Sobre la inutilidad de crear y consumir arte

El ensayo introductorio del libro La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, aporta reflexiones acertadas sobre el debate que hay respecto a la utilidad de las artes y las humanidades. En tiempos de Pandemia, de encierro, de muchas restricciones, las humanidades nos ayudaron a hacer más llevadero el tiempo que pasamos confinados en nuestras casas. Viendo una película, escuchando música, leyendo un libro nos damos la oportunidad de salir del hogar con el poder de la imaginación, la interpretación y la recreación del arte.

El ensayo de Ordine enuncia de forma ordenada y clara cómo fue que se ha privilegiado la cultura del éxito a través del enriquecimiento material en las sociedades contemporáneas. Plantea que mucho de ese enriquecimiento se obtiene de maneras cuestionables, corruptas: pasa con los políticos, los empresarios, con ciertos líderes de opinión. Es como si acumular cultura, dedicarse al arte o a la educación fueran meros hobbies y no contestatarios esfuerzos de voluntad.

Poseo una formación profesional como administrador y recuerdo, hace algunos años, cuando un compañero de la universidad me dijo, después de que publiqué un poema en el periódico de la facultad, que él prefería invertir el tiempo en hacer cosas productivas, como sembrar maíz, tomar cursos de contabilidad o demás asuntos que ayudaran a generar capital. Él consideraba mi actividad poética como algo inútil. Ese recuerdo resonó mucho en mi cabeza cuando leí el ensayo de Ordine.

He presenciado muchos cursos sobre ventas, algunos que incluyen dinámicas muy intensas de estimulación emocional, más que intelectual; cursos que van enfocados a salir a buscar a toda costa más bienes materiales, de manera particular: carros, casas, joyas, enormes pantallas de televisión. Entrevisté a uno de los ponentes de esos cursos y me dijo que estaba consternado de que un libro llamado Piense y hágase rico, de Napolén Hill, fuese menos vendido que libros como Harry Potter, El señor de los anillos o la saga Crepúsculo, que en nuestros días son best sellers. Su preocupación radicaba en que la gente prefería comprar libros para entretenerse en lugar de invertir en libros que los ayudasen a generar más riqueza. Hay una idea que predomina en muchos: no se puede ser feliz si no se es millonario.

Ordine es directo cuando se refiere a que los objetos que ayudan a un proceso productivo, hoy en día, se valoran más que las obras de arte. “En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte” (Ordine 7).

Regreso al tema de la Pandemia, durante la que, debido al encierro, me dio tiempo de ser “productivo” organizando algunas cosas en casa, entre ellas llegué a usar un martillo en algún momento para poner un clavo en la pared, un clavo que sostuviese un cuadro, ese cuadro era una réplica de La noche estrellada de Van Gogh. Después de poner el cuadro en la pared de la sala, mi vida no se hizo mejor ni tampoco me hice un buen hombre, pero en varias noches que me negué a salir para proteger a mis seres queridos de algún posible contagio de Covid-19, contemplar largo rato ese cuadro fue mi mejor refugio, propició un silencio que acallaba el caos de allá afuera, el ruido de un pensamiento creciente de que al salir, ya no iba encontrar el mundo que conocí meses atrás, un silencio pacificador, que el dinero no podía comprar.

Bibliografía

Ordine, Nuccio. La utilidad de lo inútil. Manifiesto. ePub r1.0. 2013. Digital