Tinta insomne

Huérfanos de Ágape y Eros

Huérfanos de Ágape y Eros

Julio 02, 2021 / Por Fabiola Morales Gasca

Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se

divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo

que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que

escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad. El

amor está al otro lado del “es muss sein!”

Milan Kundera. La insoportable levedad del ser

 

Fugaces instantes vienen a la mente, flash que me deja ciega por unos instantes para luego recuperar la claridad de la memoria. La mesa pequeña donde comíamos padre, madre y yo nos duró por años. Las pocas pertenencias que teníamos eran durables y nos hacían felices: unos cuantos libros, juguetes y ropa. El tesoro de esos años fueron las vivencias del momento, el disfrute de las actividades cotidianas. Un día a la vez era lo que importaba. La principal joya: el amor. La niñez evaporada me viene de golpe y recuerda el peso de las acciones y las palabras. Lo natural era que las personas o cosas permanecían un buen tiempo a nuestro lado y que dejaran huella en nosotros con naturalidad. Todo, o casi todo era claro: la televisión, el radio, el auto, la ropa, incluso las amistades deberían durar un tiempo prolongado. Los lazos eran difíciles de disolver o las uniones más perdurables. La vida consistía en eso, pero es bien conocido para todos que los tiempos cambian, la sociedad y costumbres también. Nos sorprendería descubrir que lo que antes se declaraba de larga duración hoy es fugaz.

Perdurable y temporal. Ligereza y peso. Opuestos que se enfrentan día a día en el mundo y en muchos de nuestros actos cotidianos. Ligereza es la tibieza, la facilidad de fugacidad, el hedonismo, lo flotante y liquido. La ligereza es lo actual. El peso es la pasión, lo que nos ata y nos compromete hasta el final, elemento común del pasado y, en nuestro presente sistema de consumo, lo anticuado e incómodo. Milan Kundera en su libro La insoportable levedad del ser nos plantea desde su inicio: ¿Qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad? Kundera cita al filósofo griego Parménides, que en el siglo VI a.C. explica la existencia con principios contradictorios: ser-no ser, luz-oscuridad, fuerza-debilidad, peso-levedad. Para Parménides, la levedad es lo positivo y el peso lo negativo, pero esto es sólo una opinión, pues de acuerdo con Kundera, “la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.” ¿Qué elegir en esta época donde todo es incierto, superfluo y líquido?

“Derretir los sólidos” es una frase hallada en el Manifiesto Comunista propuesta hace siglo y medio, cuya idea se ha apropiado el discurso moderno tardío, igual que la profanación de lo sagrado, la desautorización, la negación del pasado y la tradición a fin de reemplazar el conjunto de sólidos heredados. Derretir los sólidos es desvanecer las reglas sociales en pos de una economía libre que aparentaba el beneficio de orden mundial. Jean Baudrillard, Slavoj Zizek, Byung-Chul Han, entre otros filósofos, coinciden que la era actual es cada vez un caos debido a desarmar y derretir lo que antes nos sostenía como ente social.

Hoy, bajo el sistema neoliberal, los consumidores nos vemos bombardeados día y noche por la idea de lo volátil y fácil de consumir. Una vez satisfecho el apetito o deseo momentáneo debemos deshacernos lo más pronto posible de cualquier objeto, compromiso o circunstancia para continuar en la carrera interminable de adquirir más aparatos electrónicos, autos, celulares, ropa, experiencias y hasta sentimientos de personas. Es la época de lo reemplazable. El “espíritu posmoderno” exige la práctica de levedad en su máxima expresión. Zygmunt Bauman, en Amor Líquido, señala “El consumismo no es acumular bienes (quien reúne bienes debe cargar también con valijas pesadas y casas atestadas) sino usarlos y disponer de ellos después de utilizarlos a fin de hacer lugar para nuevos bienes y su uso respectivo”. Los vínculos humanos no son la excepción de esta regla. La liviandad y la velocidad son características primordiales en este sistema. El consumo de cualquier tipo de artículo es parte del sistema, incluyendo el cuerpo y el sexo. En el libro La sociedad de consumo, Jean Baudrillard recalca la misma idea de Jacques Sternberg, “El erotismo para la élite, la pornografía para el gran público”:

