Tinta insomne

Entre ciudades e islas

Entre ciudades e islas

Septiembre 03, 2021 / Por Fabiola Morales Gasca

Viajar es un cuento que nos contamos todo el tiempo. Uno del que podemos ser protagonistas o sólo testigos. Y podemos ir con nuestra cámara recorriendo sitios de interés y monumentos. O quedarnos en un sitio a tratar de llevar una vida común y corriente.

Luis Felipe Lomelí

 

La literatura de viajes es parte importante del continente de la Literatura. Forma la región que considera a los textos que recogen los acontecimientos, sentimientos e impresiones de un viajero. Muchos libros llevan esos relatos, tanto de viajes reales como fantásticos. A lo largo de los siglos los desplazamientos han sido parte del mismo hombre, emprendidos más por necesidad que por placer. Las expediciones militares, los exilios, las visitas a lugares sagrados, en menor medida la búsqueda de conocimiento y la curiosidad, han sido causas del viaje durante siglos. Es hasta en la época moderna que la idea de viaje adquiere un sentido distinto, sólo como disfrute o relajación, sin más propósito específico que la satisfacción misma y la vanidad de visitar lugares remotos.

Los libros siempre han contenido el conocimiento y la experiencia humana. Por ejemplo, Heródoto, historiador griego que nació a principios del siglo V antes de Cristo, dedicó parte de su vida a viajar y recoger testimonios, los cuales escribe y denomina Historíai, que en su lengua significaba “investigaciones”. Su libro da origen a una disciplina que permitió observar de diferente modo el mundo. Fue criticado por sus contemporáneos por incluir “anécdotas y digresiones que, aunque proporcionaban informaciones valiosas, poco tenían que ver con el objeto de estudio que se había propuesto”. El texto se enriquecía con comentarios que él consideró trascendentes sobre las personas en su medio y forma de vida. Mucho tiempo después de la época clásica, los libros de travesías tuvieron su auge, entre el siglo XIV y XV, cuando las grandes exploraciones se dieron en el mundo y sólo a través de la narraciones de los exploradores en los libros podían los lectores conocer los remotos lugares recién descubiertos.

Fue sólo en el siglo XX que la literatura de viajes cambia de tono, porque la mayoría de sus autores viajaban por el simple placer. La evolución de los medios de comunicación permitió que el viaje fuese una aventura o relajamiento. Y esa misma sensación de aventura fue la que experimenté mientras pasaba páginas en el libro Cincuenta ciudades y una isla, del ingeniero, ecólogo y escritor Luis Felipe Lomelí. Este libro es publicado por Audible en Amazon y publicado este año 2021. Desde el inicio, el autor nos da las Instrucciones de uso que advierten: “Viajar no tiene un orden, así que lea usted esto como se le dé la gana. Si gusta, puede comenzar con el epílogo”. Las siguientes 128 hojas, o cuatro horas de audio que terminan en “—Ojalá” respondiendo a “—¿Olvida usted algo?” no son un olvido sino una remembranza y un despertar a la memoria vivencias del autor expedicionario o de cualquier peregrino del mundo.

Felipe Lomelí juega con sus lectores. Inicia regalando la latitud y longitud en cada capítulo. Nos coloca en un sitio del mundo pero también nos otorga una historia, una mirada única del viajero que se sorprende y disfruta. El narrador imprime su sello al lugar. No sólo ve los puentes, ríos, edificios o carreteras, describe su asombro ante los idiomas y sonidos que lo envuelven. Las narraciones nos muestran aeropuertos, pájaros y nubes que se desplazan. Nos lleva entre los continentes sin temor alguno a mostrarnos relatos y formas de vida de la gente que habita esos lugares. Estas anécdotas y disgregaciones que nos permiten contemplar los sitios de otra manera, son lo que nutre la savia de este libro. La mirada crítica de La Habana y el dolor en el campo de concentración de Auschwitz no pasan inadvertidos: “Afuera de la barraca me senté a un lado del camino, sobre un prado con pasto. Comencé a regular mi respiración […] Miré la tierra para pensar en la tierra. Miré el pasto para pensar en el pasto. Vi una margarita, la corté, la puse en medio de mi libreta.” (Lomelí 10)

De Hsinchu, ciudad de Taiwan, Johannesburgo o sobrevolando el Congo, las historias se describen de modo agradable y aunque bajo la perspectiva crítica puede sostenerse que la mera enumeración de hechos no constituye por sí misma literatura, esta no es una postura universal, como podemos contemplar en este libro de 50 ciudades y una isla. Desde Bariloche, en la Patagonia argentina, Medellín o París, la narrativa de Lomelí es enriquecedora. Los personajes, como la mujer del baño en la estación de trenes en Praga, nos dejan una delicada huella de humanidad. Quienes amamos los viajes sabemos que este tipo de historias son las que nos provocan no olvidar una ciudad. Pretextos no faltan para ahorrar durante años y lanzarnos a descubrir nuevos lugares y lenguajes. El autor que actualmente reside en un pueblo de Kansas y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde el 2012, nos recuerda en el Epílogo que “Viajar es una experiencia extraordinaria. Literalmente, nos saca de nuestra cotidianidad, la sacude. Viajar nos confronta. Y a veces hay que recorrer miles de kilómetros, de Puebla a Johannesburgo, para descubrir lo que ya intuíamos sobre nosotros mismos. Viajar nos pone en contacto con el otro como un espejo.” (Lomelí 126) Y ese es el espíritu que predomina a lo largo del libro: un movimiento que invita a conocernos, a trascender, una invitación similar a la del premio Nobel Olga Tokarczuk en Los errantes, “Contonéate, muévete, no dejes de moverte. Solo así lo despistarás. Quien rige los destinos del mundo no tiene poder sobre el movimiento y sabe que nuestro cuerpo al moverse es sagrado, solo escaparás de él mientras te estés moviendo. Ejerce su poder sobre lo inmóvil y petrificado, sobre lo inerte y quieto.” (Tokarczuk 250)

Coincido con la propuesta de Luis Felipe Lomelí sobre los viajes. Todo trotamundos sabe que “Viajar elimina las certezas, otorga maravillas. Viajar vuelve nuestro corazón un condominio de amistades, de querencias. Nos regala una familia con hermanos y tíos, primos y compadres desperdigados por los cinco continentes”, uno termina agradeciendo y luchando por conservar en la memoria los peregrinajes.  

 

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P.D. Comparto la liga para descarga gratuita quienes no tengan cuenta de Audible. Registrarse aquí:

https://www.audible.com/pd/Cincuenta-ciudades-y-una-isla-Fifty-Cities-and-an-Island-Audiobook/B098R6T1LK?asin=B0977N3WXQ&source_code=AUDOR2220702219UJE

 

Fabiola Morales Gasca

Fabiola Morales Gasca Licenciada en Informática por el Instituto Tecnológico de Puebla. Egresada de talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Maestra en Literatura Aplicada por la Universidad Iberoamericana. Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente 2017. El niño que le encantaban los colores y no le gustaban las letras 2018. Luciérnagas 2020. Participante de varias antologías en España, Paraguay, Chile, Colombia y México. Lectora voraz y escritora incansable.

Fabiola Morales Gasca
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