Crónica

“Un tipo destructivo y horrible”

“Un tipo destructivo y horrible”

Febrero 19, 2021 / Por Thomas Bernhard

Al regresar de Portugal, donde, por mediación del Instituto Goethe, he dado conferencias en las universidades sobre mi obra y he discutido con los estudiantes, resulta imposible para mi persona y, dicho más exactamente, para mi cabeza, en relación con la responsabilidad de los austriacos en el extranjero, no revelar al canciller federal y a la opinión pública mis experiencias de viaje en relación con la embajada austriaca y, especialmente, con Weinberger, embajador austriaco en Lisboa, y tengo sencillamente el deber de comunicar los siguientes hechos:

El director del Instituto Goethe alemán de Lisboa, destacado y con toda razón mundialmente famoso traductor de literatura latinoamericana y por consiguiente portuguesa y española Curt Meyer-Clason, estaba invitado conmigo a cenar, al terminar mi primera conferencia en Lisboa, en casa de una familia austriaca allí residente, cena a la que debía asistir también el embajador austriaco. Poco antes de mi conferencia en Lisboa, Meyer-Clason me comunicó de pronto que el embajador austriaco no aceptaría esa invitación si yo, y en ese contexto había dicho el embajador muy claramente, si “ese tipo destructivo y horrible” estaba presente, y, como la que invitaba era una familia austriaca residente en Lisboa, se me insinuaba con toda cortesía, temiendo probablemente alguna presión del embajador, que no apareciera en esa cena, y como es natural no aparecí.

Con ese motivo, me enteré en el campus de la universidad de que la atención del Instituto Goethe alemán y de la embajada alemana en Lisboa de comunicar a la embajada austriaca mi estancia en Lisboa y mis conferencias en Lisboa y Coimbra, mediante invitaciones y prospectos cortésmente impresos y no impresos, había sido recibida con un abrupto rechazo de mi persona, y había sido utilizada con toda decisión por la embajada austriaca y, sin lugar a dudas, por el embajador austriaco para denigrarme y ofenderme claramente ante la colonia austriaca de Lisboa y en Portugal, ya que el embajador austriaco había dicho en público que yo era “un tipo destructivo y horrible”, aunque no conozco en absoluto al embajador austriaco en Lisboa y aunque ese embajador, como me consta, no haya leído hasta la fecha una sola línea mía. El embajador Weinberger habló también de mí a los representantes del Instituto Goethe alemán y de la embajada alemana, es decir, a mis anfitriones, que habían creído que la embajada austriaca en Lisboa estaba de algún modo interesada en Thomas Bernhard, como de “ese tipo destructivo y horrible”, lo que debo calificar como mínimo de falta de tacto.

El día siguiente a la cancelación de mi invitación a la cena antes mencionada y después de que el embajador austriaco hubiera utilizado varias veces ampliamente la posibilidad de denigrarme ante los austriacos y alemanes de Lisboa, estuve, invitado por el embajador alemán Caspari a su domicilio privado fuera de Lisboa, en una mesa redonda con Cunhal, Soares y el ex rey Umberto y por consiguiente, en esos momentos, en el contexto más curioso que cabe imaginar, y de pronto, no sin malicia en los ojos, Meyer-Clason hizo notar que el embajador Weinberger, en el curso de su denigración de mi persona, había cambiado continua e insistentemente para sus fines mi verdadero nombre de Bernhard por el, sin duda no carente de atractivo, de Bernfeld. La factura se saldó, como tantas otras veces, con las risas de los alemanes. Mis experiencias con los representantes austriacos en el extranjero son desde hace muchos años de lo más grotesco, es decir, no las mejores, pero hoy me pregunto, al terminar ese viaje por lo demás muy útil e insólito, por qué, realmente, tienen que ser las peores. La ofensa a mi persona en este caso, dado que, prescindiendo de otras invitaciones alemanas, fui invitado con toda cordialidad por el embajador alemán, aunque no como “un tipo destructivo y horrible” sino sencillamente como Thomas Bernhard, es también, como es natural, una ofensa al personal del Instituto Goethe alemán y la embajada alemana de Lisboa.

Con toda modestia y, como es natural, también con consternación, me pregunto si es tarea de un embajador austriaco en el extranjero, aunque sea Lisboa, en lugar de ser útil a los austriacos en el extranjero, como es natural, o simplemente de dejarlos tranquilos, denigrarlos y, lo que es peor aún, denigrarlos públicamente y dejar a Austria en ridículo en el extranjero y convertirla en una inagotable y a la larga también deprimente fuente de ridículo.

Ohlsdorf

[Die Presse, Viena, 2 de junio de 1976]

——

Traducción de Miguel Sáenz Sagaseta, Alianza Literaria (Madrid, 2014).

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