Káos
Enero 07, 2025 / Por Antonio Bello Quiroz
Un golpe de tu dedo en el tambor descarga todos los sonidos e
inicia la nueva armonía.
Un paso tuyo. Y el alzamiento de los hombres nuevos y su caminar.
Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor! Tu cabeza gira, ¡el nuevo amor!
Arthur Rimbaud
...porque todos lo saben, el amor es una reinvención de la vida. Reinventar el amor es reinventar esa reinvención.
Alain Badiou
El acto de amor es eso.
Hacer el amor, tal como lo indica el
nombre es poesía. Pero hay un
abismo entre la poesía y el acto.
Jacques Lacan
Para el psicoanalista francés Michel Silvestre, “un nuevo amor es una ocasión para hablar del amor”. Un nuevo amor es una oportunidad de cambiar de discurso amoroso. En “Sobre el amor”, de su libro Mañana el psicoanálisis, Silvestre también sostiene que “sin duda, el psicoanálisis es una ocasión para cambiar de discurso sobre el amor”.
El poeta francés Arthur Rimbaud, considerado por sus contemporáneos como un “místico en estado salvaje”, con tan sólo 17 años se propuso una empresa inmensa: quería nada más y nada menos que reinventar el amor. Quizá la poesía sea, esencialmente, una eterna reinvención del amor.
Pocos poetas, a tan temprana edad, han tenido el reconocimiento (y desprecio) de sus contemporáneos. Muy joven se hizo leyenda. Fue llamado “mago desengañado”, “pillo”, “ser exento de pecado original”, “el Shakespeare niño”.
Rimbaud nació el 20 de octubre de 1854 en Charleville, al norte de Francia. Con una vida familiar dura, tiene una temprana entrada al universo literario intensa y apasionada, atribulada. En 1871, a los 17 años escribe el poema “El barco ebrio”. Con ese poema en el bolsillo se va a París para encontrarse con el ya entonces reconocido poeta simbolista Paul Verlaine, quien, impresionado por la escritura del jovencito provinciano, lo invita con estas palabras: “ven, querida alma, te llaman, te esperan”. Verlaine contaba con 27 años.
Verlaine lo instala en su casa, con su esposa Mathilde Mauté, también de 17 años. De la mano de Verlaine, Rimbaud entra de lleno y sin freno a vivir la bohemia parisina. La amistad, que inicia por la admiración de Verlaine hacia la belleza y el pensamiento del joven Rimbaud, deviene en una tormentosa relación amorosa que se vive entre borracheras y drogas ante la mirada atónita de Mathilde. Viven un amor sin límites.
Los escándalos de la pareja de poetas se hicieron cada vez más frecuentes y, dado el carácter intratable y de desenfreno sexual del joven, la pareja vive el rechazo de la liberal comunidad intelectual y, por supuesto, el abandono de Mathilde.
Después de un rato, Verlaine va a buscar a Mathilde. Raimbud regresó por un tiempo a su natal Charleville, pero vuelve sólo para despedirse de Verlaine y anunciarle que se iría a Bélgica y no lo vería más, a menos que decidiera acompañarlo. Juntos llegaron a Bruselas, después a Londres. Tiempo después, Verlaine intenta nuevamente reparar su matrimonio y abandona a Rimbaud en medio de duras carencias económicas.
Durante las ausencias de Verlaine, Rimbaud le escribe varias cartas-llamados: “Regresa, regresa querido amigo, mi único amigo, regresa. Te juro que seré bueno.” Le dice también: “Solo conmigo puedes ser libre, y dado que te juro ser muy amable en lo venidero... si no deseas regresar o que me reúna contigo, cometes un crimen del que te arrepentirás por muchos años, por la pérdida de toda libertad, y por las penas quizá más atroces que todas las que has vivido. Después, recuerda lo que eras antes de conocerme”.
Entonces, el juego de eros entre los poetas muestra su lado real, su costado más transgresor: el 10 de julio de 1873, en una habitación de un hotel en Bruselas, tres personas: Verleine, su madre y Rimbaud, una fuerte discusión. De pronto suenan dos disparos. Verlaine dispara dos veces al joven poeta, uno de los disparos hiere a Arthur en la muñeca, el otro va al suelo. La madre es testigo: dos disparos y una frase que devino célebre: “esto es para ti, ya que me abandonas”. Verlaine va a la cárcel. Rimbaud se emborracha, se desgarra el alma, bebe y fuma su dolor, se va...
Aún hay un reencuentro más en 1875. Bebieron cerveza y debatieron sobre la conversión al catolicismo que experimentó Verlaine en la cárcel.
