a su sordera y su mutismo, y con un padre que le abandonó, dificultando así ser incluido en el juego de los intercambios propios de la cultura.
Camus nos muestra en El extranjero a un hombre imposibilitado de salir de sí ante la angustia que le produce lo absurdo del porvenir, y con ello nos muestra algunos rasgos de la locura del hombre moderno, ese irredento extraño de sí mismo.
Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.
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