Ubú
Mayo 14, 2021 / Por Ismael Ledesma Mateos
Muchos sostienen que la ciencia y la tecnología son neutras y que no tienen nada que ver con los procesos históricos y sociales, y mucho menos con la ideología. Esta es una idea absolutamente falsa y de hecho están impregnadas de ideología. En el mundo contemporáneo, algo que tiene gran influencia sociopolítica es la “tecnocracia”, la visión que ideológicamente privilegia lo tecnológico por encima de lo científico y humanístico; y bueno, la tecnocracia es una ideología.
Cuando hablo de ideología lo hago en el sentido clásico del pensamiento de Marx, como conciencia distorsionada de la realidad —él dice invertida—, no como el conjunto de ideas que puedan tenerse. Yo creo que la visión más correcta de la ideología es esa, y tenerla presente es algo crucial en la educación. La tecnología aparece más cercana a la sociedad porque implica relaciones de aplicación que afectan de manera directa a la vida humana y se presentan menos abstractas que la ciencia. Por ello la injerencia de la ideología se visualiza con mayor claridad.
Como han escrito María Eugenia Boito y Emilio Seveso Zanin “Hablar de la relación entre ideología y tecnología no es nuevo. Tiene antecedentes tan ilustres como el conocido Ciencia y técnica como ideología (1984), de Jürgen Habermas, la Crítica de la Comunicación, de Lucien Sfez, o La ciudad informacional (1995), de Manuel Castells. Para nombrar esta ideología, Héctor Schmucler (1996) propone un neologismo que se aplica específicamente a una devoción profesada con particular fervor en el campo de la comunicación: el “tecnologismo”, un pensamiento en el que la técnica se autoafirma acríticamente y se erige en sentido común, auspiciando un destino humano que se realizaría a través de ella. Desde otra perspectiva, Daniel Cabrera (2011) se refiere a la dimensión imaginaria de las tecnologías como una “ensoñación” tensada entre la promesa anunciada socialmente y la eficacia experimentada individualmente”.
Y prosiguen: “No son estas las únicas lecturas posibles. Otras perspectivas se manifiestan al respecto: los ‘tecnofílicos’ −en muchos casos vinculados profesionalmente a ese campo− expresan su afinidad con las tecnologías, resaltan sus virtudes y anuncian la llegada de una nueva sociedad, cimentada sobre el andamiaje virtual tecnológico (Toffler, 1980; Piscitelli, 2002). Los estudios de los usos y las apropiaciones tecnológicas se interesan por las interacciones cotidianas de quienes ya están instalados en un entorno poblado de artefactos (Gil Juárez, 2005; Winocur, 2007; Quintar, Calello y Aprea, 2007; Benítez Larghi et al., 2012). Tan lejos de los discursos celebratorios del novísimo advenimiento tecnológico que anticipa la sociedad de la comodidad, la abundancia y la comunicación como de un mundo en el cual la tecnología ‘ya llegó’ y es naturalmente accesible, La tecnología como ideología en contextos de socio-segregación. Ciudades Barrio (Córdoba 2011-2014), de María Eugenia Boito y Emilio Seveso Zanin, abreva sin dudas en las tradiciones críticas. Para Boito y Seveso, bajo la inspiración de Walter Benjamín, las tecnologías de la comunicación son parte de las fantasmagorías del consumo, que se ofrecen como espectáculo ante las miradas deseantes de los sectores subalternos. Todas las tecnologías, las viejas y las nuevas, se inscriben en estructuras de experiencia de clase que ‘hacen cuerpos’ desarrollando habilidades, destrezas y gustos. Subjetividad, experiencia, relaciones sociales, clase, sensibilidad, comunicación, son algunos de los conceptos fundamentales sobre los que se construye esta reflexión rica y compleja. María Eugenia Boito no se encuentra con estos temas por primera vez. En algunos libros y numerosas publicaciones, fruto de sus investigaciones de los últimos diez años, ha abordado temas tales como Ideología y prácticas sociales en conflicto. Una introducción (2013), y el Urbanismo Estratégico y Separación clasista. Instantáneas de la ciudad en conflicto (con Belén Espoz, 2014). Emilio Seveso acompaña el desarrollo de este proyecto desde su experiencia en sensibilidades, acción colectiva y tecnologías. Algunos trabajos conjuntos acreditan sus convergencias teóricas y formaciones complementarias, potenciadas en este trabajo”.
Lenin afirmaba que “el socialismo son los soviets más la electrificación”, frase que da cuenta de la importancia de la tecnología y también de su valor ideológico. En el “espíritu del capitalismo”, la tecnología posee un valor esencial: sin tecnología no habría sido posible la revolución industrial. Tecnología y capitalismo forman un binomio indisoluble, que implica por lo tanto una ideología.
La tecnología implica severas problemáticas, tales como las relativas a la propiedad y a la intervención del Estado en relación con ella, así como el papel del sector privado, que en países como México ha mostrado su falta de interés en la tecnología. El sector empresarial mexicano no invierte en tecnología, pues su ideología se centra en el incremento de la tasa de ganancia y por ello es mejor recurrir a la transferencia de tecnología proveniente del extranjero. Éste es el gran problema de países en vías de desarrollo, que no colocan a la tecnología como un aspecto central en sus agendas políticas.
Pensar en el desarrollo nacional sin tecnología es un absurdo. Sin embargo, los capitalistas mexicanos no lo ven así. La visión empresarial imperante no lo permite, y la tecnología y la ciencia son muy lejanas a su manera de ver el mundo.
Es fundamental tener presente la importancia de la ideología para el entendimiento de todos los fenómenos sociales, y la relación tecnología y sociedad es uno de ellos. Esta concepción debe estar presente en la enseñanza, por ejemplo, en el Doctorado Transdisciplinario de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la Sociedad (DCTS) del CINVESTAV, donde se pretende abordar la vinculación entre ciencia, tecnología y sociedad, pero se requiere claridad acerca del papel de la ideología en todo ello.
¿Tecnología?, ¿qué cosa es eso? Se preguntaría el Padre Ubú. En su pequeño reino eso no era importante, pero en un país como México es algo trascendental, pues su avance y desarrollo depende en gran medida de la manera como se apliquen políticas correctas en materia tecnológica. Tendremos que esperar qué nos depara el futuro a este respecto.
¡Para mí es suficiente!
Biólogo (UNAM), Maestro en Ciencias en Bioquímica (CINVESTAV), Doctor en Ciencias (UNAM), Premio a la mejor tesis doctoral en ciencias sociales en el área de historia por la Academia Mexicana de Ciencias (1999), Postdoctorado en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela Nacional Superior de Minas de París, Francia. Director fundador de la Escuela de Biología de la UAP, Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología A.C (SMHCT) (2008-2014), profesor-investigador de la FES Iztacala de la UNAM.
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