Crónica

La Noche de los CAMPEONES

La Noche de los CAMPEONES

Abril 19, 2024 / Por Julio César Pazos Quitero

Después de un largo viaje en dos camiones diferentes entre cumbias, norteñas, Peso Pluma y compañía, llegué a las inmediaciones del estadio de los Hermanos Serdán para disfrutar otro partido de los poderosísimos Pericos de Puebla. La emoción por la novena verde se desbordó, la afición se hizo presente y no es para menos, ya que ahora podemos presumir que somos los CAMPEONES, escrito con mayúsculas ya que en la ciudad de Puebla no es una palabra tan común.

Recorriendo el pasillo rumbo a la entrada me hago tres preguntas fundamentales que probablemente a muchos poblanos les han surgido: ¿Me compro o no una gorra pirata? ¿Me echo una caguamita antes de entrar? Y, la más importante de todas, ¿me comeré mi cemita ahora, en el estadio, o cuando ya estén de a dos por 40 varos? En el particular caso de su servidor, la sed gana sobre el hambre y una caguamita para calentar el gañote nunca está de más, sobre todo con este calorón. Afortunadamente, ya tengo mi gorra y mi jersey como regalos de mi pasado cumpleaños.

Ya calmada mi sed, entro al lugar que tantas alegrías y corajes me ha generado. De inmediato pienso: “qué elegancia la de Francia”, ya que gracias a la gentrificación han arreglado nuevamente el estadio y, a decir verdad, ha quedado bastante bien, sobre todo desde la panorámica de la zona central. Debo admitir que por lo general voy a la zona de barda, pero al ser una ocasión especial decidimos hacer un gastito extra, aunque pasemos una semana a puro huevito con frijoles.

Encuentro mi lugar y viene a mí la nostalgia del viejo Serdán, cuando mi padre me traía de niño, cuando no había butacas en barda y solo las pintaban de un amarillo bastante feo (si es que las pintaban), cuando en lugar de tacos de asada vendían pollos. Sí, podías zamparte un pollito completo en el estadio, suceso que en la actualidad nadie me cree. Debo admitir que parezco un viejo amargado o tal vez lo soy, pero en mis tiempos (donde los Pericos daban más pena que gloria) uno iba para apoyar de verdad y no solo por el estatus que da ahora ir al béisbol. No estoy diciendo que las personas no sean aficionadas a los poderosísimos Pericos o al deporte “rey”, pero debo admitir que se siente una atmósfera bastante hipsterosa, aunque tal vez solo sea mi amargura.

Comienzan los aburridos protocolos: el gobernador lanza la primera bola y el espectáculo de pirotecnia enciende la noche poblana cuando me doy cuenta de mi primer error: la cemita está bastante cara dentro del estadio, así que la tripa tendrá que aguantarse un buen rato. Lo que sí no se puede aguantar es la sed, llamo al primer “cuantas, cuantas, cuantas” que se aparece, le pido una refrescante e intenta venderme un “Beer Bat” bastante curioso, pero a doscientos varos, la neta no vale la pena. Me da mi vasito normal y comienza el himno nacional, bajamos la chela, nos quitamos la gorra, porque como diría mi abuelito, el himno se respeta.

Por fin empieza el partido con papá Ynoa en el montículo, el caballito de batalla a quien le debemos agradecer mucho por el campeonato. Llega el turno de Robinson Canó, flamante refuerzo del acérrimo rival, Los Diablos Rojos, y pues la verdad sí quedas impresionado al ver un futuro salón de la fama en las Grandes Ligas y parece que nuestro pitcher también, ya que coloca el primer hit de la temporada. Afortunadamente, no pasa a mayores y llega el turno de los siempre poderosos. Fallan horriblemente los dos primeros bateadores, así que el consentido de la casa, Danny Ortiz, sin decir agua va, coloca el primer cañonazo de la campaña y, en consecuencia, la primera carrera. Recorre las bases al ritmo del “bule bule” mientras su servidor baila de la emoción.

No pasa mucho para que los “pingos” empaten también, cortesía de un cuadrangular y la verdad no es mucha sorpresa, ya que los “diabolos”, este año, traen un trabuco marca deus. La ofensiva verde pasa sin pena ni gloria y mediante otro bambinazo, los escarlatas se ponen en ventaja y el ánimo decae. Le toca de nuevo a los poderosos, la garganta ya pide más cebada y, sin darme cuenta, un cuadrangular de Leo Germán empata las acciones y con chelita en mano nos ponemos a bailar.