 

Por donde uno mire, hay una “explosión sexual”, una “escalada del erotismo”. La sexualidad está en “primera plana” de la sociedad de consumo ultradeterminando espectacularmente toda la esfera significante de las comunicaciones de masas. Todo lo que se ofrece a la vista y al oído toma ostensiblemente el vibrato sexual. Todo lo que se da a consumir está afectado del exponente sexual. Y, al mismo tiempo, por supuesto, lo que se da a consumir es la sexualidad misma.

Tanto la sexualidad como el cuerpo son productos a explotarse en todos los sentidos tras eliminarse toda censura moral de siglos pasados. La obsesión por la belleza, la eterna juventud, la delgadez, el culto médico de estar en forma, son lo de hoy. Por supuesto, sexo y fantasía sexual en la publicidad son parte de la ligereza actual. La sexualidad despojada de todo vínculo sentimental es una apetecible promesa de fácil consumo que no se puede rechazar pero que al final cobra caro y termina en contradicción con la misma naturaleza humana. No se puede vivir consumiendo vorazmente sin tener repercusiones. Tomás, personaje de La insoportable levedad del ser, dice: “Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)”. Tal vez por ello vivimos en una sociedad llena de aplicaciones que pueden asistir en la búsqueda de incontables pareja en cualquier parte del mundo, como Montreal, Paris, Tokio o Singapur, pero en cruel contradicción habitar en la insatisfacción y soledad más pavorosa.

Para el hombre amante del sexo sin ningún vínculo hay un viaje sin fin (como en cualquier comprador actual), un itinerario modificable cuyo “destino final es una incógnita a lo largo de todo el recorrido”. Bauman, en su libro Amor líquido, lo denomina Homo Sexualis. En términos literarios es un Don Juan. “Dadme un día para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, otro para sustituirlas y una hora para olvidarlas”, decía Don Juan Tenorio en la obra de José Zorrilla. Su exagerado afán de conquista sin establecer relación afectiva y su perdida de interés una vez lograda la obtención del objeto de deseo, lo convierten en un retrato exacto del consumidor neoliberal. Esto en términos psicológicos, señala a un narcisista, centrado en sí mismo, incapaz de ver al otro como un ser humano igual. Su talento es saber seducir y decir cosas en el momento oportuno, susurra a cada mujer lo que cada una desea escuchar, se disfraza, finge, miente. Es una farsa que siempre termina descubriéndose y deja el sabor de una estafa. Representa la ligereza total, deseable levedad que derrite a su conveniencia cualquier vínculo sólido. Aunque este tipo parezca un héroe del romanticismo que brilla bajo la pluma de Zorrilla por su solicitud de respirar amor en inflamado corazón, es un hedonista. Hay en esos seres la imposibilidad de enamorarse, casarse, tener una familia e hijos. Vive un eterno presente, busca complacer su fugaz deseo, es el perfecto sujeto del sistema, un consumista amante de la levedad, consumidor insaciable que detesta cualquier conexión duradera y sólida. Fantasea con la mujer en general, engancha a cada una con la posibilidad ser su salvadora, la elegida redentora de su disfunción. Zygmun Bauman apunta que el Homo Sexualis es un huérfano del Eros, un ser plagado de angustias. No hay en él compañerismo, compromiso ni ágape auténtico. El Homo sexualis, al igual que el Homo consumens, está condenado a permanecer en la incompletud y la insatisfacción. Es bueno cuestionarnos este modelo de hombre en sexualidad y consumo. Por fortuna, tenemos nuevas formas de plantearnos el amor.

