De color humano
Julio 02, 2021 / Por Eliana Soza Martínez
¿Les ha pasado alguna vez sentirse abrumados por las responsabilidades que tienen en su trabajo; sentir que el estrés los sobrepasa al punto de afectarlos físicamente? ¿Sentirse seguros de que no podrán cumplir con las fechas de entrega? ¿Que no están capacitados para asumir todas las labores que les encomendaron? Más ahora que con el teletrabajo las horas de labor parecen haberse duplicado y no hay horario definido para desempeñar funciones.
¿Se han dado cuenta de que, en la actualidad, en las solicitudes de personal un requisito para acceder a un número creciente de cargos es tener la capacidad de trabajar bajo presión? ¿Qué quiere decir esto? Encontré esta definición de la Universidad EAFIT Colombia: “…puede entenderse como la competencia de trabajar bajo condiciones adversas, de tiempo o de sobrecarga de tareas, manteniendo la eficiencia”.
A esto se suma el creciente número de personas en todo el mundo que mueren por causa de una sobrecarga laboral. Una noticia que me impresionó fue la de una joven periodista japonesa de la cadena de noticias NHK que murió después de trabajar tiempo extra y sólo tomar dos días de pausa en un mes. Su muerte fue debido a una “insuficiencia cardiaca congestiva”, una de las enfermedades que se describen como consecuencia de no descansar lo suficiente. Según los datos, ella había trabajado 159 horas en un mes.
Todo esto nos da las bases para reflexionar sobre este tema, que cada día se va haciendo más común no solo en países del Norte o Europa, sino en nuestras ciudades. En mi experiencia, si bien no experimenté lo que pasó la periodista de la noticia, casi siempre tuve presión en la entrega de trabajos, pues no me dieron el tiempo necesario para su realización. Sufrí con el estrés de esperar que las actividades laborales, fuera de horarios, terminen rápido y poder ir a casa; además de que mi trabajo sea sobresaliente. Probablemente como madre, la ansiedad de volver pronto a mi hogar será normal, pero me imagino que a los varones también les impacienta quedarse horas extra en vez de estar disfrutando con sus familias.
Es cierto que la competitividad y la falta de fuentes de trabajo influyen para que no nos pongamos a pensar por qué las instituciones necesitan que sus empleados tengan la capacidad de realizar labores bajo presión. Pero me pregunto, ¿es que acaso los objetivos institucionales, metas y actividades no han sido planificadas con anterioridad para que no se deba correr contra reloj? Si fuera así, no tendrían que presionar a sus colaboradores a trabajar en situaciones adversas ni obligarlos a hacerlo en horas extras, ni que realicen un encargo en menos tiempo del necesario.
Tendríamos que inquirir, ¿por qué aceptamos esta situación, dejamos que nos presionen y nos exijan más de lo que es posible? ¿Por qué permitimos que el trabajo sea más importante que nuestra familia? Es probable que por estas razones los “millennials” (generación que nació entre 1980 al 2000) prefieren avocarse casi completamente a su desarrollo profesional y, con lo ganado, dedicarse a viajar y disfrutar de la vida. Este es un planteamiento válido. Sin embargo, todavía rondan más preguntas: ¿dónde quedan los seres queridos? ¿Qué pasará cuando envejezcan, sean despedidos, se enfermen y no puedan trabajar? ¿O cuando se les termine el dinero? ¿Quién estará allí para apoyarlos, consolarlos, acompañarlos si no han desarrollado y fortalecido esa área?
Lo fundamental de vivir de forma equilibrada es, justamente, encontrar una armonía y eso significa que debemos desarrollar de manera equivalente todos los ámbitos: familiar, profesional, social, físico, etc. Porque si nos concentramos en una sola, lo que lograremos serán síntomas como la depresión, frustración, estrés y otros. Pasa, por ejemplo, si una madre deja a un lado su profesión; cuando sus hijos crecen y se van de la casa siente que su vida no tiene razón de ser y alguien que sacrifica a sus seres queridos por su trabajo tampoco llega a ser feliz.
En conclusión, pienso que el trabajo no debe ser el fin último de nuestra vida. La felicidad sí. Y para conseguirla, todos los ámbitos deben estar equilibradamente desarrollados, de manera que seamos los más eficientes en lo profesional, pero también busquemos ser los mejores padres de familia, hermanos, hijos en nuestros hogares y tengamos buenos amigos. Así conseguiremos desarrollarnos como seres humanos felices que buscan a su vez el bienestar de los demás.
Eliana Soza Martínez (Potosí, Bolivia) Autora de Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020) Ed. Electrodependiente, Bolivia. Junto a Ramiro Jordán libro de microficción y poesía: Encuentros/Desencuentros (2019). Antología Iberoamericana de Microcuento (2017), compilador Carvalho; Escritoras bolivianas contemporáneas (2019) compiladoras: Caballero, Decker y Batista, Ed. Kipus. Bestiarios (2019), Ed. Sherezade, Chile. El día que regresamos: Reportes futuros después de la pandemia (2020), Ed. Pandemonium, Perú. Brevirus, (2020), Brevilla, Chile. Pequeficciones: piñata de historias mínimas (2020) Parafernalia, Nicaragua. Historias Mínimas (2020), Dendro Editorial, Perú. Microbios, antología de los Minificcionistas Pandémicos (2020), Dendro Editorial, Perú. Caspa de Ángel: cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, Carvalho y Batista. Umbrales, Antología de ciencia ficción Latinoamericana (2020), Ediciones FUNDAJAU, Venezuela. https://www.facebook.com/letrasenrojo Instagram: @Eliana.Soza https://www.youtube.com/channel/UCJC8RtYxDvq0JVrb2ZIioeg
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