De color humano
Abril 28, 2023 / Por Eliana Soza Martínez
Mi madre empezó a trabajar desde joven, incluso dejó el colegio. Lo hizo como ayudante, limpiando y lavando, con sueldos míseros, en algunos solo le pagaban con comida. Tuvo que resistir malos tratos, horas interminables y hacer labores que no estaban dentro de sus funciones. Hasta que encontró la oportunidad en una institución donde, para conseguir el ítem, trabajó sin paga por un tiempo. Por fin logró su meta: un contrato indefinido que duró más de veinte años limpiando y barriendo las aulas de la universidad local. Se jubiló y ahora vive de ese dinero mensual.
Ella soñaba que al terminar mi carrera universitaria encontraría algo parecido. No fue para nada así. En primer lugar, ya había tenido alguna experiencia de trabajo cuando estudiaba a través de mis actividades de voluntariado y luego, al salir, junto a otros amigos iniciamos una productora audiovisual para trabajar por nuestra cuenta. Aprendimos muchísimo en los años en que pudimos mantenerla a flote, decíamos bromeando que nos pagaban por encontrar las herramientas para realizar los productos. Luego, el emprendimiento se disolvió y cada uno fue buscando trabajos.
La mayoría de las experiencias que tuve fue como consultora independiente o contratos por producto. El tiempo más largo que duré en una institución fue tres años y me fui de allí por dos razones fundamentales: la primera, que las labores se fueron tornando repetitivas; y porque nació mi segundo hijo.
Esto fue una inflexión en mi vida porque regresé a la escritura y tomé la decisión de no volver a trabajar en un lugar durante ocho horas. Me dediqué de lleno al oficio de escribir, tenía la ingenua esperanza de obtener algunos ingresos vendiendo libros. Gracias al apoyo de amigos, familiares, conocidos y ferias del libro en las que participé, logré terminar la primera edición de mi primer libro. Fue una gran alegría, pero luego ya no pude viajar porque los chicos entraron al colegio y las ventas no progresaron. Estaba por darme por vencida y la pandemia golpeó al mundo entero.
Este fenómeno cambió la forma de trabajar. Un gran porcentaje de oficinistas migraron a realizar sus labores a distancia y las instituciones se abrieron a esa nueva modalidad. Sin embargo, en la postpandemia muchas volvieron a la presencialidad, pero el espacio se quedó y a mí en particular me benefició porque gracias al trabajo de promoción que hice la temporada de la cuarentena, conseguí un reconocimiento que se tradujo en oportunidades. De pronto, me empezaron a contratar para dar clases a distancia, ser jurado de concursos literarios, editora y correctora de libros, escritora de artículos para una revista e incluso me contrataron para hacer una investigación de una historia familiar con la idea de publicar una biografía. Este año envié un cuento a una página y me pagaron por publicarlo y gané un concurso de artículos sobre la época del COVID. La verdad es que no puedo decir que vivo de ser escritora, no obstante una variedad de opciones se fueron desplegando a partir de este oficio.
Otro fenómeno que estoy segura de que cambiará la forma en la que trabajamos es la inteligencia artificial, que en los últimos meses ha tenido tanta atención de todos los que navegamos por la red. A partir de su uso, y ser conscientes sobre todas las actividades que puede realizar, desde escribir todo tipo de documentos: cartas, memorándums, informes, artículos y otros; realizar presentaciones, videos, grabaciones de audio sobre cualquier tema, además de dar autonomía a las movilidades, el manejo de macrodatos, etc.
Lo que me pone a pensar en cómo encararán mis hijos esta nueva transformación del ámbito laboral. En este caso existen ideas divididas, algunos piensan que la inteligencia artificial reemplazará a los seres humanos en algunos oficios; todo parece apuntar que sí, recordemos los cambios que se dieron a la hora de la introducción de las computadoras en las oficinas.
Sin embargo, también es cierto que puede constituirse en una oportunidad para mejorar las condiciones de trabajo, crear nuevas labores y convertirse en una herramienta poderosa para algunas profesiones. Desde mi perspectiva es un cambio que se dará paso a paso y solo queda a las nuevas generaciones prepararse y adaptarse, como lo fuimos haciendo en el transcurso del tiempo.
Eliana Soza Martínez (Potosí, Bolivia) Autora de Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020) Ed. Electrodependiente, Bolivia. Junto a Ramiro Jordán libro de microficción y poesía: Encuentros/Desencuentros (2019). Antología Iberoamericana de Microcuento (2017), compilador Carvalho; Escritoras bolivianas contemporáneas (2019) compiladoras: Caballero, Decker y Batista, Ed. Kipus. Bestiarios (2019), Ed. Sherezade, Chile. El día que regresamos: Reportes futuros después de la pandemia (2020), Ed. Pandemonium, Perú. Brevirus, (2020), Brevilla, Chile. Pequeficciones: piñata de historias mínimas (2020) Parafernalia, Nicaragua. Historias Mínimas (2020), Dendro Editorial, Perú. Microbios, antología de los Minificcionistas Pandémicos (2020), Dendro Editorial, Perú. Caspa de Ángel: cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Carvalho y Batista. Umbrales, Antología de ciencia ficción Latinoamericana (2020), Ediciones FUNDAJAU, Venezuela. https://www.facebook.com/letrasenrojo Instagram: @Eliana.Soza https://www.youtube.com/channel/UCJC8RtYxDvq0JVrb2ZIioeg
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