El sexo por el sexo mismo es breve. La unión sexual es un episodio sin importancia. Desprovisto de todo misterio y lazo, el sexo es incapaz por sí mismo de sostenerse. La ligereza no lleva a nada, conduce a la evaporación fugaz. Sin nada que sostenga al hombre y sus actos, no hay muchas posibilidades. Dice Kundera: “La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será”. Esta es la misteriosa y equívoca contradicción entre peso y levedad que mencionaba Kundera. La levedad, tan deseada desde hace siglos y que hoy se ufana el neoliberalismo de tener, es la misma que hace la vida vacua e intolerable. Vivimos en la mentira y el error, en un traspapeleo. Hay una traición a “nuestro yo genuino que no hemos cumplido, o de que alguna posibilidad de felicidad desconocida y completamente diferente de la experimentada hasta el momento se nos ha ido de entre las manos o está a punto de desaparecer para siempre si no hacemos algo al respecto” (Bauman). Una solución a la infelicidad de nuestros tiempos es que cada individuo otorgue valor a las relaciones y objetos, esto lo hace tener una dirección y sentido. Los vínculos son anclas, le dan significado a nuestra alma, nos liberan de nuestro apetito y deseo temporal. Amamos por necesidad de existir a través del otro y de reconocimiento. Elegimos y somos felices si también nos eligen. Este doble vínculo nos hace sentir únicos y especiales “sin duda querrá usar las dos anclas que la vida le ha dado para echar amarras en compañía de otros. Usted deseará aferrarse a la pareja de su elección y al clan que el destino ha elegido para usted” (Bauman), artículo especial que ningún almacén vende.

El hombre actual, consumidor insaciable del sistema, no puede ser feliz hasta que se deshaga de la patología del consumo desmedido. Lo deseable, liviano y fugaz nos lleva a una carrera interminable de insatisfacción, al opuesto de la felicidad. Lo sólido que se buscó por todos los medios de derretirse es, al final, sustento y fijación, dan cuerpo a la existencia. La ligereza neoliberal muestra su intolerable cara. “El peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale”, señala Kundera en su novela donde los personajes se debaten entre optar por el compromiso responsable o lo deleznable. Y aunque nuestra vida no sea una novela ni nosotros personajes, terminaremos al final eligiendo una posición final. Debemos negarnos a toda orfandad. Nuestra postura no debe traicionarnos a nosotros ni complacer al sistema, como en la plenitud de la infancia, nuestra trinchera y casa debe ser siempre el amor.

 

REFERENCIAS

Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, Siglo XXI, España, 2009. Consulta el 27 de junio 2020 https://ganexa.edu.pa/wp-ontenthttp://cms2020.e-consulta.com/uploads/2014/11/ARTGBaudrillardJeanLaSociedadDeConsumo

SusMitosSusEstructuras.pdf

Zygmunt Bauman, Amor líquido, Fondo de Cultura Económica, México, 2020.

Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, Tusquets editores, México, 2008

Fabiola Morales Gasca

Fabiola Morales Gasca Licenciada en Informática por el Instituto Tecnológico de Puebla. Egresada de talleres literarios en la Casa del Escritor y la Escuela de Escritores. Terminó el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM-IMACP de Puebla. Maestra en Literatura Aplicada por la Universidad Iberoamericana. Autora de los poemarios “Para tardes de Lluvia y de Nostalgia” 2014 y “Crónicas sobre Mar, Tierra y Aire” 2016 Editorial BUAP. Libros infantiles “Frasquito de cuentos” y “Confeti” 2017, BUAP y Libro de minificciones “El mar a través del caracol” Editorial El puente 2017. El niño que le encantaban los colores y no le gustaban las letras 2018. Luciérnagas 2020. Participante de varias antologías en España, Paraguay, Chile, Colombia y México. Lectora voraz y escritora incansable.

Fabiola Morales Gasca
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