Crónica

Micky

Micky

Septiembre 02, 2022 / Por Fernando Percino

Hace unos días, en la madrugada, fui a un OXXO que está por mi casa. Llevé en mis brazos a mi perro Micky. Ya le había dado dos vueltas en un parque cercano, pero no se cansaba y decidí llevarlo conmigo a comprar un Sprite de 600 Ml. En la entrada da la tienda estaban dos chicos, a quienes les llamó la atención mi perro.

—¿Lo puedo acariciar? —preguntó uno de ellos.

—Claro, sólo ten cuidado porque es algo enojón y a veces muerde, pero creo que ahora está tranquilo, adelante.

El joven sonrió y acarició a mi perro en su cabeza.

—¿Cuántos meses tiene? —solté una carcajada porque Micky suele provocar esas confusiones, hacerse pasar por un perpetuo cachorro—. Tiene trece años, es un minitoy. Estos perritos no crecen mucho.

Todos los que estaban en la fila hicieron una expresión de asombro.

—¡Asu mecha! ¡Trece años! ¡Wow!

—Bueno, al menos trece años conmigo, porque puede ser mayor, considerando que me lo encontré en la calle y no conozco su edad real.

Me tocó pagar por mi Sprite y le di a la cajera un billete de cien pesos. La bebida valía algo así como catorce varos. La chica que me atendió me dijo que no tenía cambio y yo tampoco llevaba. El muchacho que había acariciado al Micky sacó unas monedas del bolsillo de su pantalón y pagó mi refresco.

—Ahí está lo del señor.

Me conmovió mucho su gesto y se lo agradecí bastante. ¡Qué chicos más agradables! Quien realmente había hecho la labor de misericordia fue Micky.

Cuando llegué a la casa, lo empecé a arrullar como si fuera un bebé. En los últimos tiempos suele despertarse en la noche y ladrar a la nada, a los fantasmas que habitan la vigilia. Quizá les ladre a sus compañeros que ya fallecieron, como Moyo, Doctor Totopo, King o su amado Poncho Galleta. Llegué a tener cinco perros en una misma época y el único que queda es Micky. Entiendo que se sienta solo después de muchos años de tener compañía perruna. Suelo darle largos paseos nocturnos en el parque para que se canse y llegue al sillón de mi sala a dormir, pero en ocasiones ni así es posible lograr que concilie el sueño, por eso lo arrullo mientras se va quedando dormido. Creo que se aferra a la idea de estar acompañado para tener seguridad de sí mismo.

A Micky lo encontré en marzo de 2008 vagando por las calles de la colonia Bello Horizonte. Estaba muy mugroso y mechudo. Se notaba que estaba perdido o abandonado. Cuando lo vi, iba a cruzar la calle y venía cerca una ruta 3. Impedí que el perro pasara para que no fuera atropellado. Luego, en la baqueta le acaricié la cabeza y esperé un rato con él en una esquina para ver si aparecían sus dueños, porque tenía un collar puesto. Pasaron unos veinte minutos y nadie se manifestó para reclamarlo. Con dolor me fui caminando y lo dejé ahí solo, pero el perro me siguió y yo escuché cómo me tronaron las tripas en la panza por cierta consternación. Volteé y vi a un ser divino e inocente que en ese momento necesitaba de un hogar. No pude ser indiferente para dejarlo ahí. Lo cargué y me lo llevé a la casa. Cuando mi mamá me vio con él, le dije que le iba a buscar un hogar con mis amistades. Para ese entonces teníamos dos perros: King y Moyo, tener un tercero ya era un asunto difícil.

Una amiga se interesó por Micky y yo se lo iba a dar, todo bañado y peluqueado, pero cuando llegó a recogerlo, era demasiado tarde: mi corazón ya estaba muy encariñado con el mini toy, además se había hecho muy amigo del otro perro llamado Moyo. Tuve que buscar otro perro para mi amiga. Desde entonces Micky y yo nos volvimos compañeros de vida y excelentes amigos.

 

En dos ocasiones Micky ha sido operado por tener complicaciones con una hernia. Llegó a estar muy grave y al borde de la muerte. Incluso después de su primera operación la doctora veterinaria me dijo que quizá, por la edad tan avanzada del perro, no duraría mucho con vida. Bueno, su primera intervención fue en enero de 2017, la segunda la tuvo a mediados de 2020. Ya estamos a septiembre de 2022 y el perro está como la fresca mañana. Algo cieguito, sí, camina con dificultad, pero no me dejan de sorprender sus bríos. Es un perro muy activo. Él ya tiene bien programada las horas del día en las que le toca su alimento y ladra con ímpetu para solicitarlo. Se sigue emocionado cuando llego de trabajar y la expresión de su cara es animosa. Soy muy feliz de tenerlo conmigo, no sé qué será de mí cuando se tenga que ir al cielo.

Hace algunos años le tomé a Micky una foto que imprimí. Había elecciones para elegir presidente municipal de Cuautlancingo. Cuando fui a votar pegué la foto de mi perro en la boleta encima del escudo del PRI y en el recuadro que decía “Otro candidato” puse el nombre “Micky”. Ya había obtenido fama un tal gato Morris en Veracruz. Mi querido no alcanzó tal notoriedad en redes sociales, pero se le puede considerar el patrón de mi hogar, porque muchas veces mi madre dice, “tú haces que ese perro viva como rey”.

Fernando Percino

Es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Publicó cuentos en el suplemento cultural *Catedral* del diario *Síntesis*, la novela *Velvet Cabaret* (2015), el libro de cuentos *Lucina* (2016), el libro de crónicas *Diarios de Teca* (2016) y la novela breve *Volk* (2018). Fue miembro del consejo editorial de las revistas: *Chido BUAP* y *Vanguardia: Todas las expresiones*. Fue funcionario público. Actualmente es chofer de UBER y estandupero ocasional.

Fernando Percino
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