Ynoa se pone serio y saca en orden, dándole paso al turno del papúcho de Peter O’Brian (al chile si está bien rostro), quien pone un doblete encendiendo la ofensiva emplumada. Instantes después, Rudy Read tira una línea de hit para que el papú timbre la del desempate pero, lamentablemente, en un intento de pasarse de lanza, el buen Read es prendido en segunda, pero no importa, los poderosos ya lo ganan.

De golpe y porrazo, Canó la manda relejos por el jardín derecho para que los demonios ya tengan ventaja de dos carreras. Sin mucho que contar, llegamos a la séptima entrada y la garganta ya exige más elixir, pero la tripa ya enojada también pide ser atendida, sin más remedio, te empujas la cemita más cara y fría de Puebla.

Casi como premonición, la “fatídica” séptima entrada le llegó a los pingos de la manera más extraña posible: aquí todo fanático de los poderosísimos Pericos sabe que en las noches del Serdán suelen suceder cosas muy extrañas, incluso insólitas, y esta sería una de esas noches.

El desastre para los pingos empezó con dos bases regaladas y después un pelotazo, apenas un rozón, pero pelotazo al fin. Es aquí donde solo el público conocedor entendió qué demonios ocurrió. Gracias a las nuevas reglas de la liga, el lanzador escarlata cometió un balk, regla tan compleja y difícil que alguna vez un ex umpire de ligas mayores admitió nunca haberla marcado por no entenderla. Sin embargo, aquí sí se marcó y al tener casa llena, los Pericos hicieron una carrera. Después de un cambio de lanzador, el bateador de los poderosos se poncha, sin embargo, la bola pica permitiéndole al jugador emplumado moverse a la primera base. En un momento de confusión el receptor escarlata piensa que es un out forzado pero claramente no es así, situación aprovechada por el corredor de Pericos para llegar a Home. Sin embargo el umpire marca out, después de una revisión minuciosa se marca carrera haciendo estallar al manager rojo que haciéndole honor al nombre de su equipo salió endiablado, echando chispas y mascullando maldiciones e improperios a diestra y siniestra por lo que fue echado del campo. Así de la manera más extraña los siempre poderosos hicieron tres carreras sin dar un solo hit.

Pero aquel que sea Perico de cepa sabrá que con la novena verde todo puede pasar y que con los poderosos se sufre sí o sí y esta noche no sería la excepción. De la nada, los pingos ponen casa llena para después ponerse a una sola carrera, hay un cambio de lanzador y parece que el daño va a estar controlado cuando viene la tragedia, “el horror”: poderoso bambinazo de los pingos y ya perdemos por dos. Sin embargo, también ese sufrir se ha recompensado con grandes remontadas porque, como dice mi primo, parece que los Pericos solo saben batear de la séptima a la novena y así fue, se logró ponerse a una carrera y se llenó la casa, pero lamentablemente, y como ya parece una mala costumbre, los poderosos con casa llena siempre la riegan.

El amigo Elkin saca la novena sin problemas y una última oportunidad se le presenta a los poderosísimos para llenarnos de alegría, como lo han hecho en múltiples ocasiones: tan solo hay que recordar aquel 15 de septiembre cuando se coronaron, así que se vale creer. Sin embargo, esta no fue una de esas gloriosas noches y se perdió contra el acérrimo rival. Pido la caminera para que se me baje el coraje, doy una última mirada al bello estadio y sonrío sabiendo que toda esta temporada los siempre poderosos “Pericos de Puebla” seguirán siendo los “CAMPEONES”.

Julio César Pazos Quitero

(1991) Puebla, Puebla. Escritor, fotógrafo, lector empedernido, el chico de los plumones y habitante del planeta Tierra. Fanático de la Ciencia Ficción y la Fantasía. Estudió Cine en la UPAEP y Periodismo en UNARTE. Actualmente tiene publicada una novela: La vida inédita de Juan, por Los No Letrados. Participó en el fanzine Castellanízate y en el blog “la greguería”.

Julio César Pazos Quitero
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