Káos

La perversión y su poder

La perversión y su poder

Julio 16, 2024 / Por Antonio Bello Quiroz

...Denomino cristianismo (...) a la mancha inmoral de la humanidad.

Nietzsche (El Anticristo)




La predisposición a la perversión no es algo

raro y especial, sino una parte de la

constitución llamada normal.

Sigmund Freud


El significante “perversion”, lo mismo que las palabras “perverso”, “perversidad”, incluso “maldad”, han devenido ambiguas en la historia de la humanidad. Se han generado discursos religiosos, científicos, académicos, ideológicos, etc., en torno a la perversión. Uno de los abordajes más controversiales que se han propuesto sobre la perversión es el del psicoanálisis.

Más allá de lecturas morales, religiosas, positivistas, para el psicoanálisis, la perversión es una estructura clínica o una forma de organización subjetiva, es decir, una forma de posicionarse ante la realidad o ante el Otro. Hay otras formas de organización psíquica, como las psicosis y la neurosis. Por todo ello, la aprehensión de la lógica de la perversión no es nada sencilla.

Históricamente, la noción de perversión ha sido ligada a lo sexual, pero no a toda sexualidad, sino aquella que, en su práctica, se sale de la norma de cada época. Ha sido vista y tratada de manera peyorativa, como una desviación o aberración, con respecto a discursos normativos que promueven un ideal en las prácticas sexuales y de procreación. La perversión ligada lo sexual ha sido objeto de censura, discriminación, incluso de eliminación. Todavía hasta principios del siglo XX, y hasta nuestra época, todo uso de la sexualidad que tuviera como fin el placer y no la reproducción, era, y sigue siendo, fuertemente censurada. Sin embargo, las conductas abyectas, obscenas, aunque censuradas y reprimidas, no dejaban de ser prácticas habituales.

La psiquiatría clásica pronto le dio lugar a estas prácticas “aberrantes” de la sexualidad o la maldad, clasificándolas cómo patologías mentales, generando con ello todo un léxico “científico” al respecto. Hay que decir que estas “patologías” se vuelven objeto de clasificación, lo que no necesariamente las hace objeto de estudio. Krafft-Ebing, por ejemplo, orienta la clasificación de las perversiones en cuatro categorías: 1) Las anestesias o desaparición del instinto sexual; 2) La hiperestesia o acentuación anormal (ninfomanías o satiriasis); 3) La parestesia o manifestación perversa, y aquí podemos encontrar dos series: el grupo que abarca sadismo-fetichismo-masoquismo, y el grupo de la homosexualidad y sus variantes; 4) la paradoxia o manifestaciones intempestivas de la sexualidad.

Podemos ver que en las cuatro, efectivamente, no hay relación entre la satisfacción sexual con la finalidad de conservación de la especie. Esta clasificación, aunque “científica”, continua tiendo un tufo de discurso religioso-legal.

Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis, va a subvertir estas posiciones positivistas y normativas, incluso médico-religiosas-legales, en torno a la o las perversiones. Lo hace estableciendo, desde 1905, con Tres ensayos para una teoría sexual, por lo menos cuatro tesis o nociones básicas sobre la sexualidad en los seres hablantes que no abandonará jamás: 1) la imposibilidad de relación directa, natural, entre el sujeto y el objeto de satisfacción; 2) el objeto es elegido de manera contingente, lo que derrumba la idea de complementariedad; 3) la existencia de la sexualidad en la infancia, adelantándose casi 50 años a su reconocimiento “oficial”, subvierte la inocencia de la infancia; y, 4) la condición de origen perversa de la sexualidad. Esta última cuestión ha servido para deleite de los detractores de Freud, a quién se le acusa recurrentemente de “perverso polimorfo”.

Esta condición perversa inicial de la sexualidad, a la que alude la cuarta tesis, es distinta a la estructura perversa o posición subjetiva perversa. Esta condición inicial de la perversión opera tanto en la neurosis como en las psicosis. Se trata de distintas posiciones frente a la castración y reguladores de las relaciones con el Otro (el Otro en psicoanálisis es, en términos generales: la ley, la cultura, la familia). En el origen, la sexualidad es perversa en tanto que la satisfacción que se alcanza, obviamente, no tiene como finalidad la reproducción. Las zonas erógenas, asiento de la sexualidad, se inauguran mucho antes de que el niño o la niña sean maduros genésicamente para la reproducción.

El psicoanalista francés Jacques Lacan va a reconocer plenamente los aportes de Freud, sin las cuales, dice, la visión de la sexualidad se quedaría en mera especulación ideológica o disección científica. Lacan, para avanzar con respecto a Freud, plantea algunas distinciones. Por un lado, señala que para el maestro vienés el paradigma de la perversión es el fetichismo, donde esencialmente se busca desmentir la castración de la madre, mientras que, para él, después de haber propuesto lo que reconoce como su único invento, el objeto a, el sitio paradigmático de la perversión como estructura es el masoquismo.

Dos rasgos destaca Lacan con respecto a la estructura perversa: “la voluntad de poder” y la constante búsqueda de la división del partenaire o pareja, es decir, una búsqueda de satisfacción, una tendencia al goce que de manera inexcusable colocará la angustia del lado del otro.

Al fetichismo, desde 1905, Freud le atribuye un lugar que oscila entre las neurosis y las perversiones. El fetichismo opera en ambas estructuras, aunque es en la perversión donde adquiere condiciones singulares que le dan carácter de estructura clínica. De hecho, Freud plantea que la perversión es el negativo de la neurosis. Es decir, en el fantasma del neurótico opera un perverso.

En 1927, en su trabajo sobre El fetichismo, Freud nos indica que se trata de un síntoma, se muestra como un rasgo de la neurosis, quizás un mensaje a ser traducido. Es decir, el fetichismo no siempre es un acto de perversión. El neurótico se identifica con su objeto amoroso por la vía del fetiche, incluso la persona amada es fetichizada, se deja escuchar, por ejemplo, en expresiones como “sin ti me muero”, sin que eso lo haga dependiente gozoso del objeto.

El fetiche opera como una máscara, sirve a la vez para afirmar y para denegar la castración. El perverso pone en suspensión, por la vía del acto, la relación triangular edípica. El triángulo edípico significa conflicto y en eso el sujeto vacila, el fetichismo es una salida ante ese conflicto, permite obturar la castración, no reconocerla.

Si de algo nos da cuenta el psicoanálisis es que la sexualidad, pensada en su radicalidad, se encuentra esencialmente modificada después de Freud: El sujeto humano, por el simple hecho de estar estructurado de manera inconsciente, en su condición sexuada, se encuentra desordenado de cualquier pretendido orden natural. Así, su sexualidad, después de Tres ensayos para una teoría sexual está articulado a la perversión, primero, y después –tras la represión-, con el fantasma.

El fetiche bien puede ser una máscara en tanto que cubre la ausencia.

En el seminario 5, Las formaciones del inconsciente, Lacan va a referirse a los callejones sin salida a los que conduce la fase fálica de Freud, que es justamente el momento regulador de la sexualidad. Así, de igual manera que la fobia (según nos ha dicho Lacan en el seminario IV) el fetiche es una defensa contra la angustia. El objeto fetiche protege al sujeto ante la angustia, la salida es que se pasa de la angustia al miedo. El fetiche produce el ocultamiento de la castración, es decir, con la presencia del objeto fetiche se restituye el goce que debía quedar reprimido, tal como ocurre con las neurosis.

Antonio Bello Quiroz

Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.

Antonio Bello Quiroz
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