Arthur Rimbaud, paulatinamente, deja de escribir poesía mientras busca un trabajo que le dé estabilidad económica. Enseña francés en Londres, descarga coches en el puerto de Marsella, es actor en un circo de Dinamarca. En 1880 decide ir a África. Durante poco más de 10 años tiene varios oficios en los linderos de lo legal: comercia con marfil, pieles y café, lo mismo que participa en el tráfico de armas y expediciones de conquista. Al mismo tiempo su fama en París se incrementa y lo vuelve una vida legendaria, todo se dice de él. Se decía, por ejemplo, que vivía en un harem con varias mujeres de diversas naciones. Este enfant terrible de la literatura muere el 10 de diciembre de 1891 en medio de fuertes dolores a partir de un tumor en la rodilla que se vuelve cáncer de huesos. Tenía 37 años.
Su propósito era claro desde muy joven: Rimbaud quería reinventar el amor, vive una experiencia de amor intensa, sin límites, disruptiva. ¿Consiguió con ello reinventar el amor? ¿Será la libertad sin límites, esta libertad que, dice Rimbaud, le da a Verlaine, la vía para reinventar el amor?
En la época moderna sólo un discurso de amor se ha inventado, se llama psicoanálisis. Sin embargo, ese nuevo discurso de amor, llamado por ser Sigmund Freud “amor de transferencia”, sólo opera en el dispositivo clínico que le es propio al psicoanálisis. En psicoanálisis, en el dispositivo clínico, no se habla de otra cosa más que de amor, se reinventa el amor.
El filósofo francés Alain Badiou es, a mi juicio, quien nos ofrece algunas coordenadas para pensar una posible reinvención del amor. Lo hace fundamentalmente a partir de su libro Elogio del amor. Algo sumamente valioso en lo que propone el filósofo francés es que no deja de reconocer que el psicoanálisis está presente en sus pensamientos sobre el amor.
Badiou sostiene que, en el amor, con respecto al partenaire, hay una separación, una disyunción, una diferencia estructural entre los unos que se sostiene en la singularidad subjetiva. El núcleo de esta separación lo ubica en la diferencia sexual. En todo caso, Badiou reconoce que el amor es una confrontación en tanto que, de inicio, hay un Dos.
Este Dos entra en escena a partir de que se produce el encuentro, encuentro (Tyche) que es siempre contingente. Cuando el encuentro adquiere estatuto de Acontecimiento amor nos coloca en otra escena, nos confronta con lo nuevo. Se trata siempre de un encuentro en la diferencia, por más que se viva la ilusión de ser Uno con el otro. Dice Badiou: “el encuentro entre dos diferencias es un acontecimiento, algo contingente, sorprendente”. El amor inicia por las “sorpresas del amor”, acontece y experimentamos una escena que se monta en otra escena, y así se pone en marcha una “experiencia del mundo”, una vida que se hace ya no desde el punto de vista del Uno sino del Dos.
Para Badiou, el amor no es fusión, no es sólo encuentro sino también duración (duración que no es la temporalidad sino la duración del deseo de durar), a contrapelo de lo que el Romanticismo sostiene y que idealiza el encuentro y dota de magia a la contingencia del encuentro, se le atribuye al destino, a los dioses, y así anula las diferencias. El puro encuentro imposibilita la escena del Dos. En el ser-Uno con el otro no se toleran las diferencias, no se construye una relación íntima (que requiere del Dos e incluye las diferencias), sino una de intimidación, con la prevalencia del Uno. Como dice Freud: “donde dos piensan igual, uno de los dos ha dejado de pensar”. El amor fusión con frecuencia nos orilla a la destrucción y la muerte. El feminicidio es un recordatorio de lo trágico del amor fusión.
Para Badiou, entonces, el amor no es sólo encuentro sino esencialmente una construcción que no se puede reducir a la construcción de un “universo familiar”. Cada encuentro que apunta al Dos, es una reinvención del amor, dice el filósofo, “el amor inventa una manera diferente de duración de la vida [...] una nueva temporalidad [...] porque todos lo saben, el amor es una reinvención de la vida. Reinventar el amor es reinventar esa reinvención”. O como diría el psicoanalista francés Jacques Lacan: el amor es lo que no cesa de no escribirse.
Psicoanalista. Miembro fundador de la Escuela de la Letra Psicoanalítica. Miembro fundador de la Fundación Social del Psicoanálisis. Ha sido Director fundador de la Maestría en Psicoanálisis y Cultura de la Escuela Libre de Psicología. Ha sido Director de la Revista *Erinias*. Es autor de los libros *Ficciones sobre la muerte*; *Pasionario: ensayos sobre el crimen* y *Resonancias del deseo*. Es docente invitado de diversas universidades del país y atiende clínica en práctica privada en Puebla